Alcalá en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz
Portada del
Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de
España
De entre todos los diccionarios geográficos aparecidos en nuestro país a lo largo del siglo XIX, sin duda el más completo, y asimismo el más conocido, es el de Pascual Madoz, una obra monumental en 16 volúmenes que, con el título completo de Diccionario geográfico estadístico histórico de España y sus posesiones de Ultramar, fue publicado entre 1846 y 1850.
Pascual Madoz, nacido en Pamplona en 1806 y fallecido en Génova en 1870, fue no sólo el promotor del Diccionario de su nombre, sino asimismo un importante político liberal que desempeñó importantes cargos como el de ministro de Hacienda, siendo promotor en 1855 de una de las desamortizaciones de bienes religiosos más importantes de nuestro país junto con la anterior de Mendizábal. También fue diputado en varias legislaturas y presidente de las Cortes. Tras el destronamiento de Isabel II en 1868 presidió de forma efímera la Junta Provisional Revolucionaria que se hizo con el poder, siendo uno de los defensores de la candidatura de Amadeo de Saboya como rey de España. Por esta razón formó parte de la delegación española que viajó a Italia para ofrecerle el trono de nuestro país, sorprendiéndole la muerte en la ciudad de Génova.
Pese al siglo y medio transcurrido desde su aparición el Diccionario de Madoz todavía hoy sigue resultando extremadamente útil a los investigadores, ya que constituye una fuente de información de primera mano sobre la situación de nuestro país en una época de cambios trascendentales. Lamentablemente no existe una reedición completa del mismo, ya que las distintas taifas hispánicas han procedido a desguazarlo literalmente entresacando reediciones parciales reducidas a un ámbito geográfico regional, autonómico o provincial, según los casos, lo cual no deja de ser no sólo una falta de respeto a sus autores, que lo contemplaron como una obra unitaria, sino también a sus posibles usuarios actuales, que ven cercenada la información a no ser que dispongan de la posibilidad -no siempre fácil- de consultar la obra original en alguna biblioteca, aunque algunos de sus tomos también se pueden encontrar digitalizados en internet.
Pascual Madoz
De hecho, la edición de que dispongo, y de la que he tomado la descripción correspondiente a Alcalá, es fruto del desguace perpetrado en 1981 mediante el cual se reunió en un único tomo todo lo relativo a Madrid y su provincia... dándose la chusca circunstancia de que si queremos leer la información referente al Henares, pongo por caso, tendremos que conformarnos con la que aparece en el artículo de Alcalá, dado que el correspondiente al río no tuvieron a bien incluirlo dado que, como es sabido, el Henares nace en tierras extranjeras. Un desastre, vamos.
En lo que respecta a Alcalá, el Diccionario de Madoz la aborda con bastante extensión, dedicando artículos primero a la comarca y posteriormente a la ciudad, con un pequeño estrambote correspondiente al antiguo castillo de Alcalá la Vieja. Son estos dos últimos los que recojo aquí -la comarca merece ser considerada por separado-, los cuales abarcan una extensión notable -algo más de siete páginas- describiendo no sólo los aspectos geográficos de la ciudad, sino asimismo los económicos, políticos, artísticos e históricos, modelo que un siglo más tarde repetiría el Diccionario Geográfico de España.
Dada la fecha de su publicación, poco después de que la supresión de la universidad y la desamortización de Mendizábal -la del propio Madoz fue varios años posterior al Diccionario- dejaran a Alcalá postrada en una de las crisis más profundas de su milenaria historia, el testimonio que éste da de nuestra ciudad es especialmente valioso, varias décadas anterior al de los historiadores locales Esteban Azaña o José Demetrio Calleja y asimismo más aséptico, siendo de interés las descripciones de algunos edificios desaparecidos no mucho más tarde tales como el convento de San Diego.
En cuanto a la parte histórica, llama la atención el especial énfasis que pone Madoz -o su corresponsal complutense, del cual desconocemos su nombre- en los acontecimientos acaecidos durante el período medieval, tratados con mucha más prolijidad que los posteriores al Renacimiento pese a que éstos se desarrollaron en la edad dorada de la ciudad... supongo, dada la época, que esto pueda deberse al espíritu romántico que entonces se encontraba en todo su apogeo. En cualquier caso, su lectura resulta sumamente interesante pese a que en ocasiones pueda hacerse un tanto farragosa.
Alcalá de Henares
Ciudad con ayuntamiento de la provincia, audiencia territorial y capitanía general de Madrid (6 leguas), partido judicial y administración de rentas de su nombre, diócesis de Toledo (16).
SITUACIÓN Y CLIMA: Situada en una dilatada llanura a la margen derecha del río Henares, libre a la influencia de todos los vientos, con cielo alegre, despejada atmósfera, y clima saludable; se resiente, sin embargo, de los fríos del invierno a consecuencia de la desnudez de su campiña hacia el norte.
INTERIOR DE LA POBLACIÓN Y SUS AFUERAS: El viajero que por primera vez se aproxime a la ciudad, no podrá menos de considerarla muy superior a la categoría en que hoy figura, por el crecido número de torres y grandes edificios que a su vista se ofrecen; desgraciadamente desaparecen pronto tales ilusiones, cuando sin detenerse mucho en el examen de su antigua y ruinosa muralla, defendida por espesos y fuertes torreones, entra en la población por cualquiera de sus 8 puertas que dan paso a 86 calles rectas y espaciosas en lo general, pero desiertas, y cerrados, o en ruina un gran número de sus edificios. Componen en el día esta ciudad más de 900 casas desiguales y de poca vista exterior, cómodas y desahogadas en sus habitaciones, diferentes plazuelas, y tres grandes plazas; la de Cervantes adornada con un paseo plantado de árboles y una fuente; la del Mercado rodeada de portales, con fuente también en su centro; y la de toros a un extremo de la población, construida en 1840.
Hay casa municipal bastante buena, pósito o banco de labradores, muchas tiendas de abacería, de lienzos, paños, géneros ultramarinos y de quincalla; dos cárceles, la eclesial, estrecha y en mal estado, y la de partido, construida en 1837, en el convento que fue de Dominicos, la cual ofrece cuanto en semejantes establecimientos puede apetecerse; 14 posadas, 4 molinos harineros, 2 tahonas, un teatro poco capaz, pero agradable y vistoso; un hospital titulado de Ntra. Sra. de la Misericordia, y vulgarmente de Antezana, por haberle fundado D. Luis de Antezana y su mujer doña Isabel de Guzman, dotándole con rentas que ascienden por un quinquenio a 13.979 reales, según su testamento otorgado en 1484; formáronse sus ordenanzas en 1765 con aprobación del extinguido Consejo de Castilla, por las cuales se halla encomendado su gobierno y administración a un cabildo de seglares nobles, con un capellán para la asistencia espiritual de los enfermos, y las demás dependencias necesarias.
Además de este hospital, existieron el llamado de San Lucas y San Nicolás, y vulgarmente de los Estudiantes, por estar destinado a la asistencia de los cursantes pobres que enfermaren: le fundó y dotó el cardenal D. Francisco Jiménez de Cisneros en 1508, dejando nuevas rentas en 1549 a beneficio del mismo el Dr. Valladares, que entre todas ascendían a 12.977 reales: el edificio en que se hallaba ha pasado a dominio particular. En el antiguo de Santa María la Rica se estableció en 1833 una casa de Caridad, y con sus rentas, las de otras fundaciones análogas y suscripción del vecindario se sostuvo por algún tiempo; hoy sólo sirve para albergar los transeúntes necesitados; y últimamente, otra casa llamada de Nuestra Señora de la Consolación (vulgo Recogidas), que también se halla cerrada.
Hay 3 escuelas de instrucción primaria elemental, concurridas por crecido número de alumnos; 4 de niñas, en las que además de las labores propias del sexo, se enseñan las primeras letras; otra escuela particular de instrucción secundaria; 18 conventos de frailes, de los cuales 9 fueron destinados por el Gobierno a cuarteles, hospital militar, escuela de equitación y demás oficinas del establecimiento central de instrucción del arma de Caballería; pero habiéndose trasladado a Madrid estas escuelas, los conventos han quedado cerrados segunda vez y sin destino alguno con notable perjuicio de la población, que ve desaparecer sucesivamente cuantas instituciones la daban algún movimiento; los demás han sido enajenados.
Entre la multitud de edificios públicos, que ocupan la población y le dan un aspecto variado y agradable, mirada desde el norte al sur merecen ser conocidos con especialidad los siguientes: el colegio mayor de San Ildefonso, en el que permanecieron los estudios de aquella universidad desde su fundación de que se hablará después, hasta su traslación a la Corte en el año 1836. Varios arquitectos se emplearon en esta fábrica, pero el que trazó el todo del plano fue Pedro Gumiel, natural de la misma ciudad. La fachada principal la dirigió Rodrigo Gil de Ontañón, vecino de Rascafría en el valle de Lozoya, maestro de obras de la catedral de Salamanca, y quedó concluida en mayo de 1553. Es de piedra de Colmenar, consta de tres cuerpos y, aunque su arquitectura no corresponde a ninguno de los cinco órdenes conocidos, es un compuesto de todos ellos que presenta elegancia y majestad.
