Los Santos Niños en España
Su culto en Las Palmas de Gran Canaria





Rótulo de la calle de San Justo, en Las Palmas de Gran Canaria



Tal como he comentado en diferentes ocasiones, las peculiares condiciones históricas en las que se desarrolló el culto a los Santos Niños motivaron una distribución muy singular de sus lugares de culto en España, con la inmensa mayoría de ellos agrupados en la mitad norte peninsular mientras en la mitad sur y en la costa mediterránea -salvo en Cataluña- éstos son contados y tienen una procedencia mucho más tardía. Evidentemente el caso es similar en la única población española extrapeninsular vinculada a nuestros patronos, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, donde el origen del culto a los dos mártires se sitúa en 1536 y estuvo motivado por unas circunstancias ciertamente curiosas.

Corría el verano de este año, y los cultivos de las islas Canarias se encontraban afectados por diversas plagas que afectaban a los cereales, a la caña de azúcar y a los árboles frutales. Para salvar tan apurado trance, se reunieron en Las Palmas varios importantes cargos eclesiásticos de las islas, acordando elegir al azar un santo o santos a los que elevar rogativas, comprometiéndose a honrarlos y a erigirles un templo. Así, escribieron en diferentes trozos de papel los nombres de todos los santos del calendario, los introdujeron en un cofrecito y sacaron uno de ellos, queriendo el azar que los elegidos fueran precisamente los Santos Niños. Puesto que la ceremonia tuvo lugar precisamente el día seis de agosto, festividad de estos mártires, el hecho fue tenido por milagroso, celebrándose con toda solemnidad y acordándose que en lo sucesivo fueran venerados en todas las iglesias de la isla de Gran Canaria. Asimismo, enviaron una comisión a Alcalá con objeto de dar a conocer lo ocurrido, recabando información sobre el modo en el que se les rendía culto en la entonces villa complutense con objeto de imitarlo.

En cumplimiento de la promesa realizada se les erigió una ermita, iniciativa que se complementó en 1558, gracias a las gestiones de los canónigos Juan Castillo y el Licenciado Cervantes, con una procesión y una misa propias. La primitiva fábrica de la ermita no debía de ser de gran calidad, puesto que ya en 1593 hubo de ser reparada. Como detalle curioso, cabe reseñar que San Justo era el lugar donde se enterraba a los ahorcados. Algunos años después, en febrero de 1611, se acordó potenciar el culto a los mártires celebrando una procesión en el mes de marzo, fecha en la que se iniciaban las plagas de los cultivos, pidiendo a Alcalá el cuaderno del rezado -supongo que sería la liturgia del culto a los Santos Niños- y solicitando a Roma un jubileo para su fiesta.




Ubicación de la desaparecida ermita de los santos Justo y Pastor
Fotografías tomadas de Google Maps


A partir de entonces fueron varias las ocasiones en las que los habitantes de Las Palmas recurrieron a la intercesión de los Santos Niños en su condición de protectores del campo -normalmente acompañando a la patrona, la Virgen del Pino, y a imágenes de otros santos-, tal como ocurrió en 1646 y 1659 con ocasión de las plagas de cigarra, en las sequías de 1689 y 1703, en 1747 y en 1769 -desconozco los motivos-, en 1785 -de nuevo la cigarra- y en 1808 por preces al rey. Al parecer, con posterioridad a esta época ya no se volvieron a repetir las rogativas.

En diciembre de 1659 fueron encargadas unas nuevas imágenes, una peana dorada y unas andas al escultor Francisco Alonso de la Raya, natural de la isla de la Gomera pero residente en la localidad tinerfeña de Garachico, es de suponer que para reemplazar a las primitivas. Sin embargo, hasta junio de 1662 no serían instaladas en su ermita tras unos largos forcejeos entre el cabildo y el escultor, fruto probable de discrepancias sobre el precio a pagar por las mismas, que finalmente ascendió a 2.400 reales más otros 87 en calidad de gastos de transporte y embalaje, acordando el cabildo que fueran confeccionadas unas diademas de plata y las parihuelas para las andas. Casi un siglo después, en 1758, se adornarían las imágenes con unas cartillas escolares labradas en plata.

Sin embargo, y a pesar de la importancia de su culto durante varios siglos, en la actualidad no queda el menor rastro de la ermita, que sí dejó recuerdo, no obstante, en el callejero de Las Palmas merced a la calle de San Justo, ya que estuvo situada en la esquina de ésta con la vecina de San Nicolás. Asimismo dio nombre también al barrio de los Santos Justo y Pastor, en pleno casco antiguo de la capital canaria y núcleo matriz del más amplio barrio de Triana, al que pertenece por cierto otra calle dedicada a san Diego de Alcalá. Gracias a unos artículos publicados en 1951 en un periódico local, amablemente remitidos por don Antonio Rumeu de Armas, sabemos que la ermita, que figura en un plano fechado en 1686, era sencilla, con una única nave provista de una cubierta -supongo que sería un artesonado- mudéjar y una portada ojival, existiendo un cuadro, obra del pintor Isidro Tintó y fechado en 1945, en el que se aprecia una vista del desaparecido templo. No obstante, y dado lo reciente -como veremos más adelante- de su demolición, supongo que no sería demasiado difícil encontrar alguna fotografía, cosa que yo no he podido conseguir.




