Las novelas huérfanas
El DRAE define huérfano en su primera acepción como Menor de edad a quien se le han muerto el padre, la madre o ambos, y en la tercera añade: Falto de algo, y especialmente de amparo, término que suele utilizarse a menudo en sentido figurado para referirse a lo que ha quedado descolgado de su entorno natural.
Y es precisamente en este sentido como aplico el adjetivo a aquellas novelas, publicadas en colecciones de bolsilibros ajenas a la ciencia ficción, que podrían ser consideradas como pertenecientes a nuestro género o que presentan al menos algunos elementos propios de éste, aunque sean relativamente tangenciales. Es preciso advertir que se trata de un concepto diferente del que en su día apliqué a las colecciones fronterizas situadas a caballo entre dos géneros diferentes como ocurría con SIP, siglas de Spacial International Police, un curioso híbrido entre la ciencia ficción y el género policíaco; con las de aventuras que contaban con elementos de ciencia ficción como El Vengador del Mundo, o con las de espionaje con toques futuristas, caso de Enviado Secreto DANS -siglas de Departamento Atómico de Seguridad Nacional- surgida a rebufo del éxito cosechado por las películas de James Bond.
Aquí, por el contrario se trata de novelas sueltas que, por la razón que fuese, en vez de ser publicadas en una colección de ciencia ficción lo fueron en otras pertenecientes a un género diferente, no sólo las de terror y fantasía, relativamente afines, sino incluso en otras bastante más distantes como las policíacas o las bélicas. Conviene recordar que la mayoría de los autores solían cultivar varios géneros, por lo que cabe suponer que, ante las dificultades para hacerlo en uno, optaran por colarlas en otro; o que, si la editorial no disponía de una colección de ciencia ficción, la aprovechara en otra de la casa.
Dado que, pese a la teóricamente rígida compartimentación entre los diferentes géneros, en la práctica las fronteras que los separaban eran relativamente difusas, no son de extrañar estas prácticas, y de hecho más de una novela publicada en colecciones de ciencia ficción tiene más bien poco de ésta y podría haber sido incluida perfectamente en alguna colección ajena, por lo que también podría suceder al contrario. Incluso Stéphane Venanzi tiene la sospecha de que en alguna de las colecciones que se nutrieron de reediciones, como ocurrió con Galaxia 2001, la editorial pudiera haber colado algún título aparecido originalmente en otras de diferentes géneros.
Lamentablemente, si ya de por sí resulta difícil rastrear las novelas pertenecientes a las colecciones de ciencia ficción, en el caso de estas novelas sueltas la tarea se convierte en poco menos que imposible, puesto que no solemos contar con más referencias que los títulos, con suerte las portadas y, con todavía más suerte, alguna reseña encontrada en internet, ya que conseguirlas aunque sea en formato digita, suele resultar extremadamente complicado, eso sin contar con que ni siquiera podemos estar seguros, incluso después de leerlas, de que puedan considerarse de ciencia ficción, algo que resulta un concepto difuso y subjetivo por lo que no todos estarán de acuerdo al decidirse por una de las dos opciones.
Por esta razón durante mucho tiempo no me atreví a abordar este tema, y en cualquier caso la relación que doy a continuación no sólo será incompleta -aún añadiría que muy incompleta-, sino también puede que equivocada ya que, salvo en contados casos, no he podido leer las novelas, por lo que me veo obligado a guiarme por los comentarios de otros aficionados cuando he tenido suerte, y por mi pura y falible intuición cuando no ha sido así.
En cualquier caso me parece importante empezar el melón, y luego ya se verá la manera de ampliarlo y corregirlo, algo habitual en el mundillo de los bolsilibros pero que en este caso se convierte en su rasgo de identidad más importante... pero es lo que hay.
Kelltom McIntire
El móvil del artículo fue la lectura en el verano de 2020 del libro Memoria de una olivetti, una recopilación de bolsilibros de Kelltom McIntire (José León Domínguez) publicada por la Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro. Éste recoge seis títulos: tres de ciencia ficción (Tildrich Base Uno, La última criatura y Los desesperados de Xantroo), todos ellos publicados en La conquista del espacio de Bruguera; uno policíaco (¡Suerte y audacia, muchacho!) de la colección Punto Rojo, también de Bruguera, y los dos restantes, Noche de pesadilla y La ciudad muerta, procedentes de la colección Terror de la editorial Andina, con los números 192 y 217 respectivamente.
Sin menoscabo del resto de sus compañeras, todas ellas merecedoras de ser reeditadas, fueron estas dos últimas las que me llamaron la atención, ya que pese a su filiación terrorífica descubrí con sorpresa que ambas tenían mucho de ciencia ficción. De hecho los minuciosos bibliotecarios de La Tercera Fundación las tienen catalogadas como pertenecientes a ambos géneros, con independencia de que en ninguna de ellas aparezcan extraterrestres, viajes espaciales o tópicos similares. Pero como es sabido, la ciencia ficción es mucho más que la space ópera.
