Balance de la Semana Santa de 2001
No creo exagerar lo más mínimo si afirmo que la recién terminada Semana Santa ha supuesto otro paso adelante en la constante progresión iniciada a finales de los años ochenta, contando en esta ocasión con novedades de calibre tales como la coronación de la Virgen de la Soledad, la salida en procesión de la nueva cofradía de Jesús de los Desamparados y Nuestra Señora de las Angustias o la salida en andas del Cristo de la Esperanza, sin olvidarnos tampoco de la recuperación por partida doble del Barandales -en la procesión de la Virgen de las Angustias y en la del Silencio- o de la recién estrenada banda de la cofradía de Jesús de Medinaceli. Puesto que el tiempo ayudó además a que todas las procesiones se desarrollaran con normalidad, podemos darnos por satisfechos.
Claro está que no conviene caer en la autocomplacencia. La Semana Santa ha alcanzado un auge impensable hace tan sólo quince años, y resulta innegable que actualmente tiene el mayor nivel desde hace al menos cien años y, probablemente, también desde el siglo XIX, lo cual no es precisamente baladí. Pero no podemos exagerar, ni de puertas adentro, ni de puertas afuera; no es cierto que nuestra Semana Santa sea la mejor de nuestro entorno. Madrid cuenta con un elevado número de procesiones, algunas realmente magníficas, que hacen que su Semana Santa tenga un elevado nivel muy superior -sería absurdo negar la evidencia- al de la nuestra. San Lorenzo del Escorial y Guadalajara son al menos otros dos ejemplos de Semanas Santas equiparables a la alcalaína, y tampoco podemos olvidar aquellas poblaciones en las que tienen lugar representaciones de la Pasión, algunas tan afamadas como la de Chinchón.
Eso no quiere decir que tengamos que caer en el extremo opuesto menospreciando lo que tenemos. Nuestra Semana Santa es, eso sí, una de las mejores de la zona, y todavía tiene que seguir mejorando ya que, no lo olvidemos, nuestros vecinos tampoco se duermen en los laureles. Así, me hago eco de varias de las sugerencias hechas por las propias cofradías: Es necesaria una mayor implicación del ayuntamiento, y desde luego no es de recibo que la Semana Santa reciba un apoyo mucho menor que, por ejemplo, el carnaval. Muy interesante me parece asimismo la propuesta de que fueran Cultura o Turismo, y no Festejos, las concejalías responsables de ello, dada la índole de las procesiones de Semana Santa, a caballo entre lo religioso y lo cultural, pero desde luego no festivas. Y desde luego, tampoco estaría de más que, tal como apuntaba el editorialista de este semanario, se intentara complementar las componentes litúrgica y procesional de la Semana Santa con un ciclo de actividades culturales: Conciertos de música sacra -ahora que ya tenemos órgano en la Magistral la ocasión viene que ni pintada, representaciones teatrales, exposiciones, conferencias...
Dentro ya del apartado de las procesiones, cada vez se echan más en falta, y esto es algo que vengo repitiendo desde hace años, el paso de la entrada de Jesús en Jerusalén -el de la borriquilla- para realzar la procesión del Domingo de Ramos, y la inexistente procesión del Encuentro del Domingo de Resurrección, para lo cual haría falta adquirir una imagen de Cristo resucitado ya que Vírgenes hay varias que podrían ser utilizadas. Con ambos pasos la Semana Santa podría quedar muy completa, abierta claro está a la incorporación de nuevas imágenes bien por parte de las cofradías ya existentes -la cofradía de la Virgen de la Soledad ya está pensando en ello-, bien por alguna otra nueva cofradía que se pudiera constituir en un futuro.
Ya en otro orden de cosas, voy a repetir una vez más un par de comentarios que suelo realizar todos los años. En primer lugar, volví a echar de menos que la procesión general no diera la vuelta a la plaza de Cervantes, uno de los lugares de mayor vistosidad junto con el paso por la plaza de San Diego, en vez de enfilar directamente la calle Mayor. Claro está que para procesión corta la del Cristo de los Doctrinos, la cual merecería la pena que alargara su recorrido. Otra cuestión que me llama la atención es que el Cristo con la Cruz a cuestas no tenga advocación propia. Este Cristo fue conocido en los años 40 como el Cristo de la Caída, pero si preferimos remontarlos a fechas anteriores a la guerra civil, nos encontramos con que el Cristo con la Cruz a cuestas que salía entonces en procesión, desaparecido en el marasmo de la guerra civil, se llamaba el Cristo de la Humildad. Uno u otro nombre serían apropiados, pero en cualquier caso no vendría mal darle alguno a esta imagen.
He dejado para el final el comentario sobre la nueva cofradía, la de Jesús de los Desamparados y Nuestra Señora de las Angustias, puesto que merece reseña propia al suponer la recuperación de una tradición que se truncó en la guerra civil al ser destrozadas las imágenes. Con anterioridad a la contienda existió en Alcalá una cofradía de idéntica advocación de la cual apenas se conocen datos salvo que en los años veinte participaba en los desfiles procesionales, conservándose este paso en la iglesia de Jesuitas, entonces Magistral provisional; según se lee en la guía de Liborio Acosta, publicada a finales del siglo XIX, esta Virgen de las Angustias procedería del antiguo convento de San Diego y, tras la demolición de éste a mediados del siglo XIX, habría sido trasladada a la Magistral, llevándose provisionalmente a Jesuitas durante la restauración de ésta. Huelga decir que una investigación histórica sobre esta antigua cofradía podría resultar muy interesante.
Vaya desde aquí mi felicitación más sincera a todos los miembros de la recién nacida cofradía, que en tan sólo dos años ha conseguido contar con un artístico paso que ha venido a mejorar notablemente nuestro patrimonio iconográfico, añadiendo una nueva felicitación, que hago extensiva también a la cofradía del Cristo de la Esperanza y el Trabajo, por haber sacado ambas sus respectivas imágenes en andas, sumándose así a las cofradías del Cristo de la Columna y la Virgen de la Soledad, pioneras en esta iniciativa.
No obstante, me temo que la elección del lunes por la tarde para realizar la procesión no haya sido demasiado acertada. Hace años hizo lo propio la cofradía del Cristo de la Esperanza, que ya el año pasado la trasladó al miércoles ganando bastante con el cambio. Puesto que el lunes todavía es demasiado pronto, y dado que esta cofradía no participó -ignoro si lo hará en un futuro- en la procesión general, su primera intervención en la Semana Santa alcalaína no alcanzó la relevancia que debería haber alcanzado. En un principio quizá fuera mejor que hicieran algo parecido a lo que hizo la cofradía del Cristo de la Esperanza pasando la procesión al martes con anterioridad al vía crucis, e incluso todavía mejor al Jueves o el Viernes Santo por la mañana; teniendo en cuenta la naturaleza de esta advocación, con Cristo ya muerto pero todavía no enterrado, esta última opción sería a mi modo de ver la más idónea.
Publicado el 21-4-2001, en el nº 1.711 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 1-6-2006