Base secreta
Esta novela, publicada inicialmente con el número 374 de La Conquista del Espacio, abre ahora el tomo 28 -y último- de la edición de Robel y, asimismo, el último ciclo de la vasta historia estelar de Ángel Torres Quesada, el correspondiente a la Liga Estelar, la organización que sustituye a la desaparecida Superioridad... ciclo ciertamente corto, ya que tan sólo cuenta con dos estregas, ésta y la que completa el tomo. Curiosamente en la edición original no aparece ninguna mención expresa a la Superioridad, aunque al igual que hiciera en otras ocasiones, al revisar el texto el autor ha introducido algunas breves alusiones que permiten anclar Base secreta, esta vez sin la menor ambigüedad, en la posición cronológica que le corresponde.
La narración tiene su inicio en una remota región del cosmos donde dos planetas vecinos están a punto de entrar en guerra: Drole, habitado por una raza humanoide, y Ruender -llamado Rucer en la versión original-, poblado a su vez por humanos. Pese a la afinidad racial con los segundos la Tierra se mantiene neutral en el conflicto aunque, por motivos de seguridad, ha decretado la evacuación de sus ciudadanos residentes en ambos planetas.
Walt Lang es el capitán del Gades, un buque civil que, por encontrarse accidentalmente en las cercanías de Drole, ha recibido órdenes del gobierno terrestre de dirigirse al planeta con objeto de evacuar a los ciudadanos terrestres. Así lo hace Lang, viéndose obligado a afrontar los reproches de los gobernantes locales, que no comprenden las razones de la decisión ya que, según ellos, la guerra será breve y quedará saldada con su victoria, con los cual los humanos asentados en su planeta no corrían el menor peligro. Lang se disculpa alegando que se limita a cumplir órdenes superiores, recibiendo de manos del propio Regente de Drole una tarjeta con la ruta programada que deberá seguir el Gades una vez haya despegado con destino a la Tierra: un largo rodeo respecto al camino más directo pero, a decir de sus anfitriones, mucho más seguro al evitar las zonas de posible conflicto.
De vuelta a la nave, tras comprobar que todos los pasajeros están a bordo Lang ordena el despegue siguiendo la ruta diseñada por los drolitas, para lo cual entrega la tarjeta programada a su segundo, el teniente Don Clinf, encargándole que la inserte en el ordenador de a bordo. Acto seguido, y muy a su pesar, procede a ejercer de relaciones públicas con los evacuados, varios de los cuales comienzan enseguida a llamar su atención: un enigmático Tugh Mesh, al parecer historiador, que insiste una y otra vez en revelarle algo según él sumamente importante, siempre en los momentos más inoportunos; Iris Resae, una bella periodista con la que pronto intimará en el sentido más literal de la palabra, firme defensora de los ruenderianos al tiempo que no disimula su aversión por los drolitas, pese a estar destacada como corresponsal en su planeta; y por último Thomas Spencer, delegado -una especie de cónsul honorario- de la Tierra en Drole, máxima autoridad civil al no existir relaciones diplomáticas entre ambos planetas y que, a diferencia de Iris, vuelca sus simpatías por los drolitas, lo que provoca un fuerte enfrentamiento entre ambos, con el capitán Lang de incómodo testigo, al acusarle la periodista de ser el responsable de que el gobierno terrestre no apoye a los humanos de Ruender.
Pero no es esta discusión, ni tampoco la impaciencia de Mesh, lo que turba durante las horas siguientes a Lang, sino la alarma que provoca la desaparición de su segundo, que no se presenta a cumplir el relevo en el puente de mando. Tras buscarlo por toda la nave finalmente lo encuentran, inconsciente y enfermo, en el módulo de control, a donde se había dirigido para insertar la tarjeta. Aunque según el médico de a bordo su vida no corre peligro, éste muestra su extrañeza al diagnosticarle una extraña enfermedad inexistente en ese sector de la galaxia, la cual, aunque no es mortal ni causa secuelas, provoca una inconsciencia temporal en el enfermo.