Veamos unos breves resúmenes de sus argumentos para justificar mi opinión. Noche de pesadilla describe la aventura de un sabio loco que, despechado contra la humanidad por no haberle reconocido su indiscutible genio, decide vengarse de ella. Para ello se traslada a un recóndito lugar de la Inglaterra rural y monta allí un laboratorio clandestino en el que se dedica a manipular el ADN de diferentes animales, transformándolos en espantosos y peligrosos monstruos que acaban trayendo en jaque a la aterrorizada población local. Finalmente, y a instancias del policía enviado a investigar los hechos, la intervención del ejército conseguirá conjurar la amenaza matando a todos los engendros, mientras el laboratorio sufre un incendio fortuito que lo destruye por completo, perdiendo la vida en él el trastornado científico.
La ciudad muerta, por su parte, se ambienta en un desolado mundo posatómico en el que los cada vez más escasos supervivientes de la hecatombe nuclear luchan día a día por conservar la vida en un ambiente completamente hostil. Si esto no es ciencia ficción...
Aunque no conozco personalmente más casos, una consulta a la ficha de nuestro autor en La Tercera Fundación sí revela otras novelas suyas, catalogadas como de ciencia ficción y terror, publicadas en colecciones ajenas al género. Es el caso de El engendro de Kroozgaar, número 544 de Selección Terror de Bruguera y también el de La invasión de los antroposaurios, número 249 de Terror de Andina; en lo que respecta a esta última, la breve sinopsis de Óscar Pons deja claro que tiene componentes sobrados de ciencia ficción:
Cuando el teniente Harper, de la ciudad de Wind Gardens, se dispone a irse de vacaciones, es requerido por su superior para un caso urgente: en el lago Gladmoore han aparecido los restos de unos niños descuartizados. Será la joven periodista Sybil Graham quien ponga sobre la pista a la policía. Parece ser que en el siglo XVII cayó un aerolito en la zona. En el siglo XIX, durante otra ola de calor como la que se está viviendo, también acaecieron agresiones sobre el ganado. Aunque en un principio nadie cree a Sybil, hechos posteriores parecen dar veracidad a su historia.
Colección Malla
La colección Malla -curioso título, probablemente alusivo a la trama de la banda inferior de la portada- es una de tantas rara avis con las que nos podemos encontrar dentro de la literatura popular española. Fue una colección corta, de tan sólo nueve números, publicada por la editorial Boris Bureba en el año 1950, fecha en la que investigadores como Fernando Eguidazu señalan el inicio del declive del antiguo formato de 20×14 cm, ligeramente inferior a la cuartilla, habitual en la década anterior. Obviamente el paso de este formato al más pequeño de los bolsilibros llevó su tiempo, por lo que durante algunos años coexistieron ambos hasta que, a finales de la década de los cincuenta, acabaría imponiéndose este último.
Es por esta razón por la que en un principio dudé si incluirla o no, ya que en sentido estricto sus novelas no pueden ser consideradas bolsilibros; pero dadas las circunstancias que acabo de comentar, así como el resto de sus características, creo que resulta conveniente hacerlo, máxime teniendo en cuenta que sus 64 páginas vendrían a corresponder aproximadamente, en superficie impresa, con las 124 de los bolsilibros, por lo que la extensión de los textos resultaba similar.
Esta colección, prácticamente desconocida, estaba dedicada al género de aventuras, todavía no subdividido en los géneros temáticos característicos de las de años posteriores. Fernando Bernabón, en una entrada de su blog Cuadernos de la historieta, aporta datos interesantes sobre ella refiriéndose al número 1, El justiciero del mar:
Escrito por James Blay Zubiri, que se presentaba como un diplomático español que había recorrido el mundo recopilando narraciones y leyendas de los países en los que había servido a la patria, este primer número de la colección Malla, en edición de la editorial Boris Bureba, recogía una de esas leyendas. Según el autor fue en los EE.UU. donde la escuchó, aunque todo parece indicar que todo era fruto de su imaginación. Aventuras en el fondo del mar a lo Julio Verne que tuvieron continuación en otros títulos de esta colección (al menos otros ocho más), siempre cercanos a lo fantástico y a la ciencia ficción.
