Los Santos Niños en la pintura
Un cuadro de escuela española del siglo XVIII





Al igual que ocurriera con el cuadro de escuela colonial al que dediqué recientemente un artículo, nos encontramos de nuevo con una obra que descubrí en la página web de una casa de subastas, en esta ocasión la madrileña Goya Subastas. Y, dadas las circunstancias, la información de que dispongo sobre él es mínima, no siendo tampoco posible seguirle el rastro una vez vendido, algo que en la página no se detalla.

No obstante, y aunque sólo pueda reseñarlos y dejar constancia de su presencia, ya es bastante de cara a un hipotético catálogo, por supuesto incompleto, que pudiera estar dedicado a la iconografía de los mártires complutenses.

El cuadro apareció en el catálogo digital de la subasta de 25 de junio de 2019 organizada por esta empresa, con un precio de salida de 600 euros y una estimación de entre 600 y 800 euros.

La información proporcionada en la página era sumamente escueta: con el título de “San Justo y San Pastor”, se le describía como un óleo sobre lienzo de 69 × 51 cm., perteneciente a la escuela española del siglo XVIII y, dado que no se indicaba el nombre del autor, supuestamente anónimo.

Y eso es todo, aunque ampliando la fotografía pude leer la frase que aparece al pie del cuadro: “San Justo y San Pastor, Hermanos, Mártires y Santos”... interesante por cuanto nos permite descartar un posible error en su atribución, pero que no aporta ningún dato sobre su procedencia.

Así pues, lo único que puedo hacer es describirlo. Hasta para unos ojos legos como los míos, resulta evidente que su desconocido autor debió de ser un pintor muy de segunda fila, uno de tantos sufridos artesanos, más que artistas, que sobrevivían con los encargos de clientes poco exigentes o, en su caso, poco pudientes económicamente. Su estilo es barroco, y representa la comparecencia de los Santos Niños ante Daciano.

El cuadro está repleto de anacronismos, lo cual, sumado a su estética claramente popular, hace suponer que estuviera destinado a algún templo humilde, quizá rural. Los dos hermanos están ataviados con ropajes de la época: chalecos, calzones y algo parecido a unas casacas, a los que se suman unos incongruentes sombreros chambergos, caído en el suelo el de Pástor y sobre su cabeza el de Justo. Asimismo, aunque Daciano muestra un aspecto más o menos romano, los soldados del fondo recuerdan más bien a los turcos y a los caballeros renacentistas, por más que entre ellos aparezca un estandarte romano. Por último, a los pies de Daciano aparece un verdugo de indefinible aspecto con la espada en la mano.

Curiosamente, y si nos guiamos por sus respectivas estaturas, parece ser Pastor, el mayor, quien lleva la voz cantante, pese a que según los relatos tradicionales este papel correspondió a Justo. Pastor proclama ante el pretor su fe cristiana, alzando en la mano derecha la palma del martirio y un crucifijo mientras sujeta con la izquierda la tablilla escolar. Justo, en segundo plano y con ademán reflexivo, agarra el brazo de su hermano con la mano derecha y sostiene en la izquierda la tablilla y otro crucifijo, faltándole la palma. Resulta curioso el detalle de los crucifijos no porque se trate de otro patente anacronismo -la representación de Cristo en la cruz no se generalizó hasta muy entrada la Edad Media-, sino porque este atributo no resulta nada habitual en el caso de los patronos complutenses. Sin embargo, sí acertó el pintor en el tema de las tablillas, que con frecuencia se ven sustituidas por unos libros asimismo anacrónicos.

En la parte superior del cuadro, cuyo fondo está parcialmente ocupado por una estructura arquitectónica barroca, aparece el habitual ángel portador de las coronas de laurel que acreditan, junto con las palmas, su condición de mártires, resultando llamativo el efectista recurso de un trampantojo que imita una rasgadura del lienzo por la que asoma parcialmente éste en lugar de descender del cielo.


Publicado el 30-4-2020