Pero no acaban ahí los problemas; poco después, los navegantes descubren con alarma que el Gades, en lugar de seguir la ruta prevista, se ha internado de lleno en la zona donde según todos los indicios tendrá lugar el choque entre ambas armadas; puesto que el único que podría explicarles la razón del extraño desvío permanece inconsciente en la enfermería y los sistemas de navegación de la nave, una vez introducida la ruta, no pueden ser alterados, tan sólo les queda aceptarlo. Cuando el navegante calcula el recorrido de la nueva ruta, éste descubre con sorpresa que ésta les conducirá hasta un planeta de tipo terrestre propiedad de la Liga Estelar pero deshabitado, ya que no está prevista su colonización por el momento. El planeta, de nombre Istacia, se encuentra equidistante entre Drole y Ruender, lo que hace sospechar a Lang que pueda tratarse de una jugarreta de los aparentemente amistosos drolitas.
Una vez que el Gades entra en órbita alrededor de Istacia, Lang decide aterrizar con objeto de poder calcular la nueva ruta con mayor comodidad, aunque por motivos de seguridad prohíbe desembarcar al pasaje y a la tripulación. Esta decisión provoca las iras del enigmático Mesh, que se descubre al revelar el nombre del planeta cuando éste es desconocido para todos los pasajeros.
Sospechando que éste pueda ser el responsable del desvío y de la misteriosa enfermedad de su segundo, Lang se dirige a la enfermería y solicita al médico que acelere su recuperación. Así lo hace éste y Clinf, aunque todavía mareado, no duda en identificar a Mesh como la persona que le asaltó inoculándole la enfermedad; aunque, para sorpresa de su compañero, afirma que con anterioridad al incidente había procedido a estudiar la ruta suministrada por los drolitas y que ésta era la correcta. Así pues, todo hace pensar que ha sido Mesh, y no éstos, quien ha provocado el cambio de trayectoria de la nave.
Inmediatamente Lang ordena a la tripulación la captura del sospechoso; pero éste, adelantándosele, ya ha movido sus cartas: tras inutilizar parte de los equipos del puente de mando, lo que obliga a la Gades a permanecer en Istacia hasta que los daños hayan sido reparados, ha capturado un deslizador y, tras apoderarse de Iris para utilizarla como rehén, se ha fugado huyendo hacia algún punto desconocido del planeta.
Lang no lo duda un solo instante y, acompañado muy a pesar suyo por Spencer y por varios miembros de la tripulación, parte en persecución suya. Cuando descubre que Mesh ha tomado tierra hace lo propio y, dejando a Spencer al cuidado del deslizador, intenta alcanzar al fugitivo formando una pinza con los ocupantes del otro deslizador que le acompañaba. Sin embargo, no tiene suerte y es sorprendido por Mesh, que logra desarmarlo después de haber dejado inconsciente a Spencer e inutilizado el motor del vehículo.
Mesh intenta convencer a Lang, sin resultado, de que no tenía otra alternativa que la de obrar como lo hizo, llevándose con él a Iris como garantía de que no sería abandonado en Istacia. También afirma haberse visto obligado a provocar el aterrizaje en el planeta como única manera de poder realizar un trabajo ineludible, tras lo cual se entregará y aceptará ser llevado a la Tierra en calidad de prisionero. El capitán, perplejo, le pide explicaciones, y éste a su vez le invita a visitar algo oculto en un profundo cañón que, asegura, le hará cambiar de opinión respecto a él.
En ese momento la brusca irrupción de un animal salvaje provoca un vuelco en la situación al lograr Lang reducir a su rival haciéndose con las armas, pero su sorpresa es aún mayor cuando aparece Iris y, lejos de comportarse como un rehén, demuestra estar confabulada con el fugitivo, desarmando de nuevo al capitán al tiempo que desgarra su corazón, ya que éste teme, con bastante fundamento, haber sido utilizado por la muchacha.
Mientras tanto los ocupantes del tercer deslizador, alarmados por el silencio de su capitán, llegan hasta el vehículo inutilizado, descubriendo al todavía inconsciente delegado, al cual consiguen reanimar. A la preocupación por la desaparición del capitán se suma ahora otra, ya que desde el Gades les informan de que un navío de guerra drolita fuertemente armado se dirige en derechura hacia Istacia y que, a pesar de las reiteradas llamadas del carguero, no sólo no responde a ellas, sino que además provoca unas interferencias que impiden la comunicación de los náufragos con cualquier otro planeta.
