Amemos Alcalá. Un artículo de Luis Astrana Marín





Retrato de Luis Astrana Marín, por Manuel Benedito



Luis Astrana Marín, nacido en la localidad conquense de Villaescusa de Haro en 1889 y fallecido en Madrid en 1959, fue un escritor y periodista que se significó sobre todo en el campo del cervantismo, convirtiéndose en uno de los principales expertos en la vida y la obra de Cervantes, labor que quizá oscureció otros importantes trabajos suyos como fueron la edición de las obras completas de Quevedo y de Calderón de la Barca, la traducción de las de Shakespeare, de quien también escribió una biografía, o las biografías de Quevedo, Lope de Vega, Cristóbal Colón y Séneca.

Astrana fue el fundador, en 1953, de la Sociedad Cervantina, y entre 1948 y 1958 publicó los siete volúmenes de su monumental Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, una biografía del autor del Quijote fundamental para Alcalá puesto que fue en ella donde desentrañó toda la compleja relación de la familia de Cervantes con Alcalá, dejando demostrada sin ningún tipo de duda -si es que para entonces todavía quedaba alguna, al menos en los ámbitos académicos- su naturaleza alcalaína; lo que no impidió, dicho sea de paso, que incluso a estas alturas siga habiendo aún presuntos eruditos de pueblo, cuando no directamente iluminados al servicio de ideologías retrógradas, que siguen defendiendo las más peregrinas teorías acerca del lugar de nacimiento de Cervantes, con un tesón merecedor de mejores causas. Pero ésta es otra historia, y tampoco es cuestión de concederles una importancia que no se merecen.

Su obra fue también extremadamente importante para Alcalá, dado que permitió localizar la verdadera casa natal de Cervantes, suplantada durante un siglo por la indicada en una apócrifa leyenda local que pretendía ubicarla en la calle de Cervantes, bautizada así por este motivo, en la que otrora fuera la huerta del convento de Capuchinos y posteriormente la tapia del solar anejo al Teatro Salón Cervantes, justo donde durante muchos años existió una terraza de verano aneja al entonces cine. Esta tapia perduró hasta no hace muchos años, y fue derribada a raíz de la construcción en ese solar de la ampliación del restaurado teatro.




Portada del primer tomo de la Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra


Es gracias a él por lo que contamos hoy con un espléndido museo que aunque tiene mucho -quizá demasiado- de recreación, empezando por la falsa fachada principal que se le adosó agregando a la casa original, el número 2 de la calle de la Imagen, el solar frontero que daba a la calle Mayor, no por ello deja de tener importancia porque, pese a todas las modificaciones que experimentó a lo largo de varios siglos, fue realmente la casa natal de Cervantes... o al menos, si queremos ser puristas, la casa donde residían sus padres en el momento de su nacimiento.

Pero Astrana, además de cervantista, fue un amante de Alcalá, aunque la ciudad no le correspondería hasta muchos años después de su muerte, dedicándole una calle en 1985 y erigiéndole una estatua en 1997, originalmente situada frente a la Capilla del Oidor y, tiempo después, trasladada a la parte trasera del ábside de la desaparecida parroquia de Santa María, en el inicio de la calle de los Colegios, un “destierro” difícil de entender y por el que el Ayuntamiento no dio nunca la menor explicación.

Además de recomendarles encarecidamente la lectura de la Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra1, me ha parecido interesante reproducir íntegro el artículo que publicó en ABC, periódico del que era colaborador, el 10 de octubre de 1940, dado que refleja perfectamente su amor por una Alcalá que no se mostró con él nada agradecida mientras vivió, que es cuando hay que hacer las cosas en lugar de posponerlas a título póstumo.

