El pintor Ángelo Nardi





Inmaculada del convento de las Bernardas



En 1984 se cumplía el cuarto centenario del nacimiento de Ángelo Nardi, uno de los pintores que dejaron constancia de su paso por Alcalá legando a nuestro patrimonio cultural un buen lote de cuadros firmados por su mano. Fue entonces cuando publiqué por vez primera este artículo, ahora muy revisado, el cual, triste es tener que decirlo, fue el único recuerdo que se le dedicó entonces a este pintor en nuestra ciudad, pese a su gran relación con ella.

Puede que el nombre de Ángelo Nardi hoy no diga nada a la mayor parte de los alcalaínos, pero si añado que fue él quien realizó los cuadros que hoy se pueden admirar en la iglesia de las Bernardas, y que de sus pinceles salieron otros muchos cuadros, en su mayor parte desaparecidos, que durante varios siglos adornaron distintas iglesias complutenses, justo será reconocer que la vinculación de este pintor barroco con Alcalá no fue precisamente despreciable.

Pero, ¿quién era Ángelo Nardi? Este pintor nació el 19 de febrero de 1584 en el pueblecito de Razzo, Vaglia de Mugello, localidad toscana cercana a Florencia. Procedía de una noble familia florentina desterrada de la capital y desposeída de sus bienes por los Médicis, a la sazón gobernantes de la ciudad del Arno.

La primera formación artística de Nardi tuvo lugar, pues, en la Toscana, uno de los grandes focos culturales de la Italia renacentista, brillando por entonces como los artistas florentinos más valiosos nombres como los de Cígoli, Pasignano o Pagani. Pero el foco de atracción artístico en aquella Italia de finales del siglo XVI era Venecia, y hacia allí se dirigió el joven Nardi apenas cumplidos los dieciséis años, en 1600, permaneciendo en la ciudad de san Marcos con un hermano fraile que residía allí.

La etapa veneciana de Nardi acabaría en el año 1607, fecha en la que el pintor se trasladó a Madrid. Por aquel entonces, si bien la hegemonía política y militar de España comenzaba a resquebrajarse, se iniciaba el período de madurez de la cultura española, con esa gran eclosión literaria y artística que hemos convenido en llamar el Siglo de Oro. Y Madrid, ya elegida como sede permanente de la corte, comenzaba a ser el principal foco de atracción del reino español a expensas de otras ciudades como Toledo, Sevilla, Valladolid o el propio Alcalá. Parece ser que Nardi residió en la capital hasta la misma fecha de su muerte, lo que demuestra el hecho de que, salvo en Jaén, toda su obra se encuentra localizada en los alrededores de la ciudad del Manzanares.

No se conocen sus primeras obras realizadas recién instalado en la corte, siendo la primera noticia documentada sobre su obra española los cuadros titulados Entregas de las princesas de España y Francia en Irún, obras pertenecientes a las colecciones reales hasta su desaparición en 1734 a causa del incendio que destruyó el alcázar de Madrid, sustituido ahora por el familiar palacio de Oriente.

A partir de esta fecha comenzaría a firmar cuadros con esa facilidad tan típica de los autores barrocos, consiguiendo la confianza del cardenal arzobispo de Toledo don Bernardo de Sandoval y Rojas, el cual le encargaría la ejecución de toda la obra pictórica del convento de las Bernardas, obra que realizaría a pesar de los problemas surgidos a la muerte del cardenal, hecho que retrasaría la terminación de la fundación a causa del comportamiento de los albaceas testamentarios del purpurado, sus secretarios Luis de Oviedo y Sebastián de la Huerta.

Terminada su labor en las Bernardas entró Nardi a trabajar, en 1622, como oficial en el taller de Marcos de Aguilera, pintor famoso por aquel entonces pero prácticamente desconocido para los estudiosos actuales. Ese mismo año moriría Aguilera, lo que supondría una desgraciada etapa para nuestro pintor. Preocupada la viuda por la continuidad del taller, convenció ésta a Nardi para que se casara con su hija Ana; hay que tener en cuenta que entonces contaba el pintor con 36 años de edad mientras su esposa era una niña de 13. Además otro hijo de Aguilera, Lorenzo, era puesto como aprendiz del nuevo maestro.

