Un cuadro de san Diego en Madrigal
de las Altas
Torres (Ávila)
Vista
exterior del convento de Nuestra Señora de Gracia de Madrigal de las
Altas Torres
Fotografía de Miguel Hermoso Cuesta tomada de la
Wikipedia
Madrigal de las Altas Torres es una histórica villa castellana perteneciente a la comarca de la Moraña, situada en el extremo norte de la provincia de Ávila lindante ya con la de Valladolid. Con apenas mil quinientos habitantes, aunque hace apenas cuatro décadas llegó a acercarse a los cuatro mil, figura en la historia española por haber sido el lugar de nacimiento, en 1451, de la reina Isabel la Católica, aunque también fue la cuna de otros importantes personajes como Alonso Fernández de Madrigal El Tostado, el humanista Vasco de Quiroga y el cardenal Gaspar de Quiroga, así como del famoso, aunque por otros motivos, Gabriel de Espinosa, más conocido como el Pastelero de Madrigal, que pagó con su vida la pretensión de hacerse pasar por el desaparecido rey don Sebastián de Portugal. Asimismo, fue allí donde falleció en 1591 Fray Luis de León.
Madrigal cuenta con un importante patrimonio histórico que justifica por sí solo una visita: la muralla, conservada en una parte importante, cuyos recios torreones justifican el nombre de la villa; las iglesias de Santa María y de San Nicolás de Bari; las ruinas del antiguo convento de agustinos; el Hospital de la Purísima Concepción y el monasterio de Nuestra Señora de Gracia.
Es precisamente en este monasterio donde debemos fijar nuestra atención. Ocupado por una congregación de monjas agustinas, fue inicialmente un palacio real del que ya se tienen noticias durante el reinado de Pedro I en el siglo XIV, aunque sería un siglo más tarde cuando Juan II lo convirtió en su residencia veraniega, hecho que motivó que su hija Isabel, la futura Reina Católica, naciera dentro de sus muros.
Su conversión en convento tuvo lugar cuando Carlos I lo donó en 1525 a su tía María de Aragón, priora de la comunidad de monjas agustinas de Madrigal, que se trasladaron a él desde el convento extramuros que ocupaban y en el que se instaló a su vez una congregación masculina de su misma orden.
En la actualidad el convento conserva parte de los elementos arquitectónicos del antiguo palacio, así con una notable colección artística incluyendo obras de Juan de Juni, Alonso Cano, Berruguete y Ribera.
Cuadro
anónimo de san Diego que se conserva en el convento
Además de todo ello, lo que me llamó la atención desde el punto de vista alcalaíno fueron varias representaciones iconográficas de santo Tomás de Villanueva, algo que era de esperar dado que era agustino, y también un cuadro representando a san Diego, lo cual resulta más llamativo al tratarse de un monje franciscano.
Lamentablemente no pude recabar ningún dato acerca del cuadro; la monja que enseñaba el convento no supo decirme nada, y el hecho de tratarse de una obra anónima perdida entre las numerosas joyas artísticas que atesora el monasterio no ayudó precisamente a averiguarlo. Tampoco he podido encontrar la menor información rastreando por la red, razón por la que, como otras tantas veces, me veo obligado a reseñar su existencia y, dentro del límite de mis conocimientos artísticos, a intentar describirlo.
El cuadro, de dimensiones notables y aparentemente barroco, reproduce el conocido milagro de las rosas, recogidas en el regazo del hábito. Resulta peculiar la presencia de una cruz de gran tamaño, no por sí misma al tratarse de un atributo iconográfico frecuente, sino porque en vez de estar abrazada a ella, la figura de san Diego aparece sujetando los extremos del hábito con ambas manos, por lo cual parece como si la sostuviera entre el brazo y el cuerpo en una postura ciertamente forzada.
Asimismo el rostro no mira hacia las rosas, como en otros cuadros similares, sino hacia lo alto, mostrando una expresión de arrobamiento. El cuadro se completa con un fondo de tonos sombríos en el que sobre un paisaje arbolado parece cernerse la amenaza de una tormenta.
Publicado el 12-1-2018