Alcalá en la Guía del viajero en España
de Francisco de Paula Mellado



Portadas de la primera y la novena edición de la Guía del viajero en España



Francisco de Paula Mellado Salvador (Granada, 1818-1876) fue un escritor y activo editor que en 1842 publicó la Guía del viajero en España, un libro que venía a equivaler a los familiares -al menos hasta la implantación del GPS- mapas de carreteras. No era una guía turística aunque incluía descripciones de las principales poblaciones, ni tampoco un diccionario geográfico al estilo de los de Miñano (1826) o Madoz (1846-1850), ya que su pretensión, según explicaba el propio autor, era la de ayudar a los viajeros en sus trayectos por España en unos años en los que la infraestructura viaria -carreteras y caminos, puesto que todavía no se habían comenzado a construir los primeros ferrocarriles- de nuestro país era, por decirlo de una manera suave, extremadamente precaria, siendo por ello de sumo interés estar informado sobre el itinerario a seguir y el tiempo necesario para recorrerlo, las poblaciones que se atravesarían y los lugares en los que se podría comer, descansar y relevar las caballerías.

Como era de esperar en la Guía aparece mencionada Alcalá ya que se encontraba en el importante camino real que enlazaba Madrid con Zaragoza y Barcelona, posteriormente convertido en la carretera N-II y en la actualidad en la autovía A-2, por lo que era obligado su paso por ella. En concreto la encontramos en lo que el autor denomina Tercera línea -interprétese como itinerario-, Carrera número 14 de Madrid a Zaragoza por Guadalajara, con origen en la Venta del Espíritu Santo -la actual plaza madrileña de las Ventas- continuando por Canillejas, Rejas -en el puente sobre el Jarama-, Torrejón, Alcalá, Venta de Meco, Venta de San Juan -en Azuqueca de Henares-, puente sobre el Henares, Guadalajara, Taracena y Valdenoches, es decir, el antiguo recorrido de la N-II salvo algunas variantes fruto de posteriores desvíos. Veamos lo que dice Mellado de nuestra ciudad:


Alcalá de Henares: Su población 5.600 habitantes. Está situada en una hermosa llanura con muchas huertas cerca del río Henares. Produce su término trigo, cebada, centeno, algarrobas, algún vino y yerbas medicinales. Industria: Molinos harineros y fábricas de curtidos y de jabón. Celebra dos ferias muy concurridas, el 24 de agosto y el 13 de noviembre, y mercado todos los jueves.

La antigua Complutum, que estaba situada al lado opuesto del río Henares, de la cual se ven vestigios en el cerro de San Juan del Viso, fue arruinada por los años 1000 de la era cristiana; y la moderna Alcalá fue reedificada en el de 1086 y rodeada de murallas. El cardenal D. Francisco Ximénez de Cisneros fundó su célebre Universidad con una abundante librería. En 1349 se convocaron cortes en dicha ciudad por el rey D. Alonso XI de Castilla, y se decretó la guerra contra los moros.


Como puede comprobarse la referencia es casi telegráfica, aunque incluye algunos datos sobre una Alcalá que apenas un lustro antes había perdido de forma prácticamente simultánea sus dos principales pilares, la Universidad y los conventos desamortizados, lo que había agravado la profunda crisis económica que arrastraba desde la Guerra de la Independencia. La información aportada por Mellado se centra principalmente en detalles como la producción agrícola, su escuálida industria, las dos ferias -en agosto la de San Bartolomé y en noviembre la de San Eugenio o feria chica, en su origen vinculada al inicio de curso de la Universidad y por entonces dedicada a los productos de la matanza- y el mercado semanal, originariamente en la plaza de Cervantes y trasladado en 1834 a la antigua huerta del convento del Carmen Calzado, en la calle Cerrajeros.

