Cara a cara, por Francisco José Suñer Iglesias
Entrevistador y entrevistado
Cuando allá por 1998 me llegó un mensaje de un tal José Carlos Canalda preguntándome por la posibilidad de publicar en internet su monumental estudio sobre la obra de Pascual Enguídanos en general y La Saga de los Aznar en particular no podía imaginarme que estaba ante un futuro ganador de un premio Ignotus, y menos aún de ensayo, categoría difícil no sólo por la dificultad intrínseca de este tipo de estudios sino además por el alto nivel que suelen demostrar los aspirantes.
Un Ignotus y además por un ensayo. ¿contento?
Hombre, sí, y además agradecido a los votantes. No me tengo por vanidoso y nunca me han cegado los premios, pero siempre es motivo de satisfacción, máxime cuando no me lo esperaba. Al fin y al cabo, no deja de ser una prueba de que lo que yo escribo cumple su misión de llegar a la gente.
Conociendo tu enorme producción escrita resulta difícil creer que un premio como este te vaya a animar más aún, sin embargo ¿cambiará algo gracias a él o eres inmune a este tipo de cosas?
Procuro serlo. Yo escribo para que me lean, no para que me premien, si me premian es un broche y una satisfacción, por supuesto, pero no un fin en sí mismo. Y evidentemente, hubiera seguido escribiendo igual de no haber sido premiado.
Ahora sinceramente, si tu fueras el jurado y tuvieras que premiar una sóla de tus candidaturas, ¿por cual te decidiría?
Hombre, si comparamos ambos trabajos por los que estaba nominado, el libro de ensayo y el artículo, es evidente que el libro me llevó mucho más trabajo y quedó en sí mismo mucho más completo. Pero si consideramos el premio ganado no por el artículo en particular del erotismo en las novelas de a duro, sino por el conjunto de los artículos publicados en Pulp Magazine, que conforman un ambicioso proyecto para ir dando a conocer poco a poco el mundo de la novela popular de ciencia ficción, evidentemente ambos platillos de la balanza se equilibran.
Resulta extraño encontrar un estudio de la amplitud y profundidad de Luchadores del Espacio, una colección mítica de la ciencia ficción española; por lo que sabemos de ti, doctor en química, columnista y cronista alcalaíno y escritor incansable, es decir, con muy poco tiempo disponible, no parece un estudio hecho con apresuramiento ¿cuánto tiempo te llevó prepararlo?
Resulta difícil calcularlo con exactitud debido a la forma en que lo escribí. Digamos que durante alrededor de unos diez años me dediqué, de forma intermitente y sin ninguna prisa, a leer tacadas de novelas (generalmente por autores, o por ciclos) y, simultáneamente, escribía unos resúmenes de los argumentos. Nada más lejos de mi imaginación, por entonces, que pensar en escribir un libro; estos resúmenes eran para consumo propio, lo hacía por puro placer personal. Finalmente acabé leyendo todas las novelas y escribiendo todos los comentarios, que se quedaron durmiendo el sueño de los justos en un cajón.
Cuando años más tarde me integré en los grupos de correo electrónico de ciencia ficción, y en especial en el de George H. White, comenté a mis amigos que lo tenía escrito, se lo di a leer a algunos y me animaron a que les diera forma de libro. Así lo hice, pero todavía estaba muy verde. En especial, era inmisericorde con los autores, a los que despellejaba sin piedad tildándolos de malos.
Dos factores me hicieron cambiar el enfoque del libro. En primer lugar, durante la Hispacon de Gijón Agustín Jaureguízar me animó a ponerme en contacto con los autores. Poco después, durante un viaje a Valencia realizado en compañía de varios amigos, tuve ocasión de conocer personalmente a don Pascual Enguídanos, al que le había enviado previamente una copia de mis críticas de sus novelas. Éste me reprochó, con toda la razón del mundo, que fuera tan duro en ellas, alegando que en las circunstancias en que se movían, los escritores de las novelas de a duro no podían hacer más de lo que hacían.
Hice caso a ambos, logrando contactar con un buen puñado de escritores o, en su caso, con sus familiares, puesto que varios habían fallecido. Y se abrió ante mí todo un mundo, al descubrir los avatares de estas personas peleando por sobrevivir en una España que todavía estaba en la posguerra, luchando no sólo contra la censura sino también contra las imposiciones de unas editoriales que no querían en modo alguno publicar novelas de calidad, sino simples obras de consumo rápido. Que pese a ello algunos de estos escritores lograran sacar adelante obras de notable interés, y no estoy pensando sólo en la Saga de los Aznar sino también en bastantes otras, es realmente digno de mérito. Así pues, reescribí por completo el original dándole una redacción no sólo mucho más respetuosa, sino también cariñosa, hacia estos escritores.
