La Semana Santa de Granada
A Paco Macías, in memoriam
Me van a disculpar si no hablo de la recién terminada Semana Santa alcalaína; poco podría decir de ella ya que a duras penas alcancé a ver alguna de las últimas procesiones, aunque he de reconocer que lo poco que vi me gustó. La razón es que durante estos días estuve en Granada y, como no hay mal que por bien no venga, esto me ha permitido escribir un artículo sobre la Semana Santa de esta capital andaluza, con lo cual tampoco se puede decir que haya perdido el tiempo.
Antes de seguir adelante quiero dejar bien claro que no pretendo en modo alguno hacer comparaciones entre la Semana Santa granadina -o andaluza en general- y la complutense, algo que además de absurdo resultaría completamente injusto. Nuestra Semana Santa, dentro de sus limitaciones, es hoy en día muy digna y, lo más importante, va claramente a más, pero desde luego se trata de algo muy diferente, por muchas razones, a la arraigada tradición andaluza. Ni mejor ni peor, sino simplemente distinta, aunque la influencia meridional en algunas de nuestras procesiones resulta evidente y hoy en día está completamente asumida.
De todos modos, y como la cabra siempre tira al monte, yo que soy de ciencias no he podido resistir la tentación de realizar algunos cálculos estadísticos que nos ayuden -al menos eso espero- a comprender mejor la Semana Santa granadina. Este año, en concreto, las cifras de la misma han sido las siguientes: 32 cofradías, 34 procesiones y 58 pasos, aunque estos últimos habrían rebasado los 60 de no haber mediado la grave crisis de una cofradía -la Universitaria, con sede precisamente en la iglesia de los Santos Niños- que sólo pudo sacar a la calle uno de los cuatro que componían habitualmente su procesión. Pese a que estas cantidades son mucho más elevadas que las correspondientes alcalaínas (8 cofradías, 13 procesiones y 13 pasos), por sorprendente que pueda parecer no pasa de ser una segunda división dentro del conjunto de Andalucía, ya que en las dos Semanas Santas grandes, las de Sevilla y Málaga, el número de cofradías y de pasos es, respectivamente, de 56 y 114 para la primera y de 41 y 77 para la segunda. Al nivel de Granada están, en un segundo grupo, Córdoba (36 y 65), Jerez (31 y 59), Cádiz (29 y 52) o Huelva (23 y 43), y ya en un tercer escalón Almería (19 y 33) y Jaén (15 y 35). Claro está que poblaciones más pequeñas también tienen unas Semanas Santas que, en proporción a su población, resultan asimismo muy relevantes, tal como ocurre con las de Úbeda y Baeza, ambas declaradas de interés turístico nacional; con tal sólo 16.000 habitantes Baeza pone en la calle nada menos que a 21 cofradías, mientras la vecina Úbeda, con algo más del doble de población, cuenta con 17 cofradías y 29 pasos procesionales.
Tal como se deduce de estos datos, la Semana Santa andaluza son palabras mayores, ya que a estas estadísticas hay que sumar el hecho de que sus habitantes viven esta festividad con una intensidad difícil de encontrar en cualquier otra región española. No obstante, esta forma de conmemorar la Pasión de Cristo no es homogénea en toda ella, cosa lógica teniendo en cuenta las diferencias existentes entre unas provincias y otras. Así, y por lo que yo pude apreciar, la de Granada es bastante más sobria que la mucho más barroca de Sevilla, y a su vez las de Úbeda y Baeza, donde también hice una breve parada el Viernes Santo, son ya casi castellanas. Eso sí, todas ellas tienen en común el gran ambiente de Semana Santa que se respira en las calles, del cual no te puedes zafar -aunque éste no era en modo alguno mi caso- por mucho que lo pretendas.
