Benito Arias Montano y la Biblia Políglota de Amberes





AQUÍ MONTANO REPOSA,
DE LA BIBLIA SACRA UN SOL,
UN JERÓNIMO ESPAÑOL,
Y UN DAVID EN VERSO Y PROSA.
NO SE ACABARÁ JAMÁS,
AUNQUE EN ESTAS LOSAS CUPO;
QUE SI MUCHAS LENGUAS SUPO,
SON LAS QUE LE ALABAN MÁS.

Lope de Vega


Nada mejor que este epitafio de Lope de Vega para describir en su escueta brevedad lo más destacado de la personalidad de uno de los más ilustres alumnos de la universidad alcalaína, el humanista y lingüista Benito Arias Montano.

Nacido en Fregenal de la Sierra (perteneciente a la actual provincia de Badajoz) en 1527, Arias Montano cursaría sus primeros estudios en Sevilla para posteriormente pasar a la universidad de Alcalá, donde estudió teología, medicina y filología. Procedente de una familia humilde Arias Montano siempre dependería de sus protectores para continuar con sus estudios: Primero del oidor de la Audiencia de Sevilla Gaspar de Alcocer, su padrino, y muerto éste del provisor de la diócesis de Badajoz Cristóbal Valdotano. Sensibilizado obviamente ante la problemática de aquellos hijos de familias pobres imposibilitados de estudiar a pesar de su valía, nuestro humanista fundaría ya en su vejez una cátedra gratuita en la localidad onubense de Aracena, fundación que con mayor o menor fortuna consiguió subsistir hasta el siglo pasado.

Como buen renacentista que era, Arias Montano se interesó por diversas disciplinas en las que contó, en lo que respecta a su etapa alcalaína, con afamados profesores: Andrés de la Cuesta en teología, Pedro de Mena en medicina y Fernando Díaz en filología. Y aunque también llegó a abarcar estudios de derecho, ciencias naturales e historia, Arias Montano descollaría ya entre sus contemporáneos fundamentalmente a causa de su dominio de numerosas lenguas tanto clásicas (latín, griego, árabe, hebreo, sirio) como modernas (flamenco, alemán, francés, italiano y portugués).

Su fama, que le mereció el calificativo de Salomón del siglo XVI, le abriría las puertas de la sociedad de su tiempo llegando a gozar, como se verá más adelante, del favor del propio rey Felipe II. Sin embargo, su carácter le encaminaba por otros senderos distintos al de la fama mundana y así, una vez terminados sus estudios de teología, se retiró a la Peña de Aracena o Peña de los Ángeles, donde permanecería hasta el año 1559 estudiando las Sagradas Escrituras.

Ordenado sacerdote de la orden de Santiago en 1560, muy pronto comenzaría su ascenso social: Capellán del rey Felipe II, asistente al concilio de Trento y por fin director de la edición de la Biblia Políglota de Amberes y de la biblioteca del monasterio del Escorial. Pero estudiemos con más detenimiento estos importantes hitos de la biografía de nuestro personaje. Corría el año 1562 cuando Arias Montano marchó a Trento acompañando a fray Martín Pérez de Ayala, obispo de Segovia, para participar en la tercera tanda de sesiones del concilio, la cual tuvo lugar entre el mes de enero del citado año 1562 y el de diciembre de 1563; y a decir de los cronistas del concilio Arias Montano fue uno de los más destacados consultores del mismo, llegando a causar asombro por su sabiduría.

Su relación con el rey Felipe II se iniciaría con su nombramiento como capellán y confesor real en 1566, y ya no se habría de interrumpir hasta prácticamente la muerte de nuestro humanista: Encargado de la Políglota en 1568, consejero secreto del rey para los asuntos flamencos (logró la destitución, aunque tardía, del duque de Alba, tristemente famoso por su política represiva en las provincias flamencas) y más tarde consejero para los asuntos portugueses, labor que desempeñó hasta que tuvo lugar la anexión de este país en el año 1581. Retornado a España sería el responsable, como ya quedó dicho, de la biblioteca de El Escorial hasta que en 1584, perdido el favor real a raíz de una nueva escapada a su refugio de la Peña de Aracena, renunció a todos sus cargos marchando a Sevilla a regir el convento de su orden, Santiago de los Caballeros, donde gozó de fama gracias a su gran bondad.



Estatua de Arias Montano que se alza en la fachada norte
del palacio de San Telmo de Sevilla, obra del escultor Antonio Susillo


Habiendo llegado incluso a renunciar a un obispado, Arias Montano se retiraría finalmente a la cartuja sevillana de Santa María del Campo, donde falleció en 1598 y donde se conservaron sus restos hasta que en 1809 fueron trasladados al panteón de hombres ilustres de la iglesia de la universidad sevillana.

Pero sin duda Benito Arias Montano es recordado principalmente por su obra capital, la Biblia Políglota de Amberes, sucesora de su análoga Complutense que el cardenal Cisneros mandó imprimir en nuestra ciudad a principios del siglo XVI y que se vio por fin terminada en 1522. A pesar del escaso tiempo transcurrido, poco más de 40 años, ya en tiempos de Arias Montano era sumamente difícil encontrar un ejemplar de la Políglota Complutense, por lo que el rey Felipe II decidió realizar una reimpresión de la misma que sería conocida como la Políglota de Amberes en razón de que fue en esta ciudad flamenca donde tuvo lugar la edición, bajo la dirección de Arias Montano y entre los años 1568 y 1572, de los ocho volúmenes que constituyen esta importante obra digna sucesora de la cisneriana.

Y si la Políglota le dio fama merecida a nuestro humanista, también le planteó problemas; envidioso al parecer de su prestigio, el catedrático salmantino y hebraísta León de Castro le acusó ante la Inquisición, al igual que lo hiciera con fray Luis de León, por haber dado más relevancia a los textos hebreos que a la Vulgata latina. Defendido por el padre Juan de Mariana y protegido por el propio rey, Arias Montano lograría por fin una sentencia absolutoria del tribunal del Santo Oficio, aunque tuvo que viajar a Roma para conseguir que el propio papa Gregorio XIII concediera el Nihil Obstat a su magna obra.

Aun cuando la Políglota de Amberes bastaría sin duda para darle renombre, Arias Montano cuenta también con un amplio catálogo de trabajos dignos de mención tales como una Retórica escrita en latín durante su etapa de estudiante alcalaíno que le valió el reconocimiento de la universidad complutense; tradujo del hebreo al latín el Itinerario de Benjamín de Tudela, y al latín y al castellano los Comentarios a Isaías, Malaquías y Jeremías del judío David Qimhí. También vertió a la lengua latina el Cantar de los Cantares y compuso poesías originales en castellano y latín.

Otras obras suyas son las Antigüedades judías, los Salmos de David y de otros profetas y varios libros en latín también sobre temas bíblicos sin olvidar su importante Historia Natural, obra científica en la que Arias Montano establece una clasificación de los seres vivos antecesora de los trabajos de Linneo, el padre de la taxonomía moderna. No conviene olvidar tampoco que Arias Montano editó y divulgó obras de contemporáneos suyos de la talla de fray Luis de León, Francisco de Arce, Pedro de Fuentidueña o el alcalaíno Pedro Serrano.

Ésta es, pues, en breves pinceladas la biografía de este importante humanista admirador de Erasmo de Rotterdam y que tan vinculado estuviera a Alcalá la cual, a modo de homenaje, hace años le dedicó una calle en el barrio de Caballería Española.


Publicado el 24-12-1988, en el nº 1.126 de Puerta de Madrid
Actualizado el 17-5-2013