Tan desigual boda tuvo lugar el 19 de marzo de 1623, y a partir de entonces la vida se convirtió en un verdadero infierno para el pobre Nardi. Su situación familiar se fue degradando constantemente hasta que en 1624 Nardi solicitó la separación del matrimonio, aún no consumado, obteniendo la anulación del mismo en octubre de 1625.

No acabarían aquí los problemas para Nardi ya que su cuñado Lorenzo, instigado por su madre, le planteó un pleito que se resolvió a favor de Nardi gracias al testimonio favorable de otros pintores madrileños con los cuales mantenía cordiales relaciones: Carducho, Caxés, Francisco López, Luis Fernández y otros. Gracias a este pleito se conoce un inventario de sus obras, compuestas entonces por numerosos bodegones y un Baco, tema éste muy poco frecuente en la pintura española de la época.

Una nueva etapa comenzaría para el pintor a partir del 25 de mayo de 1625, fecha en la que dirigió un memorial a la corte, memorial que surtiría efecto ya que con fecha de 4 de junio del mismo año fue nombrado por Felipe IV Pintor del Rey, aunque sin derecho a sueldo, coincidiendo con la llegada a Madrid del gran Velázquez. Ese mismo año fallecería Bartolomé González, pintor de cámara, siendo su puesto solicitado por doce pintores, Nardi entre ellos. La falta de presupuesto (los tiempos cambian, pero las circunstancias no) retrasó la elección del nuevo pintor de cámara, pero por fin el 25 de enero de 1631 Nardi conseguiría el nombramiento tras renunciar a una fuerte suma que le adeudaba la Real Hacienda.

Estabilizada su situación económica Nardi continuaría con su labor de pintor siendo de resaltar la buena amistad que le unió con Velázquez, aunque las relaciones con sus compañeros de profesión fueron en general cordiales debido sin duda al carácter de Nardi, pacífico y bondadoso así como honrado, hecho éste quizá no demasiado frecuente en la España de entonces. No obstante, hubo de mantener algunos pleitos con la Real Hacienda debido al dinero que ésta le adeudaba.

Su salud se resentiría en 1654, ya con 70 años a sus espaldas, pero se recuperó de la crisis puesto que en diciembre de 1658 declaró como testigo en las pruebas realizadas por Velázquez para su ingreso en la orden de Santiago. Su salud, no obstante, era la que se podía esperar de una persona que había rebasado ya con creces la esperanza de vida de la época, y no es de extrañar que el 27 de noviembre de 1659 Francisco de Solís, un oportunista, solicitara la plaza "que sirve Ángelo Nardi para cuando por algún accidente el dicho Ángelo Nardi faltase o muriese". Lógicamente, se denegó la solicitud.

Ángelo Nardi sobreviviría aún al menos cuatro años. Se desconoce la fecha exacta de su muerte, pero ésta ha de estar comprendida entre marzo de 1663 y julio de 1665, por lo que su edad al fallecer estaría entre los 79 y los 81 años, lo que supone en cualquier caso una notable longevidad.

