La ampliación de la facultad de Económicas





La ampliación de la facultad de Económicas es un ejemplo palpable de agresión al casco antiguo



De entre todas las obras que actualmente se están realizando en el casco antiguo de Alcalá, es a la ampliación de la facultad de Económicas a la que le cabe sin duda el dudoso honor de ser con gran diferencia la más agresiva con todo su entorno urbanístico, más aún si cabe que las controvertidas obras de la facultad de Derecho o del colegio Cardenal Cisneros, que tampoco son precisamente mancas. Y si se dan ustedes un paseo por cualquiera de las cuatro calles a las que limita este polémico edificio (Ximénez de Rada, Almazán, Cardenal Tavera o Postigo) podrán darse cuenta perfecta de lo que digo sin más que contemplar la parte ya construida de la fachada, una fachada que rompe totalmente con la estética de la zona en la que está enclavada destrozando por completo la armonía de la misma.

Es una lástima que el ambicioso proyecto de recuperación del casco antiguo por parte de la universidad, globalmente muy positivo e individualmente bastante acertado en la mayor parte de los casos, haya incurrido en desaciertos tales como el aquí comentado los cuales no hacen sino empañar el conjunto de una labor ciertamente muy encomiable; y lo es todavía más desde el momento en el que la disfunción urbanística es producida fundamentalmente no por la estructura del edificio sino por un elemento accesorio como es la fachada.

Yo puedo entender perfectamente que las necesidades de espacio de la facultad obligaran a la construcción de un edificio de mayor volumen que lo deseable; ciertamente hay que estar tanto a las duras como a las maduras, y si queremos facultades funcionales en pleno casco antiguo no podemos encorsetarlas en edificios de juguete. Pero, al mismo tiempo, no alcanzo a comprender la necesidad de que la fachada del nuevo edificio fuera tan abiertamente rupturista con su entorno tanto en el diseño como en los materiales empleados en la construcción de la misma.

Nadie pedía una falsificación histórica o, si se prefiere (aunque confieso que aborrezco esta palabra), un pastiche; bastaba con haber elegido un diseño todo lo moderno que se quisiera, pero al mismo tiempo más discreto y asimismo más respetuoso con los edificios vecinos. No creo que ésta hubiera sido una opción descabellada al mismo tiempo que tampoco habría supuesto el menor menoscabo a la funcionalidad del edificio; pero lo cierto es que el mal está ya hecho y que los alcalaínos nos veremos obligados a sufrirlo durante mucho tiempo. Claro está que, mucho me temo, al arquitecto responsable del proyecto esta cuestión no debe importarle demasiado... Y puede, incluso, que ni lo más mínimo.


Publicado el 15-12-1990, en el nº 1.220 de Puerta de Madrid
Actualizado el 10-6-2008