Eugenio Lucas, un pintor ¿alcalaíno?





Autorretrato (Fundación Lázaro Galdiano)



Tradicionalmente se había considerado que Eugenio Lucas Padilla, uno de los más significados pintores españoles continuadores de Goya, había nacido en Alcalá en el año 1824. Sin embargo, en 1973 el prestigioso crítico e historiador de arte Enrique Pardo Canalís publicó en la revista Goya1 un artículo en el que defendía que Eugenio Lucas, ahora con el apellido materno cambiado por el de Velázquez, habría nacido en Madrid siete años antes de la fecha establecida, es decir, en 1817. Que yo sepa a este artículo no siguió ningún otro trabajo profundizando en el tema, pero bastó con sus cinco breves páginas para que se reescribiera la biografía oficial de nuestro personaje.

Recuerdo que, cuando leí por primera vez este trabajo hace más de veinte años, no acabé demasiado convencido con sus argumentos; pero aunque llevaba mucho tiempo con ganas de hacer un estudio más detallado del mismo, dio la casualidad de que se me traspapeló en el marasmo de mis múltiples papeles. No fue sino hasta fecha muy reciente cuando conseguí rescatarlo, y la segunda lectura no modificó en absoluto la impresión que me había causado en la anterior ocasión, la cual en pocas palabras se puede resumir en lo siguiente: Puede que Pardo Canalís tenga razón en sus afirmaciones, pero encuentro que la documentación que aporta para justificarlas no deja de ser, por utilizar una terminología jurídica, un conjunto de pruebas circunstanciales. En resumen: podría ser como él dice, pero también podría no serlo.

En esencia, la piedra angular de su artículo es una partida de bautismo que, a nombre de Eugenio Lucas Velázquez y con fecha de 10 de febrero de 1817, descubrió en los archivos de la parroquia madrileña de la Santa Cruz, según la cual el pintor -asumiendo que se tratara de la misma persona- sería hijo de Julián de Lucas, natural de Javalera (diócesis de Cuenca) y de Juana Blázquez, natural de Béjar (diócesis de Plasencia). Jabalera, en su grafía moderna, es un pequeño caserío situado al sur del embalse de Buendía, no muy lejos de las localidades alcarreñas de Albalate y Almonacid de Zorita.




Paisaje con ruinas (Fundación Lázaro Galdiano)


La primera pregunta que se nos plantea es, evidentemente, de donde arrancaba la anterior atribución a Eugenio Lucas de su origen complutense; y es el propio Pardo Canalís quien nos lo explica. Copio textualmente:


Desde hace más de un siglo -pues Ossorio y Bernard ya lo consigna en la primera edición de su célebre Galería, publicada en 1868-1869, es decir, en vida del artista- se ha creído que Eugenio Lucas, sobreapellidado Padilla, había nacido en 1824, e incluso, para más precisión, en el mes de septiembre. Y también se le tuvo por natural de Madrid hasta que en 1911 Balsa de la Vega afirmó -apoyándose, al parecer, en el testimonio del hijo del pintor Eugenio Lucas Villaamil- que vio la luz primera en Alcalá de Henares.

Por otra parte se aseguraba que sus padres eran Francisco Lucas -natural de Talavera (Toledo)- y María Padilla, de quien procedería el segundo apellido con que hasta ahora se le conocía.


Obviamente, lo mejor en estos casos es recurrir, siempre que resulte posible hacerlo, a las fuentes originales. El título completo de la obra de Manuel Ossorio y Bernard (1839-1904) a la que hace alusión Pardo Canalís es Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, y se trata de un documentado trabajo del que existen dos ediciones, una primera publicada en 18682, cuando todavía vivía el pintor, y una segunda, actualizada, de 1883, de la cual se hizo una reedición en 19753.

En realidad Ossorio no puede ser más escueto a la hora de dar la reseña biográfica de Eugenio Lucas, que en la primera edición se reduce a lo siguiente:


LUCAS (D. Eugenio). Pintor contemporáneo. Nació en Madrid en 1824 y estudió en la Academia de Nobles Artes de San Fernando. Pocas son las noticias que podemos añadir acerca de este artista, talento malogrado como le llama el Sr. Cañete.


