Ayer y hoy de la Semana Santa alcalaína
Cristo de Mena. Desaparecido en
la Guerra Civil
De nuevo Semana Santa. Y de nuevo se nos plantea la eterna pregunta: ¿Se muere la Semana Santa en Alcalá? La respuesta es difícil, pero lo evidente es que, si bien quizá estas celebraciones han alcanzado un estancamiento en estos últimos años (lo cual, aunque no es demasiado malo tampoco resulta positivo), basta con remontarse diez, quince, veinte años atrás (el límite de mis recuerdos personales) para comprobar que, evidentemente, se ha producido un decaimiento de esta tradición en nuestra ciudad.
Este hecho, en contra de lo que pudiera parecer en una primera instancia, no resulta demasiado fácil de explicar ya que la Semana Santa, al igual que otras celebraciones de origen religioso, se ha convertido con el paso de los siglos en una manifestación cultural de primer orden. Actualmente la población de Alcalá es varias veces superior a la que tenía hace solamente veinticinco años, sin que este factor capital haya parecido influir de una manera significativa en la revitalización de una tradición que, con matices, se encuentra profundamente arraigada en toda la geografía española.
Todavía más extraño, al menos para mí, resulta el hecho de que, a pesar de la elevada población de origen andaluz que vive en nuestra ciudad, y a pesar de ser esta región española la que más trascendencia da a estas fiestas, no se haya visto por ningún lado un interés palpable de parte de este colectivo a la hora de aportar su peculiar visión y celebración de la Semana Santa en Alcalá, muy al contrario de lo ocurrido en otros lugares de España donde los emigrantes andaluces rivalizan año tras año (en el buen sentido de la palabra) con los naturales a la hora de celebrar conjuntamente la Semana Santa.
Soy consciente de que las vacaciones de Semana Santa suponen poco menos que una desbandada masiva de una buena parte de las familias alcalaínas que, al igual que las del resto de España, aprovechan el corto período de ocio para visitar en muchos casos sus lugares de origen; pero no por ello Alcalá se queda ni mucho menos vacía, por lo que mi comentario continúa siendo, pese a todo, perfectamente válido.
A lo largo de mis colaboraciones en este semanario he solido repetir con bastante frecuencia que uno de los grandes retos que tiene actualmente planteados Alcalá es la integración real de gran parte de la población emigrante llegada en los últimos años a nuestra ciudad desde la práctica totalidad de la geografía española. Integración que no ha de significar en modo alguno absorción, sino que ha de ser una asimilación mutua de la que resulte una síntesis de ambos colectivos (foráneo y alcalaíno) que será, por supuesto, distinta de la realidad alcalaína de tan sólo una generación atrás, pero que tampoco deberá ser en ningún momento una pérdida de la identidad propia alcalaína; hay ya demasiadas ciudades satélites en Madrid (con todo lo peyorativo que puede llegar a ser el significado de esta palabra) como para que Alcalá se convierta en una más de ellas.
Pero dejemos el reto lanzado y pasemos a recordar algunas pinceladas de la historia de la Semana Santa alcalaína, retazos de nuestro pasado que no pretenden ser un estudio riguroso sobre este interesante tema sino, vuelvo a repetirlo, relatos breves tomados de las crónicas locales en distintas épocas, y comienzo sin más dilación con el relato que hace Miguel de la Portilla en su Historia de Alcalá, publicada hace ya más de doscientos cincuenta años, cuando describe el convento de Mínimos de Santa Ana de nuestra ciudad, convento que víctima de las desamortizaciones del siglo pasado, sería utilizado más tarde como hospital militar y, actualmente, como sede de la facultad de Económicas de nuestra universidad:
Tiene dicho convento una devotísima Imagen de nuestra Señora de la Soledad: en cuya Capilla hay varias Imágenes de mucha devoción; en particular un Santísimo Cristo con la Cruz a cuestas, en quien, así el pueblo como las personas particulares, hallan especial favor en sus trabajos y necesidades, correspondiendo su Majestad a su fe, y devoción, que es tal, que se llevan los espartos de una gruesa soga con que está ceñido, hasta deshacerle enteramente. Ésta, y los demás Simulacros, que se hallan en dicha capilla (que todos tienen sus cofradías, siendo la de nuestra Señora de la gente más ilustre de dicha villa) salen en procesión, el Viernes Santo con nuestra Señora; y es la mejor, y más solemne, que en dicha Villa se hace.
Para mayor comodidad de lectura he rectificado la ortografía y la puntuación originales, sustituyéndolas por las actuales. Pero veamos qué comenta Portilla acerca del convento de los caracciolos, actual sede de la Intendencia Militar y futuro edificio universitario:
Hay en la iglesia de los padres una imagen milagrosa del Santo Cristo de la Agonía, que es tradición, la trabajó el celebrado artífice Mena; y son tan maravillosos los sermones que predican estos religiosos, en los misereres de los domingos de cuaresma, que se cantan, colocando el devotísimo Crucifijo en el altar mayor.