De los nueve títulos publicados, Tercera Fundación considera cuatro de ellos de ciencia ficción:
Nº | Título | Autor |
1 | V-74. El justiciero del mar | James Blay Zubiri |
4 | La fórmula Z-26. Volando sin alas | James Blay Zubiri |
5 | Hacia otros mundos. En el año 2001 | James Blay Zubiri |
6 | Nanilandia. La isla de los enanos | James Blay Zubiri |
Mientras los cinco restantes, también firmadas por James Blay Zubiri, corresponderían según se desprende de los títulos a lo que podríamos considerar aventuras exóticas: Alas y garras (2), La leyenda del papiro (3), Los caimanes del Yapura (7). El techo del mundo (8) y A bordo del San Lorenzo (9). Como curiosidad, cabe añadir que estas nueve novelas también se publicaron agrupadas en tres volúmenes.
Nada puedo afirmar sobre el autor, del que desconozco absolutamente todo y ni siquiera sé si éste era su nombre real o, como solía ser habitual, un seudónimo. En cualquier caso, no vuelve a aparecer en ninguna otra publicación.
Colección Scotland Yard
Además de las novelas de Kelltom McIntire, todas ellas escritas entre 1980 y 1983, existen varias más que podríamos denominar clásicas, puesto que fueron publicadas en la década de 1950. El caso más evidente, y posiblemente también el menos conocido, es El ser de otro planeta, número 23 de la colección Scotland Yard. Sólo por el título y por la portada queda claro que se trata de una novela de ciencia ficción hecha y derecha, pese a lo cual apareció en una colección policíaca. Su autor fue Keith Luger (Miguel Oliveros Tovar), uno de los más significados escritores de bolsilibros aunque paradójicamente no fue demasiado prolífico en el ámbito de la ciencia ficción, ya que tan sólo tengo contabilizados dieciséis títulos suyos, incluyendo alguna reedición, la mayoría de ellos en los primeros años de La conquista del espacio junto con ¡Expedición a Marte!, la única novela -una segunda, anunciada, quedó inédita- de la efímera colección Vida futura de la editorial Batería, publicada en una fecha tan temprana como 1955.
El ser de otro planeta es anterior incluso a ¡Expedición a Marte!, ya que los al menos 35 números de Scotland Yard fueron publicados entre 1952 y 1954. He de advertir que a excepción del título y la portada, que conocía previamente, todos los demás datos de los que dispongo sobre esta novela proceden del blog La memoria del bolsilibro, que en abril de 2016 dedicó una entrada a la colección Scotland Yard. Esta colección, como ya he comentado y es fácil de deducir por su nombre, era policíaca y estaba editada por la editorial madrileña Alhambra, que años después se especializaría en los libros de texto hasta ser absorbida en 1990 por un grupo editorial británico. Nos encontramos pues con un caso infrecuente de salto de la literatura popular al ámbito de la enseñanza, y como suele suceder desconozco por completo su trayectoria dentro de la literatura popular, que para mí ha resultado una sorpresa.
Medio año más tarde, en noviembre de 2016, este mismo blog dedicó otra entrada a la propia novela, lo que constituye una inapreciable fuente de datos. Gracias a ella podemos conocer detalles tan interesantes como el año de su publicación (1953) y una reseña de su argumento, que bajo un ropaje policíaco -los protagonistas de la colección solían ser miembros de esta famosa agencia policial británica- es pura ciencia ficción. Les remito a la lectura de este interesante artículo, limitándome a reseñar a grandes rasgos que la novela relata la aparición de un misterioso ser extraterrestre refugiado en una remota región del Himalaya, cuyos planes no son otros que los de apoderarse de la Tierra puesto que considera a los humanos unos seres inferiores útiles tan sólo como siervos suyos.
En esta ocasión es fácil colegir las razones por las que la novela, que habría encajado perfectamente en Espacio o en Luchadores del espacio, apareció en una colección ajena a la ciencia ficción. Luchadores del espacio no apareció hasta finales de 1953 -en ese año tan sólo se publicaron tres títulos-, y Espacio no lo hizo hasta 1954. Por si fuera poco la única colección del género que estaba en el mercado en 1953 -si hacemos abstracción de los tres primeros números de Luchadores del espacio- era Futuro, activa entre 1953 y 1954 y en la práctica un coto privado, salvo sus últimos números, de José Mallorquí. Así pues, en el momento en el que Miguel Oliveros escribió esta novela no había disponible ninguna colección de ciencia ficción en la que publicarla, lo que justifica su condición de huérfana.
Cabe añadir que la llamativa portada está firmada por un desconocido Derby y presenta un notable parecido estético con la de ¡Expedición a Marte!, aunque esta última está firmada por P. Oliveros.
Un vistazo al listado de títulos de la colección Scotland Yard nos permite saber que de los 35 títulos conocidos cinco corresponden a Oliveros, incluyendo El ser de otro planeta y el número 20, titulada Uranium city. Puesto que esto es todo lo que sé de esta última sería muy aventurado atribuirle una naturaleza futurista, pero lo cierto es que el título promete. La Tercera Fundación cataloga como de ciencia ficción a El ser de otro planeta pero no a Uranium city, aunque dadas las dificultades para conseguir estos ejemplares nada es descartable mientras no se tengan en las manos o se conozca a alguien que los haya tenido.
