Arquitectura y arquitectos
Edificio de la
biblioteca Cardenal Cisneros, un ejemplo palpable de agresión al casco
antiguo
Nadie debe alarmarse si se derriba la catedral de Murcia habiendo posibilidad de hacer un edificio mejor. Esta perla cultivada, que ciertamente no tiene el menor desperdicio, no ha sido pronunciada por un cualquiera sino por Francisco Sainz de Oiza, uno de los más prestigiosos arquitectos españoles del momento.
Lo cierto es que aunque al día de hoy la catedral de Murcia sigue felizmente en su sitio, justo frente a ella, y en plena plaza del Cardenal Belluga, el Ayuntamiento murciano perpetró en 1998 una ampliación de su sede, la cual le sienta al entorno de la zona como a un Cristo dos pistolas. Pero como el responsable del desaguisado fue el propio Rafael Moneo...
Y dado que es así como piensan buena parte de los arquitectos actuales, no es de extrañar que cada vez que se plantee una actuación de envergadura en el casco antiguo de Alcalá seamos bastantes a los que se nos pone la piel de gallina. No quiero decir, claro está, que siempre ocurra así, pero lo cierto es que estoy ya más que escarmentado acerca de lo que algunos arquitectos entienden por rehabilitación y que en la práctica no es sino el desprecio total y absoluto hacia nuestro patrimonio secular, adobado cómo no con una vanidad de elefante que mueve al presunto restaurador a dejar firmada y bien firmada su obra, aunque sea a costa de desgraciar irreversiblemente un monumento. Y con un poco de suerte su obra maestra, además, no será ni tan siquiera funcional.
Ejemplos no faltan sin salir siquiera de Alcalá. Recordemos, por ejemplo, el caso de la Capilla del Oidor, con su original idealización de la antigua bóveda a base de varillas de cuarto de baño; no es ya que resulte fea la visión de las bovedillas que forman el tejado, es que la falta de una cámara de aire hace que el edificio sea inhóspito tanto en verano por el calor, como en invierno por el frío... sin olvidarnos tampoco de la red que ha sido necesario tender sobre el enrejado para evitar la caída de los cascotes procedentes de tan genial idea. Recordemos también la espadaña de las Úrsulas, absurda e inútilmente macizada hace años y que ahora está siendo devuelta a su aspecto original. Recordemos, por último, la pista de circo de las ruinas de Santa María, o el cucurucho con el que se remató a la desmochada torre.
Y si bien ha desaparecido felizmente el peligro de que nos remataran con una torre posmoderna la iglesia de los Basilios, continúa aún latente el riesgo de que nos hagan alguna genialidad más en un futuro inmediato. Éste es el caso de las nuevas fachadas de Jesuitas a Sebastián de la Plaza y de la ampliación de Económicas a Postigo y Cardenal Tavera, mucho me temo que nada respetuosas con su entorno. No menos preocupante es el caso de la iglesia de los Caracciolos, quemada hace veintitrés años y para la que se baraja la construcción de un extraño lucernario de cristal en sustitución de la desaparecida cúpula. Y en cuanto a la aberrante idea del auditorio del Carmen Calzado, mejor será no meneallo ahora que el proyecto está parado, a ver si con un poco de suerte se olvidan definitivamente de él.
Ha sido el propio príncipe Carlos de Inglaterra quien se ha erigido en defensor del patrimonio arquitectónico de su país frente a los desafueros de algunos arquitectos empeñados en pasar a la historia a la manera de Atila. Bueno sería que aquí empezáramos a contar ya con apoyos de este calibre.
Publicado el 18-2-1989, en el nº 1.133 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 9-12-2013