Incluye también una breve reseña histórica citando a la Complutum del cerro del Viso pero no a la del Juncal, equivocándose en unos cuantos siglos al datar su ruina, y describe muy por encima la fundación de la Universidad por Cisneros y las Cortes de Alcalá convocadas a mediados del siglo XIV. Sorprende no ya lo escueto del texto sino lo heterogéneo de los acontecimientos citados, olvidando otros tan importantes como los nacimientos de Catalina de Aragón, Fernando I o Cervantes, al tiempo que de la Universidad, recién desaparecida, tan sólo alude a la biblioteca y no a sus edificios comenzando por el propio colegio mayor de San Ildefonso, faltando asimismo referencias a edificios tan importantes como la Magistral, el Palacio Arzobispal o el convento de San Diego, entre otros muchos.

Lo cual, aunque no se trate de una guía histórica ni artística, mueve a sospechar que Mellado no visitó Alcalá limitándose a copiar, sin demasiado criterio, algunos datos tomados a vuelapluma de otras fuentes escritas o bien proporcionadas por algún corresponsal poco informado. Teniendo en cuenta que su Guía abarca la totalidad de España, la conclusión es que no debió darle demasiada importancia en un momento en el que nuestra ciudad no descollaba precisamente por su pujanza.

La Guía de Mellado debió de tener buena acogida, puesto que entre 1842 y 1872 alcanzó un total de doce ediciones que se fueron actualizando, adaptándose en una época de grandes transformaciones en España y dando cada vez más importancia a las líneas de ferrocarril que comenzaron a inaugurarse a partir de 1848. La segunda edición apareció tan sólo un año después, en 1843, con notables cambios en lo que a Alcalá se refiere. De nuevo en el itinerario de Madrid a Zaragoza por Guadalajara, dentro de la descripción de Alcalá, leemos lo siguiente:


Alcalá de Henares, ciudad perteneciente á la provincia de Madrid, primer distrito militar y diócesis de Toledo. Es capital del partido de su nombre que comprende 52 poblaciones. Tiene 1.068 Vecinos y 4.500 almas.

Sus edificios más notables son un palacio arzobispal, el que ha servido hasta ahora de universidad literaria, en cuya capilla existe un magnífico sepulcro de mármol que encierra las cenizas de su fundador el cardenal Jiménez de Cisneros; una iglesia colegiata, la parroquia de Santa María, donde fue bautizado Miguel de Cervantes Saavedra; es la más antigua de las tres que cuenta, y la iglesia del monasterio de religiosas bernardas. Contiene además 19 edificios que fueron otros tantos conventos de religiosos de diferentes órdenes regulares, de los cuales cinco son ya propiedad de particulares, uno destinado a cárcel pública y los 13 restantes los ha convertido el gobierno en cuarteles, colegio para alumnos del arma de caballería, escuela de equitación, de trompetas, de herradores, y hospital militar, para servir todos respectivamente al nuevo establecimiento central de instrucción para la misma arma. Tiene tres paseos con arbolado, dos exteriores llamados el Val y el Chorrillo y uno en la plaza mayor denominado de Cervantes; un teatro pequeño pero bonito; una plaza de toros y otra cubierta para mercado público, tres hospitales civiles, un matadero, varios conventos de monjas y colegios.

Produce su término granos, bastante vino, frutas y hortalizas. La labor es la principal industria de sus habitantes. Cuenta una fábrica de hilados de lino, cinco tejares o fábricas de ladrillo basto, dos grandes de curtidos, una de jabón y cuatro molinos harineros sobre el río Henares que corre a doscientos pasos de distancia de la población, con un buen puente de piedra que da paso para la Mancha y la Alcarria.

Se han celebrado en esta ciudad varios concilios provinciales y diocesanos y uno nacional y las cortes que todavía se denominan de Alcalá.

Saliendo de la ciudad por la parte de los Mártires, se encuentra a la derecha un parador y algunas casas, y a la izquierda la ermita de San Isidro, la casa de postas de Meco y ventorrillo del mismo nombre...

(...)

ALCALÁ DE HENARES

Hay diligencia para Madrid que va y vuelve a Madrid tres veces por semana. También hay una galera que hace el mismo viaje dos veces por semana. No existe ninguna fonda y aunque hay muchas posadas ninguna es buena.