Finalmente me puse de acuerdo con mis amigos de Pulp Magazine para su publicación, siendo la presentación, como es sabido, en la pasada Hispacon de Zaragoza. Y eso es todo.
Ese enfoque es interesante por cuanto resulta más habitual hablar de la obra comercial como producto individual que de las circunstancias que rodean su génesis y la problemática de los autores. ¿Existía alguna característica común entre ellos o su único nexo de unión era el ser escritores asalariados?
Bueno, para empezar he de advertir que no he conseguido hablar con todos ellos, o con sus familiares cuando han fallecido; localizarlos ha sido una tarea auténticamente detectivesca que sólo ha rendido frutos de forma parcial. Por supuesto, tengo la intención de localizar a todos los restantes.
Lógicamente había diferentes tipos de autores en función de sus circunstancias; algunos eran personas maduras que ya contaban con una larga trayectoria como escritores, otros eran chavales jóvenes que escribían para sacarse unas pesetillas y que, una vez encarrilados profesionalmente, abandonaron el género. También hubo autores procedentes de los tebeos (entonces no se decía cómics) que probaron suerte con las novelas. Pero bastantes de ellos eran profesionales en el sentido más literal de la palabra, vivían de ello. Más dramático fue el caso de algunos ex-combatientes republicanos que, tras pasar por la cárcel y ser depurados, se tuvieron que ganar la vida escribiendo estas novelitas, ya que ésta era una de las escasas puertas que no tenían cerradas. Eso sí, conviene dejar bien claro que no eran asalariados, ya lo hubieran querido ellos; no tenían ningún jornal, si les publicaban las novelas cobraban, y si no, no. Manteniendo una regularidad en la publicación conseguían unos ingresos bastante aceptables, pero no tenían ninguna garantía para el futuro.
Un detalle que siempre me pareció curioso es el de los sobrenombres americanos que usaban los autores, obviamente para introducir un ingrediente más de exotismo en las novelas. ¿Cuál era el origen de esos seudónimos?
Los autores intentaban imitar en sus seudónimos nombres anglosajones porque sonaba mejor ya que la ciencia ficción norteamericana siempre ha estado rodeada de una aureola de prestigio. De todos modos, no siempre lo hacían correctamente; por ejemplo, había un escritor llamado Florencio Cabrerizo que firmaba como C. Aubrey Rice. Esto, por lo que yo sé, no es correcto, ya que los americanos suelen abreviar su segundo nombre, no el primero.
En otros casos hacían traducciones más o menos ajustadas y en ocasiones curiosas. Eduardo Rueda era Edward Weel; Eduardo Molinero, Edward M. Payton; Alfonso Arizmendi Regaldie, Alf. Regaldie; José Negri Haro, J. Negri O'Hara; Vicente Adam, Vic Adams; Luis García Lecha, en uno de sus seudónimos, Louis G. Milk. Nuestro Ángel Torres empezó siendo Alex Towers y luego cambió a A. (de Ángel) Thorkent (fonéticamente suena más o menos como las dos primeras sílabas de su apellido). Casos similares fueron los de Pedro López Gambero, alias Peter Logam, o José Luis Moreno García, que firmaba como Joe Mogar...
Otros autores, por el contrario, utilizaban seudónimos que nada tenían que ver con sus verdaderos nombres. Luis García Lecha, además del seudónimo ya citado, usó también los de Clark Carrados o Glenn Parrish. José Caballer firmaba como Larry Winters; Ramón Brotóns como Walter Carrigan... Hubo de todo, incluso verdaderos coleccionistas de seudónimos.
En el caso de Enguídanos alguien dijo en una ocasión que George H. White era un homenaje a H. G. Wells. Pudiera ser, pero no lo sé. Lo que sí sé, porque me lo ha contado su hermano, es que Fernando Ferraz firmaba como profesor Hasley en homenaje a Aldoux Huxley, de quien era admirador.
En cualquier caso, el tema de los seudónimos no sólo es divertido, también interesante.
¿Y respecto a la temática de las obras? ¿Se puede hablar de temas comunes u obsesiones colectivas?
