Los gigantes de ayer
NOTA: El artículo original fue escrito en 1998, y desde entonces la comparsa ha cambiado mucho. No obstante, y salvo algunas correcciones, he preferido respetar la redacción dado que la comparsa actual está descrita en el artículo correspondiente.
Tras varios años en los que, pese a algunos, la comparsa de gigantes y cabezudos se ha revitalizado y va cada vez a más, en esta ocasión la noticia es la construcción de un nuevo gigante (la Doctora de Alcalá) y tres cabezudos, dos de los cuales (María la Guarra y el Aragonés) recuperan la tradición de dos antiguos muy populares hace años y por desgracia desaparecidos. Por esta razón, y porque los gigantes son un tema que siempre me han interesado, traigo a estas páginas dos documentos que estimo sumamente interesantes ya que son testimonio de cómo era los gigantes en Alcalá hace treinta o cuarenta años.
El primero de ellos es un artículo de José García Saldaña publicado en Nuevo Alcalá el 21 de agosto de 1963, es decir, hace treinta y cinco años justos. Su título es Elogio y nostalgia de la Feria. Nuestros gigantes, y gracias a él tenemos noticia de la comparsa de gigantes tanto durante la infancia de Pepe García (antes de la guerra civil) como de los años en los que fue escrito el artículo, cuando el ayuntamiento adquirió la comparsa formada por el gigante de Blancanieves y los cabezudos de los enanitos, el príncipe y la madrastra, alguno de los cuales todavía se conserva aunque en un deplorable estado de conservación. El artículo de Pepe García no puede ser más entrañable, y les recomiendo que lo lean con atención.
El segundo documento es una fotografía que poseo gracias a la amabilidad de Félix González Pareja fechada en 1960, es decir, prácticamente contemporánea del artículo de Pepe García, donde se aprecian dos de los tres integrantes de la comparsa primitiva: el Negrazo y Sancho Panza, reconvertido en el Gitano. El único desaparecido era Don Quijote, del que se desconoce cual pudo ser su paradero.
Además del Negrazo y el Gitano había otros cinco gigantes en la comparsa. Ésta estaba compuesta, de izquierda a derecha tal como aparecen en la fotografía, por el Negrazo, Inés la lotera, el Gitano, la Maestra, la Gitana, Blancanieves y el Catedrático. A ellos se sumaban los cabezudos, entre los cuales destaca María la Guarra, que es la cabeza que está apoyada en el suelo al lado del gigantero que se sienta en el bordillo. Ninguno de estos gigantes y cabezudos ha llegado hasta nosotros, desaparecidos lamentablemente al igual que otros muchos que en años posteriores engrosaron la comparsa; para que se hagan ustedes una idea, de los veinte o veintitantos que tengo identificados con anterioridad a la adquisición de la comparsa del Quijote, a mediados de los años setenta, tan sólo uno, Gepetto, sigue existiendo hoy en día, mientras algunas cabezas -muy pocas- están arrumbadas o han sido reutilizadas con poca fortuna.
La comparsa clásica
hacia 1960: El Negrazo, Inés la lotera, el Gitano, la Maestra,
la
Gitana, Blancanieves y el Maestro. Fotografía de Félix
González Pareja
Es una lástima que este patrimonio de la ciudad se perdiera, pero lo que cabe pedir es que esto sirva de escarmiento y no vuelva a ocurrir. La comparsa de gigantes y cabezudos de Alcalá tiene una larga tradición que hay que mantener, y si por desgracia se perdieron todos los gigantes antiguos, al menos tenemos que procurar conservar los que tenemos ahora y, siempre que se pueda, habría que reconstruir los más interesantes de los antiguos, como se hizo el año pasado con el Negrazo y como se ha hecho este año con María la Guarra y el Aragonés.
Elogio y nostalgia de la feria. Nuestros gigantes
Que no nos vengan a ti y a mí, amigo mío, cuando llega el primer día de Feria, con eso de que Time is money. Ese día, cuando vamos a la puerta del Ayuntamiento para ver salir a nuestros gigantes, lo mismo nos da llegar una hora antes que media; allí esperamos y allí nos quitamos los años que nos place; allí gozamos con la impaciente chiquillería y pedimos a Dios que nos permita acudir un año más.
En nuestra vida habrá -¿en cuál no los hay?- ratos amargos, pero ése no es uno de ellos. Tú y yo, en Feria, a ver salir los gigantes y a corretear calles, que es lo bueno.
Yo, por mi cuenta, creo que andamos ya por la cuarta o la quinta generación de gigantes. La primera la conocí con auténticos ojos de niño. Era la de don Quijote y Sancho; y el Aragonés y la Guarra...
