Julián Romea, un actor romántico





Retrato de Julián Romea por Federico de Madrazo, circa 1845-1850. Museo del Romanticismo



Junto a la larga lista de personajes vinculados a Alcalá cuyos nombres resultan ser más o menos conocidos, surgen en ocasiones otros hasta ese momento insospechados los cuales, dada la naturaleza de esta sección, son los que más me interesan personalmente. Lamentablemente estos descubrimientos no suelen ser demasiado frecuentes, pero cuando ocurren intento aprovechar la oportunidad sin dejarla escapar.

Uno de estos casos es el del famoso actor y escritor Julián Romea, nacido en Murcia el 16 de febrero de 1813 -este año se cumple, pues, su segundo centenario- y fallecido en la vecina villa de Loeches el 10 de agosto de 1868. Aunque este último dato ya me había llamado la atención hacía tiempo -en realidad su muerte allí fue casual-, desconocía el hecho de que, durante varios años, nuestro personaje residió en Alcalá; fue gracias a una guía de Murcia, consultada a raíz de un reciente viaje a esta ciudad, cuando descubrí su vínculo con nuestra ciudad.

Pero no nos adelantemos. Su nacimiento tuvo lugar en la céntrica plaza murciana de Santa Catalina, donde una lápida recuerda su memoria, siendo bautizado en la vecina parroquia homónima. Sin embargo la enciclopedia Espasa afirma erróneamente que nació en una inexistente localidad murciana de Aldea de San Juan, equívoco que ha sido repetido por otras fuentes, incluyendo la propia Wikipedia, hasta el punto de que es relativamente fácil encontrarlo en los diferentes artículos dedicados a la vida de nuestro personaje.




Lápida conmemorativa del nacimiento de Julián Romea
Fotografía de PasKui publicada en Panoramio


Julián fue el segundo de los seis hijos de Mariano Romea y Bayona e Ignacia Yanguas y Prat de Rivera. Su padre, de origen aragonés e ideas liberales -llegó a ser capitán de las Milicias Patrióticas-, era el administrador de bienes de los marqueses de Espinardo, un señorío asentado en tierras murcianas y albaceteñas. En el año 1816 su padre obtuvo el puesto de administrador de Rentas Públicas en Alcalá, lo que motivo el traslado de la familia a nuestra ciudad.

El derrocamiento del régimen liberal en 1823 y la subsiguiente reimplantación del absolutismo forzó a exiliarse al padre de Julián Romea, que huyó a Portugal mientras el resto de la familia retornaba a Murcia. Así pues, el futuro actor residió en nuestra ciudad desde los tres hasta los diez años de edad. Lamentablemente no tenemos ningún dato, o al menos yo no lo conozco, sobre la estancia de su familia en Alcalá durante una parte considerable de su infancia, un tema que no cabe la menor duda de que sería interesante de investigar.

Fue en Murcia donde comenzó sus estudios en el Seminario Conciliar de San Lorenzo pero, tras el retorno de su padre en 1827, la familia abandonaría poco después la ciudad trasladándose, en esta ocasión, a Madrid.

Una vez en la capital de España el joven Julián, tras terminar sus estudios de bachillerato, se enfrentó al deseo familiar de que estudiara leyes, algo por lo que no sentía la menor vocación y a lo que tampoco ayudaba la precaria economía familiar. Por otro lado ya en su ciudad natal había dado muestras de un precoz interés por la interpretación dramática interviniendo en grupos de aficionados, por lo que no es de extrañar que acabara matriculándose, junto con su hermano Florencio, en el recién creada Conservatorio de Música y Arte Declamatorio, del que en 1858  llegaría a ser profesor y en 1865 director. Tras ser alumno del entonces famoso actor Carlos Latorre, en 1833 fue contratado por la compañía de Juan Grimaldi, debutando en el Teatro del Príncipe con una representación de El testamento, un melodrama romántico del autor francés Casimir Delavigne traducido y adaptado por Ventura de la Vega.




Fachada principal del Teatro Romea de Murcia


A partir de este momento Julián Romea comenzaría a labrarse un bien merecido prestigio, brillando especialmente en la comedia realista y convirtiéndose en uno de los principales actores de su época, cosechando triunfos tan sonoros como el del estreno en 1837 de Los amantes de Teruel, de Hartzenbusch, de modo que ya en las décadas centrales del siglo XIX su fama era legendaria y los autores más consagrados del momento le dedicaron obras, tal como ocurrió con el Traidor, inconfeso y mártir de Zorrilla.