Entrando por la puerta principal, y pasado el gran vestíbulo inmediato a ella, se encuentra el primer patio de este suntuoso edificio cercado de claustros, cuyo primero y segundo plano le forman arcos con 90 columnas dóricas, siendo las del tercero de orden jónico. Corona la obra una barandilla de piedra berroqueña con medallones en los cuatro lados, representando dos de ellos a Santo Tomás de Villanueva en traje de colegial, y al cardenal D. Francisco Jiménez de Cisneros con el bastón de general y un Crucifijo en la otra mano; en los dos restantes se ven las armas del establecimiento y las del mismo cardenal su fundador, siendo todos obra del cincel de Francisco Dehesa. El todo de la arquitectura es de José Sopeña, natural del valle de Liendo, partido de Laredo, provincia de Santander. El segundo patio, llamado de los Filósofos, describe también arcos sostenidos por columnas de orden compuesto; en los arranques de aquellos se ven algunas cabezas de tamaño mayor que el natural de un carácter grandioso, trabajadas en mármol. De este patio no se concluyó más que una fachada, o se destruyó después gran parte de él. El tercer patio, llamado Trilingüe, es obra de Pedro de la Cotera en 1557; está lo mismo que los anteriores, cercado de columnas de orden jónico, por él se entra al llamado Paraninfo, Teatro mayor, o sea Salón, en que se conferían los grados; fue el sitio más adornado y lujoso de la universidad, en el que se ocuparon los mejores artistas del siglo XVI. En el día no resta al Paraninfo, de todo su ornato, más que un artesonado de madera muy deteriorado, con molduras que estuvieron doradas, y algunas labores góticas en la pared muy deslucidas y estropeadas.
Por la parte baja del primer patio se entraba a las cátedras; el 2º cuerpo del mismo lo ocupaban la sala Rectoral y de Catedráticos, la de Claustros, la mayor parte de las oficinas, y la Biblioteca; ésta se componía de 4 salas, inclusas las dos reservadas. La primera, que es la mayor, tenía una estantería dividida en dos cuerpos, quedando entre ambos un tránsito suficiente para alcanzar con más facilidad los libros colocados en alto; la mayor parte de estos eran de autores antiguos, principalmente de teología y medicina; otra sala servia de índice, y las dos restantes eran las reservadas.
En una de estas se encontraba un magnifico esqueleto de cera hecho en la misma cera con toda maestría y exactitud, y diferentes piezas de armadura antiguas, y algunas armas; en la otra pieza contigua se guardaban varios donativos del fundador, de los cuales los más notables eran el estandarte de tafetán carmesí que tremoló, a la par del pendón de Castilla, sobre los muros de Mazalquivir y de Orán; las llaves de esta última plaza, presentadas al cardenal conquistador; algunos ídolos pequeñitos de bronce, una flauta de un grandor extraordinario, una colección de muestras de los mejores mármoles de España, dos grandes armarios que sirvieron de monetario, varias cartas escritas de su puño en una caja de terciopelo carmesí, un medallón de mármol con un retrato de perfil del expresado cardenal, que era de lo más parecido, y la famosa Biblia Políglota Complutense, impresa en la misma ciudad en 1514 por Arnoldo Guillermo Brocario; ésta se traslado a la Biblioteca Nacional por disposición del Gobierno y los demás efectos se conservan en la universidad de Madrid, como pertenecientes a ella.
La iglesia del colegio, obra sin duda de los mismos arquitectos, corresponde al resto del edificio. La portada es sencilla, pero de buen gusto; consiste en dos columnas jónicas y un bajo relieve de San Ildefonso. El interior es bastante espacioso, pero notablemente oscuro por el espesor de las paredes, que impiden entre la luz suficiente al través de las ventanas:. Se divide su nave por medio de una reja de la capilla mayor. En medio de ésta se ve el sepulcro del cardenal fundador, el cual es uno de los magníficos monumentos que hay en España, aunque no son de igual gusto todas las partes de que se compone. La cama sepulcral, sus adornos y efigie del mismo, echado encima con vestido pontifical, es obra ejecutada en bellísimo mármol por Dominico Florentino, y no se puede desear ni más diligencia, ni más trabajo en ella, si se atiende a que aún no había echado raíces en España el mejor gusto en la escultura. Levanta esta cama del suelo cerca de dos varas; en la basa hay adornos y follajes de raro gusto.
La urna cineraria sobre que descansa la cama tiene en sus cuatro fachadas 12 nichos, 4 en cada uno de los lados, 2 en la de los pies, y los mismos en la opuesta; en medio de cada lado hay una medalla, y así en estas como en los nichos se ven figuras de ángeles y de santos, deterioradas algunas, sea por la humedad o por descuido y mala intención. En cada ángulo de la urna hay un grifo con las alas extendidas y encima, en el plano del colchón, se ven sentados cuatro doctores de la Iglesia representados en figuras pequeñas. Toda la urna alrededor está adornada de niños, festones y otras cosas ejecutadas con prolijidad y atención. Esta obra costó 2.100 ducados de oro. A las pies de la cama hay una lápida de mármol sostenida por dos angelitos; en ella se lee la siguiente inscripción:
CONDIDERANT MUSSIS
FRANCISCUS GRANDE LICEUM
CONDOR IN EXIGUO NUNC EGO SARCOFAGO
PRAETESTAM
YUNXI SACCO GALEAMQUE GALERO
FRATER, DUX, PRAESUL, CARDINEUSQUE PATER
QUIN - VIRTUTE MEA JUNCTUM EST DIADEMA CUCULLO
DUM MIHI REGNANTI PARUIT
HESPERIA.
OBIIT ROOE VI. ID. NOVEM.
M. D. XVII.
Cuya inscripción, traducida al castellano, dice: «Yo Francisco, que hice levantar un magnífico liceo en honor de las musas, yago en este reducido sarcófago, ceñí la púrpura con el sayal, y usé del casco y del sombrero; fraile, caudillo, ministro y cardenal; llevé a un tiempo, sin pretenderlo, la diadema y la cogulla, cuando la España me obedeció como a Rey. Murió en Roa a 8 de noviembre de 1517.
Aún de más mérito que el mausoleo es el balaustre de bronce que tiene aquél alrededor para su custodia, porque fue hecho después de la restauración de las artes. Lo principió excelentemente el escultor Nicolás de Versara, vecino de Toledo, y concluyó en los mismos términos su hijo, llamado también Nicolás; está adornado de bellísimos follajes y mascaroncillos, y tiene sobre la comisa unos pedestalitos con jarrones de hermosa forma y extremado primor, con algunas cabecitas, grotescos y otras figuritas que los enriquecen maravillosamente. En uno de estos pedestalitos están escritos con letras pequeñas los versos siguientes:
ADVENA MARMOREOS MIRARI
DESINE VULTUS
FACTAQUE MIRIFICA FERREA CLAUSTRA MANU;
VIRTUTEM MIRARE
VIRI, QUAE LAUDE PERENNI
DUPLICIS, ET REGNI CULMINE DIGNA FUIT.
Que traducidos al castellano, dicen: «Deja, caminante, de admirar esos mármoles y balaustres de hierro, con tanto primor trabajados, y contempla las virtudes del ilustre varón que encierran, digno por tantos títulos, de alabanza, y de ser dos veces elevado a los más eminentes destinos del Estado».
Si no cuanto se merece, se ha dicho bastante para poder formar una idea del todo de este magnífico colegio y de las bellezas artísticas que contiene; no desagradará ahora a los lectores una ligera reseña sobre el origen de la universidad de Alcalá, que tantos hombres insignes en ciencia y virtudes ha producido. Tocaba a su término el imperio de los árabes a fines del siglo XV, y al paso que el bullicio estrepitoso de las armas desaparecía, principió a desarrollarse el gusto a las ciencias y a las artes, hasta entonces desatendidas, y a abrirse liceos y colegios, a donde corrió la juventud ansiosa, libre ya, podía decirse, de la obligación de empuñar la espada y la lanza.
Entre los establecimientos que en aquella época se abrieron, el más célebre por la gran fama y nombradía de su fundador, y por el alto grado de esplendor a que llegó en los tiempos sucesivos, y hasta los nuestros, fue el de la universidad de Alcalá. El primer pensamiento de su institución se debe al arzobispo de Toledo don Gonzalo, segundo de este nombre, quien solicitó el permiso para ello, y lo obtuvo del noble Rey D. Alonso; pero el ilustrado don Gonzalo no pudo llevar a efecto su deseo. Esta obra estaba reservada a otro hombre de mejor estrella, el cardenal Cisneros, quien eligió el día 28 de febrero de 1408 para colocar la primera piedra del proyectado establecimiento. Serían las cuatro de la tarde del expresado día cuando salieron de San Francisco, su comunidad, con la cruz conventual las autoridades eclesiásticas y civiles, y las personas más notables de la ciudad, presididos todos por el fundador vestido de pontifical.
Detuviéronse en un espacioso campo que había frente de la iglesia, y el ya mencionado arquitecto Pedro Gumiel, que era uno de los de la comitiva, trazó sobre el terreno el plano del grandioso edificio que dejamos descrito; y habiendo cavado en uno de sus ángulos, puso el primado con su misma mano la primera piedra, y con olla una medalla de bronce con un busto y una inscripción que declaraba el destino del edificio.
