Pedro Laínez, un poeta olvidado





Portada del libro de Emilio Maganto



Por ellos hasta el cielo me levanto y sin ellos me corro y me averguenço: tal es Laynez, tal es Figueroa, dignos de eterna y de incessable loa.

Miguel de Cervantes


Hay ocasiones en las que el brillo de un personaje oscurece a otro, más por la importancia del primero que por demérito del segundo; y fiel al espíritu de esta serie de Los otros alcalaínos, deseo en esta ocasión recordar brevemente la memoria del más desconocido de la importantísima trilogía de escritores alcalaínos, o vinculados estrechamente con Alcalá, nacidos allá por la mitad del siglo XVI; porque si Francisco de Figueroa El Divino queda eclipsado por Cervantes, lo propio ocurre con Pedro Laynez -o Laínez- con respecto a Figueroa, hasta llegar al punto de ser durante siglos un desconocido cuya vida y obra tan sólo han podido ser desentrañadas en fechas relativamente recientes por historiadores como Luis Astrana Marín, Joaquín de Entrambasaguas, Christopher Maurer y, más recientemente, Emilio Maganto Pavón, cuyo libro El poeta Pedro Laínez (1538-1584)1 ha supuesto el espaldarazo definitivo a su biografía gracias al aporte de documentos inéditos y a la resolución de detalles hasta ahora poco claros e incluso contradictorios.

A la luz de todo ello, nos encontramos con que Laínez fue por derecho propio uno de los más importantes poetas castellanos de su época que mereció ya en vida el reconocimiento y la amistad de escritores tan importantes como Lope, Figueroa o el propio Cervantes.

Aunque escribí la primera versión de este artículo en una fecha tan lejana como 1989, el libro de Maganto me ha obligado a revisarlo por completo, algo que hago con total satisfacción empezando por la corrección de un error extendido hasta hace poco y del cual yo también me hice eco: Laínez no nació en Alcalá, como se creía, sino en Madrid, residiendo su familia en las casas solariegas que poseía en la calle de Toledo a la altura de la plaza de la Cebada, lo que les hacía parroquianos -curiosa casualidad- de la iglesia de los Santos Justo y Pastor, ubicada donde se alza actualmente la basílica pontificia de San Miguel. Sin embargo, tal como veremos más adelante, mantuvo una relación muy intensa con Alcalá y con Cervantes y Figueroa, ambos alcalaínos.

Pedro Laínez nació en 1538, lo que le hace ocho años menor que Figueroa y nueve mayor que Cervantes, por lo que a decir de Maganto, se puede hablar de una relación mentor-discípulo primero entre Figueroa y Laínez y posteriormente entre Laínez y Cervantes, aunque los tres mantuvieron relaciones de amistad y también literarias entre ellos y otros de los muchos escritores que florecieron en su época. Su familia pertenecía a la pequeña nobleza, con importantes bienes inmuebles pero limitados recursos económicos, por lo que no se la puede considerar adinerada. Tradicionalmente estuvieron al servicio de las coronas portuguesa y española, ejerciendo cargos en el entorno de determinados personajes de las respectivas casas reales pero siempre supeditados a la esfera de la servidumbre más cercana a ellos, ejercida habitualmente por miembros de la baja nobleza.

Laínez no fue una excepción, y así nos lo encontramos como ayuda de cámara del príncipe don Carlos, lo que motivó que residiera en Alcalá durante los años que éste, don Juan de Austria y Alejandro Farnesio estudiaron en la Universidad. Basándose en determinados indicios Maganto considera probable que el propio Laínez habría frecuentado también sus aulas, pese a que en los libros de matrículas no se ha encontrado su nombre; algo que no invalida esta hipótesis, puesto que tampoco aparece en ellos -al menos en los que se conservan- el propio Lope de Vega, del que sabemos que fue alumno gracias a su propio testimonio. Maganto especula con la posibilidad de que Laínez no estuviera matriculado pero sí asistiera a las clases, algo que solía ser habitual entre estudiantes pobres o aquéllos que estaban al servicio de los matriculados, tal como relata Quevedo en el Buscón.