Colección Biblioteca Oro
Eduardo Texeira, que en 1953 había publicado Ruy Drach, una space ópera de temática clásica, publicó dos años más tarde, en 1955, El hombre de las nieves con el número 18 de la Biblioteca Oro de bolsillo en su serie azul, editada por Molino. Esta colección tenía tres series, roja, azul y amarilla, dedicadas a diferentes géneros aunque sin llegar al grado de especialización de las colecciones de bolsilibros posteriores. Los títulos de la serie azul eran por lo general novelas de aventuras ambientadas en escenarios más o menos exóticos, desde el Oeste americano hasta las regiones tropicales o polares. En el caso que nos ocupa la acción se desarrolla en el Tibet justo antes de la invasión china, aprovechando Texeira la ocasión para resaltar las grandes diferencias entre la cultura occidental y la tibetana.
Pero el argumento no se queda en una simple descripción de las duras condiciones en las que se tienen que desenvolver los protagonistas, puesto que el verdadero letimotiv -o al menos el oficial de la expedición que recorre estos remotos lugares del Himalaya- no es otro que la búsqueda del yeti, el mítico hombre de las nieves al que hace alusión el título omitiendo el peyorativo término de abominable con el que se le suele identificar. Y, como cabe suponer, los yetis aparecerán convirtiéndose en uno de los pilares principales de la narración.
¿Es El hombre de las nieves una novela de ciencia ficción o, por decirlo con más precisión, cuenta con elementos que se puedan considerar pertenecientes al género? Pues según como se mire, sobre todo teniendo en cuenta el origen de éstos según imaginó el autor: serían nada menos que descendientes de unos antiguos soldados de Alejandro Magno perdidos en el Himalaya durante la expedición hasta la India que realizó el conquistador macedónico en el siglo IV antes de Cristo, adaptados generación tras generación a las duras condiciones ambientales del techo del mundo, lo cual supone un planteamiento original con independencia de que Texeira siguiera las obsoletas teorías de Lamarck en lugar de las de Darwin para justificar esta regresión genética, ya que desde un punto de vista evolutivo resultaría imposible tal involución en tan sólo veintitrés siglos.
Nos encontramos sin duda ante una novela de temática fantástica, pero la cuestión estriba en determinar si esta fantasía se decanta o no hacia la ciencia ficción. Cierto es que no aparecen en ella elementos que pudiéramos considerar espaciales, pero la ciencia ficción va mucho más allá de ese punto y la temática sobre la aparición de razas perdidas o de animales que se creía extintos suele ser considerada dentro del género con independencia de los argumentos a los que recurran los autores para justificarlo. Así, tenemos clásicos como El mundo perdido de Conan Doyle, King Kong, el más moderno Parque Jurásico... e incluso dentro de los bolsilibros de ciencia ficción es frecuente encontrarse con atlantes redivivos, hombres prehistóricos, culturas ignoradas o dinosaurios vivitos y coleando.
De hecho en El pueblo oculto de Kon-Tiki, uno de sus bolsilibros de ciencia ficción publicado en la colección Espacio, Texeira describe a los enigmáticos y desaparecidos constructores de los moais de la isla de Pascua refugiados en el interior de la Tierra, donde ha desarrollado una extraña cultura subterránea, y sus problemas a la hora de intentar volver a vivir bajo la luz del sol dado que ninguna nación acepta cederles parte de su territorio. Desde mi punto de vista El hombre de las nieves no es menos ciencia ficción que El pueblo oculto de Kon-Tiki o Las huellas conducen... al infierno de Pascual Enguídanos publicada en Luchadores del Espacio, que plantea un argumento similar pero en esta ocasión con los descendientes de los antiguos atlantes. Y no son casos únicos, sino relativamente frecuentes.
Eso sí, he de reconocer que la línea de separación es sutil, por lo que he dudado a la hora de considerarla perteneciente o no al género, aunque finalmente estimé que sería preferible incluirla aun con las explicadas reservas.
Colección Comandos
Pasamos ahora a la mucho más conocida colección Comandos, la apuesta de la Editorial Valenciana por el género bélico. Hermana de Luchadores del Espacio y prácticamente igual de longeva que ésta -244 títulos frente a los 234 de Luchadores-, así como coincidente con ella durante la mayor parte de su existencia, 1951-1960 Comandos y 1953-1963 Luchadores del Espacio, compartieron a muchos de sus colaboradores, tanto escritores como portadistas, siendo su estética muy similar.