Siguióse la obra con gran calor adelantando rápidamente, y concluido ya lo más preciso, se verificó la inauguración por el mismo cardenal el día 26 de julio de 1508, con el título de Colegio Mayor de San Ildefonso. Fue su primer cancelario Pedro de Lerma, abad de San Justo; rector Pedro Campos, uno de los 7 colegiales que el cardenal trajo de Salamanca; y catedráticos Gonzalo Gil de Burgos, de teología escolástica; Fr. Clemente de San Francisco, de doctrinas teológicas de Escoto; Pedro Ciruelo de Daroca, de teología tomística; Miguel Pardo de Burgos, de lógica; Antonio Morales de Córdoba, de física; Alonso Perrera de Talavera, de retórica; Demetrio Creto, italiano, de griego; Pablo Coronel de Hellico, un tal Lorama y otro llamado Salcedo, de derecho canónico.
No se instituyeron cátedras de derecho civil porque el objeto del fundador fueron exclusivamente las ciencias eclesiásticas, cuyo estudio estaba muy descuidado en las demás universidades, y porque aquél, decía el cardenal, se enseñaba con mucha especialidad en Salamanca. El número de cátedras se aumentó después hasta 46 de todas facultades, y para su dotación y la de otros colegios filiales, que también estableció, asignó al tiempo de su erección, y después por su testamento otorgado en 14 de abril de 1512, y codicilos de 13 de marzo de 1515, y 14 de julio de 1517, sin distinción ni separación de establecimientos, según las bulas obtenidas, y decreto de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, los bienes y rentas siguientes, cuyo pormenor creemos muy interesante.
La renta de Juros de un cuento de maravedís.
Las tierras llamadas suertes en término de Ajalvir de 530 fanegas y 14 estadales.
El molino de Borgoñón con sus alamedas en la ribera del río Henares.
El heredamiento de Santué de 1.787 fanegas, 9 celemines con espaciosa casa e iglesia.
La heredad de Alvir en término de Valdetorres, compuesta de 71 fanegas y 3 celemines.
En Daganzo de Arriba, 123 fanegas, 6 celemines y 16 estadales.
La heredad del Escañal con 90 1/2 fanegas de tierra, 128 olivos y algunos olmos.
En Prádena: 4 fanegas y 4 celemines de tierras linares.
La Aldehuela junto a Torrelaguna con 634 fanegas, 2 celemines y 20 estadales de tierra, 80 aranzadas y 7 celemines de viña y una alameda de 215 álamos negros.
La Torrecilla de Piedras Negras con 157 fanegas, 9 celemines y 14 estadales.
La heredad de San Agustín en término de Alpedrete con 442 fanegas y 7 celemines de tierra y casa.
La heredad de Caraguiz, con casa, era y 170 fanegas de tierra.
En la Hiruela de Buitrago: 3 fanegas con 3 celemines y 11 estadales.
La Aldehuela entre Camarmas con casa, viña y 1.380 fanegas de tierra.
Tierra y viñas en la villa de Málaga con 200 fanegas 8 1/2 celemines de tierra y 3.253 cepas.
En Yebra: 5 fanegas y 5 celemines.
Una casa frente a la fuente del mercado de Alcalá.
Otra casa calle del Horno Quemado, en Alcalá; una tierra en el Milagro de una fanega, 4 celemines y 2 estadales; 62 censos perpetuos en dicha ciudad importantes 94.698 1/2 maravedíes; 34 en Torrelaguna, Uceda, Talamanca, Bocígano, Arganda, Santorcaz, Corpa, Morata, Pozuelo, Tomellosa, Anchuelo, Aldea de Campo y Chinchón, importantes 38.216 maravedíes; 5 del curato de Rejas, importantes 22 fanegas, 9 celemines y 3/5 de trigo anuales.
Estas fincas no aparecen valuadas, pero según consta en la vida del mismo Cardenal Cisneros, ascendían a 14.000 ducados de renta, la cual fue aumentándose en términos que en el año 1658, según testimonio del contador que a la sazón era D. Luis Aranda Quintanilla y Mendoza, importó 42.000 ducados; en el de 1776 se recogieron 7.010 fanegas, 5 celemines 3/5 de trigo, 5716 fanegas 4 celemines 5/10 de cebada, 958 fanegas 4 celemines de centeno y 198.239 reales 5 maravedíes; y en el año de 1815 a pesar de haberse vendido en 1798 y 1799 algunas fincas por cantidad de 4.610.670 reales, rentaron las restantes 4.911 fanegas 3 5/10 celemines de trigo 3.036 fanegas 2 7/10 celemines de cebada, 717 fanegas 6 4/10 celemines de centeno, una fanega 4 3/5 celemines de almortas, igual porción de habas, 6 4/5 celemines de guisantes y 245.311 reales 27 1/2 maravedíes; y ordenó el mismo Cardenal por cláusula expresa de su testamento, se tuviesen siempre en pie 10.000 ducados de oro y 7.000 fanegas de pan, las 6.000 de trigo y las 1.000 restantes de cebada para las necesidades del colegio, previniendo que lo demás de sus bienes y todo lo otro que rindiesen las rentas del establecimiento, se emplease en comprar censos y otras cualesquiera rentas para aumento de los colegios de los estudiantes pobres.
Debe también su fundación a este mismo ilustre cardenal. el pósito que estableció para las necesidades de la villa, estudio y pobres del común, entregando para este establecimiento 10.000 fanegas de trigo bajo dos llaves, una de las cuales debía tener un regidor y otra un colegial mayor, siendo indispensable el concurso de ambos para cualquier repartimiento; a su instancia fue concedida también la feria de que se hablará más adelante.
Otro de los edificios más notables de Alcalá es el palacio de los arzobispos de Toledo, en el cual se idearon obras magníficas que quedaron sin concluir. Del primer patio no se hizo más que una fachada que consta de 3 altos con ventanas adornadas por el estilo de las del Alcázar de Toledo, hasta en las cabezas de relieve que se ven en el frontispicio de cada una de ellas, lo que unido a la buena ejecución, induce a creer ser obra del mismo artífice. El 2º patio está cerrado de claustro inferior y superior, con arcos y columnas rematadas por extraños y hermosos chapiteles inventados según el ingenio de Berruguete, y entre los arcos hay cabezas de tanto mérito como las del patio anterior, y en los frisos las armas del arzobispo D. Alonso de Fonseca.
Al entrar en este claustro, a la izquierda, empieza la escalera, la cual tiene 29 cómodos y largos escalones do una sola piedra cada uno. En su arco, paredes y balaustres se admiran prodigiosas labores, grotescos trofeos, figurillas, animales y otras cosas que manifiestan el grandioso ingenio y consumado estudio de su autor. En la fachada del jardín hay 52 columnas; en la que da a una huerta 24 arcos que dan luces a un claustro o pasadizo, y en las columnas que los sostienen hay grifos; en los pedestales, trofeos y otros juguetes, y las armas del arzobispo Fonseca, las cuales adornan también otra fachada compuesta de arcos y 82 columnas, de donde se infiere con bastante fundamento que gran parte de este suntuoso edificio se debe al expresado arzobispo, quien empleó en ella a los insignes Berruguete y Covarrubias que entonces florecían.
Es inmenso el número de habitaciones que en este palacio se encuentran, y entre ellas una de 50 pasos de largo donde hay opinión se celebraron los últimos concilios complutenses, y las Cortes de 1348 en que se publicaron las leyes de las 7 partidas y las del ordenamiento real. Si no con tanto motivo como los dos edificios precedentes, llama también la atención el colegio llamado del Rey, por haberle fundado Felipe II para la educación de los hijos de los dependientes de la real familia. Tiene buena fachada y un hermoso patio cercado de columnas, obras ambas de Juan Gómez de Mora; en el último se ven dos inscripciones antiguas halladas en Alcalá la Vieja En el altar de la capilla hay un buen cuadro que representa a San Felipe Apóstol, firmado por Bartolomé González.
Inmediato a este colegio está el que fue de los Jesuitas, de excelente arquitectura, obra de Juan Gómez de Mora. La fachada de piedra berroqueña es de bella proporción y majestad. Se compone de 2 cuerpos con pilastras y columnas de orden corintio; el inferior tiene 6 y entre las más próximas a la puerta del medio hay estatuas muy buenas de San Pedro y San Pablo, con una efigie de Nuestra Señora sobre la puerta. Entre las columnas del segundo cuerpo hay también estatuas y son de San Ignacio y San Francisco Javier, y en los remates piramidillas sobre sus pedestales. La iglesia corresponde al gusto de la portada, lo mismo que el altar mayor, el cual termina con un Crucifijo, obra de Domingo Beltrán, lego jesuita y muy excelente escultor.
La iglesia de San Diego, que fue del suprimido convento de San Francisco, ofrece majestad y grandes dimensiones. Su portada, aunque moderna, es de escaso mérito. Todos estos edificios estuvieron embellecidos con excelentes pinturas de los artistas de más nota, las cuales después de la supresión de los conventos y colegios fueron trasladadas al museo nacional de esta Corte o a otros puntos donde se conservasen mejor. Sensible es decir que abandonados a sí mismos, la mayor parte de estos monumentos de nuestra arquitectura van desmejorándose de día en día y que muy luego presentarán quizás un montón de escombros.