Respecto a la primera edición la mejora es notable, con una reseña mucho más amplia que incluye una breve descripción de los principales monumentos e instituciones de la ciudad incluyendo, esta vez sí, una mención a Cervantes. Incurre no obstante errores de bulto cuando confunde el Palacio Arzobispal con el colegio de San Ildefonso como si se tratara de un único edificio, mientras afirma erróneamente que la parroquia de Santa María es la más antigua de las tres con que cuenta Alcalá, cuando en realidad es a la Magistral, denominada en el texto no por su título oficial sino por su condición de colegiata, a la que corresponde la mayor antigüedad.

Sorprende también que cite al convento de las Bernardas y no al de San Diego, todavía sin demoler, aunque cabe suponer que esta omisión se deba al hecho de que era uno de los trece edificios desamortizados ocupados por cuarteles y dependencias militares. Concluye la relación enumerando los paseos, el teatro Cervantes -el Salón Cervantes fue construido varias décadas más tarde-, la plaza de toros -se refiere a la que estuvo en la huerta del actual convento de las Juanas, en la calle de Santiago, anterior a la de la avenida de Guadalajara-, la del mercado y otras instituciones.

El texto se completa con una mención a las principales actividades económicas ampliada respecto a la versión anterior mientras que, por el contrario, recorta bastante la parte correspondiente a la agricultura local. Conforme a la naturaleza de la Guía incluye una relación de los lugares interesantes -paradores, ventas, casas de postas- para los viajeros existentes entre Alcalá y Guadalajara, desapareciendo por el contrario, la mención a las ferias y, sorprendentemente, las referencias históricas a Complutum, siendo ampliada la mención a las Cortes de Alcalá con la de la celebración de varios concilios medievales. Como anécdota, cabe reseñar la errata “parte de los Mártires” cuando debería haber dicho “puerta de los Mártires”, una de las principales puertas de la muralla situada al final de la calle de Libreros y demolida en 1852, por lo cual todavía existía cuando se publicó esta edición de la Guía.

A modo de colofón, en otro apartado correspondiente a un listado de las comunicaciones y alojamientos de las distintas poblaciones se afirma tajantemente que en Alcalá no existe ninguna fonda, y que ninguna de las posadas es buena.

La tercera edición de la Guía es de 1846, y reproduce el mismo texto de la segunda, incluidos los errores, excepto en el párrafo final en el que se describe la salida de Alcalá camino de Guadalajara, donde se identifica al parador sin nombre como el de El Encín:


Saliendo de la ciudad por la parte de los Mártires, se encuentra a la derecha un parador llamado de el Encín, y algunas casas, y a la izquierda la ermita de San Isidro, la casa de postas de Meco y ventorrillo del mismo nombre...


Incurriendo en un nuevo error ciertamente grave en una guía de estas características, puesto que El Encín, pese a encontrarse a siete kilómetros de distancia de la Puerta de los Mártires, es citado por Mellado con anterioridad a la ermita de San Isidro, distante apenas 300 metros de la que entonces era la salida de la ciudad, lo que obviamente podía infundir a error a los viajeros que se guiaran por ella. Por último, desaparece el listado de comunicaciones y alojamientos.

En la cuarta edición, de 1849 y presentada como “Extraordinariamente mejorada, corregida y adornada con 20 grabados”, ninguno de los cuales corresponde a Alcalá, aparecen citadas de nuevo las dos ferias del 24 de agosto -San Bartolomé- y el 15 de noviembre -San Eugenio, con dos días de retraso-, aunque no en el apartado dedicado a Alcalá sino dentro de una nueva sección donde se enumeran, ordenadas cronológicamente, todas las ferias de España. Ya en la descripción de nuestra ciudad la redacción del texto no experimenta cambios en relación con la edición anterior, incluyendo los sempiternos errores, salvo el añadido de una breve frase al final del texto, tras la mención de los concilios y las cortes, y antes del último párrafo en el que se describe la salida de Alcalá:


Tiene esta ciudad diligencia diaria para Madrid y correo diario para la corte, Aragón y Cataluña.


