Cuentos futuristas





Paseando hace unos días por la Feria del Libro de Madrid, hice uno de esos descubrimientos inesperados que tanto suelen satisfacernos a los amantes de los libros. En la caseta de una pequeña editorial hasta entonces desconocida para mí, Clan Editorial -luego supe que se trataba de una librería madrileña, especializada al parecer en libros de caza-, me entregaron un folleto donde anunciaban una de sus colecciones, titulada Cuentos de autores españoles. De momento guardé el folleto, pero al leerlo en casa descubrí que se trataba de algo realmente interesante.

Para empezar, ya resultaba loable que una editorial -pequeña, para mayor mérito- mostrara interés por publicar cuentos, un género literario que en nuestro país ha sido tradicionalmente muy poco considerado en contraposición a las novelas, a pesar de que una parte importante de lo más granado de la literatura universal ha sido plasmado precisamente en este formato. La literatura española, que ha aportado al acervo cultural de la humanidad numerosas novelas que son unánimemente consideradas como obras maestras, es asimismo rica en relatos, pero por razones históricas comprensibles, pero injustificables, éstos han solido permanecer en su mayor parte injustamente olvidados.

De ahí la importancia de esta colección, y de ahí mi interés por ella dado que los cuentos siempre me han interesado, tanto en mi vertiente de lector, como también en la de escritor. El catálogo de la colección rebasa los veinte títulos, por lo general agrupados en antologías temáticas; así, entre otros volúmenes hay unos Cuentos medievales, unos Cuentos imaginarios, unos Cuentos de antaño, unos Cuentos del 98, unos Cuentos de navidad, unos Cuentos inverosímiles, unos Cuentos terroríficos, unos Cuentos fantásticos... y unos Cuentos futuristas. Y, aunque aparentemente todos ellos son interesantes, que no sólo de ciencia ficción vive el lector, dado el medio en el que nos encontramos voy a comentar el último de ellos, que por supuesto compré.

Cuentos futuristas, número 21 de la colección y publicado en el año 2000, es una recopilación de siete relatos cortos pertenecientes a lo que pudiéramos denominar la proto ciencia ficción española, un género existente -y al parecer muy activo con anterioridad a la Guerra Civil- pero totalmente desconocido para la inmensa mayoría de los aficionados actuales, a la par que imprescindible para entender la evolución de la ciencia ficción en nuestro país en una época en la que su coetánea norteamericana era prácticamente ignorada por estos lares. Sí, yo había oído hablar -y supongo que también ustedes- de autores tales como José de Elola y Jesús de Aragón, pero no había leído nada suyo. En cuanto a los demás autores, y salvo honrosas excepciones, eran para mí unos perfectos desconocidos.

De ahí la importancia de esta antología, realizada por Francisco J. Arellano, que también la prologa, ilustrada por Marina Arespacochaga y editada con un exquisito cuidado que nada tiene que ver con la chapucería industrial a la que por desgracia nos tienen acostumbrados tantos fabricantes, que no editores, de libros. En ella se recogen un total de siete relatos firmados por un clásico de la ciencia ficción española como es José de Elola, otro que por méritos propios también debería serlo como es Nilo María Fabra, que hace doblete, un escritor de literatura “general” de la talla de Wenceslao Fernández Flores que realiza una curiosa incursión en el género, y tres autores para mí completamente desconocidos, M.R. Blanco Belmonte, Luis Antón del Olmer y quien se oculta tras el seudónimo de M. Burgues.

Aunque en su conjunto estos siete relatos vienen a dar una visión razonablemente completa de la ciencia ficción -que por entonces todavía no se llamaba así- que se escribía en España en los albores del género, conviene no llamarse a engaño: el libro es muy interesante y recomendable, pero ha de ser leído como lo que es, un clásico. Si alguien pretende ignorar la antigüedad de sus relatos y leerlo igual que lo haría con una revista o una novela actual, más vale que no lo intente, porque probablemente quedará decepcionado.

Esto no quiere decir en modo alguno que la antología no merezca la pena; la merece, y mucho, aun a sabiendas de que los relatos han envejecido bastante, y unos más que otros. Quizá el que peor haya resistido el paso del tiempo sea el de Elola, paradójicamente el autor más conocido de todos ellos. Los dos de Fabra y el de Olmer son desde mi punto de vista los más curiosos, y el de Burgues no es sino un texto político destinado a ensalzar las bondades sin cuento de la utopía socialista; algo perfectamente comprensible dado que, como explica Arellano en el prólogo, fue presentado y publicado en el Segundo Certamen Socialista celebrado en Barcelona en 1890. Mención aparte merece el delicioso relato de Fernández Flores, en el que se aborda el tema de la ceguera universal muchos años antes de que John Wyndham publicara su célebre novela El día de los trífidos.

En su conjunto, e independientemente de sus argumentos particulares, lo más interesante de estos relatos es quizá la visión que nuestros abuelos tenían de su futuro. Nada hay en ellos de space ópera ni de nada que recuerde remotamente a la ciencia ficción norteamericana, aunque probablemente sí deban bastante sus autores a escritores europeos contemporáneos suyos, o casi, como H.G. Wells o Julio Verne, algo por otro lado completamente lógico. No hay en ellos naves espaciales, ni monstruos de ojos saltones ni princesas rescatadas por intrépidos astronautas, pero sí nos encontramos con un ingenuo mecanicismo que hoy nos hace sonreír condescendientemente y con una serie de preocupaciones sociales -y no lo digo sólo por la utopía socialista- que hacen a estos siete relatos mucho más modernos en este sentido que sus coetáneos de allende el Atlántico. En resumen, no se trata de literatura de evasión, sino de especulación, y hubiera sido interesante saber hasta dónde podrían haber llegado estas iniciativas de no haber mediado la catástrofe de la Guerra Civil, que arrancó de raíz, como tantas otras cosas, la escuela española de literatura futurista. Tras la posguerra algunos autores como Pascual Enguídanos aprovecharían parte de sus lecturas infantiles para inspirarse en sus propias narraciones, pero los postulados de las mismas serían ya muy distintos.


Publicado el 18-6-2004 en el Sitio de Ciencia Ficción