A continuación viene una relación de sus principales obras, pero ésta resulta irrelevante para nuestros propósitos. El texto de la segunda edición es idéntico, salvo en lo que atañe a una pequeña coletilla añadida al final de la frase, quedando así:


LUCAS (D. Eugenio). Pintor contemporáneo. Nació en Madrid en 1824 y estudió en la Academia de Nobles Artes de San Fernando. Pocas son las noticias que podemos añadir acerca de este artista, talento malogrado como le llama el Sr. Cañete en la Revista Española, y que murió en Madrid en 11 de septiembre de 1870.


Es una lástima que Manuel Ossorio no indique el segundo apellido del pintor, ya que nos habría resultado de bastante ayuda, al igual que tampoco hace la menor referencia a sus padres. Tras la lectura de estos textos son varias las cuestiones a considerar. En primer lugar, Manuel Ossorio hace a Eugenio Lucas natural de Madrid, fijando su fecha de nacimiento en 1824. Huelga decir que habría resultado sumamente interesante conocer el texto del señor Cañete al que hace alusión, pero lamentablemente la referencia a la Revista Española es tan ambigua que no me ha sido posible encontrarla.




Biografía de Eugenio Lucas escrita por Rafael Balsa de la Vega


Rafael Balsa de la Vega, por su parte, fue un importante estudioso de arte fallecido en 1913 que, como también indica Pardo Canalís, publicó en 1911 una biografía de Eugenio Lucas4 para la cual contó con la ayuda de su propio hijo, el también pintor Eugenio Lucas Villaamil. En ella se afirma:


Nació Eugenio Lucas en Alcalá de Henares, en el mes de Septiembre de 1824. Fueron sus padres Francisco Lucas, hijo de la villa y Corte de Madrid, y María Padilla, vecina de la ciudad citada (1).

Los años de la niñez de nuestro pintor transcurrieron en la ciudad natal, donde estudió las primeras letras y creemos que las únicas, a juzgar por dos cartas que de su puño y pulso, hemos leído, escritas en 1860.

Nada nos ha sido posible averiguar respecto de cómo manifestó Lucas sus aficiones pictóricas; tan solo sabemos que trasladada a Madrid su familia, entró al servicio de D. Leandro Álvarez de Torrijos, quien prendado de las aptitudes de Lucas para la pintura, le dispensó su protección, y le proporcionó los medios precisos con que atender a los gastos de su aprendizaje.

(...)

Eugenio Lucas murió en Madrid el día 11 de Septiembre de 1870. Contaba cuarenta y seis años de edad, y dejó tres hijos, pintor e imitador suyo uno de ellos.

(1) Estos primeros datos nos los comunicó el hijo del biografiado Don Eugenio Lucas Villa-amil.


La comparación de lo leído en ambos trabajos con las afirmaciones de Pardo Canalís permite llegar a varias conclusiones interesantes. En primer lugar los dos estudiosos, prácticamente contemporáneos de nuestro personaje, coinciden en fijar su fecha de nacimiento en 1824, no en 1817. Por otro lado, si bien tan sólo Balsa de la Vega afirma que nació en Alcalá, deja bien claro -nada de "al parecer", como insinúa Pardo Canalís- que que su fuente de información fue el propio hijo de Eugenio Lucas, un punto a tener en cuenta ya que por lo general la gente suele saber con bastante certeza el lugar de nacimiento de sus padres. Aunque Manuel Ossorio, por el contrario, lo hace madrileño, lo que no aparece por ningún lado es que su padre, citado tan sólo por Balsa de la Vega, fuera natural de Talavera, ya que según éste lo habría sido de la capital de España.

