La restauración de las murallas
Uno de los lienzos de
muralla afectados por la restauración de 1983
No cabe la menor duda de que Alcalá ha sido una ciudad con muy mala suerte: la larga lista de guerras, incendios, expolios y abandonos a que han sido sometidos nuestros edificios históricos habla bien a las claras de ello. Lo más lamentable de todo, empero, no son los hechos acaecidos en el pasado, los cuales nos guste o no ya no tienen solución, sino los atentados contra el patrimonio que se están gestando todos los días; porque en Alcalá, ahora, se está perdiendo de una manera tan continua como constante una parte importante de nuestra milenaria historia.
Son muchos, desgraciadamente, los actos de este tipo que se simultanean en el solar de la vieja Compluto; en realidad, de poco sirve que el casco antiguo esté protegido por ley cuando nadie se preocupa de que ésta se aplique con todo su rigor. De hecho, un estudio exhaustivo de todos ellos requeriría demasiado espacio, y no es éste además el medio más adecuado para revelarlo.
Existe, no obstante, un hecho que quiero comentar aquí debido a su gran importancia con respecto a todo el conjunto monumental de Alcalá. Me estoy refiriendo a la polémica restauración (el entrecomillado es mío) de la parte sur de las murallas, lindante con la calle Cardenal Sandoval.
La publicación de este proyecto, que no se atiene a las normas legales vigentes sobre restauraciones, ya provocó en su día una notable polémica sobre la conveniencia o no de llevarlo a cabo, dado que hoy en día ya no se acepta el criterio de convertir la restauración en una reconstrucción del edificio en cuestión, lo que constituye de hecho una falsificación histórica.
Hasta aquí, no obstante, estas teorías son, aunque discutibles, razonables. Devolver a un antiguo edificio su estricto aspecto original, siempre y cuando se respeten determinadas premisas de carácter técnico, puede ser en determinados casos incluso recomendable, pero la situación cambia por completo cuando el restaurador de turno se empeña en introducir su toque personal que, aunque a veces resulte muy bonito, es evidente que se convierte en un elemento extraño por completo al entorno, al no tener absolutamente nada que ver, en la mayoría de los casos, con el original.
Alcalá, lamentablemente, se ha visto obligada a padecer con demasiada frecuencia el fervor creativo de estas personas que, en aras de su lucimiento personal, no han dudado en falsificar un monumento: la fachada de la Universidad, la Magistral, la derruida parroquia de Santa María, el Palacio Arzobispal y, más recientemente, la Casa de la Entrevista, se vieron condenadas a sufrir estas discutibles restauraciones.
Los tiempos eran otros, y cabía la esperanza de que estas desafortunadas actuaciones no se repitieran más; pero los hechos han demostrado de nuevo que, hoy por hoy, los peligros mayores que puede correr un monumento alcalaíno no son los derivados de un abandono ni de un uso indebido, sino los provocados por una restauración.
Pase, con muchos reparos, el discutible derribo de elementos que, si bien algunos eran añadiduras de este siglo, otros resultaban ser originales; pero lo que es a todas luces inadmisible es la construcción, en el lugar de los antiguos lienzos de murallas, de unos extraños e insólitos arcos de ladrillo que, si recuerdan a algo, es al palacio del rey asirio Asurbanipal. Resulta original, eso sí, pero tanto que le sientan al entorno del palacio como a un Cristo dos pistolas; y el hecho de que vayan camuflados por la parte externa de la muralla y sólo se vean por la interna, no salva a mi modo de ver a esta restauración de más que dudoso gusto.
Estimo que resulta de sentido común considerar que una restauración ha de ser algo totalmente respetuoso y, por supuesto, absolutamente conservador, tanto en el sentido etimológico como en el literal de la palabra. Y quien no esté conforme con ello, es preferible que se dedique a levantar rascacielos de cristal en la prolongación del paseo de la Castellana.
Publicado el 1-1-1983, en el nº 832 de Puerta
de Madrid
Actualizado el 8-1-2008