La Alcarria complutense
Hace unas semanas leí con interés el artículo Teoría de la Alcarria de José Serrano Belinchón, y me agradó que en el mismo se exaltara la unidad de la Alcarria por encima de divisiones políticas artificiales ya que coincido plenamente con su autor al defender la identidad y la unidad de las comarcas y regiones españolas, como entidades naturales que son, frente a las fronteras inventadas y en muchas ocasiones absurdas con las que nos han obsequiado los políticos desde hace algunos años. Sí, yo también defiendo la unidad de la Alcarria, o de las Alcarrias, hoy dividida entre tres provincias y dos comunidades autónomas diferentes; porque basta con recorrer los pueblos de cualquiera de estas tres porciones para constatar que se trata de una única comarca en la que las afinidades entre sus distintos pueblos son mucho mayores que las diferencias que los separan.
Pezuela de las Torres.
Picota
Fotografía tomada de la
Wikipedia
Sin embargo José Serrano Belinchón, que dedica buena parte de su artículo a la Alcarria conquense, reduce a un breve, brevísimo comentario, su descripción de la tercera de las Alcarrias, la Alcarria complutense que, no por haber sido condenada a pertenecer a una comunidad autónoma tan artificial como es la madrileña, merece por ello ser olvidada. Por esta razón he deseado, desde mi condición de alcalaíno con raíces alcarreñas, rendir un pequeño homenaje a esta comarca con la que tanto me siento identificado.
Y es que no se puede hablar de la Alcarria complutense sin recordar, por supuesto, a la propia ciudad de Alcalá; porque si bien ésta no es estrictamente alcarreña al asentar su solar en la margen derecha del Henares, sí que lo es -o cuanto menos lo fue- en lo que respecta a su herencia histórica: Recordemos que la ciudad romana de Compluto se asentó inicialmente en la meseta del alcarreño cerro del Viso antes de cruzar el río y descender, ya en los tiempos del Bajo Imperio, a la más cómoda llanura del Juncal, y que en ese mismo lugar se asentó con anterioridad la ciudad celtíbera que algunos han querido identificar con la mítica Iplacea. También alcarreño fue por su asentamiento el castillo árabe que tantos quebraderos de cabeza diera a los conquistadores cristianos, y alcarreñas son las antiguas ermitas que se alzaron en el cerro del Ecce Homo y sus vecinos. Alcarreños son, por último, los arriscados desmontes con los que esta comarca se hermana con el Henares -los cerros decimos los alcalaínos- los cuales forman parte del término municipal complutense constituyendo junto con el río el más importante patrimonio natural de la ciudad.
Los Santos de la Humosa. Vista de
la parroquia
Fotografía tomada de
www.biciocio.com
Pero no acaba aquí la vinculación de la ciudad de Alcalá con la Alcarria ya que la práctica totalidad de su comarca histórica, la medieval comunidad de Villa y Tierra primero y las Veinticinco Villas después, tuvo su asiento en esta comarca extendiéndose entre los cursos de los ríos Henares y Tajuña con la inclusión de apenas una breve franja de tierra -Alcalá, Camarma de Esteruelas, Daganzo de Abajo, Ajalvir y Torrejón de Ardoz- perteneciente a la otra ribera el Henares, la correspondiente a la llana y fértil Campiña. Y aún más, en fechas posteriores y no tan lejanas como son las correspondientes a las postrimerías del siglo XVIII el partido de Alcalá, entonces englobado en la provincia de Toledo, llegó a extender temporalmente su jurisdicción, quizá un tanto incongruentemente, sobre tierras tan alcarreñas como son las de Brihuega y Zorita.