La labor de Nardi en Alcalá fue bastante amplia, si bien tan sólo se han podido conservar parte de sus cuadros. Éstos se encuentran en su gran mayoría en el convento de las Bernardas, dado que el cardenal Sandoval le confió la confección de todos los cuadros que aún hoy adornan la iglesia, tanto en los seis altares laterales como en el retablo mayor. Milagrosamente salvados de los saqueos de la Guerra Civil y del posterior incendio que destruyó parcialmente el templo, se trata como es fácil suponer de una serie de cuadros sobre temas religiosos realizados entre 1619 y 1620. La relación de los mismos es la siguiente: Aparición de la Virgen a San Bernardo, Inmaculada Concepción -el que ilustra este artículo-, Imposición de la casulla a san Ildefonso, Martirio de san Pedro, Conversión de san Pablo, Santa Humbertina, Santa Lutgarda, Adoración de los pastores, Adoración de los Reyes, Circuncisión, Resurrección, Ascensión, Asunción, Martirio de san Esteban, Martirio de san Lorenzo, dos Apariciones milagrosas a san Bernardo y una serie de tres santos pertenecientes a la orden bajo cuya advocación se fundó el convento: San Bernardo, San Bernardo de Alcira y Beato Pedro de Castilnovo.

También salieron de su pincel, aunque en fecha posterior -Alfonso E. Pérez Sánchez1 los fecha hacia 1625- los cuadros que adornaban al gran retablo mayor de la iglesia de los Jesuitas, la mayor parte de los cuales fueron trasladados al recién creado Museo de la Trinidad tras la desamortización de Mendizábal. Luis Miguel de Diego2, tomando como fuente al catálogo de Gregorio Cruzada Villamil, enumera los siguientes: Calvario, Epifanía, Adoración de los pastores, Presentación en el Templo y Circuncisión, añadiendo que otros autores incluían también un San Antonio y un San Francisco que al parecer permanecieron en la iglesia. Alfonso E. Pérez Sánchez da una lista similar cambiando la Adoración de los pastores por un Nacimiento, aunque cabe suponer que se trate del mismo cuadro.

En 1876, cuatro años después de que el Museo de la Trinidad fuera disuelto y sus fondos incorporados al Museo del Prado, varios de los cuadros retornaron a la iglesia de los Jesuitas en calidad de depósito, concretamente el Calvario, la Adoración de los pastores, la Circuncisión, la Epifanía, una Anunciación que no es citada por Cruzada Villamil ni por Pérez Sánchez y, años más tarde, la Presentación en el Templo. Heliodoro Castro, en su Guía ilustrada de Alcalá de Henares3 publicada en 1929, afirma que el cuerpo central del retablo había estado ocupado por un gran lienzo que representaba la Expectación del parto de Nuestra Señora, y que “tal vez esté arrinconado y desconocido, como tantos otros, en algún sótano o desván del Ministerio de Bellas Artes (sic), o de alguna otra dependencia del Estado. Muy plausible sería que este hermoso cuadro de Ángelo Nardi volviera a ocupar el lugar que de derecho le corresponde”.




Retablo de la iglesia de Jesuitas en el primer tercio del siglo XX
Fotografía del Archivo Moreno


Castro debió de copiar el dato de un autor anónimo local que en el número 13 de la Crónica del Centenario -de las Santas Formas-, con fecha de 1 de julio de 1897, escribió que los cuadros de Nardi representaban los pasos principales de la vida de la Virgen, lo cual no era cierto, correspondiendo el gran lienzo central a un cuadro que fue llevado a Madrid y arrinconado en algún sótano o desván del Ministerio de Fomento o de alguna otra dependencia ministerial. La nota concluye informando que otro cuadro había sido recuperado sin especificar su nombre, siendo lo más probable que se tratara de la Presentación en el Templo, que se devolvió a Alcalá en 1883. Según De Diego la Expectación del parto de Nuestra Señora sería en realidad la Anunciación, que sí había vuelto a Alcalá en 1876, lo que no encaja con el testimonio de Castro aunque las fotografías que se conservan de la época se aprecia que, efectivamente, el lugar del cuadro estaba ocupado por la imagen de la Virgen de San Diego. Dado que entonces la iglesia de Jesuitas oficiaba de Magistral provisional a causa de la restauración de esta última, y que se había convertido en abigarrado almacén de buena parte de su patrimonio artístico, entra dentro de lo posible que para colocar la imagen fuera retirado el cuadro, sin que haya manera de saber qué pudo ocurrir con él.

