Alcalá en el cine
La hora incógnita, de Mariano Ozores





Ilustración tomada de Como en botica



Tal como dejó reflejado en su libro y en sus posteriores ampliaciones el malogrado Pedro Ballesteros, a lo largo del último siglo Alcalá ha sido escenario de multitud de películas. Dada la minuciosidad de su trabajo era de esperar que La hora incógnita figurara reseñada en él, y efectivamente así es. No obstante, creo poder aportar algunos datos complementarios que, aunque secundarios, pudieran tener cierto interés -dado el ingente volumen de su trabajo Pedro no aportaba demasiados datos concretos-, razón que me ha movido a escribir este artículo junto con el deseo de rendir un modesto homenaje a su ingente e insuficientemente reconocida labor como historiador complutense.

Para empezar conviene hacer una breve reseña de la película, una auténtica rareza dentro del cine español de su época tanto por su temática como por quien fuera su guionista y director, el prolífico Mariano Ozores especializado en comedias ligeras e intrascendentes sin otras pretensiones que una buena recaudación, lo que le acarreó una fama negativa pese a ser el responsable de varias de las películas más taquilleras de nuestro cine y haberse hartado a decir que él no buscaba hacer arte, sino tan sólo entretener al espectador.

Sin embargo La hora incógnita, rodada en 1963 y estrenada un año más tarde, es una excepción en su filmografía ya que se trata de su primer y único intento de hacer cine de más altos vuelos. Lamentablemente la iniciativa fracasó al saldarse con un descalabro económico, ya que a su elevado coste y a la falta de ayudas oficiales se sumó su fracaso en taquilla provocando la quiebra de la productora familiar que el cineasta compartía con sus padres y hermanos, sin que sirvieran de nada ni las buenas críticas ni que José Luis Ozores, uno de sus protagonistas, fuera galardonado con el Premio del Sindicato Nacional del Espectáculo. La hora incógnita quedó así injustamente arrinconada y, a partir de entonces, un escarmentado Mariano Ozores decidió dedicarse tan sólo al cine comercial sin mayores complicaciones, que nos guste o no también tenía su público.

Fue una lástima que La hora incógnita no tuviera más suerte, ya que se la merecía no sólo por sus propios méritos, que los tiene sobrados, sino también por tratarse de prácticamente el único caso que conozco en el que el cine español de su época realizó una incursión no sólo en el género de la ciencia ficción, sino también en el de las distopías que tenían como temática -eran los tiempos de la Guerra Fría y estaba reciente la crisis de los misiles cubanos- el temor al estallido de un conflicto nuclear.

El argumento de la película no puede ser más sencillo: por motivos accidentales que no son explicados, como tampoco lo es su procedencia renunciándose a lo que hubiera podido ser un guiño fácil al franquismo, un misil cargado con cabeza nuclear se ha desviado de su trayectoria e irá a impactar contra una innominada ciudad española en el breve plazo de unas horas. La cinta comienza con la febril evacuación de la ciudad, que queda convertida en una población fantasma; pero por diversas razones un puñado de personas han quedado atrapadas en ella sin posibilidad de escapar.

A partir de ese momento se relatan los intentos desesperados de este pequeño grupo por escapar de la muerte con tan sólo dos horas de tiempo por delante, terminando la narración en el momento en el que el misil impacta sobre la ciudad fundiendo a negro con un rótulo que reza: “ Esto puede suceder en cualquier lugar... en cualquier momento... ahora mismo ”.

Aunque la película contó con un reparto de lujo (José Luis y Antonio Ozores, Fernando Rey, Emma Penella, Carlos Ballesteros, Mabel Karr, Enrique Vilches, Mercedes Muñoz Sampedro, Mari Carmen Prendes, Elisa Montés, Rafael Arcos, Carlos Estrada, Luis Prendes, Julia Martínez y Jesús Puente), sin duda mejor acierto fue su acertada ambientación. Rodada en su totalidad de noche, la fotografía en blanco y negro de Godofredo Pacheco es auténticamente magistral, ya que contribuye a crear una atmósfera inquietante ya desde la misma escena inicial, con el último tren repleto de evacuados partiendo apresuradamente de la estación, hasta el fundido en negro final. Todos los exteriores son también nocturnos, y la vista de los diferentes escenarios, exteriores e interiores, completamente vacíos y repletos de objetos abandonados por doquier, desde muebles y enseres hasta vehículos, contribuye a crear una atmósfera tan inquietante como acertada.

Pasemos ahora a considerar la presencia de Alcalá en la película. Según las fichas técnicas que he podido cotejar -lamentablemente la única copia de que dispongo procede de una emisión por televisión, y sabida es la costumbre que tienen los canales de cortar inmisericordemente los créditos finales-, los exteriores fueron rodados, además de en nuestra ciudad, en Torrelaguna, Guadalajara, El Escorial y Madrid, mezclados todos ellos de una manera chocante para quien conozca suficientemente bien la topografía urbana complutense... pero el cine es así.




