La presencia de san Diego en Lugo



Aunque por lo general el culto a san Diego suele estar más arraigado en la mitad sur peninsular y en Canarias, zonas por las que este santo transitó en vida sin olvidarnos de su origen andaluz, no por ello deja de estar también presente en el norte de España, generalmente de manos de los franciscanos, ya que conviene no olvidar que en nuestro país es uno de los santos más importantes de esta orden tan sólo por detrás de san Francisco y san Antonio de Padua.

Así pues, no es de extrañar que nos encontremos con su recuerdo en ciudades tales como Lugo, y no sólo en representaciones iconográficas procedentes de iglesias, sino incluso en la propia catedral y, más concretamente, en el coro.

Comencemos por esta última, una poco conocida joya románica arropada por el milenario cinturón de las murallas lucenses. Aunque sus primeras referencias datan del siglo IX, el edificio que ha llegado hasta nuestros días es esencialmente románico, con una cabecera gótica y la fachada principal neoclásica al haber quedado dañada la primitiva por el terremoto de Lisboa.

Uno de sus elementos más importantes es el coro barroco, obra del escultor gallego Francisco de Moure. Según esta página web fue tallado entre 1621 y 1624, consta de un total de 54 sitiales, 27 en la sillería inferior y los 37 restantes en la superior. Como es habitual todos los respaldos están decorados con bajorrelieves en los que se reproducen las figuras de diferentes santos, de forma rectangular los de la fila de arriba y circular los de la de abajo.



Mirando desde el crucero nos encontraremos, en uno de los medallones del lado derecho de la sillería baja, con el busto de san Diego en una de sus advocaciones más habituales, el milagro de las rosas. A su derecha el guardián del convento contempla sorprendido el contenido de su hábito, y tras él se esboza el rostro del mendigo al que iba destinado el pan robado de la cocina, transmutado milagrosamente en rosas. En la parte inferior aparece, por último, una filacteria con el nombre del santo.

Pasemos ahora al cercano Museo Provincial, ubicado en el que fuera el antiguo convento franciscano de la ciudad, exclaustrado por la desamortización de Mendizábal y cuya iglesia es, desde 1915, la sede de la parroquia de San Pedro. Aunque no la pude visitar por encontrarla cerrada, según la bibliografía que he consultado su actual patrimonio procede en su mayor parte de su etapa parroquial y es ajeno a nuestro santo.

No es en ella, pues, ni tampoco en la aneja capilla de la Soledad de la Orden Tercera, donde deberemos buscarlo sino en el vecino museo, en una de cuyas salas encontré una talla policromada de bulto entero de autoría anónima y datada en el siglo XVII. Curiosamente la representación del santo carece de sus atributos más habituales, apareciendo en actitud de rezar, con las manos juntas y un rosario de gran tamaño pendiendo de su muñeca. Debido a ello, y en otras circunstancias, quizá me hubiera podido pasar desapercibido pensando que pudiera tratarse de otro santo franciscano, pero la identificación del rótulo que le acompañaba no podía ser más explícita.



Pese a que este rótulo no daba más información que la ya comentada, en la ficha del museo existente en internet -en gallego, por cierto- pude ampliar los datos. Se trata una talla de madera estofada y policromada de 144 cm. de alto y bulto redondo que probablemente debió de portar en las manos una cruz o unas llaves, hoy perdidas. Aunque se desconoce su autoría, se apunta que podría haber sido tallada en el taller orensano de Juan de Anglés el Mozo.

En la ficha figuraba asimismo su procedencia, que no era como yo había supuesto en un principio el propio convento de Lugo, sino el antiguo retablo de la iglesia parroquial de Chantada, una población situada a unos 60 kilómetros de la capital, el cual fue desmontado y vendido por piezas en 1911.


Publicado el 12-9-2018