La maldad en los bolsilibros de ciencia ficción





Una constante en la literatura popular -considerada en un sentido amplio- ha sido la figura del malvado como contrapunto al heroico protagonista, al cual hace resaltar gracias al contraste entre ambos. Véase el ejemplo de los superhéroes a los cuales, sin un supervillano que echarse a la cara, no les quedaría más trabajos que ayudar a las ancianitas a cruzar la calle o rescatar gatitos de los árboles.

Puesto que la ciencia ficción proviene directamente, al menos en su vertiente más popular, del tronco común de las novelas de aventuras, era natural que siguiera desarrollando ese modelo, y no sólo en la literatura; en el cine tenemos al villano Darth Vader, antagonista de Luke Skywalker con una relación entre ambos propia de la tragedia griega, y en el mundo del cómic a Ming el Despiadado, tirano del planeta Mongo y némesis de Flash Gordon.

Ya dentro de la ciencia ficción popular española Diego Valor, el equivalente hispano de Flash Gordon aunque su inspiración vino del británico Dan Dare, se enfrentaba con el pérfido Gran Mekong. El mundillo de los bolsilibros no fue una excepción y en él suelen abundar los malvados, pero dado que salvo en muy contadas ocasiones éstos no encadenaron series suficientemente largas, su presencia era efímera y no llegaron a quedar grabados en el imaginario colectivo.

No obstante existen dos importantes excepciones en las dos únicas series largas que surgieron en sus colecciones, la Saga de los Aznar y el Orden Estelar. En la Saga de los Aznar Pascual Enguídanos imaginó varios malvados de manual como el déspota Tarjas-Kan, emperador del Imperio Asiático y culpable de una guerra global en la que a punto estuvo de extender su ominoso dominio al resto del planeta. Nos encontramos también con el renegado Josafat Aznar, alias Haakón, convertido en el dios viviente de Raab, el mundo interior del planeta Solima, o con la dinastía de dictadores Balmer derrotados en la Tierra por el Miguel Ángel Aznar de turno.

Pero los principales malvados de Pascual Enguídanos no son personajes individuales, sino la mayor parte de las civilizaciones extraterrestres que van surgiendo a lo largo de la Saga: los thorbods, los hombres de silicio o los sadritas, enemigos irreconciliables de la humanidad aunque en realidad tan sólo luchan por su supervivencia en un juego en el que tan sólo cuentan el triunfo o la derrota. Y aunque en alguna ocasión, muy pocas, se llega a citar el nombre de alguno de sus líderes, este detalle no pasa de ser irrelevante.

Por el contrario son los nahumitas, pese a ser los únicos humanos, los más malvados y crueles enemigos de los protagonistas, lo que tiene una lectura que va mucho más allá del habitual maniqueísmo de estas novelas. Aquí Enguídanos describe a unos emperadores extremadamente perversos a los que sólo cita por su título, el Gran Tass, con la única excepción de dos princesas, madre e hija las dos con el mismo nombre, Ambar, y esposa e hija respectivamente de uno de los más significados miembros de la dinastía Aznar; ambas acabarían siendo emperatrices, alcanzando unas cotas de abyección sin parangón en el resto de la Saga. Pero lo más importante es que la villanía no se limita a la casta gobernante extendiéndose a la totalidad del pueblo nahumita, cabeza de un imperio en el que sus súbditos están sometidos a la más execrable esclavitud.

Resulta evidente la intención de Enguídanos de denunciar los excesos a los que podría llegar un régimen tiránico, yendo mucho más allá de las anecdóticas perversidades de malvados de opereta como Ming, Mekong y otros tantos. Lo cual, teniendo en cuenta que escribió esta parte de la Saga en plena dictadura franquista, dice mucho en su favor, así como de su habilidad para colársela a la censura aunque en realidad el odioso imperio nahumita recuerda más al III Reich y a sus delirios supremacistas.

Años después Enguídanos recuperaría este modelo de dictadura tiránica en una de sus series cortas, la de Más allá del Sol, ubicándola en Ziryab, un planeta gemelo a la Tierra situado en el extremo opuesto de su órbita, con lo cual el Sol siempre se interponía entre ambos. Allí la raza de los hamonitas, descrita por el autor como aria pura, tiene sometidos a una cruel esclavitud a los kumas, mucho más civilizados y pacíficos que ellos... y de rasgos amerindios. Los terrestres, tras derrotar a los hamonitas en su intento de conquistar nuestro planeta, atacan a la vez el suyo aliándose con los sojuzgados kumas para derrotar a la odiosa tiranía hamonita. Blanco y en botella...

Pasamos ahora a la obra de Ángel Torres Quesada. La serie del Orden Estelar tiene una estructura más compleja que el sencillo desarrollo lineal de la Saga. Esto se debe a las cortapisas de todo tipo que le impusieron en la editorial Bruguera al no ser partidarios sus responsables de las series, por lo que más que una serie única puede ser considerada un universo literario con novelas autoconclusivas entremezcladas con series cortas más o menos camufladas para burlar a los editores.

Otra diferencia es que el autor gaditano, al escribir sus novelas dos décadas más tarde que Enguídanos, tenía un conocimiento mucho mejor que éste de la ciencia ficción norteamericana moderna, lo que le permitió inspirarse en clásicos como la trilogía original de Fundación.

Dada la ausencia de hilos narrativos largos ni los malvados de turno ni los protagonistas suelen durar demasiado. De estos últimos tan sólo la pareja formada por Alice Cooper y Adán Villagrán mantiene cierta continuidad, pero no así sus oponentes dado que éstos solían aparecer -y desaparecer- en una única novela.

Por consiguiente en el Orden Estelar el verdadero villano es la propia condición humana que fue la causante del hundimiento del Imperio Galáctico y, tras el renacimiento del Orden Estelar, provocará la caída de éste al no haberse logrado erradicar su potencial desestabilizador... con una nueva recuperación de manos de la Superioridad Terrestre y una más con la Liga Estelar. La conclusión es obvia, a la par que pesimista: no se puede luchar por tiempo indefinido contra el lado oscuro que todos llevamos dentro, por lo cual ninguna civilización futura logrará alcanzar una estabilidad permanente. Lo cual, añado yo, concuerda plenamente con el devenir histórico.

Como conclusión, cabe afirmar que tanto Pascual Enguídanos como Ángel Torres Quesada, cada uno a su manera, lograron trascender de la ingenua y maniquea dualidad héroe-malvado típica de la ciencia ficción popular, un mérito ciertamente notable que les pone a la altura de otros autores de mucho más y no siempre merecido renombre, que recurrieron a la ciencia ficción para denunciar las debilidades y las miserias no de un gobernante en particular, sino del conjunto de la sociedad humana.


Publicado el 12-1-2025 en el Sitio de Ciencia Ficción