Alcalá en la segunda mitad del siglo
XIX
Las fotografías del libro Recuerdos complutenses,
de
Ángel María de Barcia
En octubre de 1994 salió a la luz Recuerdos complutenses, un libro que suponía la recuperación de un pedazo de la Alcalá del siglo XIX totalmente desconocido hasta nuestros días, y en el que además del texto nos encontrábamos con una colección de interesantísimas fotografías -quizá las más antiguas de Alcalá- y acuarelas realizadas por el propio autor, Ángel María de Barcia.
Editado por la asociación Brocar, el responsable material su rescate -hasta ahora había permanecido inédito- fue Julián Martín Abad, descubridor y transcriptor del trabajo original. Poco hay que decir, que no sea ya sobradamente conocido en los círculos culturales de nuestra ciudad, acerca de Julián Martín Abad: Bibliotecario jefe del Servicio de Manuscritos, Incunables y Raros de la Biblioteca Nacional, ya nos sorprendió hace tres años con su monumental trabajo sobre la imprenta alcalaína en el siglo XVI, sin duda el estudio más completo y riguroso realizado hasta la fecha sobre el tema de la bibliografía complutense.
Tomo de la introducción del libro, en palabras del propio Martín Abad, el esbozo biográfico de Ángel María de Barcia, nacido en Córdoba en 1841 y muerto en esta misma capital andaluza en 1927. Pintor frustrado por su falta de medios económicos, Barcia conseguiría en 1864 una plaza de archivero de tercera en el antiguo archivo alcalaíno, llegando a nuestra ciudad con espíritu de desterrado como él mismo confiesa. Aquí estaría durante tres años, marchando en octubre de 1867 al barcelonés Archivo de la Corona de Aragón. Tras su paso por la capital catalana y un posterior destino en Madrid, Barcia volvería a nuestra ciudad en noviembre de 1873, permaneciendo en ella hasta junio de 1875, fecha en la que partiría de nuevo abandonando temporalmente la carrera de archivero por su auténtica vocación de pintor. Volvería Barcia a su oficio pero no ya en Alcalá sino en la Biblioteca Nacional, donde permaneció hasta su jubilación en 1911.
Fruto de sus inquietudes artísticas y literarias sería una voluminosa autobiografía, inédita en su totalidad ya que de la misma tan sólo se han editado las partes correspondientes a sus estancias en Barcelona (1958) e Italia (1977), a las que ahora se suma la alcalaína. A su interés literario y descriptivo se suma la colección de fotografías y acuarelas a las que he hecho alusión: once fotografías, varias de las cuales recogen aspectos de nuestra ciudad desaparecidos para siempre, y cuatro acuarelas, todas las cuales han sido meticulosamente reproducidas en esta edición.
Leer el texto de Barcia, contemplar las fotografías y las acuarelas, tiene la virtud de sumergirnos en la Alcalá de hace más de cien años de la mano de un excelente artista condenado muy a su pesar a realizar un trabajo sumamente rutinario y para él frustrante. La fresca prosa de Barcia nos trae un retrato vívido y colorista de una Alcalá adormecida y decadente que había perdido su propio rumbo sin encontrar todavía ninguno que le sustituyese, esa Alcalá de la que se lamentará tristemente su contemporáneo Esteban Azaña; pero una Alcalá que pese a todo sabrá cautivar el alma de Barcia, el cual escribirá tras reconocer sus iniciales reparos que:
Cuando después hube visto el palacio por dentro, y desde una de sus abiertas galerías el dilatado campo, monótono pero refulgente y tranquilo, terminado allá muy lejos por azules montañas, cuando empecé a saborear aquella tranquilidad y aquel silencio jamás logrado en Madrid, conocí que Alcalá valía para mí mil veces más que la Corte, y que la Providencia sin yo saberlo me había favorecido singularmente.
Puesto que estas fotografías recogen aspectos de nuestra ciudad que no sólo han desaparecido, sino que además hasta ahora eran prácticamente desconocidos, he creído conveniente reproducir algunas de ellas resaltando, claro está, aquellos puntos que son dignos de mención. Obviamente no van a ser reflejadad aquí en su totalidad por dos razones: Primero, porque algunos de los motivos reflejados en las mismas -léase fachada de la universidad o portada de la Magistral-prácticamente no han cambiado desde entonces, y segundo porque otras recogen elementos que, aunque desaparecidos -patio de Fonseca del Palacio Arzobispal, parroquia de Santa María-, son suficientemente conocidos gracias a otros fotógrafos. El motivo del presente artículo no es otro que el de reflejar todo aquello que hasta ahora era desconocido o prácticamente desconocido, por lo que me limitaré a reproducir y comentar sólo aquellas fotografías que cumplan estos requisitos.