Al menos en esta ocasión Mellado evitó hacer juicios de valor. La sexta edición -no me ha sido posible consultar la quinta- data de 1860 y en ella ya aparecen descritas las nuevas líneas de ferrocarril, iniciándose la tendencia que se acentuaría en las ediciones posteriores de dar cada vez más relevancia a éstas en detrimento de los itinerarios por caminos secundarios. También fue revisada parcialmente la descripción de Alcalá añadiendo una nueva referencia al castillo, aunque el texto se mantuvo en lo esencial. Reproduzco los párrafos modificados y los nuevos:


Alcalá de Henares, ciudad perteneciente a la provincia de Madrid, primer distrito militar y diócesis de Toledo. Es capital del partido de su nombre, que comprende 52 poblaciones. Tiene 8.745 habitantes y sus edificios más notables son: el palacio de los arzobispos de Toledo, en el cual se idearon obras magníficas que quedaron sin concluir; el colegio mayor de San Ildefonso, en el que permanecieron los estudios de aquella universidad desde su fundación hasta que se trasladó a Madrid en 1836 y donde era digno de admirar el sepulcro del fundador cardenal Jiménez de Cisneros, trasladado también hace muy poco tiempo a la corte; una iglesia colegiata, la parroquia de Santa María, donde fue bautizado Miguel de Cervantes Saavedra, que es la más antigua de las tres que cuenta. Y la iglesia del monasterio de religiosas bernardas. Contiene además diez y nueve edificios, que fueron otros tantos conventos de religiosos de diferentes órdenes regulares, de los cuales cinco son ya propiedad de particulares, uno destinado a cárcel pública y los trece restantes los ha destinado el gobierno a diferentes usos.

(...)

Se han celebrado en esta ciudad varios concilios provinciales y diocesanos y uno nacional, y las cortes que todavía se denominan de Alcalá. Tiene esta ciudad diligencia diaria para Madrid, y correo diario para la corte, Aragón y Cataluña. En un cerro a la izquierda del río Henares existen unas ruinas de un castillo, al que dan el nombre de Alcalá la Vieja, y suponen hubo allí en lo antiguo una población, pero ningún dato justifica este cálculo, y lo probable es que fuese nada más que una fortaleza del tiempo de los moros.


Lo más reseñable de los cambios es la desaparición de la referencia a las ferias, la actualización del censo, la corrección de la confusión entre el Palacio Arzobispal y la Universidad, la mención de la supresión -que no traslado a Madrid- de ésta en 1836 y el dato erróneo del traslado del sepulcro de Cisneros a Madrid, que si bien estuvo previsto fue suspendido por la oposición de los alcalaínos siendo instalado finalmente en 1851 en la Magistral, así como la simplificación de la descripción de los edificios desamortizados de propiedad estatal, posiblemente a causa de los diversos cambios de uso que experimentaron durante estos años.

Persiste, no obstante, el error de hacer de la parroquia de Santa María la más antigua de la ciudad. En cuanto al nuevo párrafo dedicado al castillo, llama la atención que no se rescatara la referencia a Complutum desaparecida en la segunda edición, y aunque Mellado se equivocaba al afirmar que no existió una población vecina al castillo, hay que decir en su descargo que esto no se confirmó hasta las prospecciones arqueológicas realizadas a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Aunque tampoco varía el párrafo final de la salida de Alcalá por la parte de los Mártires -se ve que la dichosa errata tenía vocación de permanencia- y se sigue empeñando en citar a la ermita de San Isidro tras el parador de El Encín, el tipógrafo puso también su granito de arena colando una nueva errata al convertir el nombre de la finca en El Emin.