Los templos destinados actualmente en Alcalá al culto divino son la iglesia magistral, única de este título en España, dedicada a San Justo y San Pastor, cuyas reliquias se veneran en ella. Fue fundada por el arzobispo D. Alonso Carrillo de Acuña en el año de 1479 como colegiata insigne, y aumentada después por el cardenal Cisneros, con aprobación del Pontífice León X que le dio el título que hoy conserva. Es bastante grande, de estilo gótico y se da algún aire a la catedral de Toledo. El enrejado de la capilla mayor tiene bastante artificio, lo fabricó Juan Francés, según un letrero que en el mismo se ve. El coro es del mismo gusto que el todo de la iglesia, a saber de un trabajo menudo y trepado con columnas, torrecillas, doseles y otras cosas.
Aunque pocas, hay buenas pinturas; entre otras llaman la atención un San Jerónimo, última obra de Vicente Carducho, como puede colegirse de su firma, varios de Eugenio Caxés, otro de Juan de Sevilla y otro de Juan Vicente Ribera, que está en la pieza de la tesorería. Componen el cabildo eclesiástico un abad, 5 dignidades y 14 canónigos, que deben ser doctores en teología o cánones; hay además para el servicio del culto 10 racioneros que deben ser maestros de artes, un sacristán mayor, diferentes capellanes y los demás dependientes necesarios. Esta iglesia sirve al propio tiempo de parroquia regentada por un vicario y un teniente a nombre del cabildo, a quien corresponde la cura de almas.
Otra de las parroquias es Santa María la Mayor, a cargo de un cura y diferentes beneficiados; el templo es muy capaz y de tres naves de igual extensión, pero sin concluir, hallándose adornada la bóveda de la capilla mayor y naves laterales con varias pinturas al fresco de Juan Cano. En esta parroquia fue bautizado el 9 de octubre de 1547 el célebre literato Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote y de tantas otras obras.
Existe una tercera parroquia bajo la advocación de Santiago, cuyo párroco reside en los Hueros, pueblo inmediato a la ciudad, teniendo para la regencia de aquella un teniente y algún otro ministro. Además de las expresadas parroquias se hallan abiertas diferentes iglesias que son: la del hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, el oratorio de San Felipe Neri y las pertenecientes a las ocho comunidades de religiosas que hay en esta ciudad, entre las cuales es muy digna de atención la del monasterio de monjas Bernardas, templo construido por disposición del arzobispo D. Bernardo Sandoval y Rojas en el año 1618; es de gran amplitud y de figura oval con su cimborrio de gran altura, por donde recibe buenas luces y muy propias para las bellas pinturas de Angelo Nardi que hay en el altar mayor y las 6 capillas. La estatua de piedra representando a San Bernardo colocada en la fachada, sobre la puerta principal, es bastante buena. Existe además una casa de beatas franciscas dedicadas hoy a la enseñanza de niñas, y dos santuarios pequeños, titulado el primero de Santa Lucía, el cual es muy antiguo y anterior a la fundación de la magistral, y el segundo bajo la advocación del Santísimo Cristo de los Doctrinos.
Hay dentro de la ciudad cinco fuentes públicas de buenas aguas para el surtido del vecindario, y otras muchas en las casas particulares y en los conventos. Saliendo de la población por la puerta llamada de los Mártires, se encuentran un parador y algunas casas; a la izquierda de éstas la ermita de San Isidro, a mayor distancia, y en la misma dirección, el convento que fue de Gilitos, situado en la. cresta de un cerro; y en diferentes direcciones dos paseos, llamado el uno el Val y el otro del Chorrillo.
TÉRMINO: Confina por el norte con el de Meco, por el este con el de Villalvilla, por el sur con el de Loeches y por el oeste con el de Torrejón de Ardoz.
CALIDAD DEL TERRENO: Es sumamente fértil, y lo sería mucho más si se beneficiase con las aguas del río Henares, como lo proyectó el conde de Aranda; en este caso se convertiría en una feracísima huerta, cuando al presente apenas se cosechan otros frutos que cereales, sin más árboles que los que crecen en los paseos, en las márgenes del expresado río y en algunas pequeñas huertas que se riegan por medio de norias, tal como la llamada de la Esgarabita, que fue de los jesuitas y en el día pertenece al señor conde de la Cortina, y la de la universidad denominada del Chorrillo.
Por medio de éstas cruza el mencionado río Henares en dirección al suroeste, al cual no lejos de la fuente del Juncar, cerca de la que hay unas ruinas a que dan nombre del paredón del Milagro, se le unen los arroyos de Carmarmilla y Torote, peligrosos en sus avenidas. Aquí se pasa el río por un hermoso puente de piedra y desde él principian a elevarse dos cerros, llamados el uno de San Juan del Viso o de Zulema, en el cual se creyó existir una mina de oro, y el otro de la Veracruz, en el que se ve una ermita construida para perpetuar la memoria del sitio en que piadosamente se cree haberse aparecido la Santa Cruz al arzobispo D. Bernardo cuando se preparaba la conquista de Alcalá la Vieja, situada. al pie de estos cerros, según parece comprobarlo el desmantelado castillo y las ruinas que allí se ven (ver). Los dos cerros se hallan sin arbolado alguno, no obstante que su terreno es muy a propósito y que en tiempo del cardenal Cisneros estuvieron plantados de encinas y otros árboles.
PRODUCCIONES INDUSTRIA Y COMERCIO: Las principales de Alcalá son trigo, cebada y avena; también se cosechan vino, cáñamo, lino, legumbres, hortalizas, frutas, y se cría ganado lanar y cabrío, pero en tan corta cantidad que no bastan para el consumo. Antes estuvieron en auge algunas industrias, especialmente la fabricación de paños, pero desaparecieron y en el día los artefactos están reducidos a varios telares de lienzos ordinarios, colchas y paños bastos, fábricas de curtidos, de jabón, de cuerdas de instrumentos músicos, de loza común, hornos de yeso, teja y ladrillo y algunos molinos de chocolate.
El comercio está reducido al surtido de sus tiendas para el consumo de los vecinos; sin embargo celebra dos ferias bien concurridas, una el 24 de agosto, otra el 15 de noviembre, y un mercado los jueves. La institución de la primera es antiquísima, pues consta que hallándose en Toledo el rey D. Alfonso el Sabio mandó entre otras cosas en 14 de abril de 1251 que no fueran molestados los que vinieren a las ferias de Alcalá y de Brihuega, lo cual fue confirmado por su hijo D. Sancho IV dos veces en distintos privilegios, y en 4 de junio de 1305 mandó en Medina del Campo D. Fernando el IV que ningún lugar tuviese feria sino con un mes de distancia de cuando fuere en los lugares de la dignidad arzobispal. La segunda fue concedida por Carlos I en el año 1517 a instancia del Cardenal Cisneros, pero no es tan concurrida como la anterior, en la cual se ven muchas ganaderías de cerda, caballar, mular y bestias menores, y además un regular surtido de tiendas de lencería, quincalla, plata, hierro y otros artes.
POBLACIÓN: Suprimidos los conventos de religiosos, muchos colegios de enseñanza, y trasladada la universidad a esta corte, fue consiguiente la decadencia de Alcalá; de aquí el que su población, que ascendía, según Estrada a 4.000 vecinos en 1768, no constaba a fines de 1835 sino de 1.231 vecinos y 6.108 almas como resulta de la guía de gobernación de dicho año, diferencia enorme y que prepara para no admirarse de que la matrícula catastral de 1842 estime la población en 864 vecinos y 3.968 almas, evalorando el capital productivo en 34.870.185 reales, y su riqueza impositiva en 1.346.571 contribuyendo por todos conceptos 124.569 reales de vellón. El presupuesto municipal de 50.000 lo cubre el fondo de propios cuyo producto asciende a igual cantidad con corta diferencia, y consiste en algunos sotos, alamedas, tierras de labor y pastos que se arriendan.