Comencemos, pues, con la selección la cual, vuelvo a repetir, resulta ser sumamente jugosa a poco que la estudiemos con detenimiento. La primera fotografía es la que, tomada desde la torre de la Magistral, nos proporciona una vista aérea del Palacio Arzobispal justo antes de la restauración -es un decir- de hace cien años; porque, aunque hay numerosas fotografías, en especial las del Archivo Moreno, que reflejan el estado del palacio antes del incendio de 1939, que yo sepa éstas de Barcia son de las pocas, si no las únicas, que nos muestran como era el edificio antes de una restauración que supuso para el mismo unas profundas modificaciones.
Lo primero que llama la atención de esta fotografía es el chapitel barroco que se alzaba sobre el torreón de Tenorio, demolido precisamente en la citada restauración. Detrás de él y un poco a la izquierda podemos apreciar nítidamente la linterna de la iglesia de las Bernardas, desaparecida en el incendio de 1939 y reconstruida modélicamente -excepto en lo que respecta a la chapuza de la aguja- hace unos doce años, aunque un estudio detenido de la fotografía revela que la reconstrucción no fue exacta en lo que respecta a las buhardillas y las ventanas de la linterna... Un mal menor, por supuesto, ya que ojalá todas las restauraciones de los antiguos monumentos alcalaínos hubieran sido realizadas con este cuidado.
Vista del Palacio Arzobispal
desde la torre de la Magistral
De todas formas, lo más interesante sin duda de la fotografía es la parte correspondiente al ala mudéjar del patio principal del palacio, profundamente modificada en la restauración del siglo pasado. La galería alta provista de ventanales que se aprecia en la fotografía fue demolida y sustituida por una balaustrada, mientras que el edificio de la derecha (contiguo al torreón de Tenorio) pasó también a mejor vida aunque, justo es reconocerlo, su aspecto era bastante poco monumental. El Salón de Concilios, situado justo encima, presenta un tejado a dos aguas y un frontón barroco que también pasaron a mejor vida. A la vista de esta fotografía huelga decir que todas las gárgolas que actualmente dan a esta parte del edificio un aspecto tan medieval como romántico son más falsas que Judas... Cosas de la época, aunque lo cierto es que los arquitectos de ahora mismo acostumbran a hacer burradas mucho mayores tales como la ampliación de la facultad de Económicas, la ampliación de la de Derecho o el colegio Cardenal Cisneros, por poner tan sólo algunos ejemplos recientes.
Pasando al centro de la fotografía podemos comprobar cómo la fachada principal del palacio no está apenas modificada a excepción de las arquerías de la galería superior, que aquí aparecen tapiadas. De todas formas éstas se hundieron en su mayor parte en el incendio de 1939, siendo reconstruidas tal y como estaban con anterioridad al mismo; es una lástima que otros elementos del edificio tales como el patio de Fonseca o la escalera no siguieran la misma suerte, ya que sin duda hubiera merecido la pena conservarlos. A la izquierda de la fotografía, por último, vemos los dos torreones que existían en la fachada occidental, uno de los cuales fue demolido a raíz del incendio (ignoro por qué) mientras el otro es hoy una venerable ruina que amenaza con derrumbarse cualquier día de estos. La tapia que existía donde hoy está la verja apenas si se entrevé tapada como está por los árboles de la plaza de Palacio, mientras que en la actual Casa de la Entrevista -antigua iglesia del convento de San Juan de la Penitencia- se aprecia el desaparecido campanario. Y al fondo del todo, el limpio horizonte sin perturbar todavía por construcciones de ningún tipo, ya que ni tan siquiera el parque O'Donnell existía aún.
Vista de los torreones de la
parte sur de la muralla, del chapitel del Torreón de Tenorio y de la
torre de la Madre de Dios
Terminado el estudio de esta interesantísima fotografía, hemos de centrarnos en la que recoge un par de torreones de las murallas, hoy prácticamente sin modificar, junto al ya aludido chapitel que remataba el torreón de Tenorio, visto ahora desde un lado; pero lo más interesante sin duda es la desaparecida torre del convento de la Madre de Dios), es decir, los antiguos juzgados de la calle de Santiago, la cual fue demolida en 1882. Cabe imaginarse la prestancia que debían de dar a la calle de Santiago ambas torres, la que remataba al Torreón de Tenorio y la de la Madre de Dios la cual, por cierto, debía de ser bastante parecida a la del convento de las Agustinas... Y, puesto que en los últimos años se han reconstruido en Alcalá dos torres (la de las Bernardas y la de Basilios1), no sería ninguna tontería pedir que se rehiciera ésta de la Madre de Dios, máxime si tenemos en cuenta que con la documentación gráfica existente sería sumamente fácil hacerlo sin necesidad de inventarse nada.