Ante el temor de que sus intenciones no sean precisamente pacíficas, una sospecha reforzada por el hecho de que Istacia pertenece a la Liga Estelar y, por lo tanto, ninguno de los dos bandos contendientes tiene el menor derecho legal a internarse en él, el oficial que está circunstancialmente al mando del carguero, que es precisamente uno de los miembros de la tripulación del tercer deslizador, ordena a los navegantes que despeguen inmediatamente para evitar un posible ataque, interponiendo entre ellos y el crucero la masa del planeta. Esto deja varados en tierra tanto a los fugitivos como a Lang y a sus compañeros de la expedición de rescate, pero no existe otra posibilidad y, con un poco de suerte, intentarán embarcar cuando el Gades complete la órbita antes de huir rumbo a la tierra. Y si no hay suerte... quedarán en Istacia para siempre.
Mientras tanto Lang, de nuevo prisionero de sus captores, es conducido al deslizador, el cual se introduce en el ciclópeo desfiladero. La irrupción de la nave drolita le ha desconcertado, pero no así a Mesh ni a Iris, que afirman que lo único que les ha sorprendido es que haya aparecido más pronto de lo esperado... porque, le explican, todo se debe a un plan minuciosamente trazado.
Mesh se identifica como nativo de Ruender, aunque con nacionalidad terrestre. Iris es terrestre, pero se ha comprometido con la causa de Ruender que no es otra que la de defenderse de la agresión injustificada de Drole, en contra de lo que han hecho creer a las autoridades de la Liga. Y no sólo eso sino que, violando la neutralidad de ésta, han establecido una base secreta en Istacia -situado a mitad de distancia entre ambos planetas contendientes- a partir de la cual pretenden sorprender a los ruenderianos con un ataque relámpago que desarbole sus defensas, lo que permitirá a una segunda flota, ésta procedente de Drole, dar el golpe de gracia a sus desventurados vecinos.
Huelga decir que, de saberlo, la Liga tomaría medidas de forma inmediata contra Drole, razón por la que sus gobernantes lo han mantenido en secreto. La labor de Mesh e Iris no era otra que la de recabar toda la información posible y, una vez fuera de Drole, intentar conjurar la amenaza. Por esta razón Mesh había intentado hablar infructuosamente con Lang en varias ocasiones y, al no conseguirlo, se había visto obligado a provocar el desvío del Gades de su ruta, con objeto de poder desplazarse hasta Istacia.
Lo que pretende no es otra cosa que destruir la base secreta de sus enemigos, algo que no debería ser demasiado complicado ya que toda la instalación es automática, incluyendo los propios navíos de guerra en un total de 250, cada uno de los cuales está encerrado en un hangar en forma de domo, todos ellos escondidos en la zona más recóndita del desfiladero. En realidad no es necesario destruir todos los domos sino tan sólo a uno de ellos, el que alberga los sistemas de control de la flota, pero ¿cuál es de todos ellos? Eso es algo que por desgracia ignoran.
Y ahora tienen además que luchar contrarreloj, puesto que el crucero drolita es el encargado de activar la flota y conducirla hasta su destino. Huelga decir que la presencia del Gades en Istacia supone para ellos un inconveniente ya que no desean la existencia de testigos molestos que pudieran ponerlos en evidencia frente a las autoridades de la Tierra y la Liga Estelar, razón por la que cabe presumir que harán todo lo posible por destruirlo asesinando a la totalidad de sus ocupantes.
Ante tales evidencias, Lang acepta la petición de colaborar con sus antiguos captores. Mesh cuenta con explosivos y con la copia de una llave electrónica que le permitirá abrir el domo maestro, pero se ven obligados a ir intentándolo uno por uno... y el tiempo apremia. Aunque ellos todavía no lo saben, el comandante del crucero enemigo, al que también le urge cumplir con su misión, decide ignorar por el momento a la escurridiza Gades centrando su atención en la activación de la flota secreta. Descienden sobre el desfiladero... y allá encuentran a los protagonistas, todavía empeñados en buscar su objetivo. Gracias a su superioridad numérica los soldados drolitas capturan con toda facilidad a los tres humanos, los cuales son llevados en calidad de prisioneros a presencia de su almirante.
Éste, además de confirmar cínicamente los planes de su gobierno, les comunica con toda frialdad que procederá a asesinarlos con objeto de no dejar atrás testigos molestos, dejándoles con vida -únicamente porque lo otro es más urgente- hasta que la flota espacial oculta bajo los domos haya sido puesta en órbita.