En cualquier caso, todo ello habría de perderse en el fatídico año de 1936. A diferencia de otros templos como la Magistral, las parroquias de Santa María y Santiago y la mayor parte de los conventos, saqueados y en ocasiones incendiados en los días posteriores a la sublevación militar de julio de 1936, la iglesia de Jesuitas, que se encontraba cerrada tras su reapertura al culto en 1931, fue víctima del vandalismo unos meses antes, en marzo de 1936, poco después de proclamada la II República, quemándose en la calle Libreros buena parte del mobiliario y los objetos de arte que conservaba. Los cuadros de Nardi desaparecieron en su totalidad, sin que se llegara a saber si fueron quemados o robados.

Sorprendentemente en el ejemplar de Nueva Alcalá del 10 de octubre de 1961, fecha en la que se abrió definitivamente al culto la iglesia de Jesuitas convertida en la parroquia de Santa María la Mayor, se afirmaba que aún se conservaban en el retablo mayor cuatro cuadros: La Asunción, La Natividad, La Adoración de los Reyes -o Epifanía- y La Ascensión; cuadros que, continuaba la nota, habían sido recientemente restaurados por la Dirección General de Bellas Artes. Por desgracia la noticia carecía de la menor fiabilidad, y los cuadros que reemplazaron a los perdidos, los mismos que se conservan en la actualidad, son unas copias de obras famosas del arte religioso español obra del sacerdote Manuel Palero, recientemente fallecido, sin que quede en éste ninguno de los lienzos originales y sin que exista la menor esperanza de poderlos recuperar.




Comida milagrosa de San Diego de Alcalá, desaparecido. Fotografía del Archivo Moreno


No acaba aquí la labor de Nardi en Alcalá. De 1640 es su Comida milagrosa de San Diego de Alcalá, cuadro que perteneció originalmente al convento de San Diego de nuestra ciudad pasando luego al Museo de la Trinidad. Devuelto en 1878 a Alcalá fue depositado en el palacio arzobispal, ardiendo con éste en el incendio desatado en este edificio en 1939, recién acabada la Guerra Civil. A decir de los críticos ésta fue su mejor obra, estando a la altura de la mejor pintura religiosa de su tiempo. Hoy tan sólo se conserva de él una fotografía en blanco y negro perteneciente al Archivo Moreno.




Santa Clara de las Claras, desaparecido. Fotografía del Archivo Moreno




Adoración de los Reyes Magos de las Claras, desaparecido. Fotografía del Archivo Moreno


El convento de las Claras también contó con su aportación: obra suya era el gran cuadro que adornaba el retablo mayor de la iglesia. Fechado en 1647, representaba la milagrosa defensa del convento de San Damián, cercano a Asís, frente al asedio de unas hordas musulmanas que habían invadido la región, a los cuales logró rechazar mostrándoles el Sagrado Sacramento. De menores dimensiones eran la Adoración de los Reyes Magos, una Epifanía y dos cuadros representando a sendos santos franciscanos. Todos ellos se perdieron en la Guerra Civil, aunque según el cronista José García Saldaña4 el cuadro de Santa Clara habría sido desmontado y trasladado a un lugar desconocido -es decir, expoliado- con anterioridad al saqueo de la iglesia en 1936. En cualquier caso el cuadro continúa hoy en paradero desconocido, conservándose tan sólo una fotografía del mismo y otra de la citada Adoración de los Reyes Magos.




Crucifixión de la Magistral, desaparecido. Fotografía del Archivo Moreno


La Magistral poseía una Crucifixión anterior a 1652 de la que hoy tan sólo queda una fotografía, ya que despareció en el incendio de 1936. Alfonso E. Pérez Sánchez aventura la posibilidad de que el cuadro pudiera haber pasado al convento de las Úrsulas, donde permanecería arrumbado “en un inaccesible almacén”, pero en un trabajo más reciente Francisco Javier Caballero Bernabé5 lo da por perdido. Según Pablo Cano6 se encontraba en un altar funerario del coro, en el lado del Evangelio, en el que estaba enterrado el racionero de la Magistral Juan de Molina, probable autor del encargo.




