El arte funerario en el cementerio complutense (I)
Las esculturas alegóricas



Del primitivo cementerio de Alcalá, inaugurado en 1834 -aunque Esteban Azaña lo data erróneamente en 1839- no queda prácticamente nada ya que tras las sucesivas ampliaciones a las que fue sometido a lo largo del tiempo, en especial la remodelación integral acometida entre 1895 y 1903 que le aportó su aspecto neomudéjar actual, despareció prácticamente todo vestigio del mismo. Tampoco he conseguido encontrar lápidas anteriores a finales del siglo XIX, aunque hay que tener en cuenta el lógico deterioro provocado por las inclemencias del tiempo.

Aunque ya en el siglo XX el cementerio experimentó nuevas ampliaciones después de la Guerra Civil y en 1976, ambas en dirección norte hasta llegar al cauce del Camarmilla, éstas apenas lo alteraron salvo en lo referente al derribo de la antigua tapia trasera, careciendo las nuevas del menor valor estético. Más drástica fue la remodelación parcial de la década de 1980, que afectó a las parcelas reservadas para el cementerio civil -donde se conservaban algunas tumbas curiosas, así como enterramientos de fusilados en los años posteriores a la Guerra Civil- y el vecino cementerio infantil, desaparecidos en su mayor parte a causa de la gran penuria de espacio existente hasta la inauguración del Cementerio Jardín en 1992, que también forzó a rodear las tapias, tanto las antiguas como las nuevas, con antiestéticas hileras de nichos e incluso, durante algún tiempo, a realizar enterramientos comunitarios en las pocas fosas que entonces había disponibles.


Esculturas sin atributos religiosos


Relatan las crónicas de la ciudad que para la instalación del cementerio se eligieron unos terrenos situados entre el Camarmilla y el paseo del Chorrillo -la cercana vía férrea se construyó un cuarto de siglo después, en 1859- cercanos a la antigua ermita de San Roque, desaparecida durante la Guerra de la Independencia y de la que no queda el menor rastro ni se conoce su ubicación exacta. Ésta se encontraba, según un documento municipal de 1820 publicado por José Vicente Pérez Palomar1 , al otro lado del Camarmilla, quizás en los terrenos que ocupa el parque del Camarmilla o en sus cercanías, siendo posible que estuviera situada junto al camino viejo de Ajalvir, cuyo trazado discurría por la calle Camarmilla -la que bordea el cementerio- y la de Federico Chueca.

Debido a su cercanía éste fue el nombre que adoptó inicialmente el nuevo cementerio aunque acabaría quedando olvidado, siendo recuperado oficialmente por el Ayuntamiento en fechas recientes. Conforme a los criterios higiénicos de la época -los gobernantes estaban obsesionados con las epidemias- éste se encontraba lo suficientemente aislado de la ciudad -el barrio del Chorrillo no se comenzó a construir hasta la década de 1960- para poder garantizar su salubridad, pese a que la vecindad del Camarmilla no le dejaba a salvo de las inundaciones provocadas por este arroyo.


Esculturas con atributos religiosos


En cualquier caso, si visitamos hoy el cementerio y nos centramos en su parte más antigua, es decir, la procedente de finales del siglo XIX y principios del XX, nos podremos encontrar con unas muestras de arte funerario ciertamente notables y, paradójicamente, muy poco conocidas, algo que deseo subsanar en lo posible con estos artículos.

Huelga decir que he centrado principalmente la atención en esta zona del cementerio, dado que las ampliaciones modernas no muestran especial interés al contar, por lo general, con una iconografía funeraria realizada en serie por los talleres marmolistas, algo sin duda mucho más democrático que en tiempos de nuestros bisabuelos, en los que muchas tumbas humildes carecían incluso de lápida, pero bastante menos atractivo desde un punto de vista artístico.


Ángeles infantiles


Por comodidad he preferido agrupar la iconografía funeraria, tanto en lo relativo a esculturas como en la faceta arquitectónica de los panteones, en varios artículos diferentes, siguiendo unos criterios que podrían considerarse “temáticos”. En todos los casos he prescindido de cualquier tipo de sistemática en función de la ubicación de los respectivos motivos seleccionados, por lo que no existe nada parecido a un itinerario que nos permita visitarlos en el mismo orden en el que los reproduzco, algo que no he considerado necesario dado que las reducidas dimensiones del recinto permiten recorrerlo sin demasiados problemas de orientación.


Ángeles orantes


En este primer artículo, tal como reza el título, voy a centrar mi interés en las esculturas que podríamos calificar de alegóricas, quizá las más interesantes de todas al no estar sometidas -al menos no del todo- a los cánones iconográficos propios de las advocaciones religiosas más populares de la época.


Otros ángeles


Éstas, a su vez, pueden ser clasificadas en varios grupos diferentes. El primero agruparía a todas las que, pese a corresponder a enterramientos católicos, no presentan ningún atributo religioso, estando aparentemente inspiradas en la escultura funeraria griega y romana. En ocasiones portan elementos asociados a la muerte o a la vida eterna, tales como una antorcha o una guirnalda de flores. Éste es el caso de la figura velada realizada al parecer en bronce o en un material que lo imita, algo singular dado que la inmensa mayoría de las esculturas del cementerio están realizadas en mármol o piedra caliza; de la mujer ataviada con una amplia túnica en actitud meditativa; del niño -o la niña- que porta una rosa en la mano, y de la figura femenina que parece traída de una necrópolis romana.