Mientras tanto, los compañeros de Lang desembarcados en el otro deslizador siguen intentando buscar desesperadamente a los desaparecidos pese a la oposición de Spencer, que insiste una y otra vez intentando convencerlos de que vuelvan al antiguo lugar de aterrizaje de la Gades para tratar de ser rescatados por ella, dejando abandonados al capitán y a sus acompañantes a su propia suerte. Sin hacerle caso se escabullen sigilosamente hasta el fondo del cañón, descubriendo allí el largo rosario de domos y a un destacamento de soldados drolitas, al parecer custodiando uno de ellos. Los dos astronautas -Spencer ha quedado atrás, junto a su vehículo- están dudando si atacarlos o no, cuando una pequeña navecilla de pasajeros aterriza a su lado. Aunque ellos no lo saben, ésta transporta en su interior no sólo al almirante y a una pequeña dotación de soldados, sino también a sus prisioneros. El militar drolita, en su taimada crueldad, ha decidido llevarlos consigo para que contemplen el despegue de la flota, asegurándoles que los abandonará acto seguido en uno de los domos para que perezcan víctimas de la explosión con la que provocarán la destrucción de los hangares una vez éstos hayan quedado vacíos, como forma de destruir las pruebas de su presencia allí.
El azar jugará en esta ocasión a favor de los protagonistas. Tras desembarazarse de los desprevenidos soldados drolitas, los dos astronautas terrestres la emprenden a tiros con la nave, atravesando su delgadas paredes y matando asimismo a varios de sus ocupantes. Lang no pierde el tiempo y, aprovechando la confusión, se suma a la refriega poniendo fuera de combate a varios más y haciendo prisioneros al resto. Finalmente ambos grupos se reúnen, teniendo en su poder al almirante y a pocos los soldados que no han perecido durante el tiroteo.
Es el momento de Mesh, que sabedor de cual es el domo donde se esconde la nave que sirve de control al resto de la flota -sus propios enemigos se lo han indicado al dirigirse rectamente a él- abre su cubierta y arroja al fondo la respetable provisión de explosivos que había traído consigo en el deslizador. Sólo le queda conectar el detonador y salir corriendo de allí, pero en ese momento entra en escena un actor inesperado: el medroso Spencer, que se revela en ese momento como un traidor a la humanidad al haberse aliado con los drolitas, siendo incluso el verdadero cerebro -como no tiene empacho en reconocer- de la construcción de la base secreta en Istacia, aprovechándose de sus conocimientos para que sus aliados pudieran eludir la vigilancia de las astronaves de la Liga Estelar. Su pago serían, de vencer Drole en la guerra, unas jugosas concesiones comerciales que le enriquecerían rápidamente.
Spencer intenta impedir que Mesh conecte el detonador pero éste, jugándose la vida, logra hacerlo antes de caer fulminado por su enemigo. Acto seguido se produce una refriega en la cual tanto los drolitas supervivientes como el traidor Spencer son fulminados por Lang y sus compañeros, los cuales huyen precipitadamente de allí en la maltrecha nave drolita poniendo tierra por medio antes de que el detonador provoque la destrucción del domo.
Pese a que la nave está seriamente averiada por los disparos consiguen salir a tiempo del desfiladero, justo antes de que una terrorífica explosión conjure el peligro arrastrando con ella -se ha producido una reacción en cadena que se ha extendido a buena parte de los domos- incluso al crucero de Drole posado en sus cercanías. Todavía tienen el temor de no encontrar a la Gades de vuelta a su circunvolución al planeta para evitar al navío enemigo, pero no es así y finalmente son rescatados por los suyos.
Aquí termina la edición original de la novela, pero en la reedición de Robel Ángel Torres introdujo un nuevo capítulo, a modo de epílogo, en el cual se explica que, informadas las autoridades terrestres de lo ocurrido, la Liga Estelar toma cartas en el asunto dando un ultimátum a Drole. Tras caer la facción belicista del gobierno, sus nuevos responsables solicitan un armisticio con Ruender, el cual será supervisado por la Tierra. Huelga decir que Lang y sus compañeros son recibidos como héroes, y todavía más evidente es que Lang e Iris consolidarán su romance.
Publicado el 22-10-2005 en el Sitio de Ciencia Ficción