Julio Pérez Blasco, alias Karel Sterling





Julio Pérez Blasco, alias Karel Sterling, es uno de tantos escritores de la colección Luchadores del espacio que resultan prácticamente desconocidos fuera del ámbito de la Editorial Valenciana ya que, aparte de las novelas publicadas en las distintas colecciones de esta editorial -trece enLuchadores del espacio, once en Comandos, tres en Policía Montada y una en Western-, tan sólo he podido localizar una novela suya firmada como Julio del Olmo en Bruguera Rosa y, bajo el seudónimo de W. Catanzaro, una en Servicio Secreto, también de Bruguera, y otras tres en las diferentes ediciones de la colección Rodeo, de la Editorial Cíes.

Hasta noviembre de 2020, diecinueve años más tarde de haberle dedicado un artículo en mi libro sobre Luchadores del espacio, y diez después de haber escrito la primera versión de este artículo, no me fue posible localizar ni a él ni a ningún familiar cercano suyo, ya que lo común de su apellido me impidió hacer una búsqueda telefónica tal como hiciera con otros autores de apellidos menos habituales, resultando asimismo infructuosos mis posteriores rastreos por internet.



De hecho, lo único que había podido averiguar hasta entonces de él era que nació en Sevilla el 12 de agosto de 1928 y falleció en Valencia el 18 de marzo de 1990 a los 61 años de edad. Por Arturo Rojas de la Cámara, compañero suyo de la Editorial Valenciana que lo conoció personalmente, supe también que, como la mayoría de los escritores de la colección Luchadores del espacio, residía en esta ciudad.

Y eso era todo hasta que, a mediados del mes de noviembre de 2020, recibí un correo firmado por Susana Pérez Ferrandis en el que se presentaba como hija de Julio Pérez Blasco y me decía que había leído mi artículo sobre su padre agradeciéndome, cito textualmente, “las amables palabras que ha tenido hacia mi padre, y sé que si él estuviera vivo ni se podría creer que había aparecido en un artículo en Internet .

Por supuesto le respondí inmediatamente, agradeciéndole su correo al tiempo que aprovechaba para solicitarle esos datos biográficos sobre su padre que hasta ahora me habían resultado esquivos, con objeto -así se lo dije- de “ponerle cara” al igual que había hecho anteriormente con otros autores de ciencia ficción popular injustamente tratados en su momento por las editoriales y no menos injustamente menospreciados por quienes los desdeñaban en un arranque de soberbia sin molestarse siquiera en conocer las circunstancias en las que se vieron forzados a escribir, nada agradables por cierto. Y por supuesto, también para intentar rescatarlos de un olvido que en modo alguno se merecían.



Así pues, gracias a su ayuda he podido completar el esbozo biográfico de nuestro escritor, aunque en los correos electrónicos que intercambiamos me explicó que ella todavía no había nacido cuando su padre desarrolló su corta carrera literaria, ya que ésta se inició en la segunda mitad de los años cincuenta, cuando contaba con poco más de veinte años, y no duró demasiado ya que no sobrevivió, o si lo hizo fue por muy poco, al cambio de década. Eso sí, Susana Pérez me confesaba que con sus novelas aprendió a leer buscándolas por todos los rincones de la casa para encontrar una nueva, lamentando que dejara de escribir tan pronto.

En cuanto a los datos biográficos de su padre, fruto de sus recuerdos personales y ayudada por los de su madre, me confirmó su nacimiento en Sevilla el 12 de agosto de 1928, aunque siendo muy pequeño sus abuelos se trasladaron a Valencia, ciudad en la que residió durante la mayor parte de su vida, por lo que a efectos prácticos hay que considerarlo como perteneciente a la escuela valenciana de ciencia ficción.

Tal como yo suponía, dado lo breve de su producción literaria, Julio Pérez Blasco no fue un escritor profesional, entendiendo como tal a quien vive exclusivamente de lo que escribe. Había cursado estudios de perito mercantil, profesión que desempeñó durante la mayor parte de su vida. Trabajaba en el Banco de Valencia cuando comenzó su carrera literaria, simultaneando ambas actividades a base de dedicar a la escritura las tardes acabando a altas horas de la madrugada. Entró en contacto con el mundo editorial a través de un amigo suyo del que ni su esposa ni su hija recuerdan el nombre, y como anécdota me relató su hija que llevaba sus originales a un quiosquero amigo para que se los revisara.



Pero un día dijo que no podía más, que estaba agotado de escribir; se encontraba “seco” por dentro -perder la inspiración es una de las peores cosas que le pueden pasar a un escritor- y no era capaz de mantener el ritmo que le exigían las editoriales. Así pues, con gran disgusto de su esposa, que era su más fiel seguidora, dio fin a su corta carrera literaria.