Aspecto actual de la antigua ubicación de la ermita
Fotografía tomada del Catálogo del patrimonio arqueológico de Las Palmas


Gracias a una solicitud de la Sociedad Católica de Obreros fechada en marzo de 1873, que quería utilizar la ermita como sede social, sabemos que ésta ya estaba cerrada al culto en dicho año, sin que haya podido documentar la fecha exacta en la que tuvo lugar su clausura. El obispo cedió el uso, pero no la propiedad, prohibió que se realizaran modificaciones en el edificio y exigió el mantenimiento del altar y un decoro acorde con la época, no permitiéndose fumar ni permanecer con los sombreros puestos, ni por supuesto ningún tipo de actividad ajena al catolicismo. Los nuevos ocupantes de la ermita asumían los gastos de mantenimiento y aseo de la misma, y se les solicitó que, en lo posible, procuraran celebrar la festividad de los Santos Niños. En definitiva, lo que se pretendía era preservar su condición de templo independientemente de su falta de uso como tal en esos momentos.

Desconozco cuanto tiempo pudo estar la ermita ocupada por la Sociedad Católica de Obreros, pero ésta acabó abandonándola ya que en 1889 era una entidad musical, llamada Sociedad Unión Filarmónica, la que la utilizaba para sus actividades desde hacía algunos años. Con esa fecha la Unión Filarmónica se comprometía a pagar un alquiler mensual y a tocar gratuitamente en determinadas procesiones a cambio de seguir ocupando la ermita, que se encontraba en muy mal estado -especialmente el tejado- y por lo tanto no se podía utilizar para el culto.

Aunque carezco de documentación complementaria, cabe suponer que el estado de ruina de la ermita debió de seguir acrecentándose con el tiempo, de forma que en 1904, y a propuesta del párroco de San Francisco, de quien dependía, ésta fue enajenada por el obispado pasando a manos privadas. A partir de entonces la antigua ermita fue utilizada para diferentes fines tales como vaquería o taller de carpintería y, tras caer en un estado de completo abandono, fue demolida en 1949 construyéndose en su solar el cine Cairasco, también desaparecido en la actualidad.




Ermita de San Antonio Abad, donde se conservaron
las imágenes de los Santos Niños hasta mediados del siglo XX
Fotografía tomada de la Wikipedia


Otro punto importante a tener en cuenta es el destino de las imágenes. Según los artículos citados anteriormente, firmados por Sebastián Jiménez Sánchez, las imágenes de los Santos Niños eran expresivas y de estofado -un tipo particular de policromado- notable. No debían de encontrarse en demasiado buen estado puesto que en 1940 el escultor Manuel Ramos les reemplazó las manos, y en 1946 fueron expuestas en una Exposición de Arte Religioso Retrospectivo organizada por la sociedad El Gabinete Literario. Claro está que por entonces ya no se encontraban en su ermita sino, al menos desde 1909 y probablemente desde la enajenación del templo, en la sacristía de la vecina ermita de San Antonio Abad, parece ser que arrinconadas ya que el autor de los artículos se quejaba de su abandono reivindicando que siguieran recibiendo culto tal como marcaba la tradición, para lo cual proponía que fueran trasladadas a la también cercana parroquia de San Francisco.

Ignoro si tal propuesta llegó a ser aceptada, pero lo cierto es que en una fecha indeterminada posterior a 1951 las imágenes recalaron en la casa museo de Colón, donde se conservaron durante algún tiempo. Puesto en contacto con la directora del museo, ésta me comunicó, con fecha de 1 de febrero de 2001, que las imágenes estaban siendo restauradas en los talleres del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria. Carezco de datos acerca de cuando pudo terminar la restauración, pero sí sé que en la actualidad -primavera de 2006- se encuentran expuestas en el museo diocesano de Las Palmas, y que asimismo formaron parte de la exposición “La huella y la senda”, organizada para conmemorar el sexto centenario de la diócesis.




Imágenes de los Santos Niños conservadas actualmente
en el museo diocesano de Las Palmas de Gran Canaria


Según las actas del cabildo, reproducidas en el catálogo de la exposición, “su altura sería de tres cuartos” -77 y 80 cm. respectivamente-, “se harían de bulto” -es decir, tallas completas, no relieves- “y sus vestidos serían dorados con túnicas rojas”. Además, cada uno llevaría una tablita dorada a modo de cartilla escolar de la época. Tal como indica en el catálogo se trata de una indumentaria distinta a la habitual, más parecida a las vestimentas medievales que a los atavíos romanos -túnica corta, cuando no una indumentaria similar a la de los legionarios- a la que solemos estar acostumbrados. En la fotografía se aprecia, no obstante, que faltan las tablillas, como asimismo las habituales palmas del martirio.

Para terminar, tan sólo me queda mostrar mi agradecimiento a las personas que me han ayudado a redactar este artículo: don Antonio Rumeu de Armas, historiador canario y director de la Real Academia de la Historia; don Santiago Cazorla León, director del archivo de la catedral de Las Palmas, doña Elena Acosta Guerrero, directora de la Casa de Colón y los responsables del museo diocesano que me remitieron la fotografía de las imágenes restauradas y los textos del catálogo de la exposición en los que éstas son descritas. Además de las fuentes citadas y de unas interesantes notas remitidas por don Santiago Cazorla León, he consultado el libro titulado Panorama artístico de Gran Canaria en el Quinientos, de Manuel Lobo Cabrera, y, ¡cómo no!, he obtenido también bastantes datos a través de Internet.


Publicado el 28-4-2001 y el 20-5-2006, en los nº 1.712 y 1.952 de Puerta de Madrid
Actualizado el 25-2-2014