El estanque de la Luna
El Estanque de la Luna es un libro interesante por varias razones. En primer lugar, porque se trata de una novela compleja que reúne en sus páginas elementos pertenecientes a varios géneros y subgéneros literarios diferentes, y en segundo lugar porque constituye un precedente de muchos clásicos de la literatura de aventuras y fantástica, e incluso de ciencia ficción, tales como los inquietantes relatos de H.P. Lovecraft, las novelas de aventuras exóticas de H. Rider Haggard y Arthur Conan Doyle o, en general, buena parte de la primitiva ciencia ficción norteamericana de los años 20 y 30 del pasado siglo XX. La novela de Abraham Merritt, recordémoslo, fue publicada originalmente, en forma de serial, entre los años 1918 y 1919.
Sin embargo, su principal mérito consiste en que, pese a esta heterogeneidad, se trata de una obra coherente y agradable de leer en la que el paso de los años la ha envejecido lo suficiente para convertirla en un clásico y no, en modo alguno, en un relato obsoleto como ha ocurrido con tantos otros de su época. Dicho con otras palabras, ha pasado airosamente la prueba del tiempo aunque, claro está, su estética y su estructura difieren mucho de las tendencias actuales, conservando un cierto aire que recuerda, ¡cómo no! a modernos revivales del clásico género de aventuras tales como la serie de películas de Indiana Jones.
El lector que aborde esta novela ha de hacerlo, eso sí, sin prejuicios y consciente de que se va a encontrar con un clásico profundamente enraizado en su tiempo y trufado -no podía ser de otra manera- con los tópicos imperantes en la literatura de hace casi un siglo; si lo hace así, disfrutará sin duda con ella. De esta manera, encontrará al principio una narración de neto horror lovecraftiano seguida de un episodio de aventuras en tierras exóticas que podría haber ido firmado por el Edgar Allan Poe de Las aventuras de Arthur Gordon Pym, el H. Rider Haggard de Las minas del rey Salomón o el Arthur Conan Doyle de El mundo perdido, de no mediar un toque muy a lo von Däniken, anterior por supuesto en muchos años a la divulgación de las populares y controvertidas teorías de este presunto historiador. Seguirá a ello, en un tour de force frenético, una aventura con inequívoco regusto a Julio Verne y a su conocido Viaje al centro de la Tierra y, más adelante, una etapa final -la única a la que se puede considerar en esencia como de verdadera ciencia ficción- también con resonancias clásicas, en esta ocasión a H.G. Wells y a la sociedad utópica de La máquina del tiempo, con el frenético epílogo de una despiadada lucha a muerte entre dos culturas troglodíticas enemigas irreconciliables entre sí que constituye un precedente claro de buena parte de la ciencia ficción de serie B, y de un importante porcentaje de obras pulp, escrita en los años inmediatamente posteriores e incluso, si me apuran, en obras de más altos vuelos como las del mismísimo Arthur C. Clarke como La ciudad y las estrellas, donde el ente loco Vanamonde recuerda poderosamente al Resplandeciente de la novela de Merritt.
Ignoro si los escritores españoles de los años cincuenta llegaron a conocer esta novela, aunque me inclino a pensar que no, dado que la edición de Río Henares es la primera que se realiza en nuestro país, al menos en su versión íntegra; pero de alguna manera, y aunque fuera de forma muy indirecta, creo poder rastrear cierta influencia, por muy mitigada que sea, en las modestas novelitas de a duro de alguno de ellos, lo que indica bien a las claras la importancia de El estanque de la Luna en la gestación de los géneros fantástico y futurista tanto en Estados Unidos como en la entonces lejana -en todos los aspectos- España.
Tan sólo me queda, pues, felicitar a los responsables de Río Henares por la iniciativa, recomendando encarecidamente a todos los aficionados su lectura.
Publicado el 31-5-2002 en el Sitio de Ciencia Ficción