Se refiere Portilla al conocido Cristo de Mena, obra atribuida al célebre escultor Pedro de Mena (1628-1688), conservado en el convento de los caracciolos hasta la exclaustración de los mismos en el siglo pasado, fecha en que fue trasladado al convento de Santa Úrsula, donde permaneció (saliendo en procesión para Semana Santa) hasta los días de la guerra civil, fecha en que fue destrozado a hachazos en un atentado tan inútil como absurdo. Se conservan, eso sí, algunas fotografías del mismo, lo que nos permite catalogarlo sin ningún género de dudas como una de las más importantes imágenes religiosas de nuestra ciudad junto con el felizmente conservado Cristo de los Doctrinos. Concluyamos ahora con Portilla leyendo una descripción de las imágenes existentes en el convento de los mercedarios descalzos, actualmente sede del cuartel de Sementales y también incluido en la reciente operación de rescate de edificios históricos:
El segundo lugar de bienhechores merece, por muchas razones, la señora doña Josefa de Mendoza, mujer de don Bartolomé de Castro, vecina también de esta ciudad, y devotísima de Nuestra Señora de la Piedad, que se venera en el altar mayor de dicho colegio.
Aun cuando este cronista no comente para nada la posible salida de esta Virgen de la Piedad en las procesiones de Semana Santa, no es muy difícil suponer, dada la advocación de la misma, que resulte bastante probable este hecho. Pero pasemos ahora a la obra de otro alcalaíno, don Esteban Azaña, que nos describe en su Historia de Alcalá, escrita hace algo más de cien años, algunos hechos interesantes ocurridos allá por el siglo XVI en el convento de carmelitas de la Imagen, situado entonces no donde se encuentra ahora, sino en la plaza de la Victoria:
Entre los diferentes sucesos ocurridos en este convento durante su permanencia en aquel sitio, que es el que hoy ocupa el hospital militar, figuran las procesiones de viernes santo y de la Purísima Concepción que de allí salían; (...) La procesión de viernes santo, a la que también concurría el cabildo de las Angustias, cruzaba como la anterior la iglesia Magistral y la parroquia de Santa María, y haciendo estación en San Francisco y en San Juan de la Penitencia, regresaba a su templo.
Algunos datos más sobre la Semana Santa alcalaína podemos obtener de los comentarios de varios cronistas alcalaínos, comentarios vertidos en las páginas del extinto Nuevo Alcalá y del propio Puerta de Madrid. Así, Anselmo Reymundo nos da la fecha exacta en la que tuvo lugar la destrucción del Cristo de Mena: El 27 de febrero de 1937. Por su parte José García Saldaña, hace ya veinticinco años nos comentaba cómo en la iglesia de las magdalenas se veneraba una María Magdalena obra de Pedro de Mena o de Alonso Cano, y un Cristo con la cruz a cuestas tallado por Carreño. La de San Felipe guardaba a su vez un Ecce Homo de Juan de Juanes. La parroquia de Santiago, saqueada en la guerra civil y demolida hasta su última piedra hace no demasiados años, conservaba una Huída a Egipto, y también habla José García Saldaña de un Cristo admirable existente en las bernardas. Relata también cómo el luego destrozado Cristo de Mena era la única imagen que salía en procesión a finales del siglo pasado y principios de éste, y cómo el Cristo de los Doctrinos (el único de entonces que se conserva) no salió en procesión hasta después de la guerra civil, amén de citar algunas otras imágenes que salían en procesión en los años veinte: el Cristo de la Caña, de las magdalenas; el Nazareno, de la Magistral; el Santo Entierro y la virgen de la Soledad.
Luis Madrona, el inolvidable Luis Madrona (que por cierto, cuenta ya con una calle en Alcalá) nos apunta, también por aquella época, que de la iglesia de las úrsulas salían en procesión el Cristo de la Agonía (el de Mena) y la Dolorosa. Empase, por su parte, describe la solemne e impresionante Procesión del Silencio, lamentablemente suprimida hace pocos años, y Ventura Corral nos da, ya en 1961, una lista de los pasos procesionales que salían a las calles de Alcalá en las Semanas Santas de antes de la guerra: De las úrsulas salía el Cristo de la Agonía (el de Mena, no el actual que, por cierto, fue costeado por el propio Ventura Corral) acompañado por una Dolorosa y un pequeño Ecce-Homo. De la Magistral salía el Cristo de la Caña, y el resto de las imágenes eran el Cristo arrodillado, las Vírgenes de la Soledad y de las Angustias, el Cristo de las Bernardas (sólo algunos años), el Cristo de los Doctrinos y un Santo Sepulcro, al que se añadió años después una Oración en el Huerto.
Ninguna de estas imágenes se conserva en la actualidad salvo el Cristo de los Doctrinos, que no sale en procesión desde hace varios años debido a su delicado estado de conservación; aunque no hay que olvidar que existen en Alcalá algunas imágenes notables que nunca, o muy pocas veces, salen en procesión, como es el caso de un Cristo atado a la columna que conservan las carmelitas de la Imagen, el de los Atributos de la Pasión y la Dolorosa, dos de los tres pasos que hace años sacaba, y ya no lo hace, la cofradía del Santo Entierro junto con el propio Santo Entierro, o el de la Virgen de la Esperanza propiedad de la cofradía del Cristo de los Doctrinos y a la cual en muy contadas ocasiones, como ocurrió en la Semana Santa de 1961, se ha podido ver por las calles de Alcalá.
¿Podría revitalizarse la Semana Santa en Alcalá? Sin duda. Alcalá nunca podrá ser en este aspecto como Sevilla, Valladolid o Murcia, pero sí se puede hacer lo que hace unos años se hizo en Cuenca partiendo de las imágenes ya existentes (que son bastantes más de las que salen el Viernes Santo) y, ¿por qué no? adquiriendo otras nuevas. Lo que hace falta es voluntad; todo lo demás vendrá solo.
Publicado el 30-3-1985, en el nº 944 de Puerta
de Madrid
Actualizado el 20-3-2007