Un segundo grupo estaría formado por esculturas similares a las anteriores pero portando algún atributo cristiano, generalmente la cruz, aunque ésta ocupa un lugar secundario de la composición. Es el caso de la curiosa figura masculina -aparentemente un monje, a juzgar por lo que parece ser la cogulla con que se cubre- que porta un cáliz y una cruz; de la figura femenina con una cruz en brazos, o de las dos figuras, asimismo femeninas, que abrazan una cruz con gesto de desconsuelo.

El resto de las esculturas pertenecientes a este apartado lo formarían los ángeles de diversos tipos que menudean en la zona antigua del cementerio. Los hay infantiles y adultos, orantes y meditabundos, e incluso existe uno en actitud que se podría calificar de triunfal.


Tres vistas del ángel doliente


De todos ellos mi favorito es el que considero la mejor escultura con diferencia del cementerio, un ángel doliente que porta en la mano derecha una antorcha invertida mientras apoya la izquierda en el rostro. A diferencia del resto, la figura aparece semidesnuda, al estilo clásico, con su cuerpo andrógino perfectamente modelado hasta el menor detalle. Es una lástima que desconozcamos el nombre de su autor, porque no cabe duda de que se trataba de un excelente artista.



Sumamente original es el monumento funerario que la sección local de la Adoración Nocturna dedicó a su fundador ya que, aun siendo de inspiración religiosa tal como cabía suponer, se desvía por completo de la estética tradicional no sólo de la época en la que fue erigido, 1934, sino de la del conjunto del propio cementerio. Su diseño, tal como se aprecia en la fotografía, consiste en una lápida triangular, flanqueada por dos volutas, en cuyo interior está tallado el escudo de la Adoración Nocturna Española acompañado por una filacteria inferior con la leyenda “Veterano Fundador”. A ambos lados aparecen dos pequeños pináculos con las frases “Fundó en Alcalá. 15-2-1902” y “Murió veterano constante en Alcalá. 20-10-1934”, mientras en la lápida horizontal que cubre la tumba figura el epitafio:


LA SECCION
ADORADORA NOCTURNA
DE ESTA CIUDAD
A SU FUNDADOR
D. ANASTASIO HERNANDEZ
MONTALVO


Vista general y detalle del obelisco del librepensador


En el cementerio complutense nos encontramos también con otro monumento funerario interesante no por su calidad artística, sino por su singularidad, al tratarse de un enterramiento laico anterior a la decisión del Concilio Vaticano II de levantar la prohibición de enterrar a los no católicos -y a los que por distintos motivos, como los suicidas, la Iglesia consideraba que habían muerto en pecado- en el denominado camposanto, todos los cuales eran desterrados, en una discriminación post mortem, a los cementerios civiles.

El cementerio civil de Alcalá estaba arrinconado junto a la tapia trasera del cementerio, aunque las ampliaciones posteriores lo dejaron rodeado por las tumbas católicas. A diferencia de otros no estaba separado del resto del recinto por una tapia sino delimitado por unos pináculos de piedra, algunos de los cuales todavía se conservan aunque en ocasiones arrancados de su ubicación original. Según creo recordar hace años la mayor parte de las sepulturas correspondían a presos republicanos fusilados tras la Guerra Civil y a algún que otro testigo de Jehová, única nota discordante en la España católica de mi infancia, aunque también había, si no me falla la memoria, la tumba de un militar alemán, es de suponer que protestante, la cual no conseguí localizar en mi última visita.

Sí se conserva, por fortuna, el obelisco que, según reza la inscripción, dedicaron los librepensadores españoles a José Duce García, fallecido el 22 de julio de 1912. Se trató, pues, de una decisión voluntaria del fallecido y no de la prohibición de ser enterrado en el cementerio católico, algo relativamente frecuente en ciudades como Madrid -en el Cementerio Civil, anejo a la Almudena, están enterrados políticos e intelectuales laicos que rehusaron someterse a la disciplina católica incluso después de muertos- pero insólito en una población como la Alcalá de entonces, de ahí su importancia.

Poca es la información que he podido encontrar sobre José Duce García, tan sólo este breve suelto publicado en el ejemplar del 1 de agosto de 1912 de El Motín, un periódico republicano y anticlerical editado en Madrid:


Acto civil

Mi querido D. José: El día 23 se celebró en esta levítica población el entierro civil del consecuente librepensador don José Duce García, y el acto, primero de esta índole, revistió los caracteres de una gran solemnidad, pues á él asistieron más de un centenar de personas.

Para sufragar los gastos de entierro, lápida, corona, etc., se ha abierto una suscripción entre los correligionarios y va dando los resultados apetecidos.

Presidimos el acto los hijos del finado, el concejal Santiago Alonso, dos amigos de la casa y el que suscribe.

La semilla vertida por el pobre Duce va á ser fructífera, pues todos se hacen lenguas del orden con que el acto se verificó y del elocuente discurso pronunciado por Santiago Alonso antes del sepelio.

Le agradecería que, para honra de todos, diese usted noticia del acto.

Su amigo

CALIXTO HERNÁNDEZ

Alcalá de Henares




1 José Vicente Pérez Palomar. El cementerio municipal. Historia, orígenes y desarrollo. En Historia y arte en el cementerio municipal de San Roque de Alcalá de Henares. Institución de Estudios Complutenses y Ayuntamiento de Alcalá de Henares. 2022.

Ver también:
El arte funerario en el cementerio complutense (II). La iconografía religiosa
El arte funerario en el cementerio complutense (III). Los panteones


Publicado el 29-6-2012
Actualizado el 5-11-2023