La presencia de san Diego en Monforte de Lemos (Lugo)





Vista exterior de las clarisas de Monforte. Fotografía tomada de jrcasan.com



Monforte de Lemos, situada al sur de la provincia de Lugo y capital de la comarca de la Ribeira Sacra, es una pequeña ciudad cercana a los veinte mil habitantes que, gracias a su condición de importante nudo ferroviario -en ella se bifurca la línea procedente de León en las que conducen a Lugo y La Coruña por un lado, y a Orense y Vigo por otro-, gozó de una prosperidad actualmente perdida en parte.

Pero la importancia de Monforte arranca de muy atrás, y a lo largo de los siglos fue incrementando su patrimonio artístico hasta convertirlo en uno de los más importantes de Galicia. Perteneció durante muchos años a los condes de Lemos, el séptimo de los cuales, Pedro Fernández de Castro y Andrade, fue un notable mecenas que otorgó su protección a varios escritores del Siglo de Oro, entre ellos Cervantes que le dedicó, junto con otras obras, la segunda parte del Quijote. Esta familia reconstruyó el antiguo monasterio medieval de San Vicente del Pino -actual Parador de Turismo- y fundó los monasterios de San Jacinto -hoy parroquia de Santa María de la Regoa- y Santa Clara, del que luego hablaremos. Otro benefactor de Monforte fue el cardenal Rodrigo de Castro Osorio, emparentado con la casa de Lemos y fundador del monumental colegio de Nuestra Señora de la Antigua, conocido como El Escorial Gallego, construido para sede de un colegio de jesuitas y ocupado en la actualidad por los escolapios.

Comparado con el colegio de la Antigua y con el antiguo monasterio de San Vicente el convento de Santa Clara, situado en la otra orilla del río Cabe en lo que fuera un antiguo arrabal, presenta un aspecto mucho más modesto, en nada diferente a los muchos conventos de clarisas repartidos por toda España. Ni su sobria fachada ni su iglesia, que no fue terminada hasta bien entrado el siglo XX en estilo neogótico, parecen sugerir el tesoro que se alberga en su interior, uno de los más importantes museos de arte sacro de Galicia y visita obligada en la ciudad.




Busto de san Diego. Fotografía tomada de la guía del museo1


El convento, cuya fábrica actual data de 1646, fue fundado en 1622 por doña Catalina de la Cerda y Sandoval, hija del duque de Lerma, tras enviudar del citado séptimo conde de Lemos, y a él se retiró en 1634 permaneciendo hasta su muerte en 1648. Gracias al patronazgo de esta importante casa nobiliaria el patrimonio artístico del convento se fue enriqueciendo con un importante número de obras de arte, incluyendo algunas piezas maestras como el Cristo Yacente y dos Inmaculadas de Gregorio Hernández o la gran colección de relicarios, orfebrería y piezas de origen italiano, traídas estas últimas por los condes tras su estancia en Nápoles, donde el conde fue virrey entre 1610 y 1616.

El museo fue inaugurado en 1980 y ampliado en 1997 y 2010, pese a lo cual es incapaz de contener la totalidad del patrimonio artístico que atesora el convento.

Aunque son numerosas las obras interesantes, en la visita que realicé durante las pasadas vacaciones fijé mi atención en el busto de san Diego que la guía1 dedicada al museo describe como perteneciente a la escuela castellana -es, pues, anónimo- y del siglo XVII. Se trata, añade también el libro, de un relicario en el que el santo aparece representado en edad juvenil, y su nombre escrito en la peana descarta cualquier posible error en su atribución.




En el centro, busto de san Diego. Fotografía tomada de jrcasan.com


Lamentablemente, y esto es algo que nunca entenderé siempre que se respeten ciertas restricciones lógicas como la de no usar flash, en el museo estaba prohibido hacer fotografías, y tampoco era cuestión de comprometer al guía que amablemente nos acompañó en una visita guiada. Por ello, para ilustrar este artículo me he visto obligado a recurrir a la que aparece reproducida en el libro y a otra que encontré en la página de Jose Ramón Casanova, ninguna de las cuales tiene el grado de detalle que yo hubiera deseado... pero es lo que hay.

Como se puede apreciar está realizado en madera policromada y, al tratarse de un busto, carece de los atributos habituales con los que se suele revestir a san Diego, las rosas y la cruz, mientras el hueco abierto en el pecho es el lugar destinado para albergar las reliquias.

Y eso es todo lo que puedo aportar.




1 Miguel Ángel González García. Convento de Santa Clara (Monforte de Lemos). Colección Monografías. Serie Roja (Patrimonio Artístico), nº 77. Editorial Edilesa. León, 2005.


Publicado el 25-9-2018