Alcalá nevada. En
primer término, la calle de Santa Catalina
La tercera fotografía nos muestra una vista de Alcalá nevada en 1865, estando tomada desde algún punto situado en la confluencia de las calles Santa Catalina (que es la que aparece en primer término), Tercia, Damas y Rico Home. Junto al conjunto formado por el convento de las Claras, Caracciolos y Trinitarios Descalzos -es decir, la antigua Comandancia Militar-, sin muchos cambios excepto los producidos por el incendio de la iglesia de los Caracciolos en 1966, vemos en primer plano un edificio de gran empaque, hoy desaparecido, que según la fotografía estuvo situado en la confluencia de las calles Empecinado y Emperador Fernando, estando hoy ocupado su solar por dos casas carentes del menor interés arquitectónico. Desconozco por completo qué pudo ser originalmente este edificio, pero su tipología apunta a pensar que no debió de tratarse de una casa corriente; tarea, pues, para los historiadores es la de desvelar este punto.
Justo encima del edificio anterior se aprecia una construcción de planta cuadrada, la cual está aparentemente rematada (no se distingue bien) por un tejado a cuatro aguas. Este edificio está hoy desaparecido y resulta difícil su identificación, aunque por su ubicación pudiera tratarse de la linterna de la iglesia del hospital de San Juan de Dios; al igual que en el caso anterior, aquí hay también tarea para los historiadores. A la derecha de este elemento se aprecian las dos torres del colegio de Málaga y, más a la derecha aún, otra linterna que se ha de adjudicar, esta vez sin duda posible, a la iglesia del colegio de Agustinos, sede actual de los juzgados en la calle de los Colegios; huelga decir que tal linterna, junto con la mayor parte de los elementos arquitectónicos de este colegio, pasaron hace tiempo a mejor vida.
Vista de Alcalá desde
el puente Zulema
El resto de las fotografías seleccionadas no recogen ya elementos arquitectónicos dignos de mención, aunque sí reflejan un considerable interés costumbrista. Así, la vista de Alcalá desde las orillas del Henares, tomada probablemente desde el puente Zulema, nos da una visión de la ciudad hoy impensable por culpa de los aberrantes blocarros que ciñen a Alcalá como si de un agobiante cinturón de ladrillo se tratara; destaca, claro está, la silueta inconfundible de la Magistral, aunque las otras torres que se ven a derecha e izquierda (las dos de Jesuitas, la de las Agustinas, la de las Bernardas y alguna otra más de difícil identificación) nos recuerdan en su conjunto a la imagen que Antonio Ponz reflejara en su célebre libro hace ya más de doscientos años.
Vista de la calle Mayor con
la Magistral al fondo
La vista de la calle Mayor con una esquina de la plaza de Cervantes y la Magistral al fondo, tomada probablemente desde la torre de Jesuitas, tampoco añade nada nuevo salvo la estampa de un caserío armónico sobre el que resaltan, sin competencia de ningún tipo, los arbotantes y la torre de la Magistral, clara muestra de la tradicional preponderancia de lo espiritual sobre lo material.
Vista de la calle Cardenal
Cisneros con la Puerta de Madrid al fondo
La fotografía de la calle de los Coches (actual Cardenal Cisneros) vista desde la plaza de los Santos Niños muestra, por último, una imagen típica de cómo debía de ser la adormecida vida ciudadana en la Alcalá de la segunda mitad del siglo XIX; aquí lo importante no son los edificios ni la Puerta de Madrid entrevista al final, sino los carros cargados de mercancías y las mulas que esperan pacientemente su turno.
Y eso es todo; quedan todavía cinco fotografías más, pero todas ellas se salen de las intenciones de este artículo tal como he comentado al principio del mismo: La fachada de la universidad, la portada de la Magistral, una vista de la calle de Santa Úrsula desde la iglesia de las Agustinas y dos tomas del desaparecido patio de Fonseca, en el Palacio Arzobispal. Quedan también, por último, las cuatro acuarelas del propio Barcia recogiendo dos vistas de la (también desaparecida) escalera del Palacio Arzobispal, una panorámica de las murallas y una perspectiva de la calle de Santiago tal como se podía apreciar antes de las mutilaciones sufridas a finales del pasado siglo... Pero ésta es ya otra historia.
1 Años después se reconstruirían también las torres de Caracciolos y las Juanas.
Publicado, el 15-10-1994 y el 12-11-1994, en los
nº 1.402 y 1.406 de Puerta de Madrid
Actualizado el
25-1-2012