Hemos de saltar ahora a la novena edición, ya que no he logrado encontrar los textos correspondientes a la séptima y la octava. Ésta fue publicada en 1863, y en ella las líneas de ferrocarril presentan ya un destacado protagonismo empezando por la portada, puesto que la palabra FERRO-CARRILES aparece destacada en un tamaño muy superior al del resto del texto. Está claro que Mellado era plenamente consciente de por donde marchaba el progreso. En lo que respecta a Alcalá, nos encontramos con un texto básicamente igual al de la sexta edición, salvo en la desaparición de la referencia al servicio de diligencia y correo -la línea de ferrocarril había entrado en servicio en 1859 hasta Guadalajara y llegó a Zaragoza en 1863- y del ya aludido párrafo final que describía la salida de Alcalá por carretera, algo lógico dada la prioridad que otorgaba Mellado al nuevo y entonces revolucionario medio de transporte.

Sí introdujo una pequeña apostilla relativa a las obras de adaptación del Palacio Arzobispal para su nueva función como sede del Archivo General Central, aunque volviendo a incurrir de nuevo en el error de confundirlo con el colegio mayor de San Ildefonso:


Alcalá de Henares, ciudad perteneciente a la provincia de Madrid, primer distrito militar y diócesis de Toledo. Es capital del partido de su nombre, que comprende 52 poblaciones. Tiene 8.745 habitantes y sus edificios mas notables son: el palacio de los arzobispos de Toledo, en el cual se idearon obras magníficas que quedaron sin concluir, el colegio mayor de San Ildefonso en el que permanecieron los estudios de aquella universidad desde su fundación hasta que se trasladó a Madrid en 1836 y donde era digno de admirar el sepulcro del fundador el cardenal Jiménez de Cisneros, trasladado también hace muy poco tiempo a la corte: en este edificio se está colocando ahora el archivo general del reino; una iglesia colegiata, la parroquia de Santa María, donde fue bautizado Miguel de Cervantes Saavedra, que es la mas antigua de las tres que cuenta, y la iglesia del monasterio de religiosas bernardas.


Acompañado de la correspondiente tabla donde se indicaban las estaciones de la línea férrea Madrid-Guadalajara y su distancia en kilómetros.

La décima edición salió a la venta un año más tarde, en 1864, y en lo que a Alcalá respecta Mellado se limitó a actualizar ligeramente el texto correspondiente a las obras de acondicionamiento del Palacio Arzobispal, convirtiendo la frase “en este edificio se está colocando ahora el archivo general del reino” por “este edificio se ha destinado últimamente para archivo general del reino”, siendo de lamentar que no aprovechara la ocasión para dejar claro que el edificio elegido para sede del Archivo General no era el colegio de San Ildefonso sino el Palacio Arzobispal. Huelga decir que el resto de los gazapos tampoco fueron corregidos.

La undécima edición, publicada en 1869, reproduce íntegro el texto de la décima, incluyendo una vez más los errores. No ocurre lo mismo con la duodécima y última, de 1872, en la que aparece reescrito sin que tampoco se revisaran los reiterados errores. Lo reproduzco en su totalidad:


Alcalá de Henares, ciudad importante no sólo por el número de sus habitantes que se acerca a 9.000 sino también por sus monumentos y sus recuerdos históricos. Merece mención especial, entre los primeros, el colegio mayor de San Ildefonso, donde permanecieron los estudios de la Universidad desde su fundación hasta que se trasladó á Madrid en 1836, y donde era digno de admirarse el sepulcro de su fundador el cardenal Jiménez de Cisneros, trasladado también a la corte; este edificio se ha destinado últimamente para Archivo general del Reino.

Entre los recuerdos históricos de más importancia, ocupa el primer lugar las Cortes que reunió en Alcalá Alfonso XI, el año 1348, á su vuelta de la conquista de Algeciras. En estas Cortes fue donde se promovió la disputa sobre preferencia entre los representantes de Burgos y Toledo, que el rey resolvió, diciendo: «Hable Burgos, que yo hablaré por Toledo», cuya fórmula, con la que todos se conformaron, siguió observándose mucho tiempo en las Cortes de Castilla y ha llegado hasta nuestros días a manera de refrán. Dio particular importancia y celebridad a las Cortes de que hablamos, la gran reforma que se hizo en la legislación castellana, ya con el cuerpo de leyes conocido con el nombre de Ordenamiento de Alcalá, ya con la gran novedad de haberse declarado ley del reino y comenzado a obligar, a petición de Alfonso XI, el Código de las Siete Partidas de su abuelo D. Alfonso el Sabio, que hasta entonces no se había aprobado en Cortes ni puesto en práctica.