Después de trabajar en el banco se dedicó a diversas actividades, principalmente a la comercial y durante unos años residió junto con su familia en Las Palmas de Gran Canaria. En esta nueva etapa de su vida se dedicó a otra de sus aficiones, la filatelia, falleciendo prematuramente, de vuelta a Valencia, tras una larga enfermedad.

Su hija lo recuerda como un hombre divertido, un gran lector de imaginación extraordinaria y, como reflejaba en sus novelas, siempre tratando de encontrar una explicación a este mundo en el que vivimos. Asimismo le infundió curiosidad por lo oculto, por la ciencia ficción y por todo aquello que escapa a la realidad cotidiana, que si bien en su niñez y adolescencia le causó en ocasiones desazón, ya de adulta se lo agradece ya que se ha convertido en una de sus grandes aficiones.



Centrándonos en su obra literaria publicada en Luchadores del espacio, hay que precisar en primer lugar algo por lo demás evidente: sus novelas no son ciertamente de las más brillantes de la colección, pudiéndose considerarlas como el equivalente, en el ámbito del cine, a los actores de reparto; en definitiva, ese relleno -dicho sin la menor intención peyorativa- necesario en todas las colecciones para completar los huecos dejados por los escritores principales, por lo general profesionales que habían hecho de la literatura su oficio.

Por otro lado, aunque la falta de rigor científico de sus novelas no puede echársele en cara dado que se trataba, salvo excepciones, de la tónica general en la ciencia ficción popular, lo cierto es que Julio Pérez Blasco se caracterizó por su desparpajo absoluto a la hora de plantear unos argumentos disparatados a la par que no demasiado profundos, limitándose a presentar a los lectores unos buenos muy buenos que se peleaban con unos malos muy malos, ganando siempre, claro está, los primeros; es decir, serie B en estado puro, que lo mismo podría valer, cambiando tan sólo de escenario, para una novela de ciencia ficción como para otra bélica, de espionaje o del oeste.

¿Quiere esto decir que sus novelas de carecen de valor? En absoluto; porque si bien sus defectos son francamente llamativos, poseen una virtud que, en contra de lo que pudiera parecer, no es nada frecuente en este tipo de colecciones: su dinamismo y su frescura. Por esta razón no sólo son entretenidas, sino que además acaban resultando simpáticas precisamente a causa de su ingenuidad. De hecho, ni siquiera el propio Pascual Enguídanos llegó a pergeñar argumentos tan movidos, por no hablar ya de los escritores del montón, algunos de los cuales resultan insufriblemente aburridos. Y al menos un par de ellas, Detrás del universo y El tiempo desintegrado, resultan bastante aceptables.



En consecuencia las novelas de Julio Pérez Blasco son puro divertimento -con toda seguridad él no pretendía más- y se leen con agrado, siendo preciso, claro está, hacer caso omiso de sus dislates científicos -siempre originales, eso sí- que, en su exageración, acaban resultando curiosos.

Respecto a su estilo y a sus líneas argumentales, resulta evidente que Julio Pérez Blasco bebía de las fuentes que yo denomino el estilo antiguo, claramente inspirado en el ya entonces añejo pulp americano anterior a la Guerra Civil, las novelas de aventuras populares en su juventud y, probablemente, también en las películas de serie B que, a diferencia de la ciencia ficción escrita, sí llegaban a los cines españoles en los años cincuenta. Por esta razón sus novelas recuerdan más a Flash Gordon y a Edgar Rice Burroughs que a la ciencia ficción norteamericana contemporánea, que entonces comenzaba a llegar con cuentagotas a España.

Esto no tiene nada de excepcional ya que al igual que les ocurría a la mayoría de sus compañeros, sumidos en una verdadera autarquía literaria, era muy difícil que Julio Pérez Blasco hubiera podido conocer entonces a escritores como Isaac Asimov, Robert Heinlein, Arthur C. Clarke, Poul Anderson, James Blish, Clifford D. Simak, Frederik Pohl y tantos otros de la Edad de Oro. Cabe la duda de si, de haber prolongado su carrera literaria, nuestro autor hubiera podido modernizar su estilo tal como hicieron otros compañeros suyos empezando por el propio Pascual Enguídanos, aunque obviamente nunca lo sabremos.



En una cosa sí se anticipó a la evolución que experimentó Luchadores del espacio durante sus últimos años, cuando ya no colaboraba en ella. Tal como he comentado en varias ocasiones, esta colección comenzó publicando largas series de novelas -cuando no sagas- para terminar decantándose, salvo excepciones, por volúmenes individuales que contenían una aventura completa. No tengo claro si ésta fue una decisión deliberada de su responsable, José Soriano Izquierdo, buscando una mejora de las ventas -el frustrante continuará podía llegar a ser disuasorio para los lectores- o si, por el contrario, se debió a una tendencia de los propios escritores, ya que mediada la colección muchos de los antiguos fueron reemplazados por otros nuevos. Cuento, eso sí, con al menos un indicio de la primera hipótesis: el resumen de una serie de dos novelas del Profesor Hasley en una sola por una iniciativa de la editorial a la que, aparentemente, fue ajeno su autor.

