Alcalá en la obra de Galdós. El audaz
Uno de los más conocidos escritores del siglo XIX es, sin ningún género de dudas, Benito Pérez Galdós, maestro de la narrativa española que, además, tiene para nosotros el interés añadido de haber hablado de Alcalá en varias de sus novelas. En esta ocasión, la obra que vamos a considerar es la novela que lleva por título El audaz y por subtítulo Historia de un radical de antaño. No se trata de una de sus más conocidas novelas, pero tiene para nosotros el interés de desarrollarse en parte en Alcalá encontrándose en ella un buen número de referencias a nuestra ciudad.
La novela está ambientada a principios del siglo XIX, en los turbios años del gobierno de Godoy previos a la guerra de la Independencia. En ella, relata Galdós la lucha entablada entre la aristocracia representada por el conde de Cerezuelo y el pueblo llano encarnado por el protagonista Martín Muriel, todo ello sazonado por un amor imposible entre Susana, la hija del conde, y el revolucionario empeñado en acabar con las estructuras políticas y sociales del antiguo régimen. Tras de unas aventuras francamente folletinescas, todo acabará de forma trágica: el conde fallecido a causa de su oprobio, Muriel enloquecido tras encabezar una revuelta contra Godoy y Susana suicidada tras ser rechazada por los suyos y haber perdido su amor. Lo interesante para nosotros es que Galdós sitúa en Alcalá la residencia del conde de Cerezuelo, refugiado aquí para pasar los últimos años de su vida:
-Cerezuelo está enfermo y dominado por la melancolía. La separación de su hija, más aficionada a la vida bulliciosa de la corte que a las soledades de Alcalá, le contraría mucho.
Pero lo más interesante de la novela es sin duda la siguiente cita, en la que Galdós da una descripción sumamente bella de nuestra ciudad al hablar de los dominios del conde:
A muy corta distancia de Alcalá, y siguiendo hacia el Norte la carretera de Aragón, sola, imponente y triste, expuesta a todos los vientos, inundada de sol y constantemente envuelta en torbellinos de polvo, estaba la casa de Cerezuelo, donde en la época de esta historia vivía retirado de las gentes el Sr. D. Diego Gaspar Francisco de Paula Enríquez de Cárdenas y Ossorio, conde de Cerezuelo y del Arahal, marqués de la Mota de Medina, señor de la puebla de Villanueva del Arzobispo, etc., etc.
(...)
Volviendo el rostro hacia la izquierda se abarcaba de un golpe de vista la ciudad de Alcalá de Henares, cuyas primeras casas apenas distarían de allí un tiro de ballesta. Las torres, las cúpulas y los campanarios de sus conventos e iglesias, los cubos almenados de la casa arzobispal, los arbotantes de San Justo, el frontón de San Ildefonso, extremidades más o menos altas de las construcciones elevadas allí por la piedad o la ciencia, daban magnífico aspecto a la ciudad célebre, que inmortalizaron Cisneros con su Universidad y Cervantes con su cuna.
El conde de Cerezuelo se había retirado de Madrid, buscando un término medio entre la soledad completa y el bullicio cortesano. Alcalá le ofreció un retiro agradable, sin privarle del trato con las personas discretas, y allí se fijó, trabando gran amistad con los frailes de San Diego, los capitulares de San Justo y los famosos maestros de San Ildefonso.
Pero si el conde se encontraba satisfecho viviendo en Alcalá, no ocurría lo mismo con su hija Susana, amante del bullicio cortesano:
¿Cómo era posible que ella dejara sus estrados, sus tertulias, sus bailes, sus excursiones al Prado y a la Moncloa, el perpetuo triunfar de su existencia divertida y risueña por las soledades de la antigua ciudad del Henares, donde no tenía otro motivo de ostentación que la misa de San Diego los domingos, y alguna que otra tertulia de confianza en la casa de tal prócer?
Galdós, sin duda, hubo de informarse bien sobre las tradiciones alcalaínas para escribir este libro, como demuestra esta referencia a nuestros patronos:
-¿Y dice usted que la señorita trataba mal a mi hermano?
-¡Por San Justo y Pastor! Como si fuera un animalillo.
No acaban aquí, ni mucho menos, las referencias a nuestra ciudad, que rebasan de hecho la treintena; pero la limitación de espacio me ha obligado a reflejar únicamente las más importantes, dejando el resto a disposición de la curiosidad de los lectores interesados en la siempre atractiva prosa de Galdós. Más adelante, podremos contemplar en otros artículos el trato que este mismo autor dio a Alcalá en otras de sus obras.
Ver también:
Alcalá en la obra de Galdós. Halma y
El caballero encantado
Las Cartas de
Galdós
Publicado el 17-12-1988, en el nº 1.125 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 17-2-2006