Todas las colecciones tenían un director, o un responsable, que era el que marcaba las pautas de la misma. En el caso de Luchadores del Espacio el director era José Soriano Izquierdo, que sin duda debía de conocer bastante bien la ciencia ficción norteamericana de los años veinte y treinta (la contemporánea de los años cincuenta no llegaba a España, o lo hacía con cuentagotas), porque las coincidencias de las novelas de la colección, en especial las de la primera época, con estas obras son muy notables, y esto ocurre prácticamente con todos los autores, no con uno solo. No se puede hablar de plagio, por supuesto, pero sí de inspiración en las líneas fundamentales. Por otro lado, todos los autores con los que he hablado coinciden en afirmar lo mismo: No conocían la ciencia ficción norteamericana, o si la conocían, era de forma muy fragmentaria y limitada a las obras más antiguas (Flash Gordon, Doc Savage, las series de Bourrougs...). También existe una influencia muy notable de los autores clásicos europeos (Verne, Wells...) y de los españoles (Elola, Aragón...). Y por supuesto del cine americano, que sí llegaba a España entonces. Podemos decir que las novelas de Luchadores del Espacio son muy cinematográficas en este sentido.
Otro hecho curioso es que la otra colección de ciencia ficción que se publicaba entonces, Espacio de la editorial Toray, tenía una línea bastante diferente; a grandes rasgos, podríamos decir que en Luchadores primaba más la aventura que en su rival. Pero como todavía no existe un estudio sobre esta colección similar al que yo he realizado sobre Luchadores (y realmente resultaría muy interesante), la comparación es difícil.
Obviamente, al acabarse aquellas colecciones los autores quedaron en el paro ¿alguno, aparte de los más conocidos, como Domingo Santos o Torres Quesada siguió escribiendo?
Bueno, en realidad la era de los bolsilibros se prolongó, con diversos altibajos, hasta finales de los años ochenta, por lo que podemos hablar de ellos en pasado solamente desde hace poco más de diez años. No han sido muchos los autores de novelas de a duro que abandonaron el gueto, no al menos en la ciencia ficción aunque sí en otros géneros, como Francisco González Ledesma (Silver Kane), que llegó a ganar el premio Planeta. En lo que a nosotros se refiere, aparte de los dos ejemplos que has citado, no conozco ninguno más que siga en activo en la actualidad, aunque en los años cincuenta el escritor malagueño Eduardo Texeira sí hizo incursiones fuera de las novelas de a duro, y algunos escritores de Toray como Luis García Lecha o Enrique Sánchez Pascual, ya en los sesenta, firmaron con sus nombres, y no con seudónimos, algunas de las novelas publicadas en las colecciones que esta editorial sacó con pretensiones mayores que las de los bolsilibros, como la de Best sellers del espacio. Pedro Guirao Hernández (Peter Kapra) publicó una novela larga firmada con su nombre que todavía no he tenido ocasión de leer... Y realmente poco más, al menos que yo conozca.
En los kioskos estaban igualmente disponibles las bélicas y las de oeste ¿Qué te atrajo entonces de aquellas novelitas de ciencia ficción?
Aunque por aquella época (finales de los años sesenta, cuando yo contaba con unos ocho o diez años) era un todoterreno que leía cuanto se ponía a mi alcance, tenía ya mis preferencias. Aunque leía historietas gráficas (más que novelas) bélicas y del oeste, no me gustaban gran cosa. Prefería mil veces la ciencia ficción, compartiendo mi gusto con las aventuras del Capitán Trueno (curiosamente el Jabato me gustaba menos) y con los tebeos, en especial los de Bruguera. ¿Por qué esta predilección? Pues sinceramente no lo sé, estaría predispuesto a ello.
¿Por qué crees que desaparecieron aquellas colecciones?
Las novelas de a duro, al igual que el conjunto de la literatura popular, son producto de una época muy determinada, y cuando cambiaron las circunstancias sociales desaparecieron. Ahora tampoco hay tebeos, pongo por ejemplo. Eran unos años en los que no había televisión, o bien ésta estaba incipiente, y por supuesto no había ordenadores. La distracción de la gente era oír la radio y leer... Los chicos de entonces leíamos mucho, todo cuanto caía en nuestras manos, y por regla general andábamos escasos de dinero, así que teníamos que apañarnos con las cosas baratas. Esto también era extensivo para la población adulta.