En cualquier caso, lo que sí resulta incuestionable es que, de haber nacido en Alcalá, Eugenio Lucas habría vivido en nuestra ciudad tan sólo durante los primeros años de su vida, lo que quizá podría explicar la discrepancia existente entre Ossorio y Balsa de la Vega, dado que mucha gente nacida circunstancialmente en un lugar, pero criada en otro diferente, se suele considerar en muchas ocasiones natural de este segundo.

Asimismo, resulta necesario tener en muy cuenta el grado de fiabilidad de los diferentes tipos de documentos. Se da la circunstancia de que Pardo Canalís obvia por completo la posibilidad de que que hubiera existido en Alcalá la partida de bautismo de Eugenio Lucas Padilla; por desgracia, y como es sabido, los archivos de las dos parroquias complutenses, San Pedro y Santa María, se perdieron en los incendios de sus respectivos templos en julio de 1936, resultando imposible contrastar este dato. Puesto que el registro civil no se implantó en nuestro país hasta 1870, precisamente el año del fallecimiento de Eugenio Lucas, tampoco disponemos de una partida de nacimiento que pudiera haber compensado la pérdida.




La comunión (Museo de Bellas Artes de Bilbao)


De todos modos, la inexistencia de la partida de bautismo alcalaína, bien sea porque ésta nunca existió, bien porque desapareciera en 1936, junto con el hallazgo en 1973 de la madrileña, tampoco es un argumento que nos permita decantarnos de forma irrebatible por la tesis de Pardo Canalís. Conviene no olvidar que los nombres pueden repetirse, y de hecho se repiten; basta con recordar la historia del Miguel de Cervantes de Alcázar de San Juan, homónimo y casi contemporáneo del alcalaíno, para así demostrarlo.

Haciendo una consulta en la sección de la página web del Instituto Nacional de Estadística donde viene registrado el número de personas que comparten un mismo apellido, es fácil constatar que el apellido Lucas, sin ser uno de los más habituales, dista mucho de ser infrecuente en nuestro país: en total son unos 20.400 los españoles con este apellido paterno y una cifra similar (20.500) la de quienes lo ostentan como apellido materno, junto con unos exiguos 240 que lo poseen duplicado. Desglosando por provincias vemos que este apellido aparece tanto en la de Madrid como en las cercanas de Castilla la Nueva de donde, independientemente de la fuente consultada, procedería la familia del pintor; refiriéndonos por simplicidad tan sólo al primer apellido, existen actualmente 2.759 Lucas nacidos en la provincia de Madrid, 794 en la de Cuenca y 248 en la de Toledo, con ligeras variaciones si en vez de las provincias de nacimiento consideramos las de residencia. Este apellido también está presente en Alcalá como lo testimonia el conocido caso de Felipe de Lucas, el popular fundador del C.D. Avance.

Éstas pueden parecer unas cantidades pequeñas, pero si bien Lucas está muy lejos de ser uno de los apellidos españoles más habituales (casi un millón y medio de Garcías, el más común, mientras que del centésimo más frecuente, Rey, hay alrededor de cuarenta mil), dista mucho también de poder ser considerado “raro”. De hecho, y a modo de ejemplos de apellidos conocidos e infrecuentes, se contabilizan 7.264 España, 4.332 Cisneros, 2.585 Zapatero, 1.125 Tierno, 863 Solbes, 446 Azaña, 348 Borbón, 198 Rajoy, 75 Rubalcaba ó 45 Gallardón, en todos los casos considerando tan sólo el primero y sin tener en cuenta los apellidos compuestos. Incluso comparándolo con los míos propios, nos encontramos con 580 Canalda y 14.502 Cámara en toda España. Los Alcalá, por último, suman un total de 11.069, mientras los Henares tan sólo alcanzan la exigua cifra de 1.888.