HISTORIA: El Villanovano, en sus notas marginales a la guía geográfica de Claudio Ptolomeo, reduce a Alcalá de Henares la antigua Complutum. Lo mismo hacen Abrahan Hortelio (in Thesaur geogr.), el padre Fr. Francisco de Vibar (in com. Dext.), Rodrigo Caro (in chron. Dextr.), San Ildefonso (in addit ad Libellum S. Isid. devir. ill.); Ambrosio de Morales (in Scholi adepist. Eulog.), el arzobispo D. García Loaysa (in concil), Felipe Ferrario (in geogr.), Mario Aresio, siracusano (in Hisp. illust.), Juan Gerundense (in Paral.), Lucio Marineo Sículo (in Hisp. ilust.), Juan Vasco (in chronic. in Hisp. ilust.), Matamoros (in Acad. in Hisp. illust.), el M. Álvar Gómez (de reb. gest. Card. Franc. Xim. de Cisn. In Hisp. illust.), el M. Alonso Sánchez (in Anazeph.); D. Tomás Tamayo de Vargas (in Luitpr.), Alcocer (en su hist. de Toledo), Garibay (en el comp. hist.), Ambrosio de Morales (en las ant. de Esp.), el P. Fr. Juan de Marieta (en la hist. ecl. de los santos de Esp.), Pisa (en su hist. de Toledo), Padilla (en su hist. ecl.), Medina (en las grandezas de Esp.), Covarrubias y Orozco (en su tesoro de la leng. cast.), Mariana (en su hist. de Esp.), Salazar de Mendoza (en el cron. del card. D.Pedro González de Mendoza); Pellicer de Salas y Tovar (en sus lecciones solemnes), Alonso de Villegas (en el Flosanctorum), Méndez Silva (en su Pob. de Esp.), Alonso Téllez de Meneses (en su hist. del Orbe), el P. Román de la Higuera (en su hist. de Toledo); el P. M. Flórez (en la Esp. sagr.), D. Juan López (en su mapa de la Esp. ant.), Cortés (en su Dic. de la Esp. ant.), Ceán Bermúdez (en el sumario de las ant. Rom. que hay en Esp.), Traggia (en su hist. ecl. de Aragón), etc.
Por el contrario, Luitprando (in Chronic. et in Advers.), Julián Pérez (in chronic et in Advers.), un libro escrito en pergamino, que encontró Loaysa en el convento de Parraces, que antiguamente fue de canónigos reglares, y después de la orden de San Jerónimo, cuyo libro se titulaba: isla sunt nomina civitatum in Hispania quae in arabigum mulata fuerunt tempore sarracenorum. La crónica general de D. Alonso el Sabio, D. José de Aldrete (en su hist.), Fr. Luis de Escobar (id.), el moro Rasis (en su descrip. de Esp.), Alvar Gómez de Ciudad Real (en la epíst. dedicatoria de su musa Paulina), Pérez de Castro (en su crónica manuscrita), Medina y Mendoza (en los anales de Guadalajara), Florián de Ocampo (en su historia), el P. Hernando Pecha, en un discurso citado por Núñez de Castro, en su apoyo etc. la reducen a Guadalajara.
Varones insignes se han interesado en esla cuestión por una y otra parte, y todos han creído verla concluida a su favor; pero siempre ha sido más por afecciones particulares, que por convicción razonada. Tres son las guías que debe seguir el filólogo, para llegar a adquirir esta: la doctrina de los geógrafos e historiadores contemporáneos de la tantos años ha destruida Complutum; los monumentos geográficos que dejó su existencia, y la etimología, o sinonimia de su nombre.
El ilustre geógrafo español Pomponio Mela, que fue el primero de los latinos que diese a luz una cosmografía completa, aunque compendiada y sucinta, como expresó él mismo en el prólogo, dio a conocer ya la antigua Complutum, pero sin determinar su situación. Plinio menciona a los Complutenses en la Carpetania, asignados al convento jurídico Caesaraugustano, cuya vaga idea nada tiene de topográfico. Las graduaciones de Ptolomeo, como que él midió nuestra España desde Alejandría, basando además en principios ya desusados, sólo pueden suministrar indicios comparativos, y aun estos tan débiles como deben ser todos los argumentos, que radican en números, particularmente si emanan de obras que han sufrido tanta adulteración como la guía geográfica de este gran matemático.
En el Itinerario de Antonino aparece, siendo lugar de mansión en el camino que describe desde Mérida a Zaragoza, y por la misma razón de fundarse su prueba en números, que han sufrido las mayores adulteraciones, pudiendo también resultar un más o un menos de leguas por alguna variación hecha en la dirección del camino, tampoco este indicio es decisivo. Conocida es la inexactitud del anónimo de Rávena, así en la ortografía de los nombres, como en la idea que da de la situación de las ciudades, de modo que su doctrina casi no puede probar más que su existencia.
En la itación o mojonamiento atribuida al rey Wamba resulta sufragánea de Toledo, aunque escrita por error Iplicea, y el conocimiento que da de su situación, es al menos tan vago como el que resulta de los demás. San Eulogio (in Epist. ad Voilesindo) refirió a Wilesindo, obispo de Pamplona, el viaje que había hecho llegando a Complutum, donde estuvo y platicó con el obispo complutense Venerio; esto ni remotamente indica su situación. Que de otros escritores resulte distar 60 millas Complutum de Toledo, tampoco es prueba suficiente en favor de ninguna de ambas ciudades, por iguales razones que se dijeron respecto a la iphigesis geográfica de Ptolomeo y al itinerario romano, según el cual, como ha llegado a nosotros, eran 54 las millas que distaba de Toletum.
Que la naturaleza, martirio y sepulcro de los Santos Niños Justo y Pastor, y la iglesia que les fundó Asturio, arzobispo de Toledo, pertenezcan a Complutum, nada prueba tampoco en favor de Alcalá ni de Guadalajara. Que en tiempos muy posteriores, esto es, después de la invasión agarena, aparezca en esta ciudad la sede Complutense, tampoco convence que ella fuese Complutum, sino que su dignidad, cediendo a las vicisitudes de los tiempos, sufrió una traslación como la sufrieron otras muchas. La inscripción de la Barca de los Santos, que unos y otros presentan en su apoyo, es así:
IMP. NERVA. CAE
SAR..... AV. TRA
IANUS. GER. PONT.
MAX. TRIB. POT.
.....II. P.P.
COS. I..... RES
TITVIT. A. COMPL.
Y estando casi a igual distancia de ambas ciudades es nula su fuerza para ninguna de ellas. También pudiera decirse que nada prueba por ninguna la otra inscripción que copió Morales.
IMP. NERVA
CAESAR AVG
TRAIANUS
GER.
PONT
MAX. TRIB
POT. IIII. P. P.
COS. II. RESTI
TVIT A COMPL.
XIV.
Ésta se encontró a 1/2 leguas de la villa de Arganda en el despoblado de Valtierra, y las 14 millas que debe inferirse había desde este sitio a Complutum, pues de otro modo no figuraría su nombre en la inscripción, y sí el de Toletum o el de Cesaraugusta, no convienen a ninguna de las dos ciudades, en la situación que hoy tienen. El nombre Complutum sin duda fue dado a la ciudad que distinguió, para expresar alguna idea geográfica de la misma; si él es latino puede interpretarse pueblo muy regado o húmedo, como la tierra de Cesen se llamó Compluta, según San Jerónimo (Quaets. in Genes.) por ser muy regada de los rocíos, y entonces conviene más a Guadalajara.
Si es griego, compuesto de las raíces Καμη, y πλυτος quiere decir pueblo rico, y es más propio Alcalá. Esto es todo lo que únicamente hay atendible, para decidir cuestión tan debatida y en tantas doctrinas, a pesar de lo decisivas que se ha querido encontrar unas, y lo altamente que se ha despreciado otras, ya por los escritores de Alcalá, ya por los de Guadalajara, ninguna hay que sea concluyente, ni la hay tampoco que no suministre alguna luz.
Mela y Plinio no dijeron cual era la situación de Complutum, pero el pueblo que ya mereció ser nombrado, como de importancia, en su tiempo; el pueblo cuyo nombre más bien que latino, de etimología griega, revela un origen muy anterior a la dominación romana, es evidente que no se encontraría donde hoy Alcalá; sus fundadores, como todos los antiguos, debieron buscar una altura por la fortaleza y salubridad para su establecimiento. Las graduaciones de Ptolomeo, según hemos dicho, no son infalibles, pues no hizo por sí mismo todas las operaciones astronómicas y gnomónicas, y aun como él las admitió, han podido ser alteradas por los copiantes; además de la diferencia de los principios que siguió con los que siguen los geógrafos modernos, cuya diferencia ha deslumbrado para no pocas reducciones. No es infalible el itinerario romano atribuido al emperador Antonino, pero cuando el testimonio de ambos se presenta como de acuerdo y aun apoyado por algún monumento, no sólo antiguo, sino de los más importantes de la clase de geográficos, no puede menos de convencer.
Las 54 millas, esto es 14 leguas escasas (cada legua tiene 4 millas, no 3 como han querido algunos) que aparece distaba de Toledo Complutum, no alcanzan a Guadalajara, y ni aún a Alcalá. La cuesta que desde el tiempo de los moros se conoce con el nombre de Zalema, en el término llamado San Juan del Viso, conviene exactamente con esta distancia; su configuración la presenta como una gran mesa elevada sobre el campo de Alcalá;; por este, norte y oeste muy escarpada y bañada del río, sin entrada más que por la parte sur, en la que tiene también alguna elevación sobre la campiña y restos de fortaleza artificial, descubriéndose en el mismo camino una argamasa tan dura, que compite con la peña viva, como dijo el P. M. Flórez, que examinó repetidas veces por sí mismo estas antigüedades.