La mayor parte de las novelas se desarrollan en la II Guerra Mundial o en la de Corea, pero hubo también algunas ambientadas en la Guerra Fría, por lo que las alusiones a la energía atómica ya no serían especulaciones futuristas sino que se referían a la situación política y tecnológica real de ese momento, una cuestión que ha de ser tenida en cuenta aunque matizada. Lamentablemente conozco muy poco a esta colección, por lo que en mi búsqueda de novelas relacionadas con la ciencia ficción me he tenido que guiar por sus títulos, seleccionando aquéllos que me parecieron sospechosos. Son cuatro en total las cuales he podido leer, aunque como cabe suponer mis criterios han sido subjetivos dado que no tengo acceso a la totalidad de los números publicados en la colección: Intriga en Cabo Cañaveral (nº 216, Alan Kesington); Atomogrado (nº 217, Larry Winters); Chipre: volcán atómico (nº 230, Karel Sterling) y El asesinato de El hombre del espacio (nº 233, Alan Kesington).
Sus autores, por cierto, fueron también asiduos colaboradores de Luchadores del Espacio: Larry Winters (José Caballer) y Karel Sterling (Julio Pérez Blasco) con el mismo seudónimo, y Alan Kesington (Fernando Ferraz) con el de Profesor Hasley.
Antes de continuar conviene tener en cuenta dos cuestiones importantes. Dado que Luchadores del Espacio era una colección de space ópera, al menos en el período en el que coincidió con Comandos, es evidente que los cuatro títulos que he seleccionado habrían tenido difícil encaje en ella, aunque no en otras colecciones con un concepto más amplio de la ciencia ficción y, en especial, en aquéllas que he denominado fronterizas, a caballo entre distintos géneros, las cuales sin ser propiamente de ciencia ficción contaban con elementos asimilables a ella.
Asimismo me he encontrado con la llamativa circunstancia, por no decir sorprendente, de que ninguno de estos cuatro bolsilibros pertenece al género bélico, tratándose en realidad de novelas policíacas o de espionaje metidas en la colección poco menos que con calzador; y a juzgar por los títulos de otras, sospecho que pudieran no ser los únicos casos. De hecho las considero incluso menos bélicas que de ciencia ficción, lo que apoya mi decisión de incluirlas aquí al tiempo que esto demuestra la permeabilidad de las fronteras dentro del conjunto de los diferentes géneros de la literatura popular.
Los cuatro ejemplares de que dispongo corresponden a la edición argentina y fueron publicados entre febrero y octubre de 1959, lo que indica que su periodicidad era quincenal al igual que en la edición española. Aunque no he podido determinar con exactitud su fecha de publicación en España, lo más probable es que fueran algo anteriores. Veamos una breve reseña de sus argumentos.
En sentido estricto Intriga en Cabo Cañaveral es una novela policíaca cuyo único vínculo con la temática bélica es que el responsable de la seguridad de la base de lanzamiento de Cabo Cañaveral es un militar perteneciente al Cuerpo Especial de Comandos, esto último supongo que para justificar su inclusión en la colección homónima. Su relación con la ciencia ficción es también tangencial, pero no demasiado diferente a la de otras novelas publicadas en las colecciones del género, incluyendo alguna del propio Ferraz.
La edición argentina de la novela está fechada en febrero de 1959 -posiblemente la española sea de 1958-, aunque su argumento se desarrolla con anterioridad a la creación de la NASA en julio de 1958, puesto que relata la época en la que el Ejército y la Marina de los Estados Unidos desarrollaban por separado sus propios programas espaciales con una notable rivalidad entre ambos, lo que fue el detonante de la creación de este organismo civil. Curiosamente no hace alusión a las primeras misiones espaciales, la del Sputnik 1 en octubre de 1957 y la del Explorer 1, la contrarréplica norteamericana, en febrero de 1958 tras el fracaso del Vanguard dos meses antes, centrándose en los primeros pasos de la carrera espacial, a mediados de la década de 1950, surgidos al socaire de los ensayos de misiles balísticos con fines militares. De hecho se deja bien claro que el lanzamiento con el que se inicia la narración será el primer proyectil que consiga vencer la gravedad de la Tierra, lo que no dejaba de ser un anacronismo cuando salió a la venta.
El cohete explota durante el lanzamiento, algo bastante habitual en los albores de la época espacial, pero al realizarse las investigaciones pertinentes empieza a sospecharse la posibilidad de que pudiera haberse tratado de un sabotaje. Tras una serie de peripecias el protagonista logrará confirmar que efectivamente el accidente había sido provocado por uno de los científicos responsables del proyecto, celoso de los logros de su compañero y rival, todo ello aderezado con sus relaciones con un mafioso local y la insinuada venta de información secreta a una potencia extranjera cuyo nombre no cita el autor pero que no resulta difícil identificar como la Unión Soviética.