Escena de la evacuación rodada en la estación


La escena inicial está rodada en la antigua estación, ya desaparecida, y representa tal como he comentado la precipitada evacuación de la población de la ciudad condenada. Se aprecian primero la marquesina y la fachada, libre todavía del espantoso revoco con plaquetas que sufrió en los años setenta, del edificio principal y, tras girar la cámara hacia el otro lado, los andenes que conducían al muelle y la torre desde donde se controlaban los cambios de agujas, además probablemente de la escena interior rodada en la oficina del jefe de estación.




La calle Mayor desierta


Son numerosas las tomas de una desierta y fantasmagórica calle Mayor, a la cual se le añadieron para realzar el impacto visual varios rótulos luminosos, e incluso semáforos, falsos; aunque estos últimos existieron con anterioridad a su peatonalización no fueron instalados hasta bastantes años después, y no en los lugares donde aparecen en la película. La zona elegida para el rodaje fue fundamentalmente la situada en el entorno del Hospital de Antezana, pero en las tomas largas se pueden apreciar perspectivas largas hacia uno y otro lado.




El entrañable bar El Cortijo por fuera y por dentro


Especial protagonismo cobra el bar El Cortijo, que durante muchos años estuvo ubicado en la calle Mayor junto al Hospital de Antezana. De él aparece no sólo su fachada, con el en su día polémico anglicismo “Coffee and beer” que campeaba en el letrero luminoso colgado sobre el borde de los soportales, sino también el interior precipitadamente abandonado y refugio temporal de los dos hermanos Ozores. Hasta donde puedo recordar éste se utilizó como escenario real, sin añadidos aparentes -al menos significativos- de ningún tipo.




Los ultramarinos de Perfecto Gómez Sal metamorfoseados en “Antigüedades Gallardo”
Véanse el principio del rótulo original y el anuncio del refresco entre las dos puertas


Más curioso es el caso de la tienda de ultramarinos de Perfecto Gómez Sal, situada frente a El Cortijo y hoy reemplazada por un bazar. Por exigencias del guión fue metamorfoseada en una tienda de antigüedades, pero a los responsables del atrezzo se les coló el anuncio de un conocido refresco adosado a la fachada que, como cabe suponer, poco tenía que ver con el falso establecimiento. Asimismo al ser el fingido rótulo de “Antigüedades Gallardo. Tapicería” más corto que el original, éste último quedó parcialmente sin tapar pudiendo leerse en algunos fotogramas “Perfecto G...”.




Las Galerías Saldaña como almacenes “El siglo XX”


Por último aparece brevemente la confluencia de la calle Mayor con la plaza de Cervantes, en concreto el escaparate de las antiguas Galerías Saldaña -ahora ocupa su lugar una perfumería-, al que también se le ha cambiado el rótulo por el más cinematográfico de “El siglo XX”. Al saltar la escena al interior éste no corresponde ya al establecimiento alcalaíno sino, según los títulos de crédito, a los madrileños Almacenes Mazón, radicados en la calle Fuencarral y asimismo desaparecidos.




la casa de los López de la Flor y el colegio de las Escolapias, en la calle Santiago


En la película aparece también la calle Santiago, de la que se aprecian la portada de la casa de los López de la Flor, actual sede del Centro Municipal de Salud, y la del cercano colegio de las Escolapias; aunque lo más interesante es sin duda la vista de la lonja de la ya entonces sentenciada -sería demolida por completo en 1965- parroquia de Santiago, con coche estrellado incluido, lo que me mueve a suponer que la parte del muro sobre la que figuradamente había chocado éste debía haberse perdido ya, porque no me los imagino rompiéndolo.




La lonja de la parroquia de Santiago, con coche empotrado incluido


Y eso es todo. Existe la posibilidad, aunque nada puedo afirmar al respecto, de que la centralita telefónica desde la que los protagonistas hacen una desesperada e infructuosa llamada pidiendo auxilio pudiera ser la alcalaína, pero también podría tratarse de la de otra población de las anteriormente citadas e incluso de un decorado. Puesto que la antigua centralita fue sustituida por la de la calle Santiago, y dado que no conozco ninguna foto de ella, nos queda la incógnita.

En lo que respecta a las escenas rodadas fuera de Alcalá, tan sólo he podido identificar con seguridad a la iglesia parroquial de Torrelaguna, que cuenta también con un notable protagonismo. Es una lástima que la Magistral estuviera entonces en proceso de restauración -hasta 1963 no se abrió al culto la parte delantera, no incorporándose el resto hasta diez años más tarde-, ya que de no haber sido así quizá hubiera sido ésta la elegida para estas escenas... pero no pudo ser.


Publicado el 28-6-2018