Majas en el balcón (Museo del Prado)


Evidentemente estos datos corresponden a la época actual y no a las primeras décadas del siglo XIX, pero cabe suponer que la distribución de apellidos no haya variado demasiado desde entonces. En cualquier caso la posibilidad de que en realidad existieran dos Eugenios Lucas coetáneos, el alcalaíno y el madrileño, no debe descartarse en modo alguno aunque, claro está, el problema estriba en poder determinar sin margen de error cual de ambos sería el pintor. Por supuesto una coincidencia del nombre y el primer apellido es mucho menos probable que sólo la del apellido, pero ésta se dio en el caso del autor del Quijote a pesar de que los Cervantes contabilizados en España son un total de 6.752, justo una tercera parte de los Lucas. Y aunque Eugenio es un nombre muy poco común en la actualidad, no ocurría lo mismo a principios del siglo XIX.

Así pues, nos encontramos con dos posibles hipótesis de trabajo: o el Eugenio Lucas complutense no existió -y por lo tanto tampoco su partida de bautismo-, o sí existió, pero el documento se perdió durante la Guerra Civil. La primera de ellas nos remitiría directamente a los argumentos de Pardo Canalís, mientras la segunda nos obligaría a considerar otros factores para intentar determinar cual de los dos personajes homónimos sería el buscado.

Conviene, no obstante, ser cautos. No hay que olvidar que, si los cervantistas se decantaron por el Cervantes complutense en detrimento del nacido en Alcázar de San Juan, hasta el punto de que ningún historiador mínimamente serio pueda seguir defendiendo todavía hoy la candidatura de la población manchega, no se debió al cotejo de las dos partidas de bautismo, ni tan siquiera al hecho de que el Cervantes alcazareño, nacido once años después del alcalaíno, habría intervenido en la batalla de Lepanto, en un alarde de precocidad, con tan sólo trece años. Lo que confirmó en realidad, sin dejar el menor resquicio a la duda, el verdadero lugar de nacimiento del autor del Quijote fue una exhaustiva investigación documental que permitió reconstruir los avatares de su familia, y no sólo los suyos, durante varias generaciones.




El garrote vil (Museo de Bellas Artes de Lille)


Cabría suponer, en un principio, que realizar una tarea similar para Eugenio Lucas debiera resultar más sencilla, dado que se trata de un personaje mucho más cercano a nosotros; sin embargo, se da la circunstancia de que son muy pocos documentos los que se conocen sobre su vida y, asimismo, no se trata de alguien tan célebre -como ocurrió con Cervantes- capaz de movilizar tras su biografía a toda una pléyade de estudiosos y eruditos. Por otro lado, y puesto que los trabajos de sus dos biógrafos clásicos anteriormente citados (Manuel Ossorio y Bernard y Rafael Balsa de la Vega), junto con el artículo de Pardo Canalís, son toda la documentación de que disponemos, habrá que jugar con ellos intentando discernir si las conclusiones de este último son tan tajantes como pretende o si, por el contrario, tan sólo se trata de meras hipótesis.

Como ya he comentado, la prueba fundamental esgrimida por este historiador es la partida de bautismo de Eugenio Lucas Velázquez, algo que considero útil pero en modo alguno determinante por sí mismo. Así pues, ¿qué otros argumentos utiliza Pardo Canalís para apoyar su hipótesis? Pues la verdad es que pocos y, a mi parecer, no demasiado convincentes. Entre todos ellos, el de más peso es el de la firma. Pardo Canalís reproduce las firmas de varios cuadros suyos, en las que se aprecia, entre el nombre y el apellido -Eugenio Lucas no utilizaba el segundo, lo que nos habría sacado de dudas de forma definitiva- una abreviatura que el historiador interpreta como “Vz” y atribuye sin mayor problema a “Velázquez”, el presunto -según él- apellido materno del artista.

Se da la circunstancia de que en la partida de bautismo madrileña el apellido de la madre y del abuelo materno aparece como Blázquez y no como Velázquez, lo cual resuelve Pardo Canalís afirmando que se trata de un mero error de transcripción a la hora de redactarlo... pero lo más llamativo no es esto, sino la sorprendente afirmación de que introducir la abreviatura “Vz” entre el nombre y el primer apellido, algo “nada extraño e infrecuente en la época” (sic), podría “obedecer, además, a íntimas razones afectivas. (...) ¿Verdad que no habría de resultar ingrato a Lucas apellidarse también Velázquez como el gran artista al que profesó tanta admiración? (sic).