Conviene no olvidar tampoco su importancia a la hora de renovar las técnicas interpretativas ya que, huyendo de las exageraciones histriónicas tan en boga durante el romanticismo, Romea instauró unos métodos mucho más naturales y sobrios que, pese al inicial desconcierto de un público y unos actores poco habituados a ellas, acabarían  creando escuela.




Otra vista de la fachada principal del Teatro Romea de Murcia


Su intensa actividad dentro y fuera del mundo del teatro no quedó tan sólo en su faceta de actor. En 1840 asumió la dirección del Teatro del Príncipe, al que sometió a profundas reformas y mejoras. Colaboró en la revista literaria El Artista, y frecuentó la tertulia de El Parnasillo. Fue académico de las Buenas Letras de Sevilla y recibió la Cruz de la Orden de Carlos III.

También cultivó la faceta literaria, siendo autor de varias obras dramáticas, entre las que destaca Ricardo, de los ensayos Ideas generales sobre el arte del teatro (1858), Manual de Declamación para uso de los alumnos del Real Conservatorio de Madrid (1859) y Los héroes en el teatro, reflexiones sobre la manera de representar la tragedia (1866). Sus poesías, recopiladas en un libro, fueron publicadas en 1846 y en 1861; una de ellas, titulada Oda a la guerra de África, sería premiada en 1860 por la Real Academia Española.

Pasemos ahora a su faceta personal. Julián Romea se casó en 1836 con la actriz Matilde Díez, compañera suya en el Teatro del Príncipe, fruto de cuyo matrimonio fue un único hijo, de nombre Alfredo, nacido en 1837. Sin embargo no fue un matrimonio feliz, ya que poco después de ser contraído comenzaron las desavenencias rompiéndose definitivamente en 1853 al embarcarse Matilde en una larga gira por América en 1853. Julián, por su parte, acabaría uniéndose a la también actriz Aurora Cañizares, la cual estuvo a su lado hasta el momento de su muerte.

En la cúspide de su fama Julián comenzó a padecer una larga enfermedad asmática que, poco a poco, fue minándole la salud al tiempo que le impedía ejercer su profesión, hasta el punto de que a principios de la década de 1860 se vio obligado a permanecer prácticamente retirado. La inauguración el 25 de octubre de 1862 de un nuevo teatro en Murcia, el actual Teatro Romea entonces bautizado como Teatro de Infantes -no se le rebautizaría con el nombre del actor hasta 1872-, le movió a viajar a su ciudad natal, participando en la representación inaugural. Los cuatro últimos años de su vida fueron muy penosos, y por prescripción médica viajó a Loeches a tomar las aguas medicinales de esta villa cercana a Alcalá, entonces muy afamadas, sorprendiéndole allí la muerte el 10 de agosto de 1868.

Su multitudinario entierro tuvo lugar en el cementerio madrileño de San Sebastián, situado en las proximidades de la actual calle de Méndez Álvaro. En 1886, a raíz del cierre de este camposanto, sus restos fueron trasladados a la Sacramental de San Lorenzo, donde yace en un mausoleo construido por el arquitecto Demetrio de los Ríos al lado de su esposa Matilde Díez, fallecida en 1883.

Una última anécdota queda por reseñar de nuestro personaje que, romántico al fin, en 1839 retó a duelo al crítico teatral Ignacio Escobar por haberle hecho éste una crítica desfavorable. Dada la impericia con las armas de los contendientes ambos lograron salir ilesos del trance, pero un disparo perdido de Romea acabó con la vida de uno de los padrinos en un episodio que me atrevería a calificar digno de Berlanga.

Murcia, su ciudad natal, honró su memoria como ya quedó dicho bautizando con su nombre su teatro principal, junto con la plaza a la que se abre la fachada principal del mismo y la también citada lápida conmemorativa de su nacimiento. Existe también un Teatro Romea en Barcelona, construido en 1863, y llegó a haber hasta tres teatros de este nombre en Madrid, ninguno de los cuales se conserva en la actualidad. Los dos primeros fueron bastante efímeros, no así el tercero que, radicado en la calle de Carretas, fue inaugurado en 1892 persistiendo hasta 1935, año en el que fue demolido. La madrileña calle de Julián Romea discurre entre la de Isaac Peral y el paseo de San Francisco de Sales, al norte de la plaza de la Moncloa, mientras el callejero alcalaíno  ignora por completo a quien fuera ilustre vecino suyo.


Publicado el 21-4-2013