Ahora, por el contrario, la gente se distrae de otra manera. Televisión, videoconsolas, ordenadores... Lo malo es que los chavales ahora leen mucho menos, en parte porque tienen poco donde elegir (aunque existen multitud de libros dirigidos específicamente a ellos, cosa que no ocurría antes) y en parte porque se distraen de otra manera. Es significativo el hecho de que, mientras en los años 50 y 60 las novelas de a duro iban dirigidas principalmente a jóvenes y adolescentes, la última y crepuscular etapa de las mismas, ya en los 80, se enfocó hacia los adultos de bajo nivel cultural, lo que provocó un hundimiento de la calidad media de las mismas. Y ahora ni eso...
Sin embargo, la novela rosa ha sobrevivido, aunque reencarnada en colecciones de aspecto más lujoso y llamativo. ¿Habría actualmente hueco y mercado para una colección regular de ciencia ficción como aquéllas?
Dentro del conjunto de la literatura popular la novela rosa siempre ha sido diferente del resto de los géneros, ya que iba dirigido específicamente a las mujeres, mientras que los demás géneros (ciencia ficción, oeste, bélicas, aventuras, terror, fantasía...) contaban más bien con lectores masculinos. ¿Podría existir ahora una colección de ciencia ficción equivalente a las novelas de a duro? Pues no es fácil responder. Las últimas colecciones agonizaron allá por los años ochenta y pasaron sin pena ni gloria, algunas eran meras reediciones de títulos antiguos. El último intento creo que fue el de Ediciones B por resucitar la extinta La conquista del Espacio de Bruguera, pero no llegaron a pasar de los cincuenta títulos. Sin embargo, creo que se están reeditando con éxito novelas del oeste...
A pesar de ello, existe un mercado potencial que no está siendo satisfecho. La reedición de varias novelas del Orden Estelar de Ángel Torres Quesada, por Ediciones B, se vendió bastante bien, lo que no evitó que la editorial diera el cerrojazo a la experiencia. Y recientes reediciones de clásicos norteamericanos por parte de Pulp Ediciones están siendo literalmente barridas de las librerías. ¿Qué está fallando? En primer lugar, la falta de interés de las editoriales. Ya han desaparecido todas las que se centraban en el segmento de la literatura popular, y las que presuntamente son sus herederas, como Ediciones B, no están interesadas en este mercado pese a que, como demostró la reedición del Orden Estelar, existe. Por esta razón, yo creo que una colección que reeditara ciencia ficción clásica, seleccionando lo mejor (que lo hay) de las novelas de a duro o los clásicos americanos, muchos de los cuales están inéditos en español, podría tener muy buena acogida.
Has hablado de la crónica falta de dinero que sufría tu generación en su infancia, a raíz de esto he recordado el intercambio de novelas en los kioskos de aquel entonces. ¿Cómo funcionaba aquello?
Muy sencillo. Los chavales de entonces leíamos mucho y teníamos mucho donde elegir, pero nos faltaba dinero. ¿Cómo lo solucionábamos? Pues con los cambios de novelas, donde por un módico precio podíamos cambiar las novelas o los tebeos que ya habíamos leído por otros diferentes, y así una y otra vez... Ahora que están en auge los estudios sobre la literatura popular, convendría considerar la importancia de estos establecimientos, a veces kioscos minúsculos donde se apiñaban las novelas y los tebeos, a la hora de facilitar el acceso a la lectura. Si no hubiera sido por ellos, los chavales hubieran leído mucho menos, sin duda.
Huelga decir que en mi caso particular revistieron una importancia fundamental a la hora de aficionarme a la ciencia ficción, tanto con la colección Luchadores del Espacio (aunque a finales de los años sesenta e inicios de los setenta ya comenzaban a escasear) como con otras colecciones más recientes, Espacio y Ciencia Ficción de Toray primero, y La conquista del espacio de Bruguera poco después. Yo los recuerdo con cariño, aunque su existencia esté firmemente ligada a la España de la posguerra. Los nuevos tiempos, y la escasez actual de publicaciones de este tipo, barrieron la mayor parte de estos establecimientos, aunque alguno que otro todavía se resiste a desaparecer dedicado prácticamente en exclusiva a las novelas del oeste, las únicas que se publican en la actualidad.
Ha quedado claro que añoras los intercambios de novelas ¿qué más echas en falta de entonces?
