Réquiem por un molino
Ruinas del molino de Cayo
en junio de 2008
Una vez más, el patrimonio alcalaíno ha sufrido una nueva merma provocada esta vez por el incendio del molino de Cayo. Cualquiera que haya sido el origen del siniestro, lo cierto es que ya nada puede salvar al edificio, reducido ahora al triste muñón de sus muros exteriores.
No era un edificio noble, y nunca albergó en su interior a convento o colegio universitario alguno. Pero su edad se contaba por siglos y era, quizá, la mejor muestra de la arquitectura industrial (por llamarla de una manera acorde con los criterios contemporáneos) existente en nuestra ciudad. El molino era un edificio apto para ser aprovechado, y el faraónico proyecto de actuación en las riberas del río Henares así lo contemplaba. Hoy sólo quedan de él unos muros calcinados, mudos acusadores de la desidia de nuestra sociedad al permitir el abandono, primer paso hacia la destrucción, de tantos y tantos edificios heredados de nuestros antepasados.
Puede que al final se reconstruya el edificio conforme a un proyecto poco o nada respetuoso con su diseño original; puede que se deje el triste muñón tal como está o puede, incluso, que se acabe demoliendo lo poco que de él queda ya; pero en todos los casos, nunca podrá ser ya lo mismo.
Nota de junio de 2008: Lamentablemente, el edificio del molino siguió abandonado y, veinte años después de escrito el artículo, las lluvias primaverales provocaron su derrumbe sin que nadie llegara a hacer nada por evitarlo. No mucho antes se había demolido por completo el de la Esgaravita.
Publicado , el 19-3-1988, en el nº 1.089 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 9-6-2008