Los nombres de las parroquias alcalaínas





La parroquia de San Juan de Ávila



¿Por casualidad se han parado ustedes alguna vez a estudiar los nombres de las parroquias alcalaínas, así como su vinculación con la historia y las tradiciones de nuestra ciudad? ¿No? Pues hagámoslo, ya que éste es un tema curioso y digno de atención.

Dieciséis son las parroquias existentes actualmente en Alcalá, de las cuales tan sólo dos son antiguas, la de San Pedro (aneja a la Magistral Catedral de los santos Justo y Pastor) y la de Santa María la Mayor, que éste es su nombre completo, originalmente ubicada en la plaza de Cervantes y hoy asentada en la primitiva iglesia del colegio de los Jesuitas. Una tercera, la de Santiago, sustituye a la antigua del mismo nombre que estuvo situada en esta calle, desaparecida como parroquia a principios del siglo XIX y cerrada al culto en 1935, siendo demolido completamente su edificio en 1965.

Dentro ya de las parroquias modernas, la de San Isidro se llama así por ubicarse en la antigua ermita de este mismo nombre, mientras que otras dos de nueva creación, una hace ya bastantes años y otra más recientemente, cuentan con advocaciones tan alcalaínas como son San Diego y Nuestra Señora del Val; ambas carecen de templo propio, estando situadas en unos locales comerciales. Otra que puede considerarse asimismo vinculada a la tradición de Alcalá, aunque sea de una manera más indirecta, es la de San Bartolomé por vía de las seculares ferias de agosto; aunque, también hay que aclararlo, ni san Bartolomé ha sido nunca patrón de Alcalá, ni nunca que yo sepa se le ha rendido culto en nuestra ciudad con anterioridad a la creación de esta parroquia, siendo las Ferias y Fiestas de San Bartolomé una simple coincidencia cronológica (eras las fechas de la recolección agrícola, a finales de agosto) y no un recordatorio especial a este santo.

Concluye la relación de parroquias relacionadas con la historia alcalaína con tres cuyos respectivos titulares tuvieron vinculación con Alcalá. La de San Juan de Ávila, en el Chorrillo, y la de Santo Tomás de Villanueva, en Espartales, corresponden a dos estudiantes de la antigua Universidad de Alcalá que, andando el tiempo, llegarían a alcanzar un notorio renombre, siendo el primero de ellos proclamado Doctor de la Iglesia en 2012 y acabando el segundo sus días como arzobispo de Valencia y modelo de caridad.

Bastante más tenue es la relación que une a Alcalá con santa Teresa de Jesús, titular de la recién creada parroquia del barrio de La Garena, ya que ésta se limita a las visitas que la santa abulense realizó a Alcalá en varias ocasiones, en concreto el convento carmelita de la Imagen, a diferencia de su compañero de orden san Juan de la Cruz, que llegó a ser rector del colegio de San Cirilo, por lo que quizá hubiera sido más apropiado consagrar la parroquia a este último.

Las otras seis parroquias, por el contrario, carecen de entronque con las tradiciones alcalaínas, aunque varias de ellas toman su nombre del barrio o de la calle en los que están asentadas. Éste es el caso de la parroquia del Santo Ángel, por el barrio de este nombre; de la parroquia de la Virgen de Belén, radicada durante años de forma provisional en la ermita de los Santos Niños, junto a la avenida de este nombre, antes de trasladarse a su templo definitivo en el barrio Puerta de Madrid, y de la parroquia de San Marcos, ubicada en el barrio Venecia, cuya advocación se debe, lógicamente, al santo tutelar de esta ciudad italiana.

Otras dos parroquias deben su nombre a circunstancias propias de las mismas aunque ajenas a la ciudad. La de San Francisco se llama así por la orden franciscana que la regenta, mientras que la de la Virgen de Loreto, enclavada en la Ciudad del Aire, lo hace por ser esta Virgen la patrona del arma de Aviación, propietaria de esta colonia.

