Surgieron de las profundidades




Se inicia el volumen 18 de Robel con este título, aparecido inicialmente con el número 357 de La Conquista del Espacio, y no reeditado desde entonces, debido a que la edición de Ediciones B quedó truncada en el ejemplar anterior.

En realidad Surgieron de las profundidades, tercera y última entrega del Ciclo múrido, no pertenecía inicialmente al Orden Estelar sino que, al igual que ocurre con La amenaza múrida, se trataba de una novela independiente vinculada con Invasor del Más Allá a través de la figura de Traoll, el megalómano múrido enemigo mortal de los humanos. Aunque su argumento es independiente asimismo del de La amenaza múrida, presenta con ella varias similitudes, como lo es el desarrollarse en la Tierra actual mediante el consabido viaje a través del tiempo. Una leve modificación del final de la novela, con la introducción de Alice Cooper y Adán Villagrán como personajes invitados permitió su inclusión en la nueva edición de Robel, con la que la versión original no mantiene mayores diferencias que las ya reseñadas.

Surgieron de las profundidades se desarrolla en algún lugar perdido de los desiertos del Medio Oeste, el pequeño y somnoliento pueblo de Mesitas, habitado principalmente por mexicanos y cuyo sheriff, Hans Riks, harto de vegetar, está deseando abandonar para buscar un futuro mejor en la vecina California. Hasta ese rincón olvidado ha llegado Henry Grenier, un enigmático investigador que, sin más ayuda que la de Andrés, un peón mexicano, lleva meses dedicándose a cribar minuciosamente el desierto en busca de algo que se ha negado en redondo a desvelar.

El trabajo de Grenier y su peón se desarrolla tan monótonamente como la vida del cercano pueblo, hasta que un día el mexicano le informa que ha sido perseguido por un extraño oso... animal que, huelga decirlo, no figura entre la fauna local. Intrigado Grenier se apresta a rastrear a tan enigmático animal, descubriendo poco después que las afirmaciones de su empleado eran ciertas.

Un par de semanas después el sheriff Riks recibe la visita de Betty Grenier, la hermana de Henry, la cual le manifiesta su preocupación ante el hecho de que su hermano lleva tiempo sin comunicarse con ella, lo que le hace temer un posible percance. Aunque el sheriff no había dado mayor importancia al hecho de que éste no diera señales de vida -solía pasar bastantes días en el desierto sin aparecer por Mesitas-, ante la insistencia de Betty accede a acompañarla en busca del presunto desaparecido, auxiliados por unos rastreadores locales. Según la muchacha, su hermano estaba tras la pista de unos extraños sucesos ocurridos varios años atrás y nunca esclarecidos, en los cuales un grupo de excursionistas habían desaparecido sin dejar rastro tras internarse en una zona remota y deshabitada plagada de cuevas sin explorar.

Al llegar al campamento de Grenier, descubren que éste lleva varios días abandonado, y además ha sido saqueado recientemente por alguien que se ha llevado los víveres y las municiones. Guiados por los rastreadores se internan en la parte más accidentada de la comarca, un complejo conjunto de barrancos resecos y cuevas por el que los habitantes de la zona no acostumbran a internarse. Tras una búsqueda infructuosa, finalmente descubren a Andrés, el ayudante de Grenier, herido y enloquecido, el cual les cuenta entrecortadamente una inverosímil historia según la cual habrían sido atacados y capturados -aunque él finalmente había conseguido escapar de su tenaz persecución- por unas gigantescas ratas de talla humana, al parecer poseedoras de inteligencia puesto que manejaban unas toscas -pero efectivas- armas de fuego.

Aunque a los protagonistas les resulta difícil creer el relato de su compañero, éste les conduce al lugar donde, según él, yace el cadáver de uno de sus enemigos... y efectivamente, sus dudas se disipan ante la evidencia. Puesto que de Grenier no existe ni el menor vestigio, deciden volver al pueblo lo más rápidamente, siendo atacados en tromba por los múridos. Por fortuna consiguen escapar, pero uno de ellos, el guía nativo, es capturado y asesinado por las feroces ratas.

