Vicente de la Fuente, cronista del fin de la universidad





Dentro del conjunto de los personajes que han discurrido por la varias veces milenaria historia de Alcalá, se da la paradoja de que los más desconocidos no suelen ser siempre los más remotos sino, por el contrario, aquéllos que vivieron en épocas relativamente cercanas a nosotros pero que, por corresponder éstas a períodos de decadencia de nuestra ciudad, no han merecido el interés que en justicia les corresponde. Éste es el caso, entre otros, de quienes fueron protagonistas, o espectadores, de la triste agonía de la universidad complutense durante todo el primer tercio del siglo XIX, unos años en los que, tras superar mal que bien golpes tan duros como la invasión napoleónica o su primera supresión durante el Trienio Liberal, la antigua fundación cisneriana moriría definitivamente un triste día de 1836.

En contra de lo que se pudiera pensar, pese a que durante esas décadas postreras la universidad no era ya sino una sombra de lo que fuera tiempo atrás, fueron varios los personajes ilustres que pasaron por sus aulas, varios de los cuales alcanzarían posteriormente una notable relevancia en la sociedad española de su época. Uno de ellos fue precisamente el que hoy nos ocupa, el historiador aragonés Vicente de la Fuente, del cual voy a realizar un breve bosquejo biográfico.

Vicente de la Fuente y Condón nació el 29 de enero de 1817 en la ciudad de Calatayud, y cursó sus primeros estudios en los Escolapios de Daroca primero, y en Zaragoza después. Entre 1828 y 1831 fue alumno del seminario de Tudela, recibiendo la primera tonsura (es decir, órdenes menores) en 1829 durante su estancia en este centro religioso. Concluida esta etapa de su formación pasó, ese mismo año de 1831, a la universidad de Zaragoza, donde obtuvo el grado de bachiller (entonces este título era el menor de los universitarios, quizá equivalente a nuestra actual diplomatura) en Filosofía.

De Zaragoza pasó a Alcalá, ingresando como alumno en el colegio de Málaga que, en 1781, había absorbido al desaparecido colegio de Aragón, destino habitual hasta entonces de los estudiantes procedentes de esta región española. En las aulas de nuestra universidad el joven bilbilitano desarrollaría una brillante carrera, graduándose como bachiller en Teología en 1834 y como licenciado en esta misma disciplina en 1837, alcanzando el doctorado en 1841 tras ejercer como catedrático suplente desde el año de su licenciatura. Según José Francisco de la Peña y Fernando Fernández Lanza1, se licenciaría también en Leyes.

Conviene advertir que, aunque la universidad complutense se había extinguido en 1836 coincidiendo con la creación de su heredera, la Central madrileña, algunos de sus colegios menores, al ser fundaciones particulares, persistieron a duras penas durante algunos años más, si bien adscritos ya a la nueva universidad de la capital española. Éste fue el caso del colegio de Málaga, en el que Vicente de la Fuente desempeñó el cargo de rector entre 1838 y 1842, correspondiéndole la penosa responsabilidad de cerrar la centenaria fundación del obispo Moscoso. Esta circunstancia ha originado una llamativa confusión en algunas de las fuentes consultadas las cuales le hacen rector de la universidad de Málaga, algo de todo punto imposible dado que esta institución docente no fue creada hasta el año 1972.

Una vez concluida, de forma bien forzada como se ha visto, la etapa alcalaína de nuestro personaje, éste pasó a Madrid en 1844 para seguir ejerciendo tareas académicas, esta vez como profesor de Ciencias Eclesiásticas en el colegio de San Isidro, ingresando asimismo ese mismo año en el Colegio de Abogados de Madrid al tiempo que era nombrado bibliotecario de la Academia Matritense de Legislación, de la que poco después sería nombrado académico y profesor; e incluso todavía tuvo tiempo para cursar con éxito estudios de árabe y hebreo.

Su carrera en la recién creada universidad Central fue también provechosa. En 1845 ejerció el cargo de bibliotecario mayor, y en años sucesivos desempeñó diferentes cargos docentes cada vez de mayor relevancia. En 1848 fue el responsable del traslado a Madrid de la biblioteca de la extinta universidad alcalaína, cuyos importantes fondos habían sido abandonados y expoliados, tarea que requirió muchos esfuerzos al tropezarse con todo tipo de obstáculos.

1852 supuso un nuevo hito en su vida al ser nombrado catedrático de Derecho Canónico de la universidad de Salamanca, lo que motivó su partida de Madrid. Vicente de la Fuente permaneció en la ciudad del Tormes hasta 1858, fecha en la que retornó a la capital de España para hacerse cargo de una cátedra de Historia Eclesiástica que mantuvo hasta su muerte. No acabó aquí su carrera en la universidad Central, puesto que en 1875, tras la restauración de la dinastía borbónica en la figura de Alfonso XII, fue nombrado rector de la que ya entonces era la más importante universidad española, cargo que desempeñó hasta 1877.

Fuera de los ámbitos universitarios su figura brilló asimismo con fuerza, como lo demuestran su ingreso en las Reales Academias de la Historia (1861) y de Ciencias Morales y Políticas (1875), gozando de un amplio reconocimiento entre sus contemporáneos hasta el momento de su fallecimiento, que tuvo lugar el día de Navidad de 1889.

Si importante fue la proyección pública de Vicente de la Fuente, no le anduvo a la zaga su labor como historiador. Su obra más conocida es sin duda la monumental Historia de las Universidades, Colegios y demás establecimientos de enseñanza en España, publicada en cuatro tomos entre 1884 y 1889, donde la historia de la universidad alcalaína cuenta con un destacado papel, siendo fundamental para el conocimiento de los años postreros de la misma, de los cuales el autor fue testigo presencial. Pero su obra histórica es muy amplia, destacando en ella títulos tales como Doña Juana la Loca, vindicada de la nota de herejía (1849); Historia eclesiástica de España -concebida como continuación de la España Sagrada del padre Flórez- (1855-1859), inicialmente en cuatro volúmenes y corregida y aumentada a seis (1873-1875); Historia militar, política y económica de las tres comunidades de Calatayud, Teruel y Daroca (1861), discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia; Elogio del arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada (1862); La expulsión de los jesuitas de España (1867); La corte de Carlos III (1868); Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas de España (1870-1871); Los Concordatos: Cuestiones de Derecho Público Eclesiástico sobre su revocabilidad (1872); Historia de la instrucción pública en España y Portugal (1873); La enseñanza tomística en España. Noticia de las universidades, colegios y academias tomistas, con las fundaciones de todas ellas (1874); De la separación de la Iglesia y el Estado (1875); Historia de la siempre augusta y fidelísima ciudad de Calatayud (1880-1881); El tercer centenario de Santa Teresa de Jesús (1882), y otros muchos cuya relación sería demasiado prolija para ser reseñada aquí.

Como se puede comprobar, la talla de este antiguo estudiante alcalaíno es lo suficientemente importante como para que nuestra ciudad le recordara de forma mucho más señalada a como lo hace ahora, en que sólo un reducido puñado de estudiosos conocen su figura. No estaría de más que Alcalá recuperara todos sus trabajos dedicados a nuestra universidad, como tampoco estaría de más que se honrase su memoria de alguna manera, quizá en el callejero complutense.




1PEÑA, José Francisco de la y FERNÁNDEZ LANZA, Fernando. Personajes ilustres de la Universidad de Alcalá. Alcalá, 1996.


Publicado l 4-12-2004, en el nº 1.883 de Puerta de Madrid
Actualizado el 8-2-2006