En la etapa intermedia en la que Julio Pérez Blasco colaboró en Luchadores del espacio todavía había un predominio relativamente frecuente de las series, lo que no impidió que la totalidad de sus novelas fueran individuales. Esto constituye un caso único entre todos los escritores principales a excepción del más tardío V.A. Carter, ya que hasta autores que escribieron básicamente novelas independientes como C. Aubrey Rice, J. Negri O’Hara o P. Danger sucumbieron en alguna ocasión a la tentación de encadenar al menos dos de ellas, e incluso el propio Pascual Enguídanos, una vez liquidada la Saga de los Aznar y ya en su nueva etapa como Van S. Smith, publicó también varias series cortas.



Julio Pérez Blasco o, si se prefiere, Karel Sterling fue, con sus trece novelas, uno de los autores principales en lo que respecta al número de títulos publicados, tan sólo superado por los tres grandes de la colección -Pascual Enguídanos, el Profesor Hasley y Joe Bennett- e igualado por Alf. Regaldie; todos los demás quedaron por debajo de él incluyendo algunos tan relevantes como Larry Winters, C. Aubrey Rice, J. Negri O’Hara, P. Danger o V.A. Carter. Puesto que además estas trece novelas están comprendidas en un intervalo relativamente corto, la primera con el número 76 y la última con el 146, la conclusión inmediata es que tuvo un peso muy significativo en la parte media de la colección, pese a que su colaboración en ella duró apenas tres años. De hecho, si dividimos este intervalo de setenta números entre sus trece novelas resulta un promedio de algo más de una cada cinco, lo que resulta una productividad ciertamente notable.

Todos estos factores hacen en su conjunto que Karel Sterling sea un escritor singular e importante, a pesar de sus carencias -la principal, como la mayoría de sus compañeros, el desconocimiento de la literatura de ciencia ficción que se escribía entonces en los Estados Unidos-, dentro de la colección Luchadores del espacio, y es de lamentar que su desaparición ocurriera justo cuando comenzaban a asentarse las pautas que iban a marcar la nueva etapa de la colección, de las cuales fue en cierto modo precursor.

Más adelante algunos escritores como Henry Keystone con cuatro novelas, o Edward Wheel con seis, ambos con estilos relativamente parecidos al suyo, cubrirían en parte el hueco dejado por él, aunque sin llegar a alcanzar el peso específico que éste tuviera. Porque, vuelvo a insistir en ello, aunque la calidad media de las novelas de Karel Sterling no sea demasiado sobresaliente, su sentido del dinamismo y sus argumentos casi cinematográficos tenían dentro de sí un germen que lamentablemente careció de continuadores, lo cual fue una verdadera lástima.



En lo que respecta a las novelas que escribió fuera de la colección Luchadores del espacio poco es lo que puedo aportar, ya que tan sólo conozco una de las once que publicó en la colección Comandos, también de la Editorial Valenciana; concretamente la titulada Chipre: volcán atómico, número 230 y contemporánea de sus hermanas de ciencia ficción, ya que fue publicada también a finales de la década de 1950. Pese a que esta colección estaba dedicada al género bélico, muy popular entonces en España, Julio Pérez Blasco se las apañó para darle un aire futurista dentro de una trama de intriga y espionaje típica de la Guerra Fría, abordando un hecho real, la lucha de los grecochipriotas por la independencia de la isla, entonces colonia británica ya que no logró librarse de su yugo hasta 1960- al que revistió con una trama ficticia en la que imaginaba el envío a Chipre de un falso barco mercante cargado con armas, incluyendo dos modernos aviones capaces de atacar con bombas atómicas a las bases británicas, por lo que de no detenerlo podría suponer el estallido de la III Guerra Mundial, atómica por supuesto.

Como puede comprobarse su argumento no era demasiado diferente del de algunas novelas, publicadas en Luchadores del espacio o en otras colecciones afines, en las que se describía una hipotética III Guerra Mundial, y lo cierto es que, libre su autor del corsé futurista en el que no se acababa de desenvolver bien del todo, la novela resulta no sólo entretenida, sino francamente bien pergeñada y escrita.


Novelas de Karel Sterling publicadas en Luchadores del Espacio


Título Título
76 Pánico en los espacios siderales 124 Detrás del universo
79 Sosias infernales 128 Fantasmas siderales
84 Los mares vivientes de Venus 135 El tiempo desintegrado
90 Lance King: Pionero del tiempo 138 Mensajes de muerte
107 El horror invisible 143 Ataúdes blancos de Oberón
115 1958: Objetivo Luna 146 La ruta perdida
119 El planeta errante

Publicado el 18-10-2010 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 3-12-2020