Mi España particular
Una visita
gastronómica de Edgar Neville
Edgar Neville (1899-1967), español hasta la médula a pesar de su nombre (era hijo de un ingeniero inglés y de una aristócrata española, de la que heredó el título de conde de Berlanga de Duero), fue sin duda uno de los más significados miembros de la por otro lado bastante anémica vida cultural española de la posguerra. Conocido fundamentalmente como autor teatral y director cinematográfico, Neville fue un personaje sumamente polifacético que, ayudado sin duda por una más que acomodada situación económica -era rico-, se dedicó a abordar diversas facetas de lo que se ha venido a denominar cultura... y todas bastante bien, por cierto.
Pero por encima de todo Neville fue un bon vivant, o un sibarita si se prefiere, lo cual en unos años en los que media España, por no decir más, tenía que apretarse el cinturón hasta extremos que hoy nos parecerían inconcebibles, la verdad es que le deja a uno con un cierto malestar de boca... pero viendo sus excelentes películas, alguna de ellas tan singular como La torre de los siete jorobados, otras tan afamadas como la trilogía formada por Domingo de carnaval, La vida en un hilo y El crimen de la calle Bordadores, o la excelente El baile, basada en una obra de teatro también suya, la verdad es que no nos queda otro remedio que perdonarle.
Neville también escribió un buen puñado de libros, por lo general bastante menos conocidos que sus películas, uno de los cuales, publicado en 1957, fue el titulado Mi España particular1, recientemente reeditado. Aunque ya el título, o mejor dicho el subtítulo, nos indica de forma clara por donde van los tiros, es preciso añadir que una de las aficiones de Neville fue la gastronomía, lo que le condujo en los últimos años de su vida a una obesidad galopante que quizá tuviera bastante que ver con su prematura muerte a los 67 años de edad; pero mientras tanto, lo disfrutó. Y cómo lo disfrutó, tal como queda reflejado en esta frase suya:
Nos damos la gran vida los que tenemos propensión a ello, los que gastamos todo lo que ganamos no en comprar valores ni en hacer negocios, sino en vivir como queremos.
El caso es que a mediados de los años cincuenta del pasado siglo nuestro personaje, tras haberse traído de Inglaterra nada menos que un Aston Martin, se dedicó a pasearse con su flamante haiga por toda España buscando lugares donde se comiera bien, cosa de la que él, huelga decirlo, entendía bastante. Fruto de este peregrinaje gastronómico fue el libro anteriormente citado, escrito con un estilo desenfadado muy propio del autor y de las circunstancias en las que lo pergeñó.
Repasando el índice del libro se llega a la conclusión de que prácticamente no se dejó una región española por visitar, aunque lo que a nosotros nos interesa es su visita a Alcalá, descrita brevemente en las páginas 38 y 39, pertenecientes al capítulo titulado Alrededores de Madrid:
Alcalá de Henares está a veinticinco kilómetros por una carretera espléndida, la carretera que luego sigue hasta Barcelona. Vale la pena hacer una escapada, aunque sólo sea a la hora de almorzar. Se da una vuelta por esa ciudad, que, a pesar de estar tan cerca de Madrid, tiene un sabor de provincia lejana; se admira la fachada de la Universidad y se almuerza en la Hostería del Estudiante, servido por unas camareras más bien gordas, vestidas no sabemos por qué, de negro, y se suele hacer un almuerzo muy suntuoso, en el que el plato principal es los huevos fritos con magras, chorizo frito y migas. Éste es un plato toledano con el que desayunan lo mismo los pastores que los monteros a primeras horas de la mañana, antes de echarse al monte, y es algo verdaderamente exquisito, dentro de una cocina fuerte.
Esta Hostería del Estudiante da al patio de la Universidad y al aula donde estudiaron tantos hombres eminentes de la inteligencia española, pero ya poco más que ver nos ofrece esta simpática ciudad. Así es que el turista podrá volver a Madrid a tiempo de emplear su tarde en otras labores o en otras visitas.
Y eso es todo, que no es mucho aunque sí jugoso. Ciertamente en la época en la que Neville visitó Alcalá eran muy pocos los monumentos de la ciudad no ya visitables, sino incluso presentables, lo que explica que se limitara a citar la fachada de la Universidad. Se echa en falta no obstante una mención a la Casa de Cervantes, inaugurada tan sólo un año antes de la edición del libro, aunque eso no quiere decir que Neville visitara nuestra ciudad con posterioridad a su inauguración, dado que en el libro no existen referencias cronológicas de los diferentes viajes recopilados en el mismo.
Por supuesto, tratándose de una guía gastronómica -no podía ser de otra manera- nuestro autor centra la descripción de Alcalá en la Hostería del Estudiante, donde debió de comer bastante bien a juzgar por sus comentarios y por el hecho de que al final del libro, donde da una pequeña lista de lugares recomendables -su equivalente particular de las estrellas Michelín- incluye a la Hostería en una corta relación de tan sólo cinco restaurantes en el trayecto comprendido entre la localidad oscense de Fraga y la ciudad cervantina, correspondiendo los tres intermedios a Zaragoza, el Monasterio de Piedra y Medinaceli. Por cierto, se equivoca al citarla en esta ocasión como el Mesón del Estudiante, aunque eso sí, no cabe duda, suena bastante más castizo.
Lamentablemente no hay más referencias a Alcalá en todo el libro, salvo un breve comentario al describir la ruta de vuelta de Barcelona a Madrid, en el que se limita a decir que: Si queremos ir directamente a Madrid [desde Medinaceli] ya nos queda un paseo y llegaremos a la capital por Guadalajara y por Alcalá de Henares, del que hemos hablado en otro capítulo. Pero como finalmente opta por dar un rodeo por tierras sorianas, para acabar entrando en Madrid por Somosierra, no volverá a pisar nuestra ciudad.
Y eso es todo, que aunque no sea mucho, sí es interesante.
1 Mi España particular: guía arbitraria de los caminos turísticos y gastronómicos de España. NEVILLE, Edgar. Editorial Taurus. Madrid, 1957. Reedición de la editorial Reino de Cordelia. Madrid, 2011.
Publicado el 8-6-2012