Y eso es todo, llamando la atención que se recorte drásticamente la descripción de la ciudad, a excepción de la mención al colegio de San Ildefonso y del Palacio Arzobispal, y se añada a cambio una larga reseña de las Cortes de Alfonso XI que, sin dejar de ser importantes, distan mucho de ser el principal acontecimiento histórico, y hubo muchos, acaecido en Alcalá, empezando por el nacimiento de Cervantes.

Por lo menos, algo es algo, sí actualiza el censo de Alcalá que había mantenido congelado desde la sexta edición. Fijémonos, a título de curiosidad, en los datos que da Mellado para la población de la ciudad. En la primera edición de 1842 son 5.600 habitantes. En la segunda (1843), 1.068 vecinos -cabezas de familia- y 4.500 almas, cantidades que se repiten en la tercera (1846) y en la cuarta (1849). Ya en la sexta (1860) el censo asciende hasta los 8.745 habitantes, valor que se vuelve a repetir en la novena (1863), décima (1864) y undécima (1869), mientras en la duodécima (1872) afirma que “se acerca a los 9.000”.

Consultando la base de datos del INE correspondiente a estos años, vemos que en 1842 la población de derecho de Alcalá era de 5.153 habitantes; la de hecho de 1857 -entonces se diferenciaba entre ambos conceptos, aunque no siempre aparecen los dos en un mismo censo- de 8.745; la de hecho de 1860 de 9.280, y para 1877, cinco años después de la última edición de la Guía, nos encontramos con 12.317 habitantes de hecho y 14.241 de derecho.

Si comparamos ambas series veremos que Mellado se basó en los datos oficiales del censo para las ediciones comprendidas entre 1860 y 1869 aunque tomando el valor de 1857 y no el de 1860, mientras en la edición de 1872 se limitó a redondear al alza pese a que disponía del censo de 1860 que ya reflejaba un importante incremento rebasando los 9.000 habitantes en casi 300.

En lo que respecta a las cuatro primeras ediciones de la Guía, donde según todas las evidencias debió recurrir a otras fuentes documentales, en la de 1842 no sólo se aproxima al dato oficial sino que incluso lo rebasa en unos 450 habitantes -5.600 frente a los 5.153 del censo-, mientras en las tres siguientes (1843, 1846 y 1849) se queda muy lejos del censo de 1842 rebajando la demografía de Alcalá hasta las 4.500 almas.

Tal como ya he comentado, Mellado debió de manejar una bibliografía genérica y no demasiado precisa o quizá recurrió a corresponsales poco duchos, como parecen demostrar los bailes en el censo y, sobre todo, los graves y pertinaces errores en los que incurría una y otra vez, así como su peculiar criterio de selección a la hora de describir los monumentos y los episodios más importantes de la historia complutense. Doy también por sentado que no debió de poner el pie aquí pese a la cercanía con Madrid, donde residía Mellado y donde publicó todas las ediciones de la Guía .

Lo cual no menoscaba el interés de su obra en lo referente a la bibliografía complutense, máxime teniendo en cuenta la singularidad de sus doce ediciones que supieron evolucionar con el paso de los años, a la par que lo hacía España, tras los desastres de la Guerra de la Independencia, el ominoso reinado de Fernando VII y las dañinas guerras crlistas.

Dentro de su amplia actividad editora Mellado publicó en 1845 España geográfica, histórica, estadística y pintoresca1, un diccionario geográfico al estilo de los de Miñano o Madoz en el cual también aparece una descripción de Alcalá. Como anécdota final, cabe reseñar que fue abuelo de Manuel Gutiérrez Mellado (1912-1995), capitán general y vicepresidente del gobierno y ministro de defensa en los gobiernos de Adolfo Suárez.





Publicado el 24-7-2022