Las gárgolas del Palacio Arzobispal





Uno de los grifos del Palacio Arzobispal



Si recorremos con la vista las fachadas del ala oriental del Palacio Arzobispal, en concreto la que linda con el Torreón de Tenorio por el lado de la plaza de Palacio y la que da a la plaza de las Bernardas, así como el torreón ochavado que sobresale de esta última, descubriremos que están rematados por un considerable número de gárgolas, o de quimeras; tres en la primera fachada, once en la segunda y ocho en los vértices del torreón, lo que hace un total de veintidós. Me refiero a las que reproducen la figura de un grifo mitológico, ya que también existen otras que semejan dragones o reptiles serpentiformes que ofician de canalones y unas terceras que se podrían calificar como ángeles adornando los arcos de las ventanas; pero en esta ocasión me referiré tan sólo a las primeras.




Gárgolas del torreón y la crestería de la fachada


Esta veintidós figuras de grifos son todas iguales; pero no únicas, ya que además de ellas he localizado otras similares en al menos otros tres lugares de Alcalá: dos en el Antiquarium -no hay que confundirlo con el recién inaugurado Antiqvarivm de Complutum- del recinto amurallado, cuatro en el patio de la ermita de los Doctrinos y otras dos en los jardines del TEAR (Taller Escuela de Arqueología), en el camino del Juncal.

Puesto que las gárgolas que jalonan las fachadas del Palacio son en todo similares a las de la diáspora, y dado el grado de destrucción que sufrió el Palacio en el incendio de 1939 y en las no menos dañinas restauraciones a las que fue sometido en la posguerra, la primera conclusión que probablemente se nos ocurrirá es que éstas pudieran proceder de la inmensa cantera en que se convirtieron sus ruinas. Lo cual, teniendo en cuenta que las columnas del patio de la Casa de Cervantes proceden precisamente de allí, en concreto del patio de Fonseca, no parece a priori una hipótesis descabellada.




Detalle de la fotografía de Laurent tomada desde la torre de la Magistral hacia 1870


Sin embargo, la realidad es bastante más compleja. Para empezar hay que tener en cuenta que estas gárgolas de medievales tan sólo tienen la apariencia, puesto que tanto unas como otras proceden de la restauración a la que fue sometido el Palacio en la segunda mitad del siglo XIX para adaptarlo como sede del Archivo General Central del Reino, función que desempeñaría hasta el incendio de 1939. Tal como se puede comprobar en una fotografía de Laurent anterior a estas obras de restauración, el ala este del Palacio, situada a la derecha de la plaza de armas, presentaba un aspecto muy diferente del actual, estando rematado el Torreón de Tenorio por un campanario barroco con chapitel de pizarra. Buscando dotar a las edificaciones de esta zona del Palacio de un aspecto medieval del que carecían a causa de las intervenciones de siglos posteriores, se demolieron el campanario del Torreón de Tenorio, el segundo piso de la fachada mudéjar del patio de armas y el edificio que lo remataba por el sur, construyéndose en su lugar una nueva fachada a la que se remató, junto con la de la plaza de las Bernardas y el torreón ochavado, con unas cresterías de estilo gótico sobre las que se colocaron las gárgolas.




Gárgolas de la fachada sur (plaza de Palacio)


Huelga decir que no se trató de una restauración tal como las entendemos ahora, ya que tuvo mucho de recreación conforme a los criterios implantados por el arquitecto francés Eugène Viollet-le-Duc, para el que primaba la invención de elementos supuestamente de época con escasa o nula justificación histórica aunque, eso sí, solían quedar incluso más bonitos que los originales. Eran pues falsificaciones en toda regla que no respetaron ni siquiera a la catedral parisina de Notre Dame -incluyendo la famosa aguja ahora reconstruida- y a las que el Palacio Arzobispal tampoco fue ajeno, puesto que su apariencia final fue mucho más medieval que la que en realidad había tenido hasta entonces a causa de las intervenciones realizadas en el edificio por diferentes arzobispos durante los siglos XVI a XVIII. Y por supuesto, las gárgolas fueron uno de los añadidos seudohistóricos que se le hicieron.




Gárgolas del patio de la ermita de los Doctrinos


Puesto que abordar la casuística de las restauraciones nos llevaría demasiado tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que a las exageraciones de la escuela de Viollet-le-Duc les sucedieron otras de signo contrario no menos discutibles, es preferible dejar aquí este tema. En cuanto a lo que nos interesa, baste decir que las gárgolas se realizaron en serie, lo que explica su uniformidad. Y, por lo que tengo entendido, al parecer sobraron varias, por lo que algunas de la diáspora procederían de ese sobrante, y por consiguiente nunca llegaron a estar colocadas en las fachadas del Palacio, mientras el resto lo serían de los derribos -un destrozo todavía más injustificable- posteriores al incendio.