Firmas de Eugenio Lucas donde Pardo Canalís dice ver la abreviatura de Velázquez


Para empezar, a mí no me cuadra eso de que se tratara de una costumbre frecuente en la época; lo que se hacía entonces, y se sigue haciendo ahora, era utilizar sin más el apellido materno, reduciendo en ocasiones el paterno a una simple inicial o simplemente ignorándolo, como es el caso, sin ir más lejos, del propio Diego de Silva y Velázquez, que no firmaba precisamente como “Diego Vz. Silva” o, por poner un ejemplo contemporáneo, el del actual presidente de gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Otra práctica habitual es la de convertir los dos apellidos en uno compuesto, de manera que se pueda transmitir el materno a los hijos aunque sea unido por un guión a un García, un Pérez o un Martínez.

Pero reducir el apellido materno a unas letras e intercalarlas además entre el nombre y el primer apellido es algo de lo que, sinceramente, es la primera vez que oigo hablar, máxime cuando durante buena parte del siglo XIX, al no haberse creado todavía el Registro Civil, existía una relativa relajación en lo que a la sistemática de nombres y apellidos se refiere. Así pues, si la atribución del segundo apellido del pintor por parte de Pardo Canalís se basa en una presunta errata en el apellido de su madre y en una también presunta utilización de su abreviatura “Vz” en su firma antecediendo al Lucas, sinceramente no creo que esto sea algo que pueda esgrimirse como ejemplo de rigor científico.

Sigamos. Una diferencia de siete años en la biografía de una persona que vivió en el siglo XIX tendría que chirriar bastante a la hora de encajarla con determinados datos biográficos suyos. ¿Cómo resuelve este problema Pardo Canalís? Pues adelantando tranquilamente las fechas de algunos episodios de la vida de Eugenio Lucas, tales como un viaje a París en 1852 -que él adelanta hasta 1844- o el argumento de que no resultaba creíble que hubiera intervenido en la decoración del Teatro Real a los 26 años en vez de a los 33, lo cual le parece al investigador, no se molesta en explicar por qué, mucho más probable. Asimismo, otra de las razones que da para justificar su teoría es que al hacerle siete años mayor esto “acorta la distancia con otros artistas de la época y permite considerarlo con mayor holgura contemporáneo de Goya conviviendo en el tiempo no cuatro años, como antes se creía, sino once” (sic).

De nuevo nos encontramos frente otra patente falta de rigor científico; según estos criterios Gustavo Adolfo Bécquer no podría haber sido un escritor romántico, por quedar descolgado cronológicamente respecto al período de auge de este estilo literario, ni Rachmaninov haber estrenado su conocido concierto para piano en 1902, por estar éste mucho más cercano en su estilo a la música de la centuria anterior que a las vanguardias musicales del momento. En cuanto a la alusión a Goya la verdad es que no consigo desentrañar a que viene, ya que Goya se exilió de España en 1824, año de nacimiento del Eugenio Lucas alcalaíno y cuando su homónimo madrileño contaba con tan sólo siete, edades a las que difícilmente podía haber influido el gran maestro aragonés en cualquiera de ellos.




Condenados por la Inquisición (Museo del Prado)


No acaban aquí las especulaciones presentadas como “pruebas” irrebatibles, ya que se da la circunstancia de que cuando un dato no encaja, Pardo Canalís no tiene el menor reparo en modificarlo o desdeñarlo. Así, además del ya comentado cambio de Blázquez por Velázquez, argumenta que todas las veces que aparece citada Talavera en los documentos alusivos al lugar de nacimiento del padre de Eugenio Lucas -aunque seguimos sin saber cuáles son estos-, en realidad se trata de la trascripción errónea de Jabalera, el pueblo natal del padre del candidato madrileño... que tampoco sería tal, sino Madrid, de acuerdo con los datos aportados por Balsa de la Vega, lo que introduce asimismo una posible nueva variante: ¿no podrían ser los dos Eugenio Lucas parientes? No resulta nada excepcional que dos primos, pongo por ejemplo, compartan nombre y primer apellido, sobre todo cuando aquél se refiere a un ascendiente común como un abuelo.