La primera vez que don Quijote, hierático y solemne, me tendió su manaza, di la espantá. ¿Qué edad tendríamos tú y yo entonces? No creo que fuera mucho más de cuatro años. El caso es que luego, cuando fui capaz de leer el Quijote, siempre imaginaba los molinos de viento -tan grandotes- con un extraño parecido a nuestro gigante. ¡Si nuestro paisano Miguel supiera esta extraña paradoja!
Después llegué a verlos pasar sin inmutarme siempre que hubiera entre ellos y yo un mínimo de una reja de ventana o, en su defecto, veinte o veinticinco metros de distancia. Más tarde llegué a la toma de contacto: apretón de manos y levantamiento de sayas para cerciorarme- lo digo en serio- de que los listones de su armazón no eran carne amojamada. ¡Qué alegría la mía aquel año en que osé mirar por los agujeritos1 del hombre feo! Miré y reconocí a Mariano, el del cine, infundiendo calor humano al Caballero de la Triste Figura. No pude evitar que Mariano me pareciese un guardapuertas de los de entonces, sólo que con garita ambulante.
¿Verdad que aquellos gigantes llegaban casi a la altura de un tercer piso? Qué arrogancia la de don Quijote, qué continente el suyo. En cambio, Sancho Panza ni continente ni continencia; como le infundía vida Fulanito de Tal (llamémosle así, que aún vive) parecía recién salido de la aventura de los pellejos de vino. Y olía igualito que el lagar de Revilla. Pero a servicial no había quien le ganase; reverencias, apretones de manos, rigodones, pavonas. En fin, lo que se le pidiese.
El Gitano me hacía menos gracia; era más plebeyote. Donde estuviese la más opulenta moza, allí estaba él, con su cara de ausencia, cachazudo, la tralla bajo la vacía manga de la blusa negra... Y es que los brazos los tenía, el muy pillo, más abajo. Entre la percalina.
Otras dos cosas que .siempre me han maravillado es que nunca se metían en los charcos que dejaba a su paso la manga riega; y lo diminuto de sus pies en relación con sus manos. Además, que Sancho calzase alpargatas podía pasar. Pero mira que todo un don Quijote con alpargatas negras de suela roja y los cintajos de ellas atados al tobillo. Eso no estaba ni medio bien en aquellos pies acostumbrados a que los calzasen espuelas ilustres señoras.
Ahora nos han metido de relleno enanitos y unos ridículos caballeros. Esto me hace mal efecto. La flemática teoría de gigantes no puede ser recordada sin toda una serie de avispillas que muevan el cotarro repartiendo vejigazos a diestro y siniestro. Ahora una Blancanieves cinematográfica; muchos enanos que no dan leña y un príncipe arquetípico vestido de raso. Y ni una sola desportilladura en sus cabezas de cartón. Total, mucha pelma y mucho jugar al corro. ¡Mira que dos príncipes besándose en plena rue! ¿Dónde ha ido aparar lo celtibérico?
¿Recuerdas cuando María, por mal nombre la Guarra, se remangaba las sayas, ponía al viento las vellosidades de sus extremidades inferiores y se liaba a dar leña? Qué actividad la suya. A mí me trajo una vez desde la Plaza de Abajo hasta el comercio de Yárritu y no me dio más que dos veces. Claro que si no llega a ser por la hospitalidad de don Juan, me brea. Y todo fue por participar en el coro que la cantaba aquello de:
María la Guarra tiene un gabán que en cada bolsillo le cabe un pan.
El Aragonés era el más bruto de todos los cabezudos; si había ocasión, arreaba con el palo. Pero con tal tino que casi nunca llegaba a la escalabradura. Parecía que marcaba con el palo; a ningún chico le daba dos estacazos el muy bilioso. A quien recibía uno se le venían encima muchos más a lo largo de la mañana. Nos vengábamos cantándole a coro y alargando mucho las vocales, que es como hay que hablar a los cabezudos:
Aragonés, qué bruto es.
Pero es el caso que uno de mis chicos ya quiere salir de cabezudo en la Feria; como se me vista de enano, yo haré de aragonés doméstico, mal que nos pese a todos. Pero si me sale cabezudo, cabezudo, me iré detrás de él para ir contando y midiendo los vejigazos que largue. Seguro que no llegan ni a la mitad de los que dábamos tú y yo.
¿Vendrás conmigo?
José GARCIA SALDAÑA
1 La bragueta.
Publicado el 22-8-1998, en el nº 1.584 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 16-7-2020