Gárgolas del Anticuarium del recinto amurallado


Así, y advirtiendo que carezco de datos que lo confirmen, todo parece indicar que las gárgolas de la ermita de los Doctrinos pudieran ser de este sobrante, mientras las del Antiquarium provienen de la escombrera donde se arrojaron los restos del derribo de los años cuarenta y con mucha probabilidad también las del TEAR. En cualquier caso estas gárgolas, con independencia de su origen, son suficientemente interesantes como para preservarlas.


Gárgolas del TEAR


Aunque con esto acabo el listado de las gárgolas que tengo localizadas, todavía se le puede sacar más jugo al tema. Para empezar, hay que tener en cuenta que la restauración del siglo XIX colocó más de una veintena de gárgolas en el exterior del palacio, tal como se aprecia en una postal de 1892 de la plaza de las Bernardas, posterior a la citada restauración, donde éstas aparecen en la fachada oriental y en el torreón, mientras las existentes por el otro lado del torreón o en la fachada sur se ven en otras fotografías también anteriores al incendio.




Arriba, postal de 1892. Debajo, fotografía de principios del siglo XX


Como he comentado, tras el incendio del Palacio en 1939 las autoridades eclesiásticas de la época optaron por demoler las partes más afectadas o de más costosa reconstrucción, como el patio de Fonseca, centrándose en el ala principal y el ala lateral derecha donde estuviera el Salón de Concilios, que habilitaron para sede de un seminario; esta parte es la que se conserva en la actualidad. Cabe suponer que fuera la precariedad de medios en plena posguerra la que motivó esta drástica decisión, como indica que para la reconstrucción parcial del edificio se emplearan sillares extraídos de las ruinas de la parroquia de Santa María, con lo cual el daño fue doble.

Como cabe suponer, los elementos decorativos no figuraban entre los objetivos prioritarios. Aunque parte de las gárgolas se conservaron, otras desaparecieron como ocurrió con las del torreón, que se derrumbó parcialmente por lo que hubo de ser reconstruido en buena parte. Aunque se rehizo la crestería, no se llegaron a reponer las gárgolas.




El torreón sin gárgolas en 1987


No fue hasta 2006 cuando, dentro de una intervención promovida por el obispado, se restauraron las cubiertas y las fachadas de la zona que nos ocupa, reponiéndose las gárgolas que faltaban y las que estaban deterioradas a partir de un molde que se tomó de las que se conservaban en mejor estado, recuperando el torreón su aspecto original entendiendo como tal el que tuvo tras la restauración del siglo XIX.




El torreón restaurado y con las gárgolas en 2007


Para terminar cabe recordar un detalle curioso. Los pedestales sobre los que se apoyan las gárgolas ostentan el escudo heráldico del arzobispo de Toledo Juan Martínez de Contreras, que ejerció su cargo desde 1423 hasta su muerte en el Palacio Arzobispal el 16 de septiembre de 1434. Obviamente estos pedestales fueron también fruto de la restauración del siglo XIX, por lo que cabría preguntarse por qué fue elegido este prelado, y no otro de los que durante siglos fueron señores de Alcalá; porque si bien Martínez de Contreras realizó obras en el Palacio, no fue el único que las hizo. La decisión se debió a que sus intervenciones tuvieron lugar precisamente en el ala oriental, construyendo o reconstruyendo el antesalón y el salón de concilios, la parte medieval mejor conservada del Palacio con los artesonados mudéjares y las yeserías con que estaban decorados, así como el salón de la planta baja. La existencia de varios escudos suyos motivaría que, casi cuatro siglos y medio después de su muerte, los restauradores decimonónicos le atribuyeran la autoría de unas obras que nunca hizo.


Izquierda, gárgola de la ermita de los Doctrinos con el escudo de Juan Martínez de Contreras
Derecha, gárgola del torreón con el escudo de Jesús Catalá


No acaba aquí la historia. Al restaurarse el torreón en la década de 1940 se repuso, como ya he comentado, la crestería seudogótica junto con los escudos de Martínez de Contreras, los cuales fueron sustituidos en 2006 por los del obispo que regía entonces la diócesis complutense, Jesús Catalá, mientras los restantes sí fueron respetados. He de reconocer, eso sí, que no me percaté de la reposición de las gárgolas y del cambio de los escudos hasta que no me puse a escribir este artículo.


Publicado el 9-12-2024