Pero lo más representativo de todo sea probablemente la vida privada del artista. Se sabe que convivió, sin estar casado, con Francisca Villaamil, hija o sobrina -según las fuentes- del pintor Genaro Pérez Villaamil, con la que tuvo cuatro hijos, entre ellos el también pintor Eugenio Lucas Villaamil. Hasta la publicación del trabajo de Pardo Canalís no había ninguna referencia a que hubiera estado casado, pero éste encontró en la parroquia madrileña de San Ildefonso un certificado de matrimonio, fechado el 6 de diciembre de 1844, contraído entre Eugenio Lucas y Martina Hernández. Por la edad del contrayente -27 años- y por los nombres de sus padres queda claro que se trata del madrileño, lo que hace que en su biografía oficial se diga actualmente -esto no lo apunta Pardo Canalís- que se separó de su esposa en 1853, iniciando su convivencia con Francisca Villaamil un año más tarde.

Estos datos cuadran bien con la hipótesis de que el pintor fuera el madrileño, pero tampoco descarta por imposible la alcalaína, dado que si en realidad existieron dos Eugenios Lucas distintos, uno podría haber sido el que contrajo matrimonio en 1844 y el otro, el alcalaíno, el padre de los cuatro hijos de Francisca Villaamil. Cierto es que el hecho de estar casado y separado explicaría que no pudiera contraer matrimonio con la madre de sus hijos, pero tampoco puede ser considerado esto como un factor determinante dado que, incluso entonces, entre los artistas no resultaban infrecuentes unos hábitos sociales que, como ocurría con la cohabitación sin mediar vínculo matrimonial, eran considerados inmorales por el común de la población y, por supuesto, condenados tajantemente por la entonces todopoderosa Iglesia.

Y eso es todo. Insisto de nuevo en que no es mi pretensión, ya que carezco de documentos que lo prueben, demostrar que Eugenio Lucas nació efectivamente en Alcalá en 1824, sino algo más modesto como es resaltar los puntos flacos de la argumentación de Enrique Pardo Canalís, con la conclusión de que sería necesario realizar más investigaciones -que honradamente desconozco si se llegaron a llevar a cabo- para poder descartar una u otra hipótesis. Aunque haya desaparecido la partida de bautismo alcalaína -en el caso de que ésta hubiera llegado a existir-, supongo que se podrían realizar otras indagaciones, tanto en Alcalá como tanto en Alcalá como fuera de ella, tendentes a confirmar la existencia o no del Eugenio Lucas Padilla alcalaíno, primer paso para comprobar si fue éste, o el Eugenio Lucas Velázquez madrileño, el pintor decimonónico sobre el que ha girado toda esta especulación.

Y desde luego, y con independencia de que estuviera o no acertado en sus planteamientos, lo que sí echo en falta en el artículo de Pardo Canalís es un mayor rigor científico a la hora de diferenciar entre las pruebas concretas e irrebatibles y las simples suposiciones, algo cuya frontera no está demasiado definida en el citado trabajo.




1PARDO CANALÍS, ENRIQUE. El mundo ignorado de Eugenio Lucas. Goya, revista de arte, nº 116, septiembre-octubre de 1973. Páginas 70 a 75.

2OSSORIO Y BERNARD, MANUEL. Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX. Imprenta de Ramón Moreno. Madrid, 1868-69. Tomo I, pág. 380.

3OSSORIO Y BERNARD, MANUEL. Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX. Imprenta de Moreno y Rojas. Madrid, 1883-84. Reed. Ediciones Giner. Madrid, 1975. Tomo I, págs. 393-394.

4BALSA DE LA VEGA, RAFAEL. Eugenio Lucas. Madrid, 1911. Págs. 29-32.


Publicado el 2-2-2009
Actualizado el 13-3-2009