En el plano que ofrece la colina, capaz de una ciudad bastante populosa y el más a propósito para la existencia de un pueblo antiguo, además de la indicada fortificación se descubren aún varias ruinas, sin embargo de hallarse reducido a cultivo, y se han encontrado medallas, batidas en diferentes tiempos, de cónsules y emperadores romanos, las cuales llegan hasta Vespasiano. La doctrina de Ptolomeo y del Itinerario, apoyada con estos indicios, casi no admite ya duda, de que la antigua Complutum existió en este lugar, y robustecida aún por la inscripción geográfica encontrada en el despoblado de Valtierra, hasta cuyo sitio, empezando desde Complutum, dice había 14 millas de camino y que, hallándose la calzada maltratada, la restauró el imperador Trajano por todo aquel espacio, siendo, como es, esta distancia precisamente la que hay desde Valtierra a la mencionada colina, que designan Ptolomeo, el Itinerario y las antigüedades que en ella aparecen, convence completamente la exactitud de la reducción.
Ahora bien: Guadalajara dista casi 4 leguas de este sitio, donde con tan sólidas razones dejamos sentada la primitiva Complutum, y Alcalá sólo una hora, y esto porque se tiene que desviar el camino, buscando el puente que no está en buena dirección; nada más natural que una traslación tan pequeña, y que Alcalá sea la antigua Complutum. Semejantes traslaciones se observan en casi todas las poblaciones de remoto origen; y si la noticia de que los Santos Niños Justo y Pastor eran hijos de Complutum, y el Campo Laudable, donde padecieron martirio, de la jurisdicción de la misma, y que en ella les fue fundada una iglesia por el arzobispo de Toledo, Asturio, no dice que Complutum haya venido a ser Alcalá o Guadalajara. La gran devoción que siempre ha tenido aquella a estos santos mártires, mientras por el contrario nunca ha habido en ésta una iglesia bajo su advocación, es un argumento casi incontestable a favor de Alcalá. Nosotros, cuando menos, tenemos toda la convicción, que es posible adquirirse en la materia, de que Alcalá es la célebre Complutum de los antiguos.
Fundada en la fuerte y hermosa posición que la Cuesta de Zulema ofreció a los griegos, o tal vez antes que estos abordasen a España, a los indígenas del país que ellos llamaron Carpetania, lo mismo que a esta ciudad Complutum, y por igual razón topográfica, debió hacerse célebre en defensa de su libertad, cuando fue atacada por los romanos; pero los españoles no tenían entonces quien escribiese su historia, y los que trazaran la del imperio, no detallaron la conquista de los carpetanos, ni sus glorias anteriores. Mas una población tan fuerte por su naturaleza, con defensores que Livio calificó de feroces para las cosas de la guerra, mucho debió costar a C. Calpurnio y L. Quintio.
Algunos han creído que la tiranía de los romanos la obligó a abandonar la altura que ocupaba para asegurar así mejor su obediencia; el M. Flórez opina que se verificó en el imperio de Adriano. Bien pudo suceder de este modo; pero, no conservándose memoria alguna de tal acontecimiento, es más probable que naturalmente fuese descendiendo a ocupar situación más cómoda al norte del río en la falda de la misma colina, que hoy llaman la Huerta de las Fuentes y Fuente del Juncal, donde todavía se ven algunas argamasas de fábrica romana, y se han descubierto diferentes piedras, acueductos y monedas de aquel tiempo; con sólo dejar rodar las piedras de alto abajo, podían reducirlas al lugar que idearan, sin gastar en la traslación, como observó el mismo Flórez.
En este sitio se hallaba la ciudad cuando el pretor Daciano estableció en ella su tribunal, lo que prueba sería de consideración. A principios del siglo V, descubierto por el arzobispo de Toledo, Asturio, el sitio donde estaban los cuerpos de los Santos Niños, Justo y Pastor, y erigida allí silla pontificia, ésta, y la devoción, fueron atrayendo la población a él, que es donde hoy se encuentra. Así las casas más antiguas de la ciudad son las del contorno de la iglesia magistral. Por haberse verificado ya en su tiempo esta traslación, dijo San Ildefonso que dista casi sesenta millas de Toledo, esto es, poco más do una legua sobre las que el Itinerario romano contó hasta la cuesta de Zulema, su primitivo asiento.
Varios escritores afirman, que, invadida la España por el agareno, éste a su llegada arrasó la ciudad por la resistencia que le opuso, habiéndose retirado antes su obispo con las reliquias de los santos mártires, sus patronos, a Guadalajara, como punto más defendible. Garibay y otros suponen que su destrucción sucedió en las guerras posteriores; el M. Flórez sostiene que subsistió siempre. Puede asegurarse, al menos, que perdió toda su antigua importancia, pues habiendo permitido estos conquistadores el ejercicio de su culto religioso a los conquistados que no irritaron con las armas la saña del Islam, se vio en efecto al obispo complutense presidir su diócesis, después de esta época, desde la ciudad de Guadalajara; no obstante la respetable opinión del M. Flórez, que dice no tener esto más fundamento que los falsos cronicones, pues sobre leerse así en la crónica general de D. Alonso XI, no con menos motivo vino a llamarse por muchos Complutum a Guadalajara, perdida la memoria de que aquel nombre perteneciera a otra ciudad, con el poco conocimiento que en tiempos de Julián Pérez se tuvo de la geografía comparada.
También parece hubo de exigirlo así la proximidad de la gran fortaleza que los musulmanes edificaron en el cerro inmediato, de modo que además de los muchos de sus edilicios que debieron arruinar para acudir con materiales a su fábrica, cuyos vestigios observó Morales en ella, la hizo sin duda víctima de mil choques entre moros y cristianos que allí acarreara el nombre de su importancia, sufriendo igualmente de. los ataques de éstos, que la tomarían sin dificultad, y de la defensa de aquellos, que desde su altura la dominaban, y de las tentativas que luego pondrían en ejecución, para rescatarla.
A este castillo se recogían los musulmanes en las invasiones de los cristianos, y de él hablaron sin duda Lucas de Tuy y Rodrigo de Toledo, diciendo, que el rey D. Fernando I de Castilla se echó sobre la ciudad Complutense, y talando sus campiñas, empezó a batir las murallas, lo que obligó a los sitiados a suplicar al rey de Toledo le obligara a retirarse por fuerza, o con dádivas, quien lo consiguió en efecto, dándole muchos regalos, y ofreciéndosete tributario. En el siglo XI, que sucedió esto, ya el nombre Complutum no distinguía una ciudad, había sido remplazado por otro, y no es de extrañar que en el tiempo que escribió el Tudense no hiciese de él el uso mas ajustado.
El nombre genérico de la fortaleza mencionada. Al-Kaala se había comunicado también, como propio, a la ciudad, por la grande importancia de aquel, y la poca de ésta; y en particular por la mala inteligencia de la palabra, o ningún conocimiento de la población; los árabes le dieron además el nombre de Nahar (río), para distinguirla do otras muchas Alkalas, de donde quedó al río su nombre Nahar, Nanares, y por último Henares, tomado igualmente por los cristianos como propio el apelativo Nahar del hebreo.
Éstos, no obstante, la distinguieron por mucho tiempo más bien llamándola del Campo Laudable, y de Santiuste, o de San Justo, por el martirio dado en ella a los Santos Niños. Ambrosio de Morales, el conde de Mora, D. Nicolás Antonio, en su biblioteca antigua. y el mismo M. Flórez, presentan un documento del fin del dicho siglo XI, por el cual resulta que Alcalá estaba habitada y tenía este nombre árabe. Es el final de uno de los manuscritos de Concilios, que se guardan en la santa iglesia. de Toledo, el cual expresa el sitio y tiempo en que se hizo la copia de esta manera.
Finit Liver Canonum
Conciliis
Sanctorum Patrum, seu Decreta Presulum
Romanorum Feliciter
Deo gratias
Julianus indignos Presbyter Scripsit: is
Cuyus est;
atjuvante Deo: habitans
IN ALKALAGA, que sita est super CAMPUM
LAUDABILEM: IIII F. XVII. Kis. Jun Era TCXXXIII.
La preposición super parece indicar también el Castillo del cerro, que domina al llano, llamado Campo Laudable; mas pudo usarse por in, particularmente en aquel tiempo de barbarie; no es probable que un sacerdote cristiano escribiese un libro tan grande, para lo que debía estar muy despacio y muy surtido de pergaminos y códigos, cerrado en un castillo edificado por los musulmanes, y en época que se le hacía continua guerra, pues no se conquistó hasta mucho después de la fecha de este monumento, que corresponde al año 1095.
Alcalá fue reconquistada en año 1088 por el arzobispo de Toledo, D. Bernardo, a quien el rey D. Alfonso VI concedió en conquista, quedando sólo por el agareno la referida fortaleza del Cerro, cuyos vestigios son llamados hoy Alcalá la Vieja, la cual conservaron hasta el año 1118, según los primeros anales Toledanos, y los de Sevilla que la ganó el mismo arzobispo D. Bernardo; y el rey hizo merced de ella a su iglesia como lo había hecho de Alcalá D. Alonso VI. El sucesor de este arzobispo, D. Raimundo, aumentó la población de Alcalá, con la que todavía encontró recogida entre las estrechas murallas de esta fortaleza, bajándola a la ciudad en 1136 de orden del emperador D. Alonso VII.