Pese a su sugestivo título Atomogrado es probablemente la novela menos vinculada a la ciencia ficción de las cuatro, aunque José Caballer se basó en un hecho histórico real aunque muy poco conocido entonces, las ciudades secretas soviéticas en las que se desarrollaban investigaciones militares o atómicas en completo aislamiento. El argumento narra la historia de un ingeniero húngaro que es deportado a una de estas ciudades, ubicada en la actual república de Armenia, cerca de la frontera con Turquía, donde se le encarga la construcción de una central hidroeléctrica capaz de suministrar la electricidad necesaria para los experimentos nucleares que allí se realizan.
Nada tiene esta novela de bélica, ya que se limita a relatar la vida del protagonista en lo que no es sino una gran prisión, centrando su interés en escapar de allí y del bloque soviético junto con un científico, padre de la muchacha de la que se ha enamorado en Budapest, del cual no se llega a saber en que trabaja, aunque se intuye que tenga que ver con el programa nuclear soviético. Unas referencias históricas alusivas al desarrollo de la bomba atómica por parte de los rusos -1949- y a los físicos nucleares Bruno Pontecorvo y Klaus Fuchs, que tuvieron mucho que ver con la filtración de secretos militares a la Unión Soviética hasta ser descubiertos en 1950, son buena muestra de la minuciosidad del autor, al tiempo que sirven para datar la acción de la novela en la época en la que fue publicada.
Como cabe suponer la fuga se llevará a cabo con éxito, lo que sirve de colofón a esta excelente novela de aventuras.
Chipre: volcán atómico está ambientada en la Guerra Fría durante el mandato de Eisenhower (1953-1961), por lo que cabe suponer la contemporaneidad de los hechos narrados. Tal como ocurre en los otros casos esta novela tiene muy poco de bélica, pudiéndosela considerar, más que policíaca, de espionaje un tanto al estilo de las películas de James Bond, posteriores en algunos años -la primera fue estrenada en 1962- aunque las novelas originales en las que se basaban ya estaban traducidas al español cuando Julio Pérez Blasco escribió este bolsilibro.
La novela, que resulta entretenida, arranca de un hecho real, la lucha de los grecochipriotas por la independencia de la isla, entonces colonia británica, la cual tendría lugar en agosto de 1960, después de publicada la novela. Aunque esta independencia fue pacífica la EOKA, el movimiento independentista greco chipriota defensor de su unión a Grecia, mantuvo una lucha de guerrillas desde 1955 hasta diciembre de 1959, por lo que el planteamiento inicial del autor no era en modo alguno disparatado.
Lo que imagina Julio Pérez Blasco es que, en el marco de la Guerra Fría, los nacionalistas chipriotas reciben el apoyo de los enemigos de la OTAN, es decir, la Unión Soviética, aunque no la llega a citar por su nombre. Esta ayuda se centra, según han podido averiguar los servicios de inteligencia occidentales, en el envío de un falso barco mercante cargado con armas, incluyendo dos modernos aviones capaces de atacar con bombas atómicas las bases británicas que, por cierto, siguen estando ocupadas por ellos cincuenta años después de haberse independizado Chipre.
Como cabe suponer, y pese a la indefendible situación colonial de la isla, los países de la OTAN están decididos a impedir por todos los medios que el barco llegue a su destino ya que podría ser el detonante de una guerra atómica, por lo que envían al protagonista, un agente de los servicios secretos norteamericanos, al barco con objeto de boicotear el plan. La trama es compleja y Julio Pérez Blasco la resuelve desde mi punto de vista con bastante más acierto que en sus anodinas novelas de ciencia ficción publicadas en Luchadores del Espacio, resultando entretenida y, como no podía ser de otra manera, con un final feliz.
La pregunta es de nuevo: ¿podemos considerarla de ciencia ficción? Pues según como se mire. Si nos ceñimos a la amenaza de una tercera Guerra Mundial, evidentemente atómica, tal como insinúa el autor que ocurriría de no poderse impedir que el buque pirata llegara a su destino, cabe decir que no, ya que ésta era la situación real de la política internacional cuando se escribió la novela, pocos años antes de la crisis de los misiles cubanos. Pero si aplicamos un poco de manga ancha y aceptamos sus especulaciones como una especie de futurismo a corto plazo, pueden aplicársele perfectamente los mismos criterios que a la colección Enviado secreto DANS de la editorial Bruguera (1967-1970), comúnmente considerada de ciencia ficción aunque en realidad se encuadra en el género de espionaje trufada, eso sí, con elementos tecnológicos propios de este género.