¿Cómo es la Semana Santa granadina? Para empezar, hay que indicar que la práctica totalidad de los pasos -o tronos, por usar la terminología precisa- son llevados por costaleros. Creo que alguno de ellos va en andas, pero lo que brilla por su ausencia son las carrozas sobre ruedas, inexistentes por completo. Otro punto importante es la falta de procesión general. Cada cofradía tiene su propia procesión, y normalmente sólo sale a la calle una única vez excepto en dos ocasiones -de ahí la diferencia entre el número de cofradías y el de procesiones-, aunque en el primer caso lo hacen sólo con uno de los dos pasos, concretamente el de la Virgen, y en el otro sacan en procesión uno diferente a los de la primera procesión. Los recorridos no suelen bajar en promedio de las cinco o seis horas, pero en ocasiones pueden llegar a durar diez y hasta doce, como es el caso de la procesión del Cristo de los Gitanos.
Los pasos suelen ser relativamente sencillos, muy alejados de las enormes y abigarradas composiciones de Salzillo típicas de la Semana Santa murciana... no podría ser de otra manera, teniendo en cuenta que las procesiones acostumbran a pasar, a modo de reto, por lugares angostos y tortuosos en los que a duras penas caben, y en algunos casos, como ocurre con las cofradías radicadas en el empinado barrio del Albaicín o en el todavía más alto Sacromonte, las duras cuestas suponen una dificultad añadida, y no precisamente trivial. Lo más habitual es que los tronos -muy elaborados y adornados, eso sí- porten una única imagen, normalmente Cristos o Vírgenes en sus diferentes advocaciones, en algunos casos acompañados de figuras secundarias tales como sayones, soldados o discípulos.
Las procesiones suelen constar de dos pasos, normalmente un Cristo y una Virgen -aunque varias de ellas se reducen a uno-, y todas sin excepción derrochan brillantez no sólo en los tronos, sino también en sus demás componentes: túnicas de los nazarenos, vestidos de las camareras, dalmáticas de los acólitos, uniformes de las bandas -una por cada paso-, orfebrería diversa -cruces, hachones, faroles-, etc. Como cabe suponer, con tal cantidad de imágenes muchas de las advocaciones resultan estar repetidas, algo que no parece importar demasiado a los granadinos.
Aunque la secuencia cronológica de la Pasión es seguida de una manera aproximada, con la procesión de la Borriquilla y la Santa Cena el Domingo de Ramos, la del Santo Entierro la noche del Viernes Santo y las dos de Cristo Resucitado el Domingo de Resurrección, no es raro encontrarse con que a la procesión de un Crucificado le siga otra con un Cristo atado a la columna o un Nazareno con la cruz a cuestas, pongo por ejemplo. En cuanto a las Vírgenes, prácticamente todas ellas van bajo palio de diferentes colores a tono con sus respectivos mantos, no sólo negros, blancos o verdes, sino también azules, rojos e incluso uno de color salmón, y en su inmensa mayoría responden al tipo general de Vírgenes andaluzas, al estilo de las alcalaínas de la Esperanza o la Soledad.
Aunque cada cofradía establece libremente su itinerario, existe una carrera oficial similar, aunque no idéntica, a la establecida este año en Alcalá, de obligado recorrido por todas las procesiones. Ésta discurre entre el ayuntamiento y la catedral, y las cofradías tienen que atravesarla dentro del horario establecido bajo pena de sanción si se produce un retraso. Puesto que las treinta y cuatro procesiones están repartidas, entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección, a una media de cuatro o cinco al día excepto el Sábado Santo, en el que sólo procesiona la Virgen de la Alhambra, todos los días tienen su correspondiente carrera oficial, y no sólo el Viernes Santo tal como ocurre en Alcalá, donde tampoco lo hacen las cofradías que, como las Angustias, los Doctrinos o el Santo Entierro, no participaban en la antigua procesión general. Otra diferencia con nuestra ciudad estriba en que en Granada las procesiones recorren la carrera oficial de forma sucesiva pero no necesariamente encadenada, ya que, dependiendo del calendario establecido, entre una procesión y la siguiente pueden mediar intervalos bastante largos, en ocasiones de hasta una o dos horas. Para aliviar la espera se instalan sillas a lo largo de toda la carrera, al precio de cinco euros la unidad... y puedo dar fe de que se llenaban. Asimismo, donde la anchura de las calles lo permite, se alzan varias tribunas.