Otro error en que incurría en mi artículo era suponer que Laínez vivió prácticamente durante toda su vida en Alcalá, cuando lo cierto es que sólo lo hizo durante los años que el príncipe estuvo estudiando en la Universidad aunque sí la visitó a lo largo de varias etapas de su vida, al igual que también haría Cervantes, relacionándose con éste, con Figueroa, con el cirujano y poeta Juan de Vergara -no hay que confundirle con el humanista homónimo que colaboró en la redacción de la Biblia Políglota- y con el nutrido grupo de escritores surgidos en torno a la Universidad. Y al igual que Cervantes, en un curioso paralelismo que se repite en varias facetas de sus respectivas vidas, una hermana suya profesó como religiosa en un convento de nuestra ciudad, concretamente en el de las Úrsulas.

Su vida, también como ocurrió con la del autor del Quijote, fue francamente aventurera. La muerte del príncipe don Carlos en 1568 le dejó sin trabajo. Laínez, siempre necesitado de dinero puesto que según Maganto era de natural derrochador y jugador empedernido hasta el extremo de dilapidar buena parte del patrimonio familiar, optó por abandonar España siguiendo a don Juan de Austria a Italia, sin que haya indicios de su participación en la batalla de Lepanto pese a lo afirmado sin pruebas por algunos autores. En cualquier caso permaneció en Italia entre 1571 y 1576, años en los que mantuvo una intensa relación con los autores renacentistas italianos.

De vuelta a España intentó infructuosamente conseguir un nuevo cargo en la corte de Felipe II o en la casa de alguno de los principales personajes de su entorno o, en su defecto, alguna prebenda real que tampoco llegó, lo que le obligó a malvivir -seguía sin renunciar a sus vicios- pese a recibir parte de la herencia familiar a la muerte de su madre. De hecho, el único trabajo remunerado que se le conoce es su nombramiento en 1580 como censor -o aprobador- de libros, un trámite requerido para su publicación que consistía en la redacción de un informe, favorable o desfavorable, por parte de unos expertos nombrados por el Consejo de Castilla, el cual era incluido en el libro impreso. Ejerció este cargo durante dos años aprobando un reducido número de obras.

Gracias a sus vínculos con Cervantes contrajo matrimonio en 1581, a los 43 años de edad, con Juana Gaitán, amiga de Catalina de Salazar y oriunda, como ésta de Esquivias. Puesto que para la época Laínez contaba con una edad más que respetable mientras su esposa rondaba los 20, ha habido especulaciones sobre si pudo tratarse de un matrimonio de conveniencia para burlar a los acreedores e incluso a sus propios hermanos. En cualquier caso el poeta disfrutó poco de su nuevo estado, ya que falleció en Madrid el 26 de marzo de 1584.

Durante mucho tiempo su obra poética fue muy poco conocida debido a dos circunstancias. En primer lugar, porque parte de sus poesías fueron atribuidas erróneamente a Figueroa, ya que en aquella época los poetas acostumbraban frecuentemente a intercambiarse sus obras manuscritas, lo que abonaba el terreno a la confusión. Además, Laínez no publicó prácticamente nada en vida a pesar de su bien cimentado prestigio, lo que le hizo exclamar a Lope, años más tarde, que:

Tal fue de Pedro Laínez,
raro y único poeta,
por no imprimir olvidado.

De hecho, tan sólo conseguiría ver impresos unos tercetos encadenados en el Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana de Cristóbal de las Casas (1570), un soneto en Obras de música de tecla, arpa y vihuela, de Antonio de Cabezón (1578), el prólogo y otro soneto en la traducción de Las Luisiadas de Camoens realizada por Benito Caldera (1580) y un nuevo soneto ese mismo año en el Tesoro de poesía de Pedro de Padilla. En 1585, por último, participó en el “manojo de poesías” en honor de San Francisco recogidas por el mismo Padilla en su Jardín espiritual. Esta corta lista se complementa con los textos en prosa de las tres aprobaciones que realizó en su trabajo como censor: Historia de los reyes godos de Julián del Castillo, El pastor de Filida de Luis Gálvez de Montalvo y Las obras de Gregorio Silvestre, todos publicados en 1582.

