El cántaro del aguador





Efectivamente, no existe ningún cántaro



En el verano de 1990 se inauguraba la fuente del Aguador en la plaza homónima, al final de la calle de los Colegios. Su nombre hace alusión a la antigua puerta de la muralla que allí existió hasta muy entrado el siglo XIX, la cual lo debía a su vez a esta antigua profesión hoy desaparecida, pero necesaria cuando el agua corriente era un lujo al alcance de muy pocos.

El motivo escultórico que adorna la fuente es obra del recientemente fallecido Pepe Noja (1938-2023), discípulo de Pablo Serrano y muy vinculado a Alcalá a través de ésta y de otras esculturas como la estatua de Azaña, el caballo del parque de Sementales, los relieves del pedestal de Cervantes o el homenaje a las Tres Culturas, siendo el promotor del Museo al Aire Libre que también cuenta con una escultura suya en la confluencia de la antigua carretera de Daganzo -hoy Luis Astrana Marín- con la Vía Complutense, junto al parque O’Donnell.

Como es fácil suponer esta fuente escultórica, que por desgracia se ha convertido en el objetivo habitual del vandalismo seudodeportivo, representa a un aguador junto con la mula -en ocasiones era un asno- que utilizaban para acarrear el agua en cántaros hasta las casas. Pero si bien ambas figuras, aguador y caballería, se identifican sin problemas, los cántaros brillan por su ausencia.

Debido a ello, a poco de ser inaugurada la fuente comenzó a correr el rumor de que el cántaro -se hablaba en singular- había sido robado en un acto de gamberrismo, una hipótesis nada disparatada dado que eso fue lo que ocurrió con el báculo del Arzobispo Carrillo, que nunca llegó a ser repuesto, y en repetidas ocasiones con la pluma de Cervantes.

Y no era descabellado pensarlo, puesto que si nos fijamos en la escultura los brazos del aguador se alzan como si sostuvieran un cántaro para colocarlo en la albarda del animal, pese a lo cual éstos están vacíos.

Pero ¿es cierta esta suposición? Bien, yo fotografié la fuente justo después de ser inaugurada, y no había cántaro alguno. Pudiera ser que el robo tuviera lugar antes, pero se me antojaba difícil ya que ni el Ayuntamiento ni la prensa local se hicieron eco de ello. No obstante no resultaba imposible, pero no tenía manera alguna de comprobarlo... hasta que coincidí en un acto con Pepe Noja y, sin dudarlo un instante, se lo pregunté a bocajarro. Su respuesta fue tajante: la escultura nunca había tenido cántaro y se encontraba intacta. Así pues, y pese a desconocer por qué no lo había incluido como parecería lógico, la refutación a esta leyenda urbana no pudo ser más tajante puesto que provenía del propio escultor.

Misterio resuelto, a la espera de que el báculo de Carrillo, o mejor dicho una reproducción del mismo ya que el original nunca llegó a aparecer probablemente convertido en trofeo de algún salvaje, pueda volver a su lugar aunque sea con casi cuatro décadas de retraso.


Publicado el 6-10-2023