Resulta interesante analizar la fecha de constitución de las cofradías para alcanzar conclusiones sobre la dinámica histórica de la Semana Santa que, al igual que en el resto de España, en Granada atravesó por diferentes altibajos. Así, de las treinta y dos cofradías actuales tan sólo una de ellas -la del Cristo de San Agustín, fundada en 1680- puede considerarse antigua; claro está que probablemente debieron de existir bastantes más hoy desaparecidas, pero por desgracia carezco de información al respecto. A partir de este momento hay un llamativo vacío hasta bien entrado el siglo XX, ya que la segunda en antigüedad, la de Jesús de la Amargura o del Vía Crucis, data de 1917. Sin embargo, durante la década de los años 20 y ya hasta la Guerra Civil, a excepción de la efímera prohibición implantada por el gobierno republicano entre 1931 y 1934, la aparición de nuevas cofradías se disparó coincidiendo con un resurgir del fervor popular a nivel nacional; de hecho, fueron nada menos que catorce las creadas entre 1924 y 1939. Pasada la contienda bélica hubo un tímido resurgir, de forma que entre 1944 y 1959 nacerían cinco más.
Los años sesenta fueron una época quizá no tanto de secularización propiamente dicha, sino más bien de rechazo hacia todo tipo de tradiciones, tanto las religiosas como las que no lo eran, debido a una falsa identificación de la modernización -era la época del desarrollismo- con el abandono de las raíces culturales. En consecuencia fueron malos tiempos para estas celebraciones, que decayeron en muchos lugares -así ocurrió en Alcalá- hasta extremos que llegaron a ser preocupantes. Desconozco cómo pudo afectar esta crisis a la Semana Santa granadina, pero lo cierto es que, desde 1959 hasta 1977, no surgió ninguna otra cofradía nueva entre todas las ahora existentes. A partir de la implantación de la democracia en España las aguas comenzarían a volver poco a poco a su cauce, de forma que entre 1977 y mediados de los ochenta -las cofradías más recientes datan de 1986- surgieron once más hasta completar la ya citada cifra de treinta y dos, mientras que estos últimos diecinueve años parecen haber sido de estabilidad.
Por los mismos motivos, también es importante considerar la antigüedad de estas cincuenta y ocho imágenes, de las cuales algo menos de la mitad, concretamente veintisiete, fueron talladas entre el siglo XVI y principios del siglo XIX, aunque en ocasiones algunas de ellas han sido sustituidas por réplicas y en otras la imagen original ha sido complementada con figuras de factura moderna. De los dos primeros tercios del siglo XX datan tan sólo ocho, mientras que el ya comentado resurgir de finales de los años setenta provocó un auténtico alud de nuevas tallas: nada menos que veintitrés, la más reciente de las cuales data del año 2000.
Para terminar conviene cotejar también un último punto, el número medio de cofrades. Los datos los he tomado del programa oficial, aunque en éste no se precisa si las cantidades reflejadas se refieren a la cantidad total o sólo a aquéllos que toman parte en la procesión. Asimismo, por simplicidad he sumado las distintas categorías, como pueden ser nazarenos, penitentes, camareras, portainsignias, etc. Aunque la cantidad varía bastante de unas cofradías a otras, el promedio resulta ser de unos 200 miembros, una cifra sorprendentemente baja si la comparamos con los casi 600 de media de las ocho cofradías alcalaínas -alrededor de 450 descontando la de Jesús de Medinaceli, la más numerosa, con gran diferencia, de todas ellas- aunque muy similar considerando no el número total de cofrades alcalaínos, sino el más ajustado a la realidad porcentaje de participantes. En cualquier caso, la conclusión es obvia: al menos en Granada, no es necesario contar con un elevado número de personas para sacar adelante con toda brillantez una cofradía.
Publicado el 9-4-2005, en el nº 1.899 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 15-6-2006