El casco antiguo, o la ley del embudo
Ampliación de la
facultad de Derecho, un ejemplo palpable de agresión al casco
antiguo
A pesar de que, desde hace más de veinte años, el casco antiguo de Alcalá está protegido frente a la construcción de edificios poco acordes con su entorno urbanístico, y a pesar incluso de las serias restricciones y los no menos serios -al menos sobre el papel- controles existentes, no es menos cierto que las actuaciones, digamos desafortunadas, han seguido goteando poco a poco no de una manera excepcionalmente escandalosa, pero sí preocupante y en ocasiones hasta incluso lesiva para nuestro patrimonio.
Sin embargo, lo peor no ha venido -en contra de lo que pudiera parecer a simple vista- de parte de los particulares, sino de manos de la propia Administración en sus diversos escalones. No creo, sinceramente, que esto se deba a una mayor concienciación de los ciudadanos frente a los organismos públicos, sino que antes bien tengo la fundada sospecha de que los controles establecidos teóricamente para todos se ven relajados sobremanera en aquellos casos en los que es la Administración la promotora de las iniciativas urbanísticas. Cuales pueden ser las causas de esta evidente ley del embudo es algo que ignoro, pero no menos evidente es el hecho de que, de un tiempo a esta parte, cada vez que algún ministerio se pone a construir o restaurar algo en el casco antiguo es -y no exagero en absoluto- poco menos que para echarse a temblar... Situación bastante grave, ciertamente, dado que quienes deberían velar por la conservación del mismo son en la práctica no sólo juez y parte, sino incluso bastante más parte que juez.
Voy a poner varios ejemplos recientes, algunos consumados, otros en ejecución y otros, por último, en proyecto que, espero, no lleguen a verse convertidos en realidad; por lo demás, juzguen ustedes mismos:
-El nuevo colegio Cardenal Cisneros, en la confluencia de San Juan con Cardenal Sandoval, ya terminado. Considerado aisladamente el edificio es interesante y una atractiva muestra de la arquitectura contemporánea. A mí, de hecho, me gusta siempre y cuando -y aquí me gustaría recalcarlo- lo pudiera contemplar sin necesidad de tener en cuenta el entorno en el que está enclavado. El problema es que no encaja en absoluto en un lugar limitado por las tapias del palacio arzobispal, el propio palacio, la plaza de este nombre y, si me apuran, las de las Bernardas y los Santos Niños. Un buen edificio, en definitiva, pésimamente ubicado, ya que en este sitio hubiera resultado infinitamente más armónico un diseño clásico acorde con el conjunto que le rodea.
-La ampliación de la facultad de Económicas, actualmente en construcción. De acuerdo con los planos y con una maqueta que se conserva en la facultad, va a suponer una agresión urbanística enormemente importante en todo el entorno de la plaza de la Victoria, al ser sus fachadas unas inmensas moles de ladrillo de diseño rabiosamente actual y completamente inapropiado, por tanto, en ese lugar.
-El antiguo colegio de Jesuitas, actualmente en obras para ser utilizado como facultad de Derecho. Amén de una actuación nada respetuosa con el edificio antiguo que requirió la paralización inmediata de las obras por parte del Ayuntamiento, la parte nueva que se está construyendo en la zona trasera que da a la Vía Complutense y a Sebastián de la Plaza tiene todo el aspecto de ser un mazacote de ladrillo que nada tiene que ver con la arquitectura barroca de la edificación primitiva.
-El edificio nuevo del Ayuntamiento, todavía no terminado. El volumen de edificación es claramente excesivo, lo que provoca una masificación de la manzana completamente antiestética.
-El auditorio -el remarcado es mío- de la iglesia del Carmen Calzado. El proyecto lleva años paralizado y confío en que acabe siendo definitivamente desestimado; imagínense ustedes, en pleno corazón de la ciudad (Carmen Calzado esquina a Santa Ursula), un bloque de cristal estilo isla de Manhattan, empotrado literalmente en los muros de una antigua iglesia barroca, perfectamente reconstruible por cierto... Un numerito, vamos.
Podría continuar recordando hechos no tan recientes tales como la desaparición de la escalera del colegio de San Pedro y San Pablo y la partición de la capilla del mismo; o la genialidad de las bóvedas de la capilla del Oidor que, cuestiones estéticas aparte, convierten a este recinto en un horno en verano y en una nevera en invierno sin hablar ya de la reverberación que prácticamente lo inutiliza como sala de conferencias; o el esoterismo del último tramo restaurado -es decir- de las murallas, con sus arquitos internos y su magnífica apariencia de decorados de la película Ben-Hur; o las cagaditas, por último, con las que algunos arquitectos han firmado algunas restauraciones promovidas por diversos organismos públicos: La portada de San Cirilo (Carmen Descalzo); la espadaña de Santa Úrsula, posteriormente rehecha; el pavimento de las ruinas de Santa María y el chapitel de la torre, en plena plaza de Cervantes; algunos elementos internos del colegio de Málaga, como los ascensores, dignos de la película Metrópolis; el remate, aún no terminado, del único ala que queda del colegio de Irlandeses; el primer proyecto -tampoco afortunadamente realizado- de la torre y la linterna de los Basilios; los faroles posmodernos del paraninfo...
Tengo mis serias dudas, sinceramente, de que cualquiera de estas actuaciones hubiera sido autorizada a ningún particular que la hubiera solicitado en vez de haber sido la Universidad, el Ministerio de Cultura o el de Educación... Y yo hubiera visto bien esta negativa. Mi pregunta, pues, es la siguiente: ¿Por qué se han consentido? Imitando la famosa frase del señor Solchaga yo también diría: Alcalá somos todos.
Publicado el 30-6-1990, en el nº 1.199 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 8-1-2008