El asesinato de El hombre del espacio plantea una situación similar a la de Intriga en Cabo Cañaveral, del mismo autor: una novela esencialmente policíaca ambientada en un entorno militar. El hombre del espacio es un piloto de pruebas que está siendo entrenado en un centro secreto del gobierno de los Estados Unidos dedicado a preparar futuros astronautas. Se trata de ensayos en tierra o, mejor dicho, bajo tierra ya que las instalaciones son subterráneas, por lo que la atrayente portada -por desgracia sin firmar- donde se aprecia el firmamento estrellado por la escotilla de la cápsula no se corresponde con la realidad, puesto que no media ninguna misión espacial.
Durante uno de los ensayos el piloto aparece carbonizado dentro del habitáculo que reproduce el interior de la cápsula. El asesinato sólo se ha podido cometer por alguien perteneciente al personal del centro, siendo el principal sospechoso el científico que lo acompañaba en ese momento, el cual ha desaparecido. La investigación corre a cargo del militar responsable de seguridad, que casualmente está prometido con la hermana del sospechoso y, buen conocedor de su futuro cuñado, no puede creer que se haya convertido en un criminal pese a las abrumadoras pruebas en su contra. A partir de este momento la narración sigue una trama policíaca que llevará a descubrir al verdadero culpable -el piloto presuntamente muerto- y la conspiración tramada por éste, su esposa y un rufián para cobrar el importe del seguro de vida, la cual les llevó a matar al infortunado científico haciendo pasar su cadáver por el de éste.
La novela fue publicada en 1959, dos años antes de las históricas misiones de Yuri Gagarin y de Alan Shepard; y aunque con anterioridad al Proyecto Mercury ya había experimentados pilotos de pruebas de los prototipos de nuevos aviones militares -de hecho los primeros astronautas surgieron de este colectivo-, esta circunstancia no impide que la novela pueda ser considerada, siquiera de forma tangencial, como de ciencia ficción.
Colección CIA
Contemporánea de Comandos, ya que publicó sus 250 números en la década de 1950, la colección CIA, publicada por la editorial madrileña Dólar, estaba dedicada tal como su nombre indica al género policíaco y al de espionaje. Pero, tal como ocurría en otras colecciones, a veces se podía colar alguna novela etiquetable dentro de la ciencia ficción. Gracias a la amabilidad de Magda Revetllat puedo reseñar uno de estos casos, el de la aventura formada por El gran enigma (número 210) y su continuación Doctor Strombell (número 216), ambas firmadas por Riswing Dane. Tras este seudónimo se encontraba el escritor barcelonés Alfred Revetllat Fosch (1917-2000), tío de Magda, el cual colaboró en diferentes colecciones de las editoriales Dólar, Toray, Molino y Reguera, aunque no llegó a hacerlo en las colecciones específicas de ciencia ficción de la época.
Esto no impide que sus dos novelas planteen un escenario claramente de anticipación, una serie de avistamientos de ovnis que desencadenan una trama en la que intervienen agentes de la CIA para conjurar el peligro. Magda me comentaba, no sé si a modo de reparo, que al final se descubre que el origen de los ovnis no es extraterrestre sino fruto de las maquinaciones de una potencia terrestre enemiga, muy en línea con la Guerra Fría de la época; pero esto es algo que para mí no resta un ápice a su vinculación con el género, ya que son numerosas las novelas publicadas en colecciones como Luchadores del Espacio o Espacio ajenas asimismo a visitas alienígenas o ambientaciones futuristas, sin que nadie las considere por ello ajenas a la ciencia ficción. Por esta razón los dos bolsilibros de Riswing Dane, o de Alfred Revetllat como se prefiera, tienen todo el derecho a aparecer reseñados aquí.
Colección Agente Federal
La editorial Rollán, una de las pocas que llegó a plantar cara a la mismísima Bruguera, alcanzó su mayor éxito con la emblemática colección FBI, a la que acompañaron otras de éste y de otros géneros incluyendo la breve Nova Club, su única incursión en el campo de la ciencia ficción. Aunque el policíaco no parece ser a priori un género demasiado proclive a acoger en su seno novelas huérfanas de ciencia ficción, al igual que ocurrió en otros casos sí se puede descubrir alguna. Yendo de nuevo a Tercera Fundación, nos encontramos catalogada como tal Los mil días, de Curtis Garland, número 200 de la colección Agente Federal, publicada en 1971 y reeditada dos años más tarde con el número 617 de Selecciones Policíacas del FBI. Puesto que no he tenido ocasión de leerla, me ciño a lo dicho por sus bibliotecarios.