También atrajo mayor número de pobladores, concediéndola el fuero, que confirmaron y aumentaron los arzobispos que le sucedieron, y hoy es una colección de leyes, con todas las exenciones de pechos que podían conceder los prelados, como señores de la ciudad, y algunos privilegios de los reyes. Yakub Almanzor, después de la gran victoria que obtuvo en Alarcos el año 1195, se presentó ante esta ciudad y destruyó cuanto no guardaron sus murallas y sus bravos defensores. A la misma se retiró el rey D. Sancho, buscando clima más benigno que el de Valladolid, después de haber apaciguado los movimientos que D. Diego López de Haro suscitó en Vizcaya, pretendiendo recobrar esta provincia; y agravado su mal, en enero de 1295 otorgó su testamento a presencia del arzobispo de Toledo D. Gonzalo, el infante D. Enrique y casi toda la corte, dejando por tutora del príncipe D. Fernando, que tenia nueve años, a la reina doña María su madre, y en febrero del mismo año se hizo llevar a Madrid.
En Alcalá se avistaron los reyes de Aragón y de Castilla, y acordaron apaciguar las pretensiones de D. Alonso de la Cerda, y aprovechar de los disturbios que agitaban los estados mahometanos abriendo la campaña el día de San Juan de 1309 lo más tarde. El Papa Clemente V les concedió una cruzada para los gastos de esta guerra. Don Alonso XI celebró Cortes en esta ciudad el año 1348, y en ellas formó un nuevo sistema de legislación general para sus dominios, cuyo único código habían formado antes por muchos siglos las leyes de los godos, designado primero con el nombre de Liber Judicum, después Forum Judicum, y por último Fuero Juzgo.
D. Alonso estableció que todos los pleitos se juzgasen por las leyes contenidas en el ordenamiento que hizo para los concejos y los Hijosdalgo. Otras Cortes celebró el mismo rey en esta ciudad al año siguiente, para tratar de las cargas de la guerra que se proyectaba contra moros y conquista de Gibraltar, en vista de sus desavenencias intestinas. Llamáronse a estas Cortes muchas ciudades y villas que no acostumbraban asistir, para atraerlas con este honor y obligarlas a pechar alcabalas de todas las cosas que se vendiesen en ellas, como lo hacían las demás.
Mucho se disputaron en estas Cortes el derecho al primer lugar y voto los diputados de Toledo y Burgos; por fin se acordó que Burgos los tuviese y que los procuradores de Toledo ocupasen un lugar apartado de los demás, en frente del Rey, quien había de nombrar a su ciudad primero, de esta manera: Yo hablo por Toledo, y hará lo que le mandare; hable Burgos. Forma que se guardó siempre después. Fue muy político D. Alonso en esta determinación, pues de haber hablado Toledo la primera, su oposición a la alcabala, como ciudad libre y exenta, hubiera producido más efecto.
En Alcalá de Henares recibió el Rey de Castilla D. Juan I cincuenta caballeros africanos, oriundos de España, llamados Farfanes (cristianos de profesión, pero que cobraban sueldo del Rey de Marruecos) muy ejercitados en la manera de la milicia de su país, que se decía Gineta; el rey quiso verles maniobrar el día 9 de octubre de 1390, y al salir por la puerta llamada de Burgos, con el arzobispo de Toledo D. Pedro Tenorio, en un caballo ruano, se le antojó dar una carrera; tropezó en un barbecho, cayó, y a la hora expiró del golpe.
Por esta muerte desgraciada, en la minoridad de su hijo D. Enrique, Castilla, después de mil debates sobre un testamento del Rey que apareció otorgado en el cerro de Cellorico, antes de la batalla de Aljubarrota, determinó gobernarse por un consejo compuesto de los estados eclesiástico, noble y común, y disgustado el arzobispo Tenorio porque el duque de Benavente y el conde de Trastamara entraron con armas en la iglesia donde se celebraban las juntas, se retiró a Alcalá de Henares con ánimo do levantar los pueblos contra el gobierno, publicando que el testamento del Rey debía cumplirse gobernando los que en él eran nombrados para ello; así escribió al Pontífice, a los reyes de Francia, Aragón y Navarra y a algunas ciudades del reino.
El consejo, en vista de estas disposiciones, procuró reducirle buenamente, y al efecto envió a Fernando Sánchez de Virnes, persona de importancia, acompañado del doctor Martínez de Bonillas y escribanos que autorizasen los requerimientos. En el discurso que le dirigió se lee lo siguiente: El reino, deseoso de acertar, está en Cortes, como vos habeis pedido, y por mí envía a suplicaros asistais en ellas, donde vuestra razón tendrá más fuerza que la de otro alguno. El arzobispo se excusó alegando tenía que consultar con los demás descontentos.
En Alcalá de Henares estaba el rey D. Enrique III el año 1394, cuando llegaron a ella los embajadores de D. Carlos, Rey de Navarra, a rogarle ordenase que la Reina Doña Leonor volviese al tálamo de su esposo y que, caso de negarse, al menos le enviara sus dos hijas; la Reina resistió igualmente lo último, en razón de haberle enviado ya dos, y el Rey les contestó que mientras el matrimonio estuviese separado, era justo que el padre y la madre repartiesen entre sí los hijos. En la misma esperaba este Rey el resultado o decisión del de Francia, nombrado juez en las desavenencias que tenía con su tío D. Alonso, conde de Gijón, y en ella recibió a los embajadores que había enviado al Gran Tamerlán ofreciéndoles su amistad, cuando en 1405 llegaron a darle cuenta de su embajada.
D. Juan II, con sus tutores, confirmó en Alcalá de Henares a 7 de abril de 1408 todos los fueros y privilegios do Calahorra. En la misma hizo las honras a la Reina su madre, que falleció en Medina del Campo a mediados de diciembre de 1435. D. Íñigo López de Mendoza, en las alteraciones que destrozaran al estado por la imbecilidad de D. Juan II, en 1441 se apoderó de esta ciudad, que se había quitado al arzobispo de Toledo, y en una celada que le dispuso en las inmediaciones Juan Carrillo, adelantado de Cazorla, fueron degollados casi todos los que le acompañaban, y el mismo D. Íñigo escapó herido.
En 1444 fue tomada por el rey de Navarra con 600 infantes y 400 caballos. Sus naturales llamaron a ella al rey D. Juan, y a su llegada en 1445 se retiró el Navarro, aunque tenía sus gentes en las cercanías. El arzobispo de Toledo y el marqués de Villena vinieron a esta ciudad en 1464, cuando salieron de Madrid, para activar los planes de la memorable conjuración contra el rey D. Enrique IV.
En Alcalá de Henares dispuso este rey, a 4 de enero de 1466, que la villa de Laguardia formase hermandad contra malhechores con la de Vitoria. A principios del año 1472 los príncipes de Castilla Doña Isabel y D. Fernando llegaron a esta ciudad de donde pasaron a Torrelaguna. Al año siguiente los mismos D. Fernando y Doña Isabel, acompañados del arzobispo de Toledo, recibieron en Alcalá al cardenal D. Rodrigo de Borgia, legado del Papa.
En 1475 el arzobispo de Toledo se retiró a ella desde la Corte, sentido del mayor aprecio que vio dispensaban los Reyes Católicos al cardenal de Mendoza. Lla Reina, para aplacarle, resolvió hacerle una visita; pero este orgulloso Prelado le avisó que si entraba por una puerta él saldría por otra, y en efecto se retiró a Brihuega para excusar su vista. Estos reyes, irritados contra él porque ciego en su resentimiento excitó al de Portugal a que empezase de nuevo la guerra y mandó a las tropas, que había levantado tomasen las cercanías de Madrid, mandaron a D. Alonso de Aragón, hijo natural de D. Fernando, que bloquease a Alcalá. Prohibieron a los vasallos del arzobispo el pago de sus rentas y escribieron al Papa que nombrase administrador del arzobispado, cuyas disposiciones le obligaron a entregar esta plaza y todas las demás en que escudaba su rebelión.
En Alcalá sosegó la gran prudencia de Don Fernando en 1486 los alborotos que la excesiva ambición de la nobleza estaba promoviendo años hacía, y se presentaba determinada a defender con las armas lo que sus antepasados la habían dejado por juro de heredad. En la misma ordenaron los Reyes Católicos, en 1491, que la villa de Laguardia formase hermandad con la de Vitoria, como lo había mandado ya D. Enrique IV. En 1497 recibieron en ella la solemne embajada que Carlos VIII de Francia envió a España para tratar de la guerra que intentaban hacer a la Italia, y oídos enviaron a Hernán, duque de Estrada, con otros dos compañeros a aquel reino para concluir la concordia.
Alcalá de Henares fue una de las ciudades que se alborotaron el año 1520 contra el gobierno de Carlos I. En 1533 llegaron a ella este rey, emperador de Alemania, y la emperatriz su esposa. D. Felipe V suspendió en la misma el luto que vestía, mudando de traje para su llegada a Madrid el 18 de febrero de 1701. Fue ocupada por los portugueses en 1706, pero apenas duró un mes en su poder. En 25 de octubre de 1739 se ratificó en Alcalá el desposorio celebrado en París a 26 de agosto del mismo año, entre el infante D. Felipe y Doña Luisa Isabel, hija primogénita de Luis XV, rey de Francia.