Pero aun prescindiendo de la historia y centrándonos únicamente en el presente, nos encontramos con que esta porción alcarreña incluida administrativamente en la provincia de Madrid y que en su mayor parte corresponde a la comarca alcalaína -algo queda aún para Chinchón- tiene sin duda cosas interesantes que ver y que recordar. Así, nos encontramos con la vieja villa de Santorcaz que fue fortaleza de los templarios y luego cárcel eclesiástica y real por la que pasaron personajes tan significados de la historia española como el cardenal Cisneros, la princesa de Éboli, don Juan de Luna o don Rodrigo Calderón entre otros. Tenemos también a la industriosa villa de Loeches, a la que el conde-duque de Olivares primero y la casa ducal de Alba después elegirían como su última morada, con los dos conventos -el de dominicas y el de carmelitas- enfrentados en la recoleta plaza que en su día completara el desaparecido palacio del conde-duque, así como con su interesante iglesia parroquial. Y tenemos, por supuesto, esa maravilla barroca que es Nuevo Baztán, la población de nueva planta ideada por el navarro Juan de Goyeneche y trazada nada menos que por el propio Churriguera, un proyecto de repoblación y de industrialización que se anticipó en bastantes décadas a las iniciativas similares que tuvieron lugar en la España de Carlos III.
Torres de la Alameda.
Parroquia
Fotografía tomada de
www.obispadoalcala.org
No acaban aquí los lugares de interés de la Alcarria complutense. Así, son varias las villas cuya iglesia parroquial merece ciertamente una visita: Pezuela de las Torres, Torres de la Alameda, Villalbilla, Campo Real -cuyo templo con dos torres, que dicen fue castillo, presenta una singularidad única en la comarca- o Valdilecha, con su magnífico ábside mudéjar, sin olvidar tampoco a la pujante villa de Arganda con sus dos templos, la parroquial de San Juan Bautista y la ermita de su patrona, la Virgen de la Soledad, o a la vecina localidad de Tielmes, que comparte con Alcalá el patronazgo de los santos Justo y Pastor. Y si el viajero prefiere los espacios naturales, nada mejor que dirigirse a los Santos de la Humosa o a los lugares del Gurugú y el Zulema, miradores privilegiados sobre la amplia llanura de la Campiña, al tiempo que podrá recorrer los arriscados barrancos que dan al Henares o los amenos sotos que forma el Tajuña a su paso por Pezuela, Ambite u Orusco así como las cuevas que se abren en su valle entre Tielmes y Perales.
Pero como no todo van a ser placeres visuales, que también el paladar tiene sus derechos, nada mejor que disfrutar con los vinos de Valdilecha y Arganda, con las aceitunas y quesos de Campo Real, con los dulces de las dominicas de Loeches o con algo tan sencillo y tan delicioso como el pan de Torres... Y en cuanto a aguas, ahí están las medicinales de Carabaña y Loeches, tan afamadas antaño, o la natural de la fuente del Rey, un manantial situado en la linde de Corpa con Nuevo Baztán cuyas salutíferas aguas se bebieron en las mesas de los reyes e incluso se enviaron a Flandes, tal como reza el monolito que en su nacimiento se yergue.
Valdilecha. Ábside
mudéjar de la parroquia
No, no es despreciable ni mucho menos lo que el viajero avisado podrá encontrar en sus recorridos por la Alcarria complutense; y si además de visitar las villas citadas desea conocer el resto, vayan aquí sus nombres hasta completar las veintitantas que pertenecieran en su día a la Tierra de Alcalá: Anchuelo, Valverde de Alcalá, la pequeña -cada vez menos- pedanía de los Hueros, dependiente del municipio de Villalbilla, Olmeda de las Fuentes -antaño de la Cebolla- Pozuelo del Rey y Villar del Olmo, junto con varios despoblados cuyo nombre no ha lugar en esta breve descripción por ser cosa de historiadores y eruditos.
Ésta es a vuelapluma la Alcarria complutense, tan Alcarria como las de Guadalajara y Cuenca y tan vinculada a ellas por su historia, su geografía y sus gentes; porción, pues, de una única Alcarria a la que sólo le falta que a la gente le dé la gana de ir, en acertada frase de Camilo José Cela.
Publicado el 11-9-1992, en Nueva
Alcarria
Actualizado el 27-2-2007