El día de los trífidos





Antes de comenzar, he de confesar dos cosas. Primero, que no soy nada entusiasta, quizá por la redundancia de la misma, de la ciencia ficción post-apocalíptica. Y segundo, que no había leído hasta ahora la novela de John Wyndham a pesar de ser uno de los clásicos indiscutidos del género. Sí había visto la película -que a mí me pareció mediocre- La semilla del espacio, basada en esta novela y rodada a principios de los años sesenta, unos diez años después de escrita ésta; pero por tratarse de una clara obra de serie B no puede ser considerada como demasiado representativa.

Sin embargo, El día de los trífidos cuenta con méritos propios en relación con el conjunto del subgénero de la ciencia ficción catastrofista, siendo el más inmediato de ellos el de ser una de las primeras novelas que abordaron el tema, interesante hasta que el abuso de los autores lo saturó, del colapso de la civilización, y aun de la propia especie humana, tras un acontecimiento apocalíptico e inesperado. Original es asimismo el leit motiv utilizado por Wyndham para plantearlo; mientras el recurso más habitual suele ser el de la manida guerra nuclear, o el de la no menos sobada catástrofe astronómica con caída de cometa o asteroide incluida, aquí nos encontramos con algo más simple y no demasiado más inverosímil, la aparición de unos extraños fenómenos luminosos que dejan ciegos a todos aquellos que tuvieron la desgracia de contemplarlos, que es lo mismo que decir la inmensa mayoría de la humanidad. El origen de estas luces es algo totalmente accesorio para el autor, que da razones ambiguas y casi a regañadientes para explicarlo: al principio se atribuyen al paso de la Tierra a través de la cola de un cometa, pero más adelante el protagonista reflexionará -la novela fue publicada a principios de los años cincuenta, en plena Guerra Fría- sobre la posibilidad de que fueran el resultado de un arma secreta, desplegada sobre los satélites artificiales, que por alguna razón habría quedado sin control. Tanto da, pues lo que le interesa en realidad a Wyndham no es la causa, sino los efectos ocasionados por la catástrofe.

Pero no quedan ahí las cosas, puesto que Wyndham introduce un nuevo elemento para llevar todavía más al límite la situación: los trífidos. Estas plantas, llamadas así porque se soportan sobre tres raíces, o piernas, son el resultado de manipulaciones genéticas poco escrupulosas a partir de vegetales inofensivos, con objeto de conseguir variedades de alto valor económico. El problema es que el experimento se les va de las manos a sus promotores, que acaban creando unos vegetales capaces de moverse por sí mismos y dotados además de un aguijón extremadamente venenoso capaz de matar en minutos a una persona. Por si fuera poco los trífidos demuestran poseer algún tipo de inteligencia, si no individual, sí colectiva a la manera de los insectos sociales, lo que les hace ser todavía más potencialmente peligrosos.

El asunto de los trífidos es, en la cronología de la novela, bastante anterior al de la ceguera, lo que le permite al autor describir una situación en la que, pese a su peligrosidad, la codicia empresarial hace que estos seres sean explotados de forma intensiva... con las debidas precauciones, por supuesto. Claro está que, cuando la mayor parte de la humanidad se encuentra inerme a causa de la ceguera y los trífidos no tienen ya a quien les vigile, éstos comienzan a campar por sus respetos, convirtiéndose en un peligro mortal para los ciegos y en una grave amenaza para los pocos que conservan la vista.

Por si fuera poco con esta doble catástrofe, Wyndham da una nueva vuelta de tuerca planteando la forma en la que, sometidos a una situación extrema, en los escasos supervivientes comienzan a aflorar los peores defectos del alma humana, corroborando el viejo aforismo latino de Homo homini lupus. No se crea, no obstante, que pese a todo lo expuesto nos encontramos frente a un relato pesimista; muy al contrario, el espíritu emprendedor del protagonista le hace vencer todos los obstáculos que el destino ha ido interponiendo en su camino. Concluye finalmente la novela con un canto de esperanza: la civilización se salvará pese a la tragedia, y disputará a los trífidos la hegemonía sobre el planeta que nunca debió haber perdido.

Un análisis en profundidad de El día de los trífidos muestra palpablemente que, pese a cierto envejecimiento en las formas narrativas producto quizá de su origen en plena Guerra Fría, sigue siendo plenamente vigente gracias a la denuncia clara y rotunda de ciertos comportamientos humanos que, por desgracia, continúan estando en vigor: la agresividad homicida, la ambición sin límites, la insolidaridad, las conductas imprudentes cuando no temerarias... todo cuanto de malo hay en nuestro interior, compensado eso sí con las virtudes que, aunque escasas y mal repartidas, nos permiten tener fe, pese a todo, en la humanidad.

En resumen, nos encontramos frente a una novela muy recomendable.


Publicado el 5-12-2003 en el Sitio de Ciencia Ficción