La Semana Santa de Alcalá de Henares
merece ser Fiesta de Interés Nacional





Escribí este artículo, en abril de 2019 y a petición de la Concejalía de Cultura, para acompañar al informe que se adjuntó a la solicitud de nombramiento como Fiesta de Interés Turístico Nacional a la Semana Santa de Alcalá.

Apenas tres meses más tarde, me satisface haber tenido la ocasión de colaborar en esta iniciativa saldada con éxito, al tiempo que aprovecho para hacer pública mi modesta contribución a este importante logro.

Evidentemente el mérito ha sido de todos aquellos que, año tras año, han contribuido con su tesón y su buen hacer a que este sueño haya podido convertirse en una realidad. Vaya desde aquí mi enhorabuena, en el deseo de que la nueva etapa que ahora se abre sirva para potenciar todavía más esta importante celebración en nuestra ciudad.


Alcalá de Henares, huelga decirlo, es una ciudad que goza de un gran patrimonio cultural diversificado en numerosas facetas que abarcan diferentes ámbitos culturales, fruto del cual fue su nombramiento como Ciudad Patrimonio de la Humanidad en 1998.

Pero la cultura en Alcalá no es sólo historia, arqueología o arte, es también algo vivo que se puede palpar día a día en sus calles, en sus teatros, en sus centros culturales, en sus museos, en sus facultades, en sus festivales... algo que forma parte consustancial de su esencia bimilenaria, fruto de lo cual dos de sus celebraciones más multitudinarias, la Semana Cervantina y el Don Juan en Alcalá alcanzaron en 2018 el reconocimiento de Fiestas de interés nacional.

Existe una tercera celebración que, tras superar una etapa de decaimiento, recobró su vitalidad hace aproximadamente treinta años, resurgiendo de sus cenizas y alcanzando un auge imposible de imaginar entonces: la Semana Santa, cuyo nivel ha alcanzado ya unos valores ciertamente respetables: diez cofradías, veintidós procesiones, veintiséis pasos... una Semana Santa que desde 2004 está considerada Fiesta de interés turístico regional y que ahora aspira, a mi entender con justificados méritos, a pasar a la categoría nacional, actualmente integrada por una veintena de celebraciones de esta naturaleza.

¿Cuáles son estos méritos? Lo más inmediato sería hacer una comparación estadística entre las cifras de la Semana Santa complutense y las equivalentes de estas otras poblaciones; pero aunque probablemente Alcalá salvaría airosamente la prueba, considero que sería un error reducir los méritos de nuestra ciudad a una simple cuestión de números, importante sin duda pero no fundamental.

No, los principales méritos de la Semana Santa Complutense son otros y arrancan ya desde que el Concilio de Trento potenciara a finales del siglo XVI esta manifestación de fe popular. Hablan las crónicas de la época de procesiones muy importantes en las que salían a la calle auténticas joyas de la imaginería renacentista y barroca albergadas en algunos de los innumerables templos existentes entonces en la ciudad.

Lamentablemente una serie de avatares históricos adversos -la Guerra de la Independencia, las desamortizaciones decimonónicas, la Guerra Civil- dieron al traste con buena parte de este riquísimo patrimonio artístico, del cual poco fue lo que se pudo salvar aunque entre lo preservado se cuente con una joya de la magnitud del Cristo de los Doctrinos. Tras un difícil resurgir de sus cenizas concluido este último conflicto y un no menos dificultoso tránsito durante la época en la que un laicismo mal entendido la redujo a su mínima expresión, a finales de la década de 1980 la Semana Santa complutense inició una recuperación, en principio tímida y posteriormente imparable, que la ha llevado a alcanzar sus importantes cotas actuales.

Eso sí, la Semana Santa actual es diferente de la anterior; no podía ser de otra manera, puesto que la Alcalá actual tampoco es la de mediados del siglo anterior y, mucho menos, la decimonónica. Alcalá es ahora una pujante ciudad de doscientos mil habitantes convertida en un crisol primero de españoles llegados de todos los rincones de la Piel de Toro y, posteriormente, de inmigrantes extranjeros que trajeron a ella otros acentos, otros idiomas, otras culturas... y si Alcalá es hoy tan variada y rica en matices, no lo podría ser menos una manifestación cultural -no sólo religiosa- tan arraigada en nuestro acervo como es la Semana Santa.

Tradicionalmente castellana como lo es Alcalá por la geografía y la historia, y por consiguiente sobria y recogida, nuestra Semana Santa goza ahora, al igual que la Alcalá del siglo XXI, de un fructífero eclecticismo que es la fuente de su vitalidad; porque la Semana Santa complutense no es ya ni castellana, ni andaluza ni levantina, sino una armoniosa hermandad de todas ellas en la que cada una de las diez cofradías ha elegido su propio camino, lo que hace posible disfrutar de procesiones de todo tipo sin salir de la propia ciudad, algo sumamente infrecuente en el conjunto de España.

Éste es, a mi modo de ver, el principal mérito de Alcalá a la hora de solicitar para su Semana Santa la consideración de Fiesta de interés nacional; por encima de las estadísticas, y renunciando también al fácil recurso a unas comparaciones quizá no odiosas como afirma el refrán, pero sí por completo estériles, creo sinceramente que la Semana Santa complutense se merece el galardón por méritos propios no sólo por el número de sus celebraciones, sino también y sobre todo por la diversidad de las mismas, fiel reflejo de esta sociedad plural, variada y rica en matices a la que pertenecemos.


Publicado el 30-6-2019