2001, Una odisea del espacio





A mí no me gusta la película 2001, al tiempo que me encanta la novela de Clarke. De todos modos no es ninguna novedad; siempre que comparo una película con la obra en la que está inspirada (aunque a veces esto es mucho suponer) sale perdiendo, salvo honrosas excepciones, la película.

Claro está que yo soy mucho más aficionado a la literatura que al cine (me pasa absolutamente con todos los géneros y no sólo con la ciencia ficción), por lo que me suele disgustar ver destripada la novela al ser llevada al cine. Un amigo mío, muy cinéfilo, afirma con razón que se trata de dos cosas distintas que hay que contemplar de modo distinto. Yo admito la adaptación de la novela al pasarla a un guión, pero no la modificación pura, simple y gratuita simplemente porque al director le apetece enmendar la plana al autor. Podría poner muchos casos, pero quizá los más escandalosos son por ejemplo los de las películas inspiradas (es un decir) en las novelas de Julio Verne, donde por ejemplo siempre se las apañan para meter con calzador protagonistas femeninas (que no aparecen en la novela) simplemente porque es comercial... O la película El nombre de la rosa, una adaptación excelente en general pero donde introducen una modificación absurda únicamente por criterios comerciales, concretamente cuando el pueblo amotinado asalta el carro de la Inquisición para rescatar a la chica.

Así pues siempre veo con reticencias estas adaptaciones, y todavía más cuando descubro cosas como que muchos escritores están muy cabreados por las películas basadas en novelas suyas (aunque, eso sí, no devuelven el dinero cobrado por los derechos) o el cinismo de un directos (no recuerdo el nombre) que llegó a afirmar en unas declaraciones que él prefería dirigir adaptaciones de novelas de escritores muertos porque los vivos le incordiaban con sus protestas... Sin comentarios.

Pero centrémonos en el tema de 2001. He de confesar que, reconociendo su valía, a mí Kubrik me gusta más bien poco. Pero es que en 2001, desde mi punto de vista, se cargó completamente el final filosófico de Clarke con esas extrañas escenas que ni dios es capaz de entender si antes no ha leído la novela... Aunque leer la novela en realidad le servirá de poco, ya que tampoco se parecen mucho ambos finales. Y no es que sea metafísico, es que el dichoso final es críptico, ampuloso, barroco y confuso. Yo creo que hubiera sido mucho más sencillo seguir la línea de Clarke, pero...

Y otra cosa, Kubrik también se cargó (¿por qué?) el viaje del Discovery a Saturno; os recuerdo que en la novela el monolito se alza en la superficie de Japeto, mientras que en la película está flotando en órbita alrededor de Júpiter. Claro está que luego llegó el jeta de Clarke y, al escribir 2010 con un nada disimulado propósito de hacer la película correspondiente, se enmendó a sí mismo poniendo el monolito en Júpiter y no en Saturno... Claro está que, con el morro que gasta el buen señor, todavía me parece poco que traicionara a su propia obra.


Publicado el 10-8-1999 en el Sitio de Ciencia Ficción