Crucificado de las Úrsulas


Sí conservan las Úrsulas un Crucificado que se encontraba originalmente en el presbiterio de la iglesia del convento y un San Jerónimo, ambos ahora en la clausura.




Calvario de las Carmelitas de Afuera. Fotografía tomada del libro de Mª Evangelina Muñoz


Las Carmelitas de Afuera tuvieron mejor suerte, ya que hoy en día custodian una Crucifixión firmada -en realidad un Calvario- y varios cuadros más atribuidos a Nardi, entre ellos una serie dedicada a la vida de Santa Teresa: La glorificacion de Santa Teresa, Toma de hábito de Santa Teresa, Santa orando frente a un Ecce Homo, Santa Teresa haciendo penitencia frente a un Ecce Homo, La transverberación de Santa Teresa y Santa Teresa recibiendo la inspiración divina, todos en el coro bajo. En la Guerra Civil se perdieron, según Caballero, San Elías y los profetas de Baal e Imposición del hábito a san Simón Stock. Por su parte, Mª Evangelina Muñoz7 da por perdidos La Concepción, Adán y Eva, Virgen con Flores, San Bernardo con la Virgen y el Niño y la imagen de San Elías que se conservaba en el retablo mayor.


San Elías y San Simón Stock (desaparecidos) de las Carmelitas de Afuera. Fotografías del Archivo Moreno




Imagen de San Elías (desaparecida) de las Carmelitas de Afuera
Fotografía del Archivo Moreno


Nada se sabe de los cuadros atribuidos a Nardi que se custodiaban en el convento de Mínimos, sede de la actual facultad de Económicas, todos ellos en paradero desaparecido a raíz de las desamortizaciones del siglo XIX, lo que hace alentar esperanzas de que no fueran destruidos. Según Caballero, que cita como fuente a Elías Tormo8, eran la Adoración de los pastores, el Nacimiento de Jesús, la Visitación de la Virgen a Santa Isabel, la Anunciación, la Circuncisión, Moisés salvado de las aguas y cuatro cuadros más de tema desconocido. También está desaparecido el Martirio de San Pedro, atribuido a Nardi, que fuera propiedad del convento de Santa María Magdalena, citado por Elías Tormo y Heliodoro Castro.

Como se ve, la actividad de Nardi en nuestra ciudad fue realmente intensa. Pero no acabó aquí su labor ya que, además de los cuadros citados pintó Nardi los siguientes lienzos:

En 1627 junto con Velázquez, Carducho y Caxés participó en el famoso concurso convocado por el rey sobre el tema de La expulsión de los moriscos. Como es sabido tal concurso fue ganado claramente por Velázquez, muy superior a los demás, desapareciendo el cuadro en el incendio del alcázar de Madrid.

En la década de 1630 Sebastián de Huerta, secretario de cámara del cardenal Sandoval y prebendado de la catedral de Toledo, le encargó la pintura al fresco y al óleo de la capilla de la Concepción, en la iglesia de la villa de la Guardia, perteneciente a la actual provincia de Toledo. De esa época datan las pinturas del convento de Bernardas de Jaén, realizando los cuadros del retablo mayor y los dos laterales hasta un total de quince lienzos. Esta vez el encargo era obra de otra personalidad eclesiástica relacionada con el cardenal: Melchor de Vera, obispo de Troya y obispo auxiliar de la diócesis de Toledo. Ambas obras fueron clara consecuencia de su trabajo en las Bernardas de Alcalá, lo que demuestra que la labor realizada en nuestra ciudad fue muy apreciada.

