El general Torrijos, un mártir de la libertad
El fusilamiento del general
Torrijos, cuadro pintado en 1888 por Antonio Gisbert
Existen en la historia de Alcalá varios períodos históricos que, a pesar de su cercanía cronológica y de la existencia de abundante documentación, han sido prácticamente ignorados hasta ahora por los historiadores. Uno de estos casos es precisamente el del primer tercio del siglo XIX, que comienza con las crisis universitarias de finales del siglo XVIII, comprende la invasión francesa de 1808 y termina con la supresión de la universidad y la exclaustración de los conventos a mediados de la década de 1830. Si consultamos cualquiera de los libros de historia de Alcalá que describen este período histórico, nos encontraremos con un vacío significativo fuera de los ya relatados episodios y de poco más, como la primera supresión de la universidad durante el trienio liberal de 1820-1823.
Y sin embargo durante esos años ocurrieron bastantes cosas, tal como han desvelado varios trabajos recientes. En general, durante esos años la universidad sufrió un largo proceso de decadencia durante el cual varios colegios desaparecieron o se refundieron en otros, trasladándose en ocasiones a edificios más pequeños al tiempo que abandonaban los enormes caserones que habían ocupado en épocas de mayor prosperidad.
En resumen, se puede afirmar que a principios del siglo XIX sobraban en Alcalá edificios que la moribunda universidad no podía ya ocupar, razón por la que los distintos gobiernos de la época se fijaron en los mismos para instalar en ellos cuarteles y academias militares. Fueron varias las instituciones de este tipo que se asentaron en nuestra ciudad por entonces, aunque la más importante fue sin duda alguna la Academia de Ingenieros que posteriormente se trasladaría a Guadalajara estando radicada ahora en la madrileña localidad de Hoyo de Manzanares. No es mi intención hacer aquí una historia militar de Alcalá, sino únicamente llamar la atención sobre el poco conocido hecho de que muchos militares ilustres del siglo pasado estudiaron en nuestra ciudad aunque no en la universidad sino en las academias militares, al tiempo que recuerdo la memoria de uno de los más importantes de ellos, el general Torrijos.
José María Torrijos y Uriarte nació en Madrid el 20 de marzo de 1791 hijo de don Cristóbal Torrijos, ayuda de cámara del rey Carlos IV. Este hecho hizo que su infancia se desarrollara en la corte, siendo nombrado paje del rey a los diez años. Habiendo elegido la carrera militar ingresó en 1804, cuando contaba tan sólo con trece años de edad, en la Academia de Ingenieros de Alcalá, donde cursó estudios hasta 1808 alcanzando el grado de capitán a los dieciséis años.
El estallido de la guerra de la Independencia ese mismo año supuso un hito importante en su vida, luchando contra los franceses en diversos lugares de España (Valencia, Murcia, Cataluña) y alcanzando el grado de teniente coronel en 1810, con diecinueve años de edad. Fue hecho prisionero por los franceses, que le llevaron a Francia, pero logró fugarse y volver a España participando de nuevo en la contienda y tomando parte en la batalla de Vitoria, que supondría la definitiva derrota de las tropas napoleónicas. Terminó la guerra Torrijos con el grado de brigadier (ahora general de brigada) a propuesta del propio Wellington, comandante en jefe de los ejércitos aliados angloespañoles, lo que da buena muestra de la valía de Torrijos como militar.
Restablecida la paz con Francia no por ello acabarían los quebraderos de cabeza de los españoles, esta vez enzarzados en disputas internas entre los liberales y los absolutistas, apoyados estos últimos por el rey Fernando VII. Liberal convencido, Torrijos se uniría pronto a los conspiradores que luchaban por la reinstauración de la Constitución de Cádiz, abolida por Fernando VII, lo que provocó que fuera detenido y encarcelado en 1817, permaneciendo en prisión hasta que la revolución liberal de 1820 le liberó de su encierro.
Durante el trienio liberal (1820-1823) Torrijos se significó como un acendrado defensor de la Constitución, luchando en distintas regiones de España contra las partidas realistas que intentaban restaurar el sistema absolutista y ascendiendo a mariscal de campo, grado equivalente a un general de división actual. En febrero de 1823 fue nombrado ministro de la Guerra, pero la invasión de las tropas francesas encargadas de restablecer el absolutismo en España (los Cien Mil Hijos de San Luis) y la caída del régimen liberal le impidieron hacerse cargo del ministerio. Refugiado en Cartagena hubo de capitular ante los franceses en noviembre de 1823, exiliándose de España para evitar la persecución que Fernando VII desató contra los liberales inmediatamente después de haber reimplantado el absolutismo, siendo el también liberal general Riego una de sus víctimas más significadas.
Refugiado primeramente en diversas ciudades francesas Torrijos marchó finalmente a Inglaterra en 1824, donde residió varios años manteniéndose en principio alejado de la política viviendo gracias a una pensión proporcionada por el gobierno británico. Más adelante comenzaría a conspirar de nuevo contra el gobierno absolutista de Fernando VII, poniéndose en 1827 al frente de los liberales españoles exiliados en Londres al tiempo que participaba en varias sociedades secretas y apoyaba a los independentistas de las colonias americanas. En 1829 perdió la pensión, lo que le obligó a subsistir traduciendo libros para los editores sudamericanos.
En 1830, y alentado por la revolución francesa que derrocó a los Borbones y acabó con el absolutismo en el país vecino, intentó organizar en Londres una expedición a España, impidiéndoselo los ingleses. Trasladóse entonces a Francia y a Gibraltar logrando desembarcar con 200 hombres en La Línea de la Concepción en enero de 1831, pero fue rechazado por las tropas realistas viéndose obligado a retirarse a Gibraltar. Unos meses más tarde, en noviembre de ese mismo año, organizó una nueva expedición, esta vez con sesenta hombres, en el convencimiento de que sería recibido en España por fuerzas amigas; lo que ignoraba Torrijos era que su principal agente en España era en realidad el gobernador de Málaga Vicente González Moreno, el cual siguiendo instrucciones del gobierno le preparó una celada de la que Torrijos no saldría con vida.
Ajenos por completo a la traición Torrijos y sus compañeros se embarcaron rumbo a España la noche del 30 de diciembre de 1831; pero perseguidos por los guardacostas que aguardaban su llegada, se vieron obligados a desembarcar en Fuengirola, en las cercanías de Málaga. Acosados también en tierra por las tropas realistas e ignorantes todavía del engaño al que habían sido sometidos, tras varios días de lucha se vieron obligados a rendirse, siendo todos ellos fusilados algunos días más tarde, momento que recoge el conocido cuadro de Antonio Gisbert que ilustra este artículo y que se conserva en el Museo del Prado.
Éste fue el dramático final del general Torrijos, convertido en un mártir de la libertad y en un precursor del sistema político que finalmente se acabaría implantando en nuestro país. A raíz de la muerte de Fernando VII en 1833 la memoria de Torrijos fue rehabilitada ennobleciéndose a su viuda con los títulos de condesa de Torrijos (1837) y vizcondesa de Fuengirola (1838) y siendo recordado él mismo como un héroe; no obstante, los historiadores opinan que de haber sido más prudente y menos exaltado quizá no habría sido engañado por los realistas, sobreviviendo de esta manera al rey felón. En cualquier caso, España perdió en Fuengirola a quien hubiera podido ser un importante político una vez hubo desaparecido el régimen absolutista.
Publicado el 15-2-1997, en el nº 1.513 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 30-1-2006