El escenario de la narración describe ahora un giro, mostrando al lector el cubil de los múridos, en el cual el líder de los mismos, de nombre Telgun, amonesta ferozmente a sus subordinados por haber dejado escapar a los humanos, al tiempo que lamenta también que éstos hayan asesinado al único cautivo, lo que le impide interrogarlo. Telgun es tan sólo el lugarteniente de un enigmático Profeta que, residente en una astronave situada en órbita alrededor de la Tierra -se comunica con su subordinado por televisión-, ha inducido una aceleración evolutiva en las inofensivas ratas terrestres, creando una nueva raza a la que ha imbuido la fanática doctrina religiosa del dios Traoll, según la cual los múridos han de arrebatar a los humanos la supremacía del planeta. Este Profeta, del que en ningún momento se llega a conocer su verdadero nombre, es en realidad un discípulo de Traoll que, en vez de intentar rescatar a su maestro tal como lo hicieran sus fracasados camaradas, ha optado por actuar en solitario, reproduciendo en la Tierra de su remoto pasado el mismo experimento que permitió a éste poner en jaque a los humanos del planeta Ompya. Pero esto no lo sabrá el lector hasta más adelante.

Pese a los sucesivos fracasos de la huida de Andrés y la posterior del equipo de rescate, Telgun todavía conserva en su poder a Grenier, al que mantiene prisionero en su fortaleza subterránea. Pero se sabe descubierto y, tras las acres amonestaciones del Profeta, decide dar un paso adelante en sus planes, deshaciéndose de todos los posibles testigos molestos de la manera más explícita.

Mientras tanto, la partida del sheriff Riks ha regresado a Mesitas tropezándose con la incredulidad de sus habitantes, que rechazan de plano la propuesta del sheriff de evacuarlo, pese a que el pueblo se ha quedado totalmente aislado de manera inexplicable, no sólo por teléfono sino también por radio. Así pues, solamente éste, Betty Grenier, Andrés y Manolita, una muchacha mexicana de la que está enamorado Henry Grenier, ponen finalmente tierra por medio... aunque no llegarán demasiado lejos. Telgun ha movido sus piezas con rapidez, sometiendo a la comarca a un férreo bloqueo del que no puede escapar ni una mosca y, acto seguido, desata una feroz campaña de exterminio.

Cuando el sheriff y sus acompañantes llegan a un motel situado a varias decenas de kilómetros del pueblo, encuentran a todos sus ocupantes masacrados. Conscientes de que la carretera está vigilada deciden volver a Mesitas, descubriendo espantados que la pequeña aldea ha sido arrasada y la totalidad de sus habitantes bárbaramente asesinados. Sabiéndose atrapados en una ratonera dudan acerca de donde ir; su única posibilidad es la de atravesar el desierto, pero ni siquiera pueden llegar a intentarlo porque poco después son hechos prisioneros por las huestes de Telgun y llevados a su cubil.

Una vez allí, a la satisfacción de saberse con vida -son los únicos supervivientes del centenar de almas que habitaban hasta poco antes en Mesitas- y de encontrar sano y salvo a Henry Grenier, se sobrepone la incertidumbre de su futuro. El líder de los múridos no les oculta sus planes, que no son otros que los de culminar la creación de un ejército de millones de ratas mutantes con las cuales se lanzará a la conquista de la Tierra, reduciendo a los humanos que sobrevivan al papel de meros esclavos de los roedores. Para ello cuenta con un auténtico fortín excavado pacientemente en las rocas del desierto, y también con una extraña tecnología que le suministra, ninguno de los cautivos sabe cómo, el misterioso Profeta.

Pero la mayor sorpresa se la llevan cuando Grenier reconoce que ha establecido un pacto con el múrido: su vida, y la de sus compañeros, a cambio de apoyo en su guerra de exterminio. Pese a todo su poderío, Telgun necesita humanos que le sirvan como intermediarios en sus posibles negociaciones con las autoridades, y pretende utilizarlos con ese fin. Como cabe suponer, en realidad el prisionero tan sólo intenta ganar tiempo, y el sheriff adopta idéntica decisión, lo que les permite mantener a salvo -siquiera por el momento- sus propias vidas y las de sus compañeros.