En 1639 pintó dos cuadros para el retablo mayor de la parroquia de Getafe, una Magdalena y el Noli me tangere. En 1646 trabajó en la capilla de Santa Teresa de la iglesia de San Hemenegildo de Madrid, perteneciente a la orden del Carmen Descalzo y hoy bajo la advocación de San José; el encargo era a cuenta de un miembro de la familia Alcaraz y de su esposa, una Guzmán. De este trabajo están catalogados un Arcángel san Miguel y un Ángel de la Guarda.

En 1648 concluyó una obra iniciada por José Leonardo destinada al relicario situado bajo la Capilla Real del desaparecido alcázar de Madrid, cobrando por ello la cantidad de 6.800 maravedíes.

Otras obras suyas, de las que no consta la fecha, son las siguientes: En Madrid un Nacimiento del Señor en el convento antiguo de San Francisco; ocho cuadros sobre la vida de la Virgen en el retablo mayor de la basílica de Atocha; una Concepción en San Francisco; La Visitación en el Hospital de la Tercera Orden; El Ángel Custodio y La Sagrada Familia, ambos en el convento del Carmen Calzado; una Anunciación en San Justo y un Cristo en las Descalzas. Fuera de Madrid pintó un San Pedro en la cárcel para la parroquia de la entonces villa de Vallecas, y un San Jerónimo conservado actualmente en el museo Balaguer de Villanueva y Geltrú.

Se conservan además algunos cuadros suyos en colecciones particulares: un Cristo y la Virgen, una Imposición de la casulla a san Ildefonso actualmente en paradero desconocido, una Sagrada Familia y una Adoración de los pastores fechada en 1650 y considerada como una de sus últimas obras.

No fue Nardi un pintor de primera línea sino uno de los numerosos artesanos que decoraron con sus obras todas aquellas iglesias que no podían contratar a los grandes maestros; mas no por ello debemos considerarle como un pintor mediocre ya que su pintura mantiene un nivel muy digno aun cuando no pueda evitar que, junto con detalles muy logrados, aparezcan temas ejecutados de una manera bastante tosca. Importante es también el estudio de su carácter: su sincera religiosidad, mostrada por el hecho de que, salvo sus Entregas de las Princesas en Irún, todas sus obras sean de temas religiosos; y su apacible y honrada conducta, logrando el reconocimiento y el respeto de sus compañeros a raíz de haber conseguido, tras un sonado pleito, la exención de la alcabala que gravaba los ingresos de los pintores.




1 Alfonso E. Pérez Sánchez. Borgiani, Cavarozzi y Nardi en España. Instituto Diego Velázquez (CSIC). Madrid, 1964.

2 Luis Miguel de Diego. Breve historia de la iglesia de Santa María, desde la expulsión de los jesuitas a la instalación de la parroquia. En La antigua iglesia del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares, actual parroquia de Santa María. Obispado de Alcalá de Henares, 2001.

3 Heliodoro Castro. Guía ilustrada de Alcalá de Henares, 1929.

4 José García Saldaña. Tras las huellas de dos lienzos esfumados. El saco roto de Alcalá. Puerta de Madrid, nº 1.227 (9-2-1991).

5 Francisco Javier Caballero Bernabé, Carlos Sánchez Galindo y otros. Inventario-catálogo de la pintura de Alcalá de Henares. En La universidad de Alcalá (vol. II). Universidad de Alcalá, 1990.

6 Pablo Cano Sanz. Patrimonio perdido: Bienes muebles en la Catedral Magistral de Alcalá de Henares hasta 1936. En 500 años. La Magistral de Cisneros. Diócesis de Alcalá de Henares, 2015.

7 Mª Evangelina Muñoz Santos. El monasterio de carmelitas descalzas de Santa María del Corpus Christi: Génesis y vicisitudes. Alcalá de Henares, 2020.

8 Elías Tormo y Monzó. Guía de Alcalá de Henares. Patronato Nacional de Turismo. Madrid, 1929.


Publicado el 17-11-1984 y el 1-12-1984, en los nº 925 y 927 de Puerta de Madrid
Actualizado el 23-10-2020