Artifex nº 3





Tras leer el número 3 de la nueva etapa de Artifex, y antes de proceder a comentar uno por uno los relatos publicados en él, es necesario realizar una evaluación global no sólo de este número, sino del conjunto de todos ellos, es decir, de la línea editorial de la publicación. Y, al igual que lo dije tras leer el número 2, me sigue gustando su calidad media y encuentro que tiene un nivel francamente alto. Vaya mi enhorabuena a los antologistas y, por supuesto, a los autores. Claro está que hay que matizar una cosa: Con la perspectiva ya de los tres números, es evidente que Artifex NO ES una revista de ciencia ficción, sino de fantasía, salvo raras excepciones. Esto en sí no es ni bueno ni malo, se trata simplemente una especialización, pero puede explicar que haya gente a la que no le satisfaga demasiado precisamente porque no encuentra en ella demasiada ciencia ficción.

A mí personalmente sí me gusta la fantasía, en especial este tipo de fantasía, digamos onírica, tan alejada de las dragonadas y los engendros similares, que si el pobre Tolkien o el pobre Robert E. Howard levantaran la cabeza seguro que les daba un patatús al descubrir hasta dónde habían llegado sus epígonos. Además me gustan las obras escritas con calidad literaria, así que miel sobre hojuelas...

Claro está que hay también (¡cómo no!) sus claroscuros. Algún relato he leído en el conjunto de los tres números que, a pesar de tener un argumento muy original e interesante, no le sacaba todo el jugo, quedando por ello malogrado. También he notado en ocasiones cierta inexperiencia narrativa, e incluso un estilo recargado y forzado, quizá debido a que por la obsesión de escribir bien algunos autores se han acabado pasando de rosca. Pero en general, Artifex está dando a conocer unos relatos muy aceptables.

Pasemos ahora a comentar, uno por uno, los relatos de Artifex 3.

Los sirvientes, de Ramón Muñoz. Original y curiosa, pero quizá se le pudiera haber sacado más jugo, ya que hay algunas cuestiones que parecen quedarse un tanto en el aire. No es cuestión de dejar todo atado y bien atado, el buen escritor debe jugar con la complicidad del lector y dejar que éste imagine el relato a su manera, pero quizá se dejan aquí varios cabos sueltos.

Más allá de..., de Sergio Parra y Albert Sans. El argumento no puede ser más original, por lo que felicito a los autores, pero encuentro al relato bastante inmaduro. Ambos autores tienen buenas maneras, pero probablemente debido a su juventud pecan, a mi modo de ver, de inexperiencia, incurriendo en varios errores típicos de principiante, como son el abuso de palabras rebuscadas (e incluso muy rebuscadas) y un exceso de barroquismo. Pero los mimbres son buenos, y habrá que esperar a leer nuevos relatos suyos.

Baile de máscaras, de Daniel Marés. Me recuerda al ambiente de las Tierras Vagas, de Enrique Lázaro, y desde luego es uno de los mejores relatos de la antología.

La canica en la palmera, de Rafa Marín. Espléndido cuento, aunque el principio del mismo se me hizo un tanto farragoso. Poco es lo que voy a descubrir de Rafa a estas alturas, salvo que tiene mucho oficio además de calidad literaria. Y eso se nota.

Poemas, de Alfredo Esteban Arroyo. Lo siento. Nunca me ha gustado el maridaje de la poesía con la ciencia ficción, y esto sin excepciones de ningún tipo. No voy a hacer un juicio de valor sobre ellos puesto que sería injusto, ya que no los leí, como tampoco acostumbro a leer los poemas que aparecen publicados de vez en cuando (por suerte para mí muy de vez en cuando) en diferentes lugares.

La llegada ,de Elia Barceló. He de confesar que, por lo general, no me suelen gustar demasiado los relatos de Elia. Y no porque carezcan de calidad, que la tienen y mucha, sino porque no suelo sintonizar con su... digamos sensibilidad literaria. Sin embargo, este relato sí me ha gustado por su lirismo.

El segundo principio de la termodinámica, de Rudy Martínez. Está bien escrito, pero coincido con Francisco José Suñer en que ha de interpretarse como un ejercicio de estilo más que como un relato propiamente dicho.

Si pudieras ver Niágara, de Joaquín Revuelta. Lo siento, pero no me ha gustado nada. Excesivo de longitud, barroco hasta la borrachera y tremendamente embarullado. Parece como si el autor hubiera cogido varios relatos distintos, los hubiera metido en la batidora y hubiera hecho una especie de puré con todos ellos. Con diferencia, es el relato que menos me ha gustado de toda la antología.

La ciudad cambia cada noche, de Eduardo Vaquerizo. El relato está bien, pero vuelvo a coincidir con Francisco José Suñer: Es otro ejercicio de estilo y además su faceta fantástica es muy tangencial, por lo que su inclusión aquí máxime teniendo en cuenta el conjunto de la producción de Eduardo) la encuentro un tanto forzada.

La muerte de Mateo Habba, de Fabricio González Neira. Una sorpresa agradable, a la que quizá su autor le podría haber sacado más partido. Realmente me supo a poco, ya que el cuento se acaba justo cuando la trama comenzaba a ponerse interesante.

Soñando Soberbia: el arquitecto, de José Antonio Cotrina. Me gustó más la entrega anterior que ésta, ya que buena parte del relato es farragosa y manida, justo hasta que, ya casi al final, José Antonio empieza a hablar de Soberbia introduciéndonos en el mundo mágico de sus habitantes. Claro está que, como dije respecto al relato anterior, al tratarse de una serie habrá que considerarla en su conjunto cuando esté más completa. Y en general la idea me atrae bastante, ya que me recuerda a los mundos imaginados por Borges.

En resumen: Aunque en general el número 3 de Artifex mantiene la línea de la revista, lo cierto es que este volumen en concreto me ha parecido, en su conjunto, algo inferior a los dos anteriores. Y a esperar el número 4, que a buen seguro nos traerá sorpresas interesantes.


Publicado el 15-6-2000 en el Sitio de Ciencia Ficción