Las colecciones de Bruguera
No podían faltar las novelas huérfanas de las colecciones de Bruguera, que no contó con una dedicada a la ciencia ficción -si hacemos abstracción de la fronteriza DANS- hasta una fecha tan tardía como 1970. Éste es el caso de Ataúd en el espacio, número 487 de Servicio Secreto según La memoria del bolsilibro y reeditada con el número 63 de Selecciones Servicio Secreto, que alcanzó los 268 títulos con reediciones de su homónima Servicio Secreto y de Punto Rojo. El catálogo de la Biblioteca Nacional completa los datos: la primera edición en Servicio Secreto es de 1959, y la segunda en Selecciones Servicio Secreto de 1963.
La novela está firmada por Mark Halloran, seudónimo de Jorge Gubern Ribalta según, una vez más, La memoria del bolsilibro. Este escritor barcelonés, nacido en 1924 y fallecido en 1996, cuyo personaje más conocido es Mike Palabras, no escribió ninguna novela de ciencia ficción propiamente dicha; pero tanto el título de ésta como las portadas de las dos ediciones, muy similares y en las que aparece el lanzamiento de un cohete, me han movido a incluirla en el apartado de novelas huérfanas aunque La Tercera Fundación no la considere como tal.
Sin embargo, en el listado de Servicio Secreto -no así en el de Selecciones Servicio Secreto- La Tercera Fundación aporta una jugosa lista de novelas catalogadas como de ciencia ficción: Platillos volantes (Peter Debry, nº 54); El miedo embotellado (Keith Luger, 789); Esposas robot (Peter Debry, nº 954); M-31, misión Fuego Verde (Curtis Garland, nº 1.095); El presidente que no existió (Curtis Garland, nº 1.123); Después de mi asesinato (Curtis Garland, nº 1.126); Antimateria (Curtis Garland, nº 1.136); ¡...Y Nueva York fue destruida! (Curtis Garland, 1.182); Las damas de la muerte remota (Curtis Garland, nº 1.262); Carta de un traidor (Keith Luger, 1.272); La olimpiada de los espías (Keith Luger, 1.302); Terror en Montreal/76 (Curtis Garland, nº 1.360); ¡Tercera guerra mundial! (Curtis Garland, nº 1.566); Se muere sólo dos veces (Curtis Garland, 1.609; Invulnerable (Curtis Garland, nº 1.627); Me maté a mí mismo (Curtis Garland, nº 1.647); La reina Midas (Curtis Garland, 1.692) y La isla de los espías (Curtis Garland, nº 1.754). Son un total de diecinueve novelas de las cuales, salvo citar los títulos, nada más puedo aportar sobre ellas.
Lo mismo ocurre con Punto Rojo: Los hombres de la cuarta dimensión (Keith Luger, nº 432); Las hijas de Neptuno (Keith Luger, nº 489); La muerte llegó del cielo (Silver Kane, nº 493); Mañana se acaba el mundo (Keith Luger, 706; El miedo embotellado (Keith Luger, 719, reedición de la novela de Servicio Secreto); Programado para el terror (Curtis Garland, nº 738); Orden: acaben con los terrícolas (Keith Luger, nº 793) y Máscaras en la noche (Curtis Garland, 939). Ocho en total.
Siguiendo con los listados de La Tercera Fundación en la colección Selección Terror, también de Bruguera, nos encontramos con los siguientes siete bolsilibros etiquetados como de ciencia ficción: Bajo la ventisca (Clark Carrados, nº 45), donde un experimento científico es el origen de unos peligrosos seres capaces de metamorfosear a todos aquellos a quienes infectan, convirtiéndolos en monstruos; La piel de mi cadáver (Curtis Garland, 48); El cerebro del dragón (Curtis Garland, nº 143); Las ratas están locas (Curtis Garland, 181; Los vampiros nunca mueren (Curtis Garland, nº 184); la ya citada El engendro de Kroozgaar (Kelltom McIntire, nº 544), y Fauces sangrientas (Lou Carrigan, nº 575).
Colección Terror
Por último, en la colección Terror de la editorial Andina tenemos otros seis bolsilibros: Los zombies (Law Space, nº 182); ¡Plaga! (Johnny Garland, nº 247) y La noche de los polimorfos (Johnny Garland, nº 265), además de las anteriormente citadas de Kelltom McIntire La invasión de los antroposaurios (nº 149); Noche de pesadilla (nº 192) y La ciudad muerta (nº 217). Se da la circunstancia de que tanto la novela de Law Space como las dos de Johnny Garland son reediciones de sendas novelas publicadas originalmente en Espacio con los números 409, 300 y 306 y los mimos títulos, lo que indica que, tal como comenté en la presentación del artículo, los trasvases entre colecciones de diferentes géneros se dieron en ambos sentidos.
Y eso es todo, al menos por ahora; esperemos que en un futuro pueda ampliar los datos sobre este interesante tema.
Publicado el 30-9-2020
Actualizado el
30-8-2023