Advierto, eso sí, que algunas partes de su redacción podrán resultarles un tanto, digamos, arcaicas; pero hay que tener en cuenta que el artículo fue escrito cuando hacía apenas poco más de un año que había terminado la Guerra Civil, y ya sabemos cual era entonces el clima político y social de la España franquista. Por otro lado, según las biografías que he consultado Astrana no se identificó con ninguno de los dos bandos durante el conflicto, aunque resulta evidente que le dolía Cervantes, le dolía una Alcalá que había quedado arrasada por el salvajismo sectario y, con toda probabilidad, también le dolía esa España reducida a cenizas que le tocó vivir. Lean, pues, el artículo procurando, eso sí, situarlo en su contexto, muy diferente del actual. Huelga decir que, como era de temer, no le hicieron caso.




En el aniversario del bautismo de Cervantes
Amemos a Alcalá


Amemos a la ciudad predilecta de Dios. Amemos a Alcalá de Henares. Pues Dios eligió a Alcalá para cuna de Cervantes. Alcalá es la ciudad predilecta de Dios. Amemos a Alcalá.

Ciudad predilecta de Dios y ciudad predilecta de Cisneros, y Cisneros, predilecto de España: Alcalá es la ciudad predilecta de España. Amemos a Alcalá.

Madre de genios, madre de reyes, madre de santos y madre de sabios. Alcalá es la madre de Cervantes. Amemos a Alcalá.

Lo que Florencia para los italianos, lo que Weimar para los alemanes, lo que Stratford para los ingleses, debe ser para nosotros Alcalá. Amemos a Alcalá. Amemos a la metrópoli espiritual de. España.

Amemos a la gran Cómpluto, donde brotaron la primera risa y la primera lágrima de Cervantes. Amemos la tierra bendita en que balbució las primeras voces el genio que había de dar su apellido a nuestro idioma. Amemos a Alcalá.

Amemos a Alcalá, y ámela también el mundo, que ella espira amor. Y para que sea amada de todos, hagámosla a todos accesible. Hagamos de ella un santuario que iguale a su gloria literaria. No sólo deseémosle prosperidad, démosle prosperidad y procurémosle grandeza. Amemos a Alcalá.

Amemos a Alcalá los que amamos la lengua más armoniosa del mundo, la lengua en que se escribió el Libro, profano por excelencia, la que va creciendo en labios de veinte naciones y se extenderá a pueblos que están por venir. Amemos el lugar en que naciera quien supo elevarla a su máximo esplendor.

¡Cuánto necesitamos amar a Alcalá! Es la ciudad mártir de España. Muchas ciudades hay mártires de España; empero, ninguna, padeció lo que Alcalá. Perdió primero la perla más fina de su corona principesca, su Universidad famosa, y con ella, sus colegios, sus libros, sus estudiantes, su bienestar, su bullicio y su alegría, únicos e incomparables en el mundo. Quedó la ciudad muda y sin lengua, desierta y solitaria. Y justamente a los cien años, el huracán de la guerra civil barre lo que le restaba de más querido, derriba sus templos, asesina a sus flámenes, incendia sus palacios y archivos, arranca el sepulcro de Cisneros, machaca la pila bautismal de. Cervantes, asola sus campos, tala los árboles añosos, a cuya grata sombra meditaran tantos humanistas, las célebres alamedas, donde erraron ya sombras de alto ejemplo.

Sólo salió incólume el Henares, en sus aguas, que no en sus orillas, para llorar tanta devastación.

Los enemigos de España no podían herir a España más en lo vivo, al destruir Alcalá. Pero Cisneros, Cervantes y Alcalá vivirán eternamente, con España, a despecho de la envidia extranjera.

Amemos Alcalá. Reconstruyamos Alcalá. Hagamos de la ciudad natal de Cervantes el santuario del idioma, el sitio de peregrinación universal de los devotos del genio más completo que han producido las Edades. Amemos a Alcalá, ciudad predilecta de Dios y ciudad predilecta de España.

Luis Astrana Marín




1 Publicada en Internet por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.


Publicado el 17-10-2013