Pacificadores
Pacificadores, la última novela del tándem formado por Eduardo Gallego y Guillem Sánchez, es una nueva vuelta de tuerca a su particular universo del Unicorp, una iniciativa singular en el ámbito de la ciencia ficción española y equiparable, sin ningún tipo de chauvinismo, a experiencias similares de muy consagrados autores anglosajones.
Pacificadores presenta, asimismo, peculiaridades propias con respecto al resto de las obras de estos dos autores aunque, como suele ser habitual en ellos, las referencias y los guiños a sus predecesoras son continuos. Sin embargo, aquí nos encontramos con una narración inédita hasta ahora en los relatos publicados del Unicorp, ya que en ella no se describen episodios bélicos sino algo mucho más prosaico, pero a la vez más actual y, posiblemente, también real: La labor de unas fuerzas de pacificación en un planeta recién salido de una cruenta guerra civil entre dos comunidades visceralmente enfrentadas. El recuerdo a los pasados conflictos bélicos de los Balcanes, en cuya pacificación tuvieron parte destacada tropas españolas, es, evidentemente, inevitable.
En realidad Pacificadores, más que una novela en el sentido estricto de la palabra, es una sucesión de episodios entrelazados entre sí a través de las sucesivas vivencias de un grupo de soldados corporativos al mando de un nuevo personaje tan interesante como Benigno Manso, el coronel Daniel Hintikka, cuya interesante evolución personal vamos siguiendo a lo largo de las páginas. No por ello se resiente la obra, sino todo lo contrario, puesto que esta fórmula permite a los autores desarrollar varios registros. No falta, evidentemente, el divertido humor corrosivo y socarrón, y por supuesto políticamente incorrecto, que es marca de la casa, pero asimismo nos encontramos con la vertiente humana de los personajes que en el fondo, por muy bregados que estén, no dejan tampoco de tener su corazoncito. El resultado, dentro de los lógicos altibajos, es una notable tragicomedia que hace que la novela se lea con agrado e interés, al tiempo que nos incita a reflexionar sobre los temas que denuncia (la xenofobia, el sectarismo, la burocracia y, en general, la intolerancia de cualquier pelaje) que, no por haber sido extrapolados en el espacio y en el tiempo, dejan de ser una realidad aquí y ahora.
Son dos los elementos que deseo resaltar especialmente de Pacificadores, los cuales, aunque habituales en la literatura de Gallego y Sánchez, alcanzan aquí un elevado interés: Por un lado, las respectivas experiencias personales de los autores, profesor de botánica especializado en micología el primero, y ex soldado de élite el segundo, traspuestas ambas con notable acierto a sus obras. Por otro, la llamativa capacidad de ambos para pergeñar sociedades insólitas y originales a la par que verosímiles, algo que sólo tiene parangón con las novelas de Jack Vance, mientras la inmensa mayoría de los autores del género, tanto europeos como anglosajones, se limitan a extrapolar nuestra aburrida sociedad actual a unas improbables humanidades futuras que, si de algo podemos estar seguros, se habrán de parecerse a nosotros como nosotros a los celtíberos que se enfrentaron a Escipión en Numancia.
Si a ello sumamos, por último, el desenfado con el que los autores desarrollan la narración, desenfado que en modo alguno hay que confundir con superficialidad pero que es capaz de arrancar las carcajadas hasta al lector más serio, la conclusión es inmediata: Merece realmente la pena leer la novela. Esperemos que Eduardo y Guillem sigan escribiendo y publicando, porque muchos lectores, y yo el primero, se lo agradeceremos. Y mucho.
Publicado el 13-12-2002 en el Sitio de Ciencia Ficción