Luna de Sangre
O Luna sangrienta. Tras este dramático apelativo, que parece tomado de una película de terror, se esconde un fenómeno astronómico completamente natural y vinculado a los eclipses totales de luna, consistente en que nuestro satélite, cuando entra en el cono de sombra de la Tierra, adquiere un color profundamente rojizo muy diferente al blanco amarillento habitual.
Este cambio de color se debe al hecho de que, durante la fase de eclipse total, la Luna no recibe la luz que la ilumina del Sol, como es lo habitual, sino la reflejada por la Tierra y, más concretamente, por la atmósfera. Como es sabido, los gases que la componen filtran la luz de distinta manera según el color, dispersando los rayos de tonalidad azul y verde -por eso el color del cielo es precisamente azul- y dejando pasar los rayos rojizos, que son los que iluminan a la Luna.
Un fenómeno ópticamente similar ocurre cuando la Luna está baja sobre el horizonte, ya que entonces su luz tiene que atravesar tangencialmente la atmósfera atravesando un espesor de la misma superior a cuando está alta sobre el horizonte, por lo que se produce también un filtrado de la luz azul llegando hasta nuestros ojos sólo la roja.
Publicado el 15-4-2014