El culto a san Diego en la villa de Cogolludo (Guadalajara)





Imagen de San Diego venerada en Cogolludo



Al igual que sucede con los Santos Niños nuestro otro santo local, san Diego, goza de una amplia difusión de su culto no sólo por España (principalmente en Andalucía, donde es muy popular), sino incluso en lugares tan alejados como Italia o América, siendo conocido el caso de la ciudad de San Diego, una de las más importantes poblaciones de California, la cual incluso fue bautizada con el nombre del humilde lego franciscano.

Sin embargo en esta ocasión no nos vamos a ir demasiado lejos, apenas unos 70 kilómetros, ya que basta con remontar el curso del Henares por la vecina provincia de Guadalajara hasta llegar a la villa de Cogolludo, famosa por su historia, su bella fachada del palacio de los duques de Medinaceli y por su gastronomía, en la que brilla con luz propia el cabrito asado. No se asienta Cogolludo en el mismo valle del Henares, sino en un altozano -del que le viene el nombre, puesto que su caserío semeja desde lejos estar apiñado en un cogollo- a cuyos pies discurre el Aliendre, un pequeño afluente del Henares que desagua en éste no mucho más allá, en las proximidades de Espinosa de Henares.

Es mucho y bueno lo que podríamos hablar de Cogolludo, durante siglos cabecera de un importante señorío y feudo, a partir del Renacimiento, de la importante casa de Medinaceli pero, dadas las limitaciones de espacio y el necesario protagonismo de nuestro santo, prefiero limitarme a recomendarles que lo visiten, pues verdaderamente merece la pena. Así pues, centrémonos en san Diego que, aunque no sea un dato demasiado conocido pese a la cercanía, es uno de los patronos de la villa -la otra es la Virgen de los Remedios- desde una fecha tan lejana como el año 1599.

¿Qué circunstancia es la que movió a sus habitantes a proclamar a san Diego patrono de la villa “asta la fin del mundo”? Todo se debió, según el libro San Diego de Alcalá, patrón de Cogolludo. Historia y tradición, escrito por Juan Luis Pérez Arribas y publicado en 1999 con ocasión del cuarto centenario del patronazgo, a la presunta intervención del fraile franciscano con ocasión de una terrible epidemia de peste que, llegada a la villa en el verano del ya citado año de 1599, se llevó por delante nada menos que a la tercera parte de su población.

Desesperados sus habitantes ante la magnitud de la tragedia decidieron, muy de acuerdo a la mentalidad de la época, recurrir al auxilio divino merced a la intercesión de algún santo. Había entonces en Cogolludo un convento franciscano, el de San Antonio, hoy en ruinas, y el superior del mismo propuso que se recurriera al también franciscano fray Diego de Alcalá -fallecido 136 años atrás en olor de santidad y canonizado hacía tan sólo once-, del que eran muy devotos los miembros la Casa de Austria, como lo demuestra la curación en 1562, que se calificó de milagrosa, del malogrado príncipe don Carlos, heredero entonces del rey Felipe II, tras serle llevado a su lecho el cuerpo momificado del santo.

La petición de los franciscanos de Cogolludo fue atendida por sus hermanos de religión complutenses, y su cuerpo fue trasladado en procesión desde el convento alcalaíno hasta el de la villa guadalajareña, a donde llegó el 12 de noviembre, víspera de la festividad del santo. Como cabe suponer, a juzgar por las consecuencias, la llegada del cuerpo de san Diego coincidió con la remisión de la peste, lo cual le granjearía la gratitud eterna de sus habitantes, que tan sólo tres días después -el 15- acordaban acoger a la villa bajo el patronazgo del santo en un solemne acto presidido por el alcalde mayor, el alcaide del castillo y demás autoridades locales, tanto civiles como religiosas, y refrendado por todos los habitantes que sabían escribir, lo que da buena muestra de lo en serio que se tomaron el tema.

Desde entonces la festividad de san Diego se ha celebrado en Cogolludo sin más anécdota que el intento fallido de los dos párrocos de la villa, allá por 1780 -aunque el pleito se mantuvo hasta 1802-, de que la fiesta fuera suprimida, quizá celosos de que el fervor de la misma eclipsara a la otra patrona, la Virgen de los Remedios, la cual se veneraba en la parroquia de Santa María -la principal de ambas- mientras a san Diego se le rendía culto en la iglesia del convento franciscano, donde disponía de altar propio. Tan sólo en dos ocasiones hubo de interrumpirse temporalmente la tradición, a consecuencia de la Guerra de la Independencia y de la Guerra Civil. Existió una cofradía, documentada en diferentes fechas de los siglos XVII y XVIII, pero desaparecida ésta en fecha indeterminada fue el ayuntamiento el que asumió la responsabilidad de organizar las fiestas, compromiso que ha mantenido hasta el presente.

Actualmente la imagen de San Diego se custodia en la parroquia de Santa María, la única abierta al culto en la actualidad, cabiendo suponer que el traslado tendría lugar tras la desaparición del convento en el siglo XIX. Ésta no es la original, desaparecida en la Guerra Civil, sino una réplica moderna estrenada en 1946, fecha en la que se recobró la tradición tras la interrupción provocada por este conflicto bélico.

La celebración de la festividad de san Diego en Cogolludo presenta varias peculiaridades dignas de mención. En primer lugar ésta no tiene lugar el día 13 sino la víspera, supongo que en conmemoración de la fecha en la que las reliquias del santo llegaron a la villa. Otra de ellas es que a la imagen le cuelgan del brazo la Rosca de San Diego, un dulce exclusivo de la villa que ya se elaboraba en 1732 y que, además de acompañar al santo en la procesión, es degustado por los lugareños en el salón de actos del ayuntamiento acompañado con vino.


Publicado el 15-11-2003, en el nº 1.832 de Puerta de Madrid
Actualizado el 17-6-2006