Por lo demás, todos los intentos de publicar tanto de Laínez como posteriormente de su viuda, ayudada por Cervantes, resultaron completamente infructuosos, hasta el punto de que hubo que esperar hasta 1951 para poder verlas publicadas parcialmente por Joaquín de Entrambasaguas. Años después, en 1988, Christopher Maurer desentrañó en su libro Obra y vida de Francisco de Figueroa la aludida confusión entre la obra de ambos poetas, atribuyendo a Laínez un buen número de poesías que hasta entonces se habían atribuido a Figueroa, y posteriores trabajos de investigación han logrado ampliar todavía más su número. Maganto, por último, incluye en su libro un apéndice con el listado completo de sus obras conocidas, incluyendo sus escasas incursiones en la prosa.

Así pues, la mayor parte de su obra poética permaneció inédita, cuando no ignorada, tras su muerte. A lo largo de los años Laínez había ido recopilando sus poesías en un Cancionero que intentó publicar primero él y posteriormente su viuda, tal como he comentado anteriormente. Pese a que el libro contaba con la pertinente licencia de impresión, por razones desconocidas ésta no llegó a llevarse a cabo. Por cierto, las peripecias del manuscrito tras la muerte de su autor, minuciosamente detalladas por Emilio Maganto, resultaron ser de lo más rocambolesco, vendiéndolo o perdiéndolo su viuda para recuperarlo años después gracias a la intervención destacada de Cervantes. Lamentablemente éste no sólo se publicó sino se acabó perdiendo, aunque los investigadores lograron encontrar en diferentes archivos varias copias parciales, probablemente realizadas por el autor en distintos momentos de su vida, que han permitido reconstruir de una manera razonablemente completa el Cancionero original.

Peor suerte corrió el otro libro de Laínez, Engaños y desengaños de amor, que pese a contar también con una licencia de publicación concedida en 1588 a su viuda, tampoco llegó a publicarse y aún hoy continúa perdido en su totalidad.

A Pedro Laínez se le considera perteneciente a la escuela toledana, de la que habría sido uno de sus más notables integrantes, y en su obra se distinguen dos tendencias, la tradicional y la renacentista, advirtiendo los críticos en esta última una clara influencia de Garcilaso de la Vega. Una constante en su producción es el tema amoroso (Filis era el nombre poético de su amada ideal), aunque cultivó también la tradición pastoril.

Dentro del apartado de la poesía tradicional escribió canciones en coplas castellanas, villancicos (lo mejor de este poeta, a decir de Entrambasaguas), glosas y paráfrasis. Las poesías renacentistas de este escritor, por su parte, comprenden églogas, canciones, epístolas, elegías, sonetos y glosas; al igual que Figueroa, Laínez llegó a escribir versos bilingües mezclando el español y el italiano, lo que no fue muy bien aceptado por bastantes contemporáneos suyos. Para muchos, es en las elegías donde Laínez alcanzó las cotas más altas de su valía como poeta; ceñidas siempre a una rigurosa estructura, suelen ser destacadas la Elegía a la muerte del emperador Carlos V, la Elegía a la muerte de doña Isabel de Valois y la Elegía a la muerte del Señor don Juan de Austria.

Laínez fue muy apreciado por los escritores contemporáneos suyos, amigo fraternal de Figueroa y también de Cervantes, que lo personifica en La Galatea con el seudónimo de Damón mientras Figueroa sería Tirsi; no obstante, Emilio Maganto cree haber encontrado indicios que parecen indicar la existencia de un distanciamiento entre ambos durante los últimos años de su vida, aunque Cervantes siguió manteniendo una relación de amistad con su viuda. Lope de Vega le conoció ya al final de su vida llamándole en La Arcadia “el prudente Pedro Laynez”, y el escritor y músico Vicente Espinel le dedicó una canción en sus Rimas (1591).




1 El poeta Pedro Laínez (1538-1584). Actualización de su vida y obra en el contexto histórico y literario de Miguel de Cervantes. Emilio Maganto Pavón. Monografías de Humanidades, nº 83. Universidad de Alcalá (2021).

Ver también: El poeta Pedro Laínez (1538-1584). Un nuevo libro de Emilio Maganto.


Publicado el 8-7-1989, en el nº 1.153 de Puerta de Madrid
Actualizado el 17-7-2021