Hombre, la respuesta no es sencilla. Todos añoramos ciertos recuerdos de nuestra infancia, pero por múltiples razones no cambio la vida de entonces por la de ahora, por supuesto. Los cambios de novelas, con todo su encanto para los chavales de entonces, estaban firmemente ligados a la España de la alpargata que bastante tenía con sobrevivir. Ahora existen algunos establecimientos equivalentes, pero están más bien dirigidos a coleccionistas y sus precios no suelen ser, en modo alguno, tan módicos como los de los cambios de novelas, son más bien librerías de viejo especializadas en estos temas. Los cambios de novelas, tal como los conocí hace treinta años, hoy en día son inviables por multitud de razones, aunque probablemente la más inmediata sea que ya no se publican esas novelas.
Además de las novelas de a duro ¿había ciencia ficción seria en la España de aquella época?
Algo había, aunque no demasiado. Así de memoria puedo hablar de colecciones como Nebulae, Cénit, Infinitum, Acervo, alguna antología suelta como la excelente de Labor, ediciones aisladas en colecciones de literatura general como la de bolsillo de Espasa... Pero eso fue en los años sesenta, en los cincuenta la penuria era casi absoluta. Posteriormente, ya en los setenta, Bruguera vino a desempeñar un importante papel con sus ediciones de Libro Amigo. Eso sí, yo entonces no tenía acceso a este tipo de libros, los conocí mucho más adelante.
Con el tiempo se acabaron las novelas de a duro y como ya me has comentado alguna vez, al tiempo te fuiste interesando por la ciencia ficción seria ¿cómo empezaste con ella?
Posiblemente el primer libro de ciencia ficción seria que cayó en mis manos fue la Antología de cuentos de ficción científica de la editorial Labor, una excelente recopilación dicho sea de paso. Lo leía en la biblioteca pública de Alcalá cuando todavía era un crío, y me entusiasmó. Me encantaría poder conseguir un ejemplar por lo que este libro significa para mí, pero está completamente agotado. Luego pasé a las famosas antologías de Libro Amigo de Bruguera, seleccionadas por Carlo Frabetti, y a novelas editadas en esta colección como la trilogía de Fundación... Éstos eran de los pocos libros que me podía permitir comprar entonces, dado que eran baratos. Minotauro, Martínez Roca, Acervo... Entonces eran para mí lujos asiáticos, y dependía de los préstamos para leerlos.
Por supuesto durante algún tiempo seguí leyendo novelas de a duro (aunque entonces ya costaban mucho más), en especial las de la segunda parte de la Saga de los Aznar... Pero la colección La Conquista del Espacio, la única que se publicaba entonces aparte de la Saga (estoy hablando de los primeros años setenta), degeneró tanto que acabé olvidándome de ella. Cuando surgieron otras colecciones más modernas, como Héroes del Espacio o Galaxia 2001, ya me había desentendido por completo de este subgénero.
Todo crecimiento cultural lleva añadido un aumento del sentido crítico, y eso supone a veces grandes desengaños. ¿Cuándo te has sentido más decepcionado por una novela de ciencia ficción?
Pues varias veces, demasiadas quizá... Y no por las novelitas de a duro, que al fin y al cabo no prometían nada que no pudieran ofrecer. Tampoco por los autores que nunca me han entusiasmado, como Philip K. Dick, Ray Bradbury, Harlan Ellison... Mis mayores decepciones, con categoría de enfados, me las han dado probablemente autores que yo admiraba como Asimov o Clarke, cuyas últimas etapas literarias han sido de penosa decadencia... En especial cuando Clarke (o su negro) destrozó novelas tan magníficas como Cita con Rama o 2001 con sus infames secuelas. La verdad es que me he vuelto muy desconfiado, lo que ha traído como consecuencia que no esté muy al día en ciencia ficción anglosajona reciente.
Además de ensayista, y como ya dije al principio, también eres escritor. Te hemos visto en publicaciones como PulpMagazine, Artifex, El Melocotón Mecánico y diversos fanzines, con una diferencia fundamental: los relatos de PulpMagazine son por encargo, mientras el resto son, por decirlo de alguna manera, de autor ¿Cómo te sientes más cómodo, ajustándote a una extensión, personajes y entorno o dejando que las ideas fluyan por si mismas?
Bueno, no se puede decir que mis cuentos de PulpMagazine sean de encargo... En realidad yo escribí el primer relato de la serie como un cuento más, sin la menor pretensión de continuarlo... Román Goicoechea me pidió que lo convirtiera en serie, cosa que acepté a regañadientes, pero en vista de la buena acogida decidí continuar... Y ya llevo escritos cinco o seis episodios. Pero quede claro que me encuentro muy a gusto escribiendo los cuentecillos de los Espaciogafes, y encima me puedo permitir el lujo de recurrir a todos los tópicos habidos y por haber de la ciencia ficción popular. En realidad tanto me gusta hacer una cosa como la otra, y las intercalo sin ningún problema, siempre estoy dispuesto a apoyar las iniciativas de cualquier aficionado, y no es raro encontrar mis cuentos en las más variadas publicaciones.