En los últimos días de mayo de 1808 salió de esta ciudad el comandante de zapadores y minadores D. José Veguer con 110 hombres, la caja, armas, banderas y tambores, y despreciando las promesas que en su marcha le hizo un emisario de Murat, en medio de fatigas y peligros logró ofrecerse a la Junta de Valencia. El Empecinado llegó a interceptar las comunicaciones de esta ciudad con Madrid en 1813 burlando los ardides que, en el mes de abril, puso en juego el mariscal Soult para distraerle.
Alcalá de Henares aparece ya con el título de ciudad en el Tudense, como lo había tenido bajo la dominación romana y goda; no obstante, se le concedió de nuevo por el rey D. Carlos II en 1687, y hace por armas un castillo sobre aguas.
Es patria de los Santos Niños Justo y Pastor; de San Felipe mártir; de la famosa Therasia, esposa de San Paulino; de un hijo de este santo, que anuncia en su poema 21; del infante D. Fernando, hijo de Felipe I y de la princesa Doña Juana, nació el 10 de marzo de 1503, le bautizó el arzobispo de Toledo, siendo sus padrinos el duque de Nájera y el marqués de Villena, y de este parto se originó a la princesa la debilidad de juicio que le duró hasta la muerte; de la infanta Doña Catalina, hija menor de los Reyes Católicos, nació el día 16 de diciembre de 1485; casó 1501 con Hastur, príncipe de Gales, primogénito de D. Enrique VII de Inglaterra; del obispo Iliberitano Gregorio, teólogo ilustre del siglo IV; de Jerónimo de Florencia, famoso predicador del siglo XVII; de Cristóbal de Vega y Francisco de Silva, médicos célebres del mismo siglo; del poeta Juan Figueroa; del naturalista Juan Bustamante de la Cámara; de D. Antonio Solís, historiador de la conquista de Méjico; de Miguel de Cervantes Saavedra, murió en 1616; del jesuita Alonso Deza, insigne teólogo; y del arquitecto Pedro Gumiel, que fue el que trazó y principió la obra de la iglesia magistral y el colegio universal de San Ildefonso.
HISTORIA ECLESIÁSTICA. Esta ciudad, como sentada (con el nombre Complutum) en el camino imperial que dirigía desde el centro de España a Roma, no tardó en recibir la luz evangélica y a salir con ella de la oscuridad del politeísmo, reemplazando la señal de la cruz, divinizada con la muerte del Dios Hombre, los ídolos de Diana y de Tutela, cuya adoración en la antigua Alcalá aun certifican dos inscripciones. El P. M. Fr. Enrique Flórez atribuye el origen de su cristiandad a la predicación de San Eugenio, primero de Toledo, en el pontificado de San Clemente I. En el siglo III llegó a ella el perseguidor Daciano, según las actas de la confesión de Santa Leocadia (esp. sagr.); publicó sus edictos contra los que profesasen la fe de Cristo, y corrieron a su tribunal los Santos Niños Justo y Pastor que no tenían más que siete años aquél, y nueve éste:
VIX JUSTUS ANNUM
SEPTIMUM
NONUMQUE PASTOR EGERAT,... (oficia sanctorum in
festibil,
Jus. et Past.) aún iban a la escuela:
ILLICO
SCHOLAN RELINQUUNT
Et Tabellas abnuunt (Hymn. Goth.)
Y sin embargo de su tierna edad en vista de la firmeza oon que presentaron la confesión de la divina doctrina, fueron martirizados secretamente en el Campo Laudable, el día 6 de agosto del año 304, segundo de la era de los mártires, pues según Eusebio, en su tratado de los mártires de la Palestina, en el primero la persecución sólo fue contra los ministros de la iglesia, y del código Góthico-Hispano Veronense y del oficio Muzárabe resulta que se celebraban en este día; algunos, no obstante, ponen su memoria 19 días después. Apenas se hubo retirado Daciano, los cristianos recogieron sus santos cuerpos y les erigieron una iglesia, levantando un altar sobre el cuerpo de Justo y otro sobre el de Pastor; pero se arruinó luego a los rudos embates que siguió sufriendo la cristiandad antes que empezase la paz de Constantino, de modo que a principios del siglo V se había perdido hasta su memoria.
San Ildefonso refiere que Asturio, arzobispo de Toledo en aquel tiempo, fue quien descubrió nuevamente sus cuerpos por revelación del cielo, y con este motivo erigió la sede Complutense. Dudan algunos de la exactitud de este pasaje de San Ildefonso, pero el argumento en que para ello más se afianzan, es el lugar del poema treinta y cuatro de San Paulino, que dice haber enterrado a su hijo deseado, a los ocho días de nacido, junto al sepulcro de estos Santos Niños, y un poeta bien pudo expresarse así con sólo saber por tradición que habían padecido martirio en el Campo Laudable y ver en él un montón de escombros, no siendo de extrañar tampoco, que con su piedad este motivo le hubiese bastado para enterrar allí a su hijo.
San Ildefonso dice que ocultaba los cuerpos un montón de ruinas. Prudencio, escritor al fin del siglo IV, atestigua que entonces se sabía estaban en Complutum, aunque no el lugar determinado. Asturio, resuelto a pasar el resto de su vida junto a estos sagrados cuerpos, renunció la dignidad de Toledo y fue el primer obispo complutense. Por los años de 777 los naturales de esta ciudad los llevaron a las montañas de Aragón, en el valle de Nocito, donde floreció San Urbez, para libertarlos de la persecución del rey Abderramán; algunos afirman, que fue San Urbez quien los trasladó, pero no hay razón para creerlo.
El obispo complutense, huyendo de las desgracias con que amenazaba a esta ciudad la gran fortaleza que sobre ella edificaron los musulmanes, y por las muchas que había ya sufrido, trasladó su residencia a Guadalajara (tal vez lo hizo desde luego que se verificó la invasión). No puede determinarse el año en que esta diócesis quedó sin prelado por falta de documentos, y conquistada Alcalá por la dignidad de Toledo, a cuya iglesia fue concedida por el rey de Castilla D. Alonso VI, quedó agregada al dominio temporal y espiritual de los arzobispos sin que haya vuelto al honor antiguo de silla pontificia, en cuyo cambio se la concedió después una insigne Magistral y Vicaría general para todo el arzobispado de Toledo.
Hasta el día 7 de marzo de 1568 no consiguió Alcalá ver restituidas a su iglesia las reliquias de sus santos tutelares, impidiéndolo la ardiente devoción de los habitantes del valle de Nocito y después la de los de Huesca, a cuya ciudad habían sido trasladados.
En Alcalá se han celebrado varios sínodos, entre los cuales es notable el que convocó el arzobispo de Toledo Carrillo en 1479.
OBISPOS COMPLUTENSES
de quienes se conserva memoria.
ASTURIO, a cuya solicitud se erigió la sede después del concilio primero de Toledo, según se infiere de San Ildefonso.
NOVELO: desde antes del año 579, hasta cerca del 589.
PRESIDIO: desde cerca del 609, hasta poco antes del 623.
HILARIO: desde antes del 623, hasta cerca del 648.
DADILA: desde cerca del 648, hasta después del 656.
ACISCLO: desde antes del 675.
GILDEMIRO: desde antes de 681.
AGRICIO: desde el 681, hasta cerca del 686.
ESPASANDO: desde cerca del 686, hasta después del 693.
VENERIO: en el de 851.
Alcalá de Henares la Vieja
Es un cerro a la orilla izquierda del río Henares, frente a la ermita de Nuestra Señora del Val, muy cerca de Alcalá de Henares, sobre el cual se descubren sólo ruinas de un antiguo castillo y algunas cisternas o aljibes pertenecientes, sin duda, a la fortaleza que fue ganada a los moros por el arzobispo D. Bernardo, quien situó sus tropas en un cerro frontero (llamado en el día Mal Vecino), siendo piadosa tradición que sobre otro cerro más elevado se apareció a los cristianos una cruz, cuyo acontecimiento se tuvo desde luego por preludio de la victoria, y en memoria del cual se edificó en la cumbre una gran ermita y otras dos más pequeñas en la inmediación, llamándose desde entonces el cerro de la Bella Cruz o de la Vera Cruz, teniendo lugar este suceso, según varios historiadores, en el día 3 de mayo en que la iglesia celebra el triunfo de la Santa Cruz.
Hoy no existen más que ruinas de aquellas ermitas, y por las que presenta Alcalá la Vieja, no es creíble hubiese allí población, llamándose Alcalá por denominación genérica de castillo o fortaleza entre los árabes. No muy distante de este punto hay diferentes cuevas abiertas a pico que forman calles y encrucijadas, que algunos suponen extenderse a leguas, aunque sobre esto no hay un dato fijo ni puede adquirirse sin practicar un reconocimiento por bastantes personas bien dirigidas; pero sí es dado asegurar que su extensión es grande, presentando dificultades para la adquisición de datos exactos la circunstancia, de ser muchos los ramales de este subterráneo, cuya entrada es bastante estrecha.
No se alcanza cuál pudo ser el objeto de esta particular construcción. Creen algunos que semejantes concavidades han resultado de la extracción de yeso y materiales, y otros opinan que su objeto fue facilitar la comunicación del antiguo castillo de Alcalá la Vieja con el de Santorcaz y alguno otro.
Publicado el 3-7-2009