Los gigantes, cada vez mejor
Lo confieso sin ningún tipo de rubor: Me gustan los gigantes, los cuales son para mí uno de los símbolos -si no el símbolo- de las ferias. Probablemente tengan la culpa de ello mis recuerdos infantiles que, aunque nebulosos y desdibujados con los años, guardan todavía ese aura de fantasía característica de las percepciones de aquéllos que se están abriendo al mundo.
Me gustan los gigantes, insisto en ello, y por esta razón me dolía que nuestra comparsa hubiera caído años atrás en una preocupante degradación que hacía peligrar incluso su propia existencia. Al parecer los gigantes no importaban a nadie, y día tras día arrastraban su miseria entre la indiferencia general para desesperación de quienes deseábamos una buena comparsa y un buen espectáculo de la misma.
La situación cambió radicalmente, y por fortuna para bien, el pasado año, cuando por iniciativa de Vicente Fernández un grupo de varias personas encabezadas por María Jesús Vázquez Madruga y Paquita Rodríguez Martínez acometió la restauración integral de la comparsa adecentando todos los gigantes entonces existentes e incluso recuperando algunos que hacía muchos años no salían (como el Bachiller) o que habían sido alterados como el Diablo, a la par que se construían armazones más ligeros para algunos que, como Don Quijote, Sancho Panza, el Gordo o el Flaco, eran llevados con ruedas a causa de su excesivo peso. En total fueron trece gigantes los que el año pasado salieron a la calle, quizá la comparsa más numerosa que nunca paseara por las calles de Alcalá (en los años setenta llegó a haber bastantes más, pero no salían todos ellos), convirtiéndose en uno de los mayores éxitos de las ferias de 1996.
1940. El antiguo Negro con
moño abraza en el patio del colegio del ayuntamiento, hoy desaparecido,
al
conserje don Benito de Andrés; al señor Domingo, jefe de
la policía municipal, y a algunos familiares
y amigos de ellos.
Fotografía cedida por Félix González Pareja
Ha pasado un año y la semilla plantada entonces ha germinado produciendo dos importantes novedades estrenadas hace apenas unos días: La reconstrucción del Negro con moño y el Pirata, dos nuevos gigantes que elevan a quince su número. Puesto que ambos son ya sobradamente conocidos no voy a extenderme en su descripción, aunque sí deseo felicitar a todos aquéllos que de una un otra manera han contribuido a que ambos fueran una realidad: María Jesús Vázquez Madruga y Paquita Rodríguez junto con el resto de su equipo, autores materiales de los gigantes; los miembros del equipo de gobierno, encabezados por el alcalde, que quisieron que Alcalá recuperara al más emblemático de sus gigantes; Vicente Fernández, decidido defensor de esta tradición alcalaína, y en general todos los que de una u otra forma han manifestado su apoyo a esta iniciativa.
Mención aparte merece, claro está, la peña Los Doblones que, merced a una generosa iniciativa ha regalado a Alcalá el Pirata. Vaya desde aquí mi felicitación más sincera a los miembros de esta peña, que además han sentado un precedente que esperemos tenga continuidad en un futuro por parte de otras entidades ciudadanas... Aunque de hecho esta continuidad está garantizada al menos en lo que al año que viene respecta con la iniciativa de los Hijos y amigos de Alcalá de sortear las maquetas de los dos nuevos gigantes previstos para el año que viene, el Húsar y el Macero, los cuales serán sufragados con el importe del sorteo.
Así pues, con diecisiete gigantes el año próximo la comparsa será todavía más espectacular, e incluso ya se piensa en futuras incorporaciones barajándose cifras de veintitantos o treinta gigantes de aquí a unos años. ¿Exagerado? Según cómo se mire; para mí es fundamental que las ferias de Alcalá cuenten con rasgos distintivos que las diferencien del resto de las que se celebran en las localidades de nuestro entorno. En Valencia son las fallas, en Pamplona los encierros, en Cádiz los carnavales... ¿Por qué no aquí los gigantes?
De hecho, ya se ha conseguido algo que parecía impensable hace tan sólo unos años: Los quince gigantes actuales han creado una gran expectación no sólo en las calles (hace tan sólo dos años sus desangelados desfiles pasaban desapercibidos) sino también en la capilla del Oidor, donde el trasiego de visitantes ha sido continuo y no precisamente para visitar la raquítica exposición que los acompaña. Si los gigantes ya son un reclamo en Alcalá, el siguiente paso es conseguir que lo sean también fuera de nuestra ciudad.
Claro está que, aunque es mucho lo que se ha hecho, es todavía bastante lo que queda por hacer, y no me estoy refiriendo a los nuevos gigantes que se construyan en el futuro sino a la mejora de la comparsa actual. Buena parte de los armazones son viejos y están destartalados, y resulta necesario sustituirlos por los nuevos de aluminio y corcho blanco que llevan los gigantes más altos. El cambio de armazón implica necesariamente el cambio de ropa, y son bastantes los metros de tela necesarios para vestir a un gigante, tela cara además si se pretende hacerlo con dignidad. Hay que cambiar la teja al bachiller por una que pese menos, ya que la actual lo desequilibra, y habría que reconstruir las coronas originales de los duques... Eso sin contar con el también importante tema de los cabezudos, cuya comparsa habría que renovar al completo al tiempo que se recupera algo tan tradicional como son los trajes de los cabezudos y las terroríficas vejigas.
Sé que todo lo que acabo de enumerar está en la mente de los responsables del tema, y sé también que les gustaría hacerlo de la mejor forma posible; pero nos encontramos con el eterno problema del dinero comprobándose con irritación que no se trata de una falta de presupuesto para las ferias, sino de un reparto del mismo que a mí me parece totalmente injusto. Mientras los espectáculos cuestan a la ciudad cuarenta y siete millones y los toros otro buen pellizco, para disfrute tan sólo de unos pocos, el año pasado se tuvo que restaurar la comparsa recurriéndose a materiales y telas abandonados en los almacenes municipales, y este año los dos gigantes nuevos han sido, el uno regalado por la peña Los Doblones y el otro financiado con la aportación de compañías privadas.
Teniendo en cuenta que arreglar la comparsa de gigantes y cabezudos costaría probablemente menos de lo que nos ha costado Rocío Jurado, que no se trata de un gasto sino de una inversión (bien cuidados los gigantes pueden durar muchos años) y que de ellos disfrutan todos los alcalaínos, me pregunto la razón por la cual no se les destina la partida necesaria del presupuesto de ferias.
Publicado el 6-9-1997, en el nº 1.539 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 24-4-2006