La obra de José María Vaca de Guzmán





Hace unas semanas, durante una fructífera visita al archivo municipal en la que me dediqué a husmear en la obra de varios escritores de los que sabía que habían hablado en sus obras tanto de Alcalá como del Henares, pude hacerme con parte de la obra de José María Vaca de Guzmán y Manrique, un personaje muy poco conocido en Alcalá a pesar de que estudió en nuestra ciudad, circunstancia que se traslucirá a lo largo de toda su obra tal como ocurriera con otros escritores más conocidos tales como Lope de Vega, Quevedo, Moreto y tantos más.

Es por ello por lo que estimé conveniente recordar su figura y su obra centrándome principalmente en una poesía muy curiosa que reproduciré en su totalidad; pero antes de ello conviene, no obstante, esbozar su biografía, hecho éste difícil ya que son muy pocos los datos que he podido encontrar sobre la misma. José María Vaca de Guzmán-Manrique Herdocia Guzmán-Paredes y Pisón, que éste era su nombre completo, nació en la localidad sevillana de Marchena el 5 de abril de 1744, falleciendo hacia el año 1803. Cursó sus estudios en Sevilla y en Alcalá, matriculándose en nuestra ciudad en el colegio menor de Santiago o de los caballeros Manriques, uno de los más aristocráticos de la universidad complutense, el cual estaba reservado exclusivamente a los miembros de esta noble familia castellana. Situado en la calle de los Colegios justo a continuación del colegio de Santo Tomás, la antigua cárcel, hoy no queda prácticamente nada de este edificio a excepción de algunos restos irreconocibles de su antigua fachada, convertidos en una anónima tapia.

Volvamos a la biografía de José María Vaca de Guzmán, cuyo hermano Gutierre Joaquín estudiaría también en Alcalá. Doctor en ambos derechos y rector perpetuo del colegio de los Manriques, pasaría posteriormente a ser magistrado de la audiencia de Granada y, en 1789, consejero del rey y ministro del crimen de la real audiencia de Cataluña. Dentro ya de su vertiente literaria hay que reseñar la que comúnmente es considerada su obra principal, el poema Las naves de Cortés destruidas, que recibiría en 1778 un premio de la Real Academia Española venciendo entre otros al trabajo presentado por Moratín, que sólo obtuvo un accésit. Un año más tarde vería premiada Vaca de Guzmán otra de sus obras por la Academia, el romance endecasílabo Granada rendida, y la égloga El Columbano alcanzaría también cierta fama entre sus contemporáneos. Sus méritos literarios le valdrían a Vaca de Guzmán ser incluido en el Catálogo de autoridades de la lengua, mientras que sus obras completas, dedicadas a la reina Luisa de Borbón, serían publicadas en el año 1789.

Pero centrémonos en la obra de Vaca de Guzmán relacionada con Alcalá; ésta es extensa y demuestra palpablemente que nuestro escritor conocía perfectamente a nuestra ciudad y no hablaba, como otros de oído; y, aunque reflejar toda ella sería demasiado largo, baste con estos ejemplos:


Elfino, que de Henares a la orilla
de cabras un rebaño apacentaba...


Este otro, muy parecido al anterior:


Elfino, que de Henares
dexando las riveras,
al Golfo Gaditano
llamado fue de Astrea;


O bien:

Huéspeda amable, aquí, de sombra lleno,
te ofrece Henares apacible soto,
aquí descansas en alfombras de heno.

(...)

Así, zagala, tu venida sea
grata al Campo Laudable, cual la aurora
al que la noche en la vigilia emplea.

(...)

Y tú, Gegel-Zulema, di que igualas
al Ménalo de Arcadia, que a Cupido
escucho siempre, y no a Minerva o Palas.


Pero sin duda lo más curioso es el conjunto de tres poesías (un romance menor, un soneto y un romance) en el que Vaca de Guzmán relata su viaje a la finca de la Esgaravita, donde solicitará a su dueño unos plantones de frutales para trasplantarlos en su colegio. Puesto que el conjunto de las tres poesías es demasiado largo me voy a limitar a reproducir la última de ellas, sin duda la más interesante a causa de la desenfadada redacción de la misma, remitiendo a los lectores interesados al tomo 61 de la Biblioteca de Autores Españoles, que es donde he encontrado la mayor parte de la obra de este escritor. La poesía que paso a reproducir a continuación es, vuelvo a repetir, un romance, y dice lo siguiente refiriéndose al aludido trasplante de frutales procedentes de la Esgaravita:


Lleguéme a tu huerta un día
de los pocos que madrugo,
oh tú, la más generosa
Hespérida de Compluto;
y como allí no hay dragon,
sino unos corteses chuchos,
que en viendo un bulto de forma,
saben respetarle el bulto,
no hubo menester de Alcides
la maza ni los conjuros,
ni hubo la de Mazagatos,
ni de mazaperros hubo.
El jaquetón mi tocayo,
de orden tuya, me propuso
lo más rico y sazonado,
no obstante de ser tan crudo.
Mis operarios se aprestan,
y con manejo forzudo
cavan hondo, porque aquí
aun los payos son profundos.
Aquellos rizados, bellos
ramilletes de Vertumno,
cuyas verdes lozanías
despojó el Octubre adusto,
a tu precepto obedientes,
salen, como troncos, mudos,
tamañitos y en los labios
aun con el materno suco.
Sobre los hombros los sacan
de tu recinto, a mi influjo,
porque, siendo prendas tuyas,
fue bien que entrasen en triunfo.
Luego que al Val avistaron,
que baña Henares fecundo,
se humillaron ante el árbol
de quien es bendito el fruto.
Por los Aburridos pasan,1
senda que me da disgusto,
porque soy hombre que no
de cualquier cosa me aburro.
Por la puerta de Aguadores
entran libre, y es muy justo;
que en tí no son contrabando
dádivas, segun arguyo.2
A su antigua compañia
dejando el agreste sulco, 3
entran tambien, como expulsos.
Abro las puertas de casa,
no las falsas, que era injusto
entrase por cosa falsa
en mi casa un favor tuyo.
Entran, en fin; no reparo
conjunciones, novilunios,
ni me aconsejo de Plinio,
ni a Columela consulto;
sino, a Dios te la depare
buena, les abro un sepulcro,
que, por tener tierra tuya,
ya relicario presumo.
Cada cual simbolizando
nuestra amistad con sus nudos,
perpetua paz establece
entre uno y otro terruño.
En un parangón de mi huerto,
juzgo a todo huerto inculto;
ningún árbol junto a estotros
es árbol, sino arboluco.
Ni el de mi genealogía
me gusta tanto, y no dudo
el andarme por sus ramas
más que por las de Ataulfo.
Sólo un escozor me queda,
y es que entre todos, ninguno
se ha anticipado al membrillo,
y agrios sucesos barrunto.
Que asperezas me anticipes
siento bastante, y a algunos
es este fruto agradable,
pero a mí se me hace duro.
Con este recelo en darte
las gracias, como era justo,
estar yo tan detenido,
al membrillo lo atribuyo.
Ríndolas ahora a millares,
ríndanme a millares frutos;
partiré peras contigo,
que en un estudiante es mucho.
Segun lo bien que han probado,
ha de inferir el más rudo
que son buenos mis arranques,
y tus favores seguros.
Se cuidan exactamente,
y si conveniente juzgo
tal vez un rociada,
la llevan, aunque no gruño.
Sé que gustan de un arrimo
contra el aire, y como hay gustos
que merecen palos, éste
se concedió a cada uno.
Con ceniza y otra cosa,
que es caca y estiman mucho,
cubrí sus pozas, y tanto
lo aprecian, que con impulso,
si un miércoles de Ceniza
llené los hoyos impuros,
que en un domingo de Ramos
se llenen no dificulto.
Tienen sol, porque, a Dios gracias,
segun en mi plan descubro,
mayor despejo ningun
entremetido le tuvo.
Mientras algun religioso
no vierte con disimulo
cierta dosis amarilla,
respiran con aire puro.
En cuanto al agua, sabiendo
te sirvieron, conjeturo
no sabrán de sequedades,
y les riego el pie a menudo.
Y en fin, si el mudar de clima
constipó su ser robusto,
sabe que han tomado yemas
después de los pediluvios.




1 Debe de referirse al camino de los Afligidos, ruta natural entre la finca de la Esgaravita y Alcalá.
2 Hace alusión al portazgo, un antiguo impuesto municipal que se cobraba al entrar en la ciudad por cualquiera de sus puertas.
3 Actual calle de los Colegios, en la que se encontraba, como ya ha sido comentado, el colegio de los Manriques.


Publicado el 24-4-1993, en el nº 1.331 de Puerta de Madrid
Actualizado el 14-5-2012