Hoy por hoy en España se edita mucha ciencia ficción, quizá en tiradas no tan grandes ni con la difusión que sería deseable, pero si hay una buena cantidad de proyectos en marcha ¿crees que estamos ante un resurgimiento del género?
Ante esta pregunta resulta inevitable recordar la famosa teoría de los ciclos acuñada por la extinta Nueva Dimensión: A unos años de bonanza seguirían otros de hundimiento, y viceversa... Y así había ocurrido hasta ahora principalmente por culpa de las grandes editoriales, para las cuales su interés por la ciencia ficción era puramente coyuntural y comercial. Recordemos que la compra de Martínez Roca primero, y Ultramar después por parte de Planeta supuso la desaparición de dos magníficas colecciones de ciencia ficción, y que Ediciones B interrumpió la reedición de las novelas del Orden Estelar, pese a que se estaban vendiendo muy bien, porque preferían dedicarse a otras ediciones más rentables... Eso sin contar con el problema de la distribución, que según Domingo Santos fue el que acabó con Nueva Dimensión.
Por fortuna ahora disponemos de dos factores nuevos que confío que sirvan para evitar un nuevo colapso. Por un lado, internet y el correo electrónico nos permiten a los aficionados estar en contacto continuo entre nosotros, y organizarnos sin limitaciones geográficas. No sé si otros colectivos estarán tan integrados en este fenómeno, pero desde luego nosotros lo hemos aprovechado a conciencia.
El otro factor, no menos importante, es el hecho de que los avances tecnológicos en el campo de la impresión permiten a cualquier editor aficionado ofrecer unos productos (libros y revistas) de calidad equivalente a la de una editorial comercial a unos precios perfectamente competitivos, algo que no ocurría en los años en los que los fanzines no eran más que unas tristes fotocopias grapadas. Basta con comprobar la oferta actual de novedades de ciencia ficción para ver que la mayor parte de ellas pertenecen a editoriales de aficionados o semiprofesionales, e incluso la mayor parte de las profesionales son pequeñas empresas que hace no muchos años no habrían podido soñar siquiera con competir con las grandes editoriales. Esto es algo que me hace sentirme optimista.
A este respecto, ¿qué autores actuales te están interesando más?
He de confesar que últimamente tengo muy abandonados a los norteamericanos, debido a que llegó un momento en que descubrí con desagrado que no me gustaban las novedades que venían de América. Sí procuro estar al corriente de lo que se publica en nuestro país, lo que me permite descubrir que se está escribiendo mucho, y muy bueno. ¿Nombres? Pues aparte de clásicos como Ángel Torres, Domingo Santos o Bermúdez Castillo, podría citar a Gallego y Sánchez, Saiz Cidoncha, Ramón Muñoz, Rafa Marín, Juanmi Aguilera... Y bastantes más cuyos nombres no recuerdo ahora. Y no perdamos de vista a un valor en alza como es Mario Moreno.
Recientemente se ha publicado. por parte de la editorial Robel, el volumen La ciencia ficción española, en el que tienes un notable protagonismo. Parece como si te estuvieras convirtiendo en el ensayista oficial de la ciencia ficción española. Bromas aparte, vamos en camino de que un estudio de la evolución de la ciencia ficción en España, sin la aportación de tus conocimientos específicos sobre las colecciones de a duro, sea considerado como un estudio incompleto.
(Riendo) No exageres. Hay mucha gente experta en este tipo de temas, aunque hasta ahora tan sólo muy pocos habían conseguido dar a conocer sus trabajos; te recuerdo que hace ya bastantes años Carlos Saiz Cidoncha leyó una tesis doctoral precisamente sobre este tema, la cual lamentablemente no alcanzó la difusión que se merecía. Yo concibo la investigación sobre la ciencia ficción española como un trabajo colectivo sobre el cual queda casi todo por hacer, y me considero tan sólo un engranaje más de la maquinaria necesaria para llevarlo a cabo.
Publicado el 15-11-2002 en el Sitio de Ciencia
Ficción
Actualizado el 24-1-2012