Básicamente, lo que el múrido desea de ellos es recabar información acerca del poderío militar y tecnológico de los Estados Unidos, la cual le comunican gustosos exagerándola, eso sí, todo lo posible. Asimismo, Telgun se muestra sumamente interesado por unas extrañas apariciones de una misteriosa mujer rubia en pleno desierto. Ciertamente, a los dos humanos habían llegado algunos comentarios al respecto que circulaban de boca en boca entre los supersticiosos lugareños aunque, claro está, no le habían dado mayor importancia; pero siguiendo con su táctica de exagerar todo lo posible los datos transmitidos al enemigo, no dudan en darles carta de naturaleza.

Pero el tiempo pasa, y su cautiverio no parece tener fin. Gracias a la recepción de la señal de emisoras locales saben que, tras una infructuosa investigación de la masacre de Mesitas, el gobierno de los Estados Unidos parece haber renunciado a desentrañar el misterio, para alivio de los múridos y desesperación de sus prisioneros, que ven cómo sus posibilidades de fuga se esfuman... a la par que, conforme descubren el verdadero poderío de sus enemigos, concluyen que su amenaza contra la humanidad va muy en serio.

Finalmente, el propio Profeta decide interrogarlos personalmente. Aunque Grenier y Riks suponían que la entrevista sería vía televisión, el líder de los múridos se traslada a la guarida subterránea mediante un artilugio teletransportador, lo que da buena muestra de su avanzada tecnología, sin paragón con la humana. Para sorpresa de los dos prisioneros, la mayor preocupación de su enemigo resulta ser no la posible respuesta militar de los Estados Unidos a su intento de invasión, sino las enigmáticas y dudosamente verosímiles apariciones de la misteriosa mujer fantasma.

Acto seguido, les explica las motivaciones de su peculiar cruzada, algo ya conocido por los lectores: él es uno de los seguidores attolitas de Traoll y, tras la derrota de éste en el planeta Ompya en un lejano futuro, decidió continuar la obra de su maestro; y puesto que sus enemigos -attolitas, rills y los humanos del Orden Estelar- vigilaban atentamente en su época, había decidido trasladarse a la Tierra del pasado para intentarlo de nuevo, en una época en la que los humanos no serían rivales para él. De hecho, la situación política del planeta le facilita mucho su labor, ya que planea provocar enfrentamientos entre las distintas potencias -incluso una tercera guerra nuclear en la primera versión de la novela- que debiliten lo suficiente a la humanidad como para poderse hacer con el control del planeta con un mínimo esfuerzo.

Espantado por la magnitud de la amenaza, Grenier es incapaz de fingir durante más tiempo y, ante la impotencia de su compañero, se abalanza contra el múrido intentando asesinarlo... sin el menor resultado, por supuesto, puesto que éste repele la agresión con toda facilidad. Claro está que, a partir de ese momento, las cosas cambian dramáticamente; Grenier es encerrado sin miramientos, e incluso el propio Telgun cae en desgracia ante su superior, siendo reemplazado por su ambicioso lugarteniente Munco. Por su parte el sheriff Riks, que ha conseguido mantener la sangre fría, es mantenido por el Profeta como asesor suyo. Al menos por el momento está a salvo y con él sus compañeros, pero la ferocidad de Munco en contraposición a la relativa ecuanimidad del defenestrado Telgun les hace alentar sombríos temores.

Algo más tarde, Riks es llamado de nuevo, esta vez en solitario, por el Profeta. Telgun le comunica que no estará presente en la entrevista, algo que entra en conflicto con los planes del sheriff; pero éste guarda un as en la manga, un pequeño receptor que ha conseguido escamotear y camufla entre sus ropas. Así pues, advierte al abatido múrido de que esté pendiente de la red de intercomunicadores existente en la guarida.

Para sorpresa del sheriff, el múrido se encuentra de buen humor y accede a responder a todas sus preguntas. Sí, planea hacerse con el control de la Tierra para, utilizándola como base de operaciones, lanzar a sus ejércitos de ratas evolucionadas contra sus verdaderos enemigos, los traidores gobernantes de Attol y los odiados rills, que nunca esperarían un ataque llegado desde las profundidades del espacio. Hábilmente, Riks consigue hacer confesar al Profeta sus verdaderas intenciones hacia las ratas terrestres una vez conseguido su objetivo: cuando ya no le sean útiles, las dejará abandonadas a su destino ya que éstas, pese a su sorprendente evolución, siguen siendo toscas y salvajes en comparación con sus parientes attolitas.

Con lo que no contaba el pérfido Profeta, es que Telgun ha oído sus palabras gracias al comunicador que llevaba oculto Riks y, terrestre al fin y al cabo pese a su naturaleza de roedor, tras desembarazarse de Munco y de los guardianes que custodiaban el recinto donde tiene lugar la entrevista, irrumpe en éste rebosando odio por todos sus poros, abatiendo de un disparo a su antiguo superior antes de que éste, perplejo, pueda reaccionar siquiera.

Aunque ha desaparecido su líder, no por ello se ha exitinguido la amenaza contra la humanidad. En la guarida subterránea sigue habiendo millones de ratas evolucionadas, y su circunstancial aliado Telgun está malherido y sin duda no sobrevivirá durante mucho tiempo. Precipitadamente ordena a Riks que recoja a sus compañeros y se pongan todos a salvo huyendo al exterior, mientras él intenta detener durante algún tiempo a las hordas de sus antiguos soldados, que ahora le atacan con furia. El sheriff no se lo hace repetir, pero urde por su cuenta un desesperado plan en un intento de destruir el refugio de sus enemigos: por las cercanías de algunas galerías discurre un río subterráneo, lo que había obligado a los múridos a construir un sólido muro de contención. Destruyendo el dique ese mundo de pesadilla quedará inundado y sus habitantes ahogados, pero el riesgo a correr es demasiado elevado para sus propias vidas. No obstante, deciden hacerlo.

El plan de Riks es llevado a cabo con éxito; con demasiado éxito, puesto que las aguas furiosas les persiguen haciendo inútiles sus intentos de ponerse a salvo. Pero en el último instante, cuando ya la muerte les pisaba los talones, ocurre el milagro...

Cuando quieren darse cuenta, los cinco protagonistas se encuentran en el exterior de la inundada guarida, en la superficie del desierto, y junto a ellos se encuentran sus salvadores: la enigmática mujer de cabellos dorados, otros dos humanos y un múrido. Éstos se presentan: se trata de dos miembros de un para ellos desconocido Orden Estelar -huelga decir que Alice Cooper y Adán Villagran-, y los representantes de Rill y Attol. Todos ellos, aliados ante la amenaza común, habían rastreado al discípulo de Traoll hasta la remota Tierra del pasado, mostrándose ahora satisfechos por haber conjurado el peligro. Antes de despedirse, acceden a comunicar telepáticamente a uno de los supervivientes, Henry Grenier concretamente, los rasgos principales de su historia, al tiempo que les piden a todos ellos que guarden silencio sobre lo ocurrido.

Y así acaba la novela en la edición de Robel, mientras que en la original de Bruguera, tal como he comentado, no existe la menor mención al Orden Estelar ni, por supuesto, aparecen Adán Villagran y Alice Cooper en ningún momento. En ella, por el contrario, los protagonistas se salvan de la inundación por sus propios medios, siendo rescatados poco después en el desierto. Antes, de común acuerdo, habían decidido guardar silencio sobre lo ocurrido, ante la certeza de no ser creídos.

Al llegar a este punto, se plantea la inevitable pregunta: ¿fue acertada la inclusión de esta novela en el Orden Estelar? En principio la idea era lógica, dado su vínculo común -los múridos- con Invasor del Más Allá, al igual que lo hubiera sido hacer lo mismo con La amenaza múrida. Pero puesto que su argumento era en sí mismo muy cerrado, su modificación no resultaba fácil. Ángel Torres obró de forma lógica reduciendo la aparición de la pareja formada por Alice Cooper y Adán Villagran a lo estrictamente imprescindible, algo por cierto que ya había realizado de forma original en otras novelas, pero lamentablemente la revisión de la novela se realizó de una manera un tanto precipitada por razones ajenas a la voluntad de su autor, lo cual provoca que la resolución de la misma haya quedado un tanto forzada. No obstante, y considerada por sí sola, Surgieron de las profundidades podría haber sido un magnífico guión para una buena película fantástica... si Ángel Torres hubiera nacido en los Estados Unidos, en lugar de hacerlo en la española ciudad de Cádiz.



Publicado el 21-1-2005 en el Sitio de Ciencia Ficción