La parroquia restante es la de San José, regentada por los salesianos y situada en el barrio de la Tabla Pintora. En esta ocasión no he podido encontrar explicación alguna para su elección, ya que no sólo no tiene nada que ver ni con Alcalá ni con sus tradiciones, sino que tampoco se corresponde ni con los santos vinculados a esta orden, san Francisco de Sales y san Juan Bosco, ni con la advocación mariana de María Auxiliadora, estrechamente vinculada a los salesianos.

Hecha esta introducción, pasemos ahora al siguiente punto. Existe actualmente el proyecto de crear varias parroquias nuevas, a todas las cuales lógicamente habrá que dar una advocación. Ignoro por completo si éstas han sido ya bautizadas, pero de no ser así me gustaría proponer que fueran elegidos nombres que tuvieran relación con la historia y las tradiciones alcalaínas. ¿Cuáles podrían ser éstos? Evidentemente hay bastantes para elegir, pero a modo de ejemplo vayan unas cuantas sugerencias.

En primer lugar, habría que considerar la recuperación de los nombres de las iglesias medievales desaparecidas: San Miguel, Santo Tomé y San Juan de los Caballeros, las dos primeras de las cuales llegaron a tener rango de parroquia según los Anales Complutenses, aunque esta afirmación no está comprobada. San Miguel estuvo situada en el lugar en el que hoy se alza el convento de las Claras, mientras que Santo Tomé se encontraba en la calle de los Colegios más o menos a la altura del actual colegio de San Basilio, frente a la ermita del Cristo de los Doctrinos. San Juan de los Caballeros, por último, se alzaba en la actual plaza de Cervantes y quedó englobada, a finales del siglo XV, en el nuevo edificio de la parroquia de Santa María, trasladada por el arzobispo Carrillo desde lo que ahora es la plaza de San Diego; su solar lo ocupa actualmente la capilla del Oidor, única parte que se conserva de la antigua parroquia luego de su destrucción en la guerra civil.

Dentro ya del apartado de ermitas desaparecidas, podemos recordar la de la Vera Cruz, situada en la meseta superior del cerro del Ecce-Homo; la de San Lázaro, en las cercanías del paseo del Val; la de San Roque, junto al cementerio viejo, y la de San Sebastián, justo en el cruce de caminos en el que ha sido instalada recientemente la estatua de Azaña. No eran éstas todas las existentes en Alcalá, pero sí fueron las principales junto con las todavía existentes de Santa Lucía, San Isidro, el Cristo de los Doctrinos y la Virgen del Val.

Otra posible opción es la de recordar a aquellos santos relacionados con los Santos Niños tales como san Vidal, padre suyo según la tradición; san Asturio, descubridor de sus reliquias y primer obispo complutense; san Paulino de Nola, que también veneró sus reliquias en los últimos años del imperio romano; san Fructuoso, que difundió su culto en la época visigoda, san Urbicio, que llevó sus reliquias al Pirineo aragonés con ocasión de la invasión musulmana, o san Isidoro de Sevilla, que cantó la vida de estos mártires en sus obras.

Otros santos vinculados con Alcalá fueron san Félix, martirizado en la Córdoba califal; el beato Julián de Alcalá, cuyas reliquias se veneraron en nuestra ciudad, o los estudiantes de la Universidad san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola, san José de Calasanz o san Alfonso Rodríguez. Y por supuesto, no podemos tampoco olvidarnos de la que fuera la más arraigada tradición complutense, las Santas Formas.

Como puede comprobarse con esta breve relación, que en ningún momento ha pretendido ser exhaustiva, son numerosas las advocaciones que podrían recibir las nuevas parroquias atendiendo siempre a las tradiciones alcalaínas; y, sinceramente, vuelvo a insistir en que creo que merecería la pena hacerlo así antes que buscar nombres sin la menor vinculación con nuestra ciudad.


Publicado el 14-5-1994, en el nº 1